A principios del siglo XVII, cuando Europa y el Mediterráneo eran escenarios de constantes enfrentamientos entre grandes potencias, España llevó a cabo una audaz incursión contra la capital otomana: Estambul. Esta campaña, poco conocida incluso entre los propios españoles, fue una muestra del arrojo y la estrategia de la Monarquía Hispánica en su lucha por la hegemonía mediterránea.
CONTEXTO HISTÓRICO
A pesar de su derrota en la Batalla de Lepanto (1571), a principios del siglo XVII el Imperio Otomano seguía representando una amenaza latente para las potencias europeas, especialmente para España y sus dominios en Italia. Los continuos ataques de corsarios otomanos y berberiscos a las costas y rutas comerciales del Mediterráneo exigían una respuesta contundente.
Ante esta situación, en 1616 Pedro Téllez-Girón, Duque de Osuna y Virrey de Nápoles, ordenó la formación de una flota de corsarios y la dirigió hacia aguas griegas con el objetivo de enfrentar a los otomanos en su propio territorio. El enfrentamiento culminó el 15 de julio con la Batalla del Cabo Celidonia, donde las fuerzas españolas lograron una importante victoria.
Meses después, en octubre de ese mismo año, Osuna comisionó una nueva flota, esta vez compuesta por nueve galeras de la Marina Real y comandada por experimentados marinos como Diego Duque de Estrada, quien documentó la campaña en su autobiografía Comentarios del desengañado de sí mismo[1].


A izquierda, Octavio de Aragón y Tagliavia. A derecha el virrey de Nápoles, Pedro Pérez-Girón.
Al frente de esta flota estaba el noble siciliano Octavio de Aragón y Tagliavia [2], un veterano de los Tercios curtido en múltiples batallas en Europa, quien por entonces servía en la Marina Real. Su misión era aún más audaz: llevar la ofensiva al corazón del Imperio Otomano y atacar su capital, Constantinopla, conocida por los otomanos como Estambul.
RUMBO A ESTAMBUL CON ESTRATAGEMA INCLUIDA
Para garantizar su avance sin levantar sospechas, la flota española enarboló el pabellón otomano, conocido en la época como "turquesco", y navegó sin contratiempos a través de Candia, Coron, Morón y Negroponte. Su discreta travesía le permitió llegar como una flota otomana más en la madrugada del día 16 de octubre hasta las murallas de los baluartes que protegían Constantinopla (Estambul), la capital del Imperio Otomano.
Una vez frente a la ciudad, las naves retiraron sus falsos pabellones y abrieron fuego contra las murallas y diversos edificios, en una ofensiva que Diego Duque de Estrada describiría más tarde como ejecutada "con gran desenfado"[3].
Tras causar el impacto deseado, la flota española se retiró rápidamente bajo la protección de la noche, cerrando así una audaz operación contra el corazón del Imperio Otomano que buscó agraviar a los turcos en su misma capital.
Mientras se retiraban, los turcos armaron rápidamente una armada para ir en persecución de los españoles y vengar la afrenta.

Grabado de Estambul, la antigua Constantinopla, hacia 1622.
LA REACCIÓN TURCA
Para evitar la huida, los turcos colocaron a algunos de sus navíos bloqueando la mayor de las bocas del estrecho de los Dardanelos.

El círculo en rojo señala la situación del estrecho de Dardanelos, en Turquía. En el mapa podemos ver las islas de Creta y Sicilia a donde creían los turcos que los españoles habría de huir. En cambio, se dirigieron al sur hacia Egipto. Foto: Wikipedia /CC.
Mientras tanto, a bordo de la nave capitana, el almirante Octavio de Aragón recibió la noticia del inminente bloqueo y reunió a sus capitanes en consejo. La estrategia estaba clara: arremeterlos y escapar por sorpresa al amparo de la noche. La oscuridad jugaba a favor de los españoles, no había Luna, la niebla envolvía el mar y el viento de popa facilitaba la maniobra.
Para avanzar sin ser detectados, los capitanes ordenaron apagar los fanales de sus respectivas embarcaciones, dejando encendido únicamente el de la nave capitana, que serviría como señuelo. Durante varias horas, esta embarcación navegó con su luminaria visible para despistar a la flota turca que cercaba el Estrecho de Dardanelos hasta que, en el momento preciso, apagó su luz y desapareció en la confusión.
En medio de la oscuridad y con viento en popa, la flota española se dispersó estratégicamente desapareciendo al amparo de la noche. Esto llevó a los otomanos a creer que la armada española se dirigía a la isla de Creta y desde ahí a Sicilia. El engaño a los turcos había surtido efecto y todas las naves pudieron sortear sin daños ni bajas el cerco de la escuadra otomana.

