El pilum (plural, pila), tras su introducción en la panoplia del legionario desde la República media (ss. IV-III a.C.), se convirtió en un elemento esencial del sistema de combate romano. Ideado como arma de proyectil media/pesada, otorgaba a la infantería de línea un volumen de “fuego” que sometía al enemigo, ya relativamente “suavizado” por las descargas de las tropas ligeras especializadas, a una última y potente andanada de armas arrojadizas, que ponía a prueba de manera drástica su cohesión antes de llegar al choque con la línea romana principal.

Antes de analizar su uso, describiremos sus características y evolución, lo que nos permitirá comprender mejor sus capacidades y forma de empleo en combate. Durante su primera etapa, hasta el s. I a.C., el ejército romano empleó dos tipos de pila, uno ligero y otro más pesado (contra Connolly, que afirma que ambos tipos eran equivalentes, variando únicamente el tipo de enmangue). El pilum ligero republicano se caracterizaba por presentar puntas muy cortas y de tipo piramidal o bien puntas planas con la prolongación de ambos extremos para dificultar su extracción tras impactar sobre un objetivo. Tras la punta se extendía un hierro largo y estrecho entre el extremo y la unión al asta y un encaje tubular; la longitud total de esta punta podía llegar a los 65-75 cm. El enmangue tubular al asta está atestiguado en Hispania durante el s. II a.C., en concreto en el campamento de Renieblas (área de Numancia), así como en el s. I a.C., en conexión con las guerras civiles que a mediados de esa centuria se libraron en estas provincias occidentales. Durante la República media, este tipo de fijación coexiste con el de sección cuadrada y remachado al asta, dando lugar a dos armas de comportamiento similar pero de consideración táctica diferenciadas, como tendremos ocasión de comprobar. Estos pila ligeros con enmangue tubular cuentan con una amplia tradición que puede remontarse en el mundo itálico a la época etrusca. Las ventajas y desventajas de este modelo sobre su homónimo algo más pesado son evidentes; el pilum ligero poseía más alcance, pero menos capacidad de penetración, debido a su peso algo menor y viceversa. En un primer momento cada legionario de las dos primeras líneas de combate (hastati y principes) contaba por lo menos con un pilum de cada clase (Polibio 6.23.9). Tras las reformas de Mario la dotación se reduce a un solo pilum por legionario, preferiblemente del tipo más pesado, pero no en exclusiva, como muestra el registro arqueológico.

Punta de pilum de encaje tubular

Punta de pilum de encaje tubular

Por lo que respecta a ese pilum más pesado, contaba con una pequeña punta, generalmente piramidal, prolongada en un astil metálico que se encajaba al asta de madera mediante una pieza rectangular y remaches. Los primeros pila con este tipo de unión al asta se han datado a finales del s. III a.C. y habría que conectarlos, probablemente, con la batalla de Telamón frente a los galos (225 a.C.). No obstante, los pila remachados mejor conservados datan de comienzos del s. I d.C. y proceden de campamentos militares como Oberaden, Dangstetten (ambos en Germania), Hod Hill (Britannia), etc.; algunos de ellos han aparecido incluso fijados a la madera, que no se ha conservado completa. Este método de fijación consistía en remachar la base de la punta (de forma plana y más o menos rectangular), tras encajarla en una ranura de la parte superior del asta; dicha ranura se abría en un ensanche de sección cuadrada o tronco piramidal; la punta se aseguraba, también, mediante un casquillo de hierro en la parte superior de la base de madera. Las puntas de estos pila pesados oscilaban entre los 60 y 90 cm, y la longitud total del arma podía alcanzar los dos metros. Para el s. II d.C. destacan los hallazgos de Newstead, con puntas de 70 cm y Bar Hill (Norte de Britannia). Este arma continuó empleándose también a lo largo del s. III d.C., como demuestran los hallazgos de puntas de pilum del período procedentes de Caerleon y otros asentamientos militares romanos de Britania. Se han hallado restos de pila del s. III también en el limes germano-recio, datados poco antes de 260. El pilum sigue apareciendo, además, en algunos relieves funerarios del s. III, fundamentalmente de pretorianos en Roma.

Pila siglos I (inferior), II (medio) y III d.C. (superior)Pila siglos I (inferior), II (medio) y III d.C. (superior)

