El Templo de Debod es un legado histórico y arquitectónico entre Egipto, Nubia y Roma que se conserva en Madrid. No es solo un monumento, sino un relato tallado en piedra sobre cómo conflictos, devociones y técnicas arquitectónicas moldearon un templo que trasciende fronteras y milenios.

Fue erigido en piedra arenisca a casi 15 km al sur de Asuán, cerca de la primera catarata del Nilo, en la frontera entre el Antiguo Egipto y el reino de Meroe, sobre una pequeña meseta llana y ligeramente inclinada hacia la orilla izquierda del Nilo.

Es un testimonio de la fusión cultural y religiosa que marcó la zona. Su historia, desde su origen hasta su traslado a Madrid en el siglo XX, refleja tanto conflictos políticos como sincretismo espiritual.

Inmediatamente después de la conquista de Nubia, a principios de la XVIII Dinastía, los egipcios comenzaron a establecer una nueva topografía religiosa en la tierra al sur de la Primera Catarata. Junto con la conquista militar de Nubia se instalaron cultos a las deidades egipcias desde la Primera Catarata en el norte hasta el sur de Gebel Barkal, en la Cuarta Catarata.

En la Baja Nubia, los cultos que ya se habían establecido en el Reino Medio se revitalizaron y se ampliaron con otros nuevos, y en la Alta Nubia se implantaron cultos egipcios. Fue una profunda apropiación religiosa de Nubia, tanto a escala geográfica como a nivel conceptual. Como resultado, Nubia quedó vinculada a Egipto en la esfera militar, administrativa, económica, religiosa e ideológica.

Los restos más visibles de esta toma religiosa de Nubia fueron los templos para las deidades egipcias, erigidos y administrados por las autoridades egipcias en territorio nubio. La arquitectura, los programas de decoración y las representaciones rituales en estos templos eran predominantemente de carácter egipcio. Al igual que en Egipto, en la Nubia del Imperio Nuevo surgieron paisajes rituales con edificios de culto que estaban interrelacionados entre sí y con los cultos en Egipto. Hay evidencia arqueológica de alrededor de 50 edificios de culto para deidades egipcias que datan del Imperio Nuevo en 30 sitios diferentes, desde Debod en el norte hasta Jebel Barkal en el sur.

Durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, cuando el control egipcio sobre toda Nubia se había consolidado, hubo una actividad de construcción muy extensa en numerosos sitios.

El templo de Debod fue un proyecto sagrado en tierra de conflicto, ya que el núcleo del templo fue construido alrededor del 200-180 a.C. por el rey nubio Adijalamani de Meroe, durante la llamada "Secesión Tebana", un período en el que el Alto Egipto se independizó del dominio ptolemaico.

El valle del Nilo entre la Primera y la Segunda Catarata es un estrecho tramo de barrancos pedregosos y tierra árida en la que la ocupación meroítica se distribuyó de forma irregular, con una población mixta egipcio-meroítica cerca de los grandes templos de Kalabsha, Dakka y Debod.

Las poblaciones de esa zona entre los siglos IV-III a. C. fueron unos veinte asentamientos entre la Primera y la Segunda Catarata. La gran mayoría de ellos parecen haber sido estaciones militares y de caravanas, pero constituyeron las bases para un programa de repoblación llevado a cabo por Adijalamani durante la reocupación meroítica de la Baja Nubia entre 207/6-186 a. C. De este modo, durante el transcurso de los siglos II y I a. C., se convirtieron en verdaderos pueblos y entre los siglos I y V d. C. existía una cadena de pequeñas ciudades en la Baja Nubia.

Aunque el templo de Debod es la principal fuente epigráfica sobre Adijalamani, hay referencias a su reinado en otros templos de la Baja Nubia y la región meroítica. Algunas inscripciones en santuarios de la época, aunque fragmentarias, confirman que gobernó siguiendo la tradición faraónica, con cartuchos y títulos que lo asociaban al dios Amón.