Combate naval entre unas galeras musulmanas y un galeón, cuadro de Juan de la Corte. Museo del Prado (Wikipedia //CC)
LA CAMPAÑA NAVAL DE EGIPTO
Tras salir airosa de la costa turca, la flota española puso rumbo sin problemas hasta Alejandría, en donde llevó a cabo una serie de audaces incursiones en las que saquearon la costa egipcia y asaltaron una escuadra de diez caramuzales pesados[4] que provenían de Turquía. La campaña terminó con la captura de los navíos enemigos, y la flota española regresó a Nápoles con un botín de más de un millón y medio de ducados, lo que permitió que cada soldado de la campaña recibiera aproximadamente 1.500 escudos[5].
La noticia de la ofensiva española llegó rápidamente a Estambul, donde el sultán Ahmed I reaccionó con furia. Como represalia, ordenó el encarcelamiento de varios religiosos cristianos, acusándolos de espionaje a favor de España. Ante el riesgo de una escalada mayor en el conflicto, el Duque de Osuna optó por reducir los ataques contra los turcos, marcando así un giro temporal en la diplomacia española en el Mediterráneo.

Una escuadra de galeras florentinas ataca un caramuzal otomano. Biblioteca Riccardiana Vía Cátedra de Historia y Patrimonio Naval.
LA REVANCHA OTOMANA Y VENECIANA
En diciembre de 1616, las ya latentes tensiones entre España y el Imperio Otomano se vieron agravadas por el conflicto con Venecia. La Serenísima había afianzado sus vínculos comerciales con los otomanos y reforzado su rivalidad con Portugal en el ámbito mercantil. Además, apoyó logística y financieramente a Francia y Saboya en la guerra de sucesión de Montferrato, mientras buscaba monopolizar la navegación en el Adriático, hostigando a los barcos mercantes españoles y a los comerciantes ibéricos que operaban en la región.
Ante estos ataques a los intereses españoles, el Duque de Osuna ordenó a sus almirantes, Francisco de Ribera y Octavio de Aragón, llevar a cabo una ofensiva implacable contra la armada veneciana y sus enclaves estratégicos. La flota española logró derrotar a las naves de Venecia en diversas escaramuzas y bombardeó los puertos de Zara y Espalatro, debilitando la presencia de la república en el Adriático.

Venecia en el siglo XVII en un grabado. Fuente: Codalario.com[6]
Paralelamente, Osuna ambicionaba convertir a Brindisi en un nuevo gran puerto del Mediterráneo, intensificando aún más la lucha por el dominio de la región. Al mismo tiempo, los otomanos continuaban sus incursiones sobre las costas italianas, como la liderada en 1617 por Muhammad Arzan, quien cayó en combate tras sufrir una contundente derrota. Estos enfrentamientos dieron pie a una serie de acciones de corso contra embarcaciones mercantes turcas y a nuevas escaramuzas con corsarios berberiscos y fuerzas navales otomanas, que se saldaron con victorias para España y la obtención de un importante botín.
En respuesta, Venecia y la Sublime Puerta acordaron una contraofensiva conjunta contra Nápoles con una flota de 48 galeras turcas. Sin embargo, un fuerte temporal desbarató la armada antes de que pudiera llegar a Italia, frustrando los planes de la coalición y consolidando aún más la posición española en el Mediterráneo.