El pilum de finales de la República y el Principado se caracterizaba por su capacidad de penetración, pues una vez que la punta piramidal del arma había penetrado un obstáculo, el resto del hierro le seguía prácticamente entero. A partir de la segunda mitad del s. I d.C. tras la fijación del metal a la madera podía colocarse una bola de metal que actuaba como sobrepeso, con el fin de aumentar el poder de penetración, disminuyendo no obstante el alcance de los pila así modificados; estas “bolas”, documentadas sólo iconográficamente, también han sido interpretadas como elementos correctores o estabilizadores quizás realizados en madera (Bongartz). Para un mejor agarre, en el asta solía incorporarse un asidero realizado en cuero o fieltro, que evitaba que la mano resbalase por la misma y se perdiera potencia a la hora de ser arrojado. El alcance del pilum se ha evaluado en unos 25/30 metros; se desconocen los datos de alcance de los pila ligeros analizados más arriba, si bien es probable que superaran el mencionado para el pilum más pesado. Ese escaso radio de acción del pilum de época altoimperial suponía que los legionarios debían actuar con rapidez para arrojar el arma, desenvainar espadas, reformar filas para cerrar huecos y cargar contra el enemigo mientras se aproximaban a la carrera. Este elenco de maniobras en rápida sucesión no habría sido nada fácil de encadenar, si bien los automatismos básicos interiorizados gracias a las férreas rutinas de entrenamiento del ejército romano habrían facilitado en la medida de lo posible su desarrollo.

El pilum era un elemento esencial durante la primera fase del combate de la infantería pesada legionaria. Ésta consistía en un avance en orden relativamente abierto para acercarse al enemigo hasta distancia de tiro y arrojar el proyectil. La técnica de lanzamiento consistía en arrojar el arma con el brazo derecho tras una breve carrera (de forma muy similar a como se proyectaría cualquier otro tipo de jabalina), adelantando el pie izquierdo y protegiéndose con el escudo de posibles proyectiles enemigos arrojados sobre la formación legionaria para debilitar su cohesión y la concentración de los lanzamientos. Como hemos mencionado, el alcance del pilum altoimperial estaba en torno a los 25 m (si bien algunos autores mencionan como rango efectivo del arma unos escasos 15 m); ésta podría ser una de las razones por las que desde mediados del s. II d.C. comienza a incorporarse a la panoplia legionaria la lancea, jabalina de punta corta cuyo radio de acción podía alcanzar más de 50 m. El efecto táctico del pilum se ha comparado con las modernas preparaciones de artillería, pues su objetivo era quebrantar al enemigo antes de llegar al choque. Su eficacia se veía potenciada al actuar mediante descargas concentradas, de gran efecto material si se empleaba por parte de una tropa bien adiestrada y, sobre todo, de profundo efecto moral. A veces, no obstante, la aproximación del enemigo podía ser tan rápida que impedía una descarga efectiva de pila (César, BG 1.52.3-4). El pilum tenía una doble posibilidad de actuación; por una parte, podía herir al enemigo (la longitud de su punta era capaz de atravesar el escudo y alcanzar al adversario protegido tras el mismo, perforando incluso su armadura; Vegecio, Epit. 2.15), o bien clavarse en su escudo, penetrando profundamente y haciéndolo ingobernable (véase infra), lo que solía obligar al adversario a deshacerse de él (César, BG 1.25.2; Arriano, Ektaxis kat’alannon 17). La lluvia de pila sumía, así, al enemigo en un momento de confusión, que los legionarios aprovechaban para desenvainar sus espadas y correr los metros finales a la carga (impetus) (Tácito, Ann. 12.35). El momento en el que se arrojaban los pila y se desenvainaban las espadas era esencial, pues se intentaba que el lapso de tiempo entre uno y otro fuera el menor posible, maximizando así la desorganización del enemigo en el momento clave de recibir a los supervivientes de la descarga de proyectiles con los gladii.

Legionario en posición de arrojar el pilum

Legionario en posición de arrojar el pilum

Una de las características tradicionalmente asociadas al pilum era que su larga punta de hierro, una vez impactaba y se introducía profundamente en el escudo, acababa doblándose debido al contrapeso ejercido por el asta de madera, dificultando tanto su extracción en el fragor del combate, como su posible devolución por parte del enemigo. Sin embargo, según F. Quesada, el pilum sólo habría podido actuar de este modo tras la reforma introducida por Mario en 102 a.C., antes de la batalla de Vercellae contra los teutones; en efecto, Plutarco nos cuenta que en aquel momento la cabeza de hierro del pilum estaba asegurada al asta con dos remaches metálicos; Mario ordenó sustituir uno de ellos por una clavija de madera, de modo que, cuando la jabalina golpeaba un escudo enemigo, la clavija se rompía y el pilum se doblaba hacia abajo, haciendo colgar el asta de madera del remache de hierro. De esta forma, no sólo conseguía que el escudo quedara inutilizado para su uso, sino que su portador ni siquiera pudiera moverse con él, por lo que se veía obligado a soltarlo para luchar o incluso para huir a fin de salvar la vida (Plutarco, Mario 25). Con anterioridad a esta modificación del arma, el pilum generalmente no se habría doblado de esta forma; Quesada defiende, además, a partir de los restos de pila conservados, que esta innovación no se generalizó. Se pone así en tela de juicio la tradicional y universal visión del pilum doblándose tras el impacto contra los escudos de la infantería enemiga. No obstante, si el pilum quedaba enganchado al escudo tras su impacto (aunque el arma no se doblara), el contrapeso ejercido lo habría hecho ingobernable, siendo lo más probable que el enemigo se enfrentara al legionario sin esta pieza defensiva, con lo cual habría quedado en neta inferioridad. Esta actuación del pilum era especialmente valorada en el caso de enemigos que no disponían de otro tipo de cobertura, como britanos o germanos, pues sólo las élites contaban con protecciones corporales además del escudo. El pilum podía, además, llegar a atravesar dos escudos y dejarlos clavados entre sí (César, B.G. 1.24), multiplicando en este sentido su efectividad para desguarnecer a la infantería enemiga.