Algunas piezas cerámicas y estelas halladas en Nubia contienen inscripciones meroíticas o jeroglíficas que hacen referencia a la dinastía de Adijalamani. Sin embargo, la escritura meroítica aún no ha sido completamente descifrada, lo que limita la información que se puede extraer de estos objetos.

El templo de Debod se construyó en un lugar estratégico porque su ubicación le daba una posición clave a lo largo de las rutas caravaneras que llegaban desde el Mar Rojo con productos muy valorados, como aromas, especias, piedras preciosas, maderas finas, ébano, marfil, plumas y huevos de avestruz y oro. Esos productos de lujo ayudaban a la estabilidad social. En el Imperio Medio, Debod fue un importante cruce de caminos en las rutas de las expediciones egipcias en busca de cobre y otros minerales.

El templo formaba parte de una ruta sagrada para los peregrinos que se dirigían a la isla de Filae para venerar a la diosa Isis. El templo formaba parte de una serie de edificaciones religiosas nubias erigidas en este periodo, lo que sugiere un esfuerzo consciente por consolidar el poder meroítico en la región y mantener el control sobre las rutas comerciales del Nilo.

La ubicación del templo permitía a Adijalamani[1] mostrar su poder y autoridad en la región, al tiempo que mantenía un equilibrio entre los cultos de Amón de Debod e Isis de Filé. Su reinado coincidió con el dominio ptolemaico en Egipto, una época de interacción entre Kush y Egipto, marcada tanto por conflictos como por alianzas.

Los reyes meroíticos de este periodo solían adoptar titulaturas y tradiciones egipcias para legitimar su dominio, y Adijalamani no fue una excepción. Su gobierno se enmarca en la tradición de la monarquía kushita, que había heredado muchas de las costumbres faraónicas tras la expulsión de los gobernantes nubios de Egipto en el siglo VII a.C.

Durante el siglo III a.C., la dinastía ptolemaica estaba consolidando su control en Egipto, pero su presencia en Nubia era más limitada. Los primeros Ptolomeos habían tratado de extender su influencia hasta la Primera Catarata y más allá, estableciendo fortalezas y templos en la región, como en Filé. Sin embargo, su capacidad para mantener el dominio en Nubia era débil debido a conflictos internos en Egipto, porque los Ptolomeos enfrentaban constantes luchas dinásticas y revueltas locales, lo que reducía su margen de maniobra en el sur. Por otro lado, la región estaba históricamente vinculada a los reyes de Meroe, y su población tenía fuertes lazos con la cultura kushita. Además, mantener guarniciones en la Baja Nubia implicaba problemas logísticos, requería un esfuerzo considerable, y la rentabilidad de la región no justificaba grandes campañas militares.

Adijalamani extendió el dominio kushita sobre el valle del Nilo en la Nubia inferior hasta el norte de Philae como resultado de su participación del lado de los rebeldes en la revuelta del Alto Egipto contra los Ptolomeos entre 207/6 y 186 a. C. La alianza entre Kush y los rebeldes del Alto Egipto fue posible por que existía una tradición alternativa conectada con Kush.

En 207/6 a.C. el Alto Egipto se rebeló contra Ptolomeo IV Filopator. En 205 a.C. los rebeldes designaron a su líder, Hor-Wennofer, que también contaba con el apoyo del sacerdocio de Amón-Ra de Tebas, como rey de Tebas. En el año 199 a. C., Hor-Wennofer fue sucedido en el trono por su hijo, que mantuvo su reinado hasta agosto de 186, cuando, a pesar de la ayuda militar que recibió del rey de Meroe, su ejército fue destruido por las fuerzas de Ptolomeo V Epífanes.

La construcción de este templo indicaba que los Ptolomeos no tenían un control absoluto de la región en ese momento. Si Adijalamani pudo construir el santuario sin oposición, era porque el poder egipcio en Nubia estaba debilitado o que existía una tregua tácita entre ambos reinos.

Adijalamani aprovechó la debilidad temporal de los ptolomeos para expandir su influencia en la región de Dodekaschoinos, un área estratégica y rica en recursos entre la primera y segunda catarata. Esto sugiere que la construcción del templo de Debod fue un acto tanto religioso como político, afirmando su autoridad en una zona fronteriza clave.

El templo y sus títulos reflejan una política diseñada principalmente para un público egipcio, ya que presentan al rey kushita como restaurador del orden, purificador de la tierra, campeón del renacimiento de los valores religiosos y éticos tradicionales, lo que sugería un contraste con la degeneración atribuida propagandísticamente a los Ptolomeos. El rey Adijalamani pretende aparecer como el restaurador de los cultos antiguos y, por lo tanto, de la integridad de la tierra.

Adijalamani aparece como constructor de santuarios en Philae continuando la construcción del templo de Arensnuphis iniciada por Ptolomeo IV Filopator (221–204 a.C.), Dakka, que era el núcleo del templo de Thoth de Pnubs, cuya construcción también fue iniciada por Ptolomeo IV, y Kalabsha, que era el santuario predecesor del templo Augusto de Mandulis, lo que sólo puede explicarse en condiciones de supremacía kushita en la Baja Nubia, incluida también Philae, entre 207/6-186 a. C.

Adijalamani es mencionado en inscripciones del templo de Debod. Es posible que se refiera a él Diodoro Sículo, que relata cómo un rey meroítico desafió la influencia de los sacerdotes de Amón, reflejando su papel en la consolidación del poder real frente al clero.

Su reinado muestra la continuidad de la influencia kushita en el valle del Nilo incluso después del declive de la Dinastía XXV y marca un momento de auge cultural meroítico, previo al declive gradual de Kush frente al Imperio Romano. Muestra la capacidad de los gobernantes kushitas para proyectar su poder e identidad en un contexto multicultural. El templo de Debod es un monumento clave para estudiar la historia de Nubia y su interacción con el Mediterráneo.

En el lugar en el que se levantó debió existir un santuario anterior que habría sido erigido como parte de un programa de construcción más amplio en Nubia y Kush, desarrollado por los monarcas de las dinastías XIX y XX con fines políticos. En la zona hay una extensa necrópolis con hipogeos que datan de la dinastía XX y se hallaron restos del Imperio Medio, como una estela de Amenemhat II, y del Imperio Nuevo, como bloques de Seti II, lo que sugiere que el sitio ya albergaba estructuras sagradas antes de la construcción del templo grecorromano.

El monarca levantó una capilla dedicada a Amón de Debod, que era una deidad local, y a Isis, diosa vinculada a la magia y la maternidad. Este santuario se ubicaba en la localidad de Debod, en la Baja Nubia, cerca de la primera catarata del Nilo, un enclave estratégico que lo conectaba teológicamente con el gran templo de Isis en Filé, situado 15 km al norte. 

Como en la mayor parte de los templos egipcios, la construcción siguió rituales precisos: su orientación este-oeste, perpendicular al curso del río Nilo, permitía una conexión entre los espacios interiores y el río, un elemento sagrado en la cultura egipcia.

El santuario reproducía el momento del primer día y fomentaba, a través de la observación y la celebración de los ritos, la permanencia del dios y la renovación de la creación original de la vida.

La orientación se determinó mediante observaciones astronómicas de la Estrella Polar y la constelación de Orión. Esta alineación no solo simbolizaba la conexión con el curso del sol y el Nilo, sino que también integraba el templo en el orden cósmico.

El Templo de Debod simboliza la fusión de las culturas egipcia y nubia. Tiene un diseño híbrido, ya que combina elementos arquitectónicos faraónicos, como relieves jeroglíficos, con influencias meroíticas, como la decoración de uraeus[2] en las cornisas.

La Capilla de Adijalamani, decorada con relieves del rey realizando ofrendas a divinidades como Amón, Isis, Osiris y Horus, conservaba una rareza: dos naos en una misma estancia, uno para Amón y otro para Isis, algo excepcional en la arquitectura religiosa egipcia. Además, en el dintel de acceso se mencionaba a Apedemak, dios león meroíta, cuya referencia es la más septentrional conocida.

La construcción del templo de Debod es una de las pruebas más tangibles del sincretismo religioso y cultural que caracterizó la relación entre Meroe y Egipto en la Antigüedad.

La inscripción del arquitrabe del templo menciona el nombre del rey y confirma su papel en la construcción del santuario. Su nombre real está escrito en jeroglíficos y rodeado por un cartucho, como era costumbre entre los reyes egipcios. Sin embargo, su titulatura revela su identidad como monarca meroítico, lo que sugiere una estrategia política de doble legitimidad: egipcia y kushita.

Entre sus títulos destacan referencias a Amón, el dios principal de Meroe, lo que indica que el monarca no solo buscaba afirmarse en Nubia, sino también consolidar la presencia de su dinastía en un espacio donde la religión egipcia seguía siendo clave para el poder político.

El templo de Debod no fue solo una obra religiosa, sino también una herramienta de legitimación política. Construir templos en Egipto era una tradición que los reyes meroíticos heredaron de sus antecesores de la Dinastía XXV, los faraones kushitas, quienes gobernaron Egipto en el siglo VII a.C. Al erigir el templo y representarse a sí mismo realizando ofrendas a los dioses egipcios, Adijalamani se presentaba como un soberano que protegía y respetaba las tradiciones egipcias, reforzaba su autoridad sobre la población local, que estaba acostumbrada al culto de Amón y de Isis, y demostraba que el poder meroítico no solo era militar, sino también cultural y religioso.

Adijalamani aparece representado en los relieves realizando ofrendas a los dioses, junto a inscripciones jeroglíficas que lo identifican como "Rey del Alto y Bajo Egipto", un título simbólico que refleja las aspiraciones kushitas de legitimidad en la región. 

Como muchos otros templos en Egipto, servía como un lugar para realizar rituales, venerar a los dioses y legitimar el poder del faraón. Los templos eran representaciones simbólicas del cosmos y centros de conexión entre el mundo divino y el terrenal. Los templos en el arte egipcio buscaban describir simbólicamente el orden del cosmos, donde la fuerza del faraón era un componente esencial. Los templos eran decorados con relieves y escenas del repertorio tradicional egipcio.

La aparición de los cartuchos de Adijalamani y su hijo Adikhalamani, por un lado, y de Ptolomeo IV, por otro, en santuarios de la Baja Nubia dio lugar a la idea de “cooperación meroítico-egipcia” o incluso de dominio compartido. Sin embargo, o bien se había producido una reconciliación o las actividades de Ptolomeo IV, Arqamani, Adikhalamani y los Ptolomeos posteriores se relacionan con períodos de construcción individuales.

A favor de la reconciliación está el dato de que la rebelión del Alto Egipto no fue vengada por los Ptolomeos, mientras que la revuelta contemporánea del Bajo Egipto fue brutalmente castigada.

Durante la Dinastía Ptolemaica (siglos III-II a.C.), el templo adquirió nuevas dimensiones políticas y religiosas. Ptolomeo VI Filómetor (180 a.C. – 145 a.C.) lo consagró oficialmente a Isis. Ptolomeo VIII Evergetes II (144-116 a. C.) añadió un naos, un santuario para la diosa, aunque el núcleo original de Adijalamani permaneció oculto bajo estas ampliaciones. Ptolomeo VIII lo decoró y las obras continuaron hasta principios del período imperial. En el templo se encontró un naos de granito rosa con los nombres de Ptolomeo VIII y una de las dos Cleopatras. No sabemos si su hermana y esposa, Cleopatra II, o su sobrina y esposa, Cleopatra III, con la que se casó al enviudar.

Por desgracia, las ampliaciones del templo en época ptolemaica afectaron a los relieves de las paredes, que fueron cortados

Los templos ptolemaicos, como el de Debod, son los últimos grandes monumentos erigidos en la Antigüedad en Egipto, y concentran la esencia de 3000 años de historia arquitectónica continua. La organización y decoración de estos templos siguen los modelos del templo egipcio clásico.

El templo de Debod también contenía el nombre real de Ptolomeo XII (80 a.C. - 58 a.C., y 55 a.C. - 51 a.C.). Los nombres reales de los faraones lágidas buscaban transmitir el carácter sagrado de los soberanos, estableciendo una divinización monárquica asociada al culto dinástico. Ptolomeo XII se asoció con Dioniso, lo que sugiere un intento de combinar elementos griegos y egipcios en su culto. Ptolomeo XII, al igual que otros faraones, buscaba legitimidad a través de su conexión con las deidades egipcias. Esto se hacía a través de la iconografía y los rituales representados en los templos, donde el faraón se mostraba venerando a los dioses y cumpliendo con sus deberes religiosos.

Este proceso de transformación reflejaba las tensiones territoriales entre Egipto y Meroe, resueltas cuando el emperador Augusto fijó la frontera en el siglo I a.C., convirtiendo el templo en un símbolo de estabilidad en una zona históricamente disputada. 

Bajo el Imperio Romano, Augusto, Tiberio y Adriano completaron su decoración y añadieron un pronaos hipóstilo con columnas de influencia grecorromana, fusionando estilos arquitectónicos. 

La fachada fue decorada por el emperador Augusto, que aparece allí como faraón, donando ofrendas a Isis y a otros dioses del panteón egipcio.

En el vestíbulo del templo se copiaron los nombres de los emperadores Augusto y Tiberio en los relieves, lo que permite fechar esta fase constructiva en los reinados de ambos emperadores. Parece que la actuación durante este período se limitó a la decoración de la sala y de los intercolumnios de la fachada, pero no a la construcción de la cámara misma.

En los intercolumnios interiores del vestíbulo, en el muro este, hay relieves que representan al emperador Tiberio siendo purificado por los dioses Thot y Horus, en presencia del dios Amón. Adriano construyó el pronao con la fachada.

El templo, por tanto, fue un diálogo entre dioses y reyes a lo largo de la Historia, que se reflejaba en su diseño singular. 

Al igual que todos los templos egipcios, el de Debod presenta un diseño rectangular tanto en planta como en alzado. Esta característica se atribuye a la influencia del paisaje egipcio, que se caracteriza por líneas verticales, horizontales y diagonales.

Los templos egipcios, incluido el de Debod, se construían siguiendo un eje principal que generalmente se orientaba hacia el este o el Nilo. El recorrido a través del templo se realizaba a lo largo de este eje, desde el exterior hacia el santuario interior, que era la parte más sagrada del edificio.

Tenía pilonos, elementos característicos de la arquitectura religiosa egipcia. Aunque el núcleo original de Adijalamani era relativamente pequeña, las ampliaciones realizadas durante las épocas ptolemaica y romana incorporaron estructuras típicas de los templos egipcios, incluyendo pilonos de acceso, que eran portales monumentales que marcaban la entrada al recinto sagrado. Estos muros trapezoidales, decorados con relieves y símbolos religiosos, servían como transición entre el espacio profano y el sagrado. 

En el caso de Debod, los pilonos formaban parte de las ampliaciones posteriores al núcleo inicial, probablemente añadidos durante la Dinastía Ptolemaica o bajo el Imperio Romano, cuando se construyó el pronaos hipóstilo, un vestíbulo con columnas. 

Más allá de los pilonos se encontraba un patio abierto rodeado de columnas o pilares. Este patio servía como un espacio de transición entre el exterior y el interior del templo, y era donde se congregaban los fieles para participar en las ceremonias.

Después del patio se accedía a una sala hipóstila, que era un espacio cubierto sostenido por múltiples columnas. Las columnas podían tener diferentes formas y estilos, como capiteles papiriformes, lotiformes o palmiformes. Las paredes de la sala hipóstila estaban decoradas con relieves e inscripciones que narraban mitos y rituales.

El santuario era la parte más sagrada del templo, donde se custodiaba la estatua de la deidad principal. Era un espacio pequeño y oscuro, al que solo tenían acceso los sacerdotes. El templo no era accesible al público general; solo los sacerdotes realizaban rituales en su interior para mantener el orden cósmico. Los ritos incluían ofrendas diarias y ceremonias para renovar la creación, simbolizando la