Emblema heráldico de la familia veneciana de los Venier, a la que pertenecieron varios dux y almirantes de flota. Fuente Wikipedia /CC
LA BATALLA DE RAGUSA
A pesar de estos éxitos, sin embargo, en la corte se veía con recelo el creciente poder del Duque de Osuna y pese a las cartas donde se pedía el respaldo del rey a estas iniciativas militares, la corte ordenó que cesaran las hostilidades y se devolviera el botín y barcos requisados a sus propietarios turcos y venecianos
Sin embargo, finalmente el Duque de Osuna pudo convencer al rey de la gran amenaza que la alianza turco-veneciana representaba a España en el Adriático y Mediterráneo occidental y el rey le autorizó a seguir sus campañas militares, pero no bajo el pabellón real (con la cruz roja de San Andrés en fondo blanco) sino bajo la bandera del Reino de Nápoles y siempre que fuese para defenderse o para patrullar.
En una de estas ocasiones, la flota de Rivera se dirigió a Ragusa para patrullar, siendo descubiertos por mercantes venecianos que dieron la voz de alarma. Tras unos días se les presentó la flota veneciana comandada por Lorenzo Venier[7] en una formación de media luna para proteger la ciudad de Ragusa de la armada española. Los españoles eran solo 15 galeones con 2500 hombres mientras que los venecianos llevaban 5000 hombres y 18 galeones, 34 galeras, 6 galeazas y 16 barcazas albanesas. Claramente, las fuerzas venecianas duplicaban a las ibéricas.
Ambas flotas entraron en batalla que acabó en derrota para los venecianos, quienes tuvieron 4000 bajas frente a 300 de los españoles.
La batalla fue ampliamente celebrada en los virreinatos mediterráneos. El célebre soldado de los Tercios, Duque de Estrada, la narró con detalle en su autobiografía Comentarios del desengañado de sí mismo, mientras que Luis Vélez de Guevara rindió homenaje al almirante Ribera con su comedia El asombro de Turquía y valiente toledano.
Sin embargo, esta victoria marcaría el último triunfo del Duque de Osuna, quien nunca recibió el perdón de los venecianos tras semejante humillación.
BIBLIOGRAFIA
AGOSTON, Gábor (2024). El Imperio Otomano y la conquista de Europa. Ático de los Libros: 75. Madrid.
BENIGNO, Francesco. (1994), La sombra del rey, validos y lucha política en la España del siglo XVII. Madrid, Alianza Universidad.
CANALES, Carlos y REY, Miguel (2019). Naves mancas: la Armada Española a vela de Cabo Celidonia a Trafalgar. EDAF
DUQUE DE ESTRADA, Diego (ed. 2022). Memorias. Editorial Espuela de Plata.
FERNANDEZ DURO, Cesáreo (1885, reed.2006). El Gran Duque de Osuna y su marina: jornadas contra turcos y venecianos, 1602-1624. Madrid: Renacimiento
GARCIA, Juan (2016). “El bombardeo de Constantinopla por galeras españolas en 1616”. Web Todo a Babor. Enlace web: El bombardeo de Constantinopla por galeras españolas en 1616 | Todo a babor [Consultado el 23/5/2025]
GODWIN, Jason (2016). Los Señores del Horizonte. Una historia del Imperio Otomano. Alianza Editorial.
LINDE DE CASTRO, Luis Mª (2005, reed. 2024). Don Pedro Girón, duque de Osuna: La hegemonía española en Europa a comienzos del siglo XVII: 140. Nuevo Ensayo, Encuentro Ediciones.
REY, Miguel (2019). A tocapenoles: Guerra entre galeones. Editorial Modus Operandi: 1
RODRIGUEZ GONZALEZ, Agustín Ramón (2012). “Las Galeras del Duque de Osuna”. Art. Disponible en el enlace Tres siglos.qxd. [Consultado en 23/05/2025]
NOTAS
[1] Diego Duque de Estrada fue un soldado y aventurero español del Siglo de Oro. Nacido en Toledo, tuvo una vida marcada por la acción y el peligro, participando en conflictos en el Mediterráneo y Europa. Sirvió al Duque de Osuna en las guerras contra Venecia y el Duque de Saboya. Su autobiografía, Comentarios del desengañado de sí mismo, narra sus peripecias, aunque con elementos fantásticos tal como descubrió Benedetto Croce. Tras una vida de batallas y viajes, ingresó en la orden de San Juan de Dios en Cerdeña, donde pasó sus últimos años.
[2] Octavio de Aragón y Tagliavia fue un militar siciliano al servicio de la Monarquía Hispánica. Hijo de Carlos de Aragón y Tagliavia, descendía de un linaje menor de la Casa de Aragón. Participó en la guerra de Flandes y en diversas campañas en el Mediterráneo contra el Imperio Otomano y la República de Venecia. Fue uno de los principales almirantes del Duque de Osuna y desempeñó un papel clave en la incursión española en las Islas Querquenes y en el bombardeo de Constantinopla. Su carrera estuvo marcada por su valentía y liderazgo en el ámbito naval.
[3] Véase DUQUE DE ESTRADA, Diego (ed. 2022). Memorias. Editorial Espuela de Plata
[4] El caramuzal era un tipo de embarcación utilizada en el Mediterráneo durante la Edad Moderna, especialmente por corsarios y fuerzas navales otomanas. Se caracterizaba por su diseño ligero, gran velocidad y maniobrabilidad, lo que lo hacía ideal para ataques rápidos, persecuciones y emboscadas en aguas estrechas. Armado con cañones y tripulado por marineros experimentados, el caramuzal representaba una seria amenaza para las rutas comerciales, ya que podía interceptar y abordar naves mercantes con facilidad. España y otras potencias europeas debieron enfrentarse a estos navíos en diversas batallas, logrando en ocasiones capturarlos y utilizarlos en sus propias flotas.
[5] GARCIA, Juan (2016). “El bombardeo de Constantinopla por galeras españolas en 1616”. Todo a Babor. Enlace web: [Consultado el 23/5/2025]
[6] Enlace fuente: Las primeras óperas venecianas o cómo la ópera se convirtió en negocio
[7] Nieto del dux Sebastiano Venier. Véase “Famiglia Venier”. Web Conoscere Venezia. [Consultado el 23/5/2025]
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