Para concluir, hay que decir que, si bien el pilum, como arma de proyectil que era, estaba esencialmente orientado a arrojarse, también podía blandirse como una lanza en caso de necesidad. Una de las fuentes esenciales para documentar este empleo alternativo del mismo es Arriano de Nicomedia, que menciona su uso en formación cerrada para hacer frente a una posible carga de la caballería alana en Capadocia (Asia Menor) a fines del primer tercio del s. II d.C. (Arriano, Ektaxis kat' Alannon 16-17). Un precedente del empleo del pilum como arma de falange podemos observarlo ya en Polibio 2.33, pasaje en el que el autor narra cómo los romanos emplearon sus pila contra los ínsubros blandiéndolos en lugar de arrojarlos, para resistir en formación cerrada la impetuosa carga de estos guerreros celtas.

Arriano contra alanos

Flavio Arriano en la Batalla de Capadocia. Uso del pilum como lanza.

Finalmente, durante la segunda mitad del s. IV d.C., Flavio Vegecio nos informa que este tipo de jabalina era conocida en su época con el nombre de spiculum (Epit. 2.15). Este pasaje revela, además, cómo el pilum tradicional evolucionó hasta llegar a un punto en que poco tenía que ver con los especímenes de los siglos I a.C.-III d.C. Según Vegecio, la punta de metal, alargada y de sección triangular, sólo medía nueve pulgadas (c. 20 cm) y estaba fijada a un asta de cinco pies y medio (c. 163 cm) dando así una longitud total para el arma de casi dos metros. Se potencia, así, la longitud del asta de madera en detrimento de la punta en un claro intento de incrementar el alcance efectivo del pilum, pero manteniendo en la medida de lo posible cierta capacidad de penetración. Esos 20 cm de punta, si bien ya no podían llegar a herir al enemigo en caso de impactar con el escudo, es posible que actuaran como anclaje, quedando el arma fijada al escudo y manteniendo una de las posibilidades de empleo arriba mencionadas. En cuanto a su uso en combate, Vegecio afirma que los soldados arrojaban ese pilum de punta corta tras lanzar las cinco plumbatae (flechas emplomadas) de las que disponían. Se pretendía, así, que el enemigo, sujeto a esa amplia y continuada descarga de proyectiles, llegara tan quebrantado o desordenado al choque que no pudiera hacer frente al ímpetu de la línea de infantería pesada en orden cerrado que se le echaba encima o que le esperaba a pie firme una vez reformadas las filas y cerrados los posibles huecos.

Bibliografía sucinta

- Bishop, M.C., y Coulston, J.C.N., Roman Military Equipment. From the Punic Wars to the Fall of Rome, Londres, 1993.

- Bongartz, A., “Pilum”, en Y. Le Bohec (ed.), The Encyclopedia of the Roman Army, Nueva York, 2015.

- Connolly, P., “The pilum from Marius to Nero: A reconsideration of its development and function”, JRMES 12-13 (2001-2002); 1-8.

- Feugère, M., Les Armes des Romains. De la République à l’Antiquité Tardive, París, 1993.

- Geyer, C., “Pila in hostes immittunt. Anmerkungen zu einer römischen Elementartaktik”, JRMES 9 (1998); 53-64.

- Junkelmann, M.,Die Legionen des Augustus. Der römische Soldat im archäologischen Experiment, Mainz, 1986.

- Menéndez Argüín, A.R., y García-Dils, S., “Punta de pilum hallada en las proximidades del yacimiento de El Guijo(Écija-Sevilla)”, Habis 37 (2006); 247-252.

- Menéndez Argüín, A.R., El ejército romano en campaña. De Septimio Severo a Diocleciano (193-305), Sevilla, 2011.

- Menéndez Argüín, A.R., Flavio Vegecio Renato: El arte de la guerra romana, Madrid, 2017.

- Quesada Sanz, F., “El legionario romano en época de las Guerras Púnicas: Formas de combate individual, táctica de pequeñas unidades e influencias hispanas”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua 16 (2003); 163-196.

- Quesada Sanz, F., “Hispania y el ejército romano republicano. Interacción y adopción de tipos metálicos”, Sautuola 13 (2007); 379-401.

Dejar un comentario

Iniciar sesión


Categorías

arrow_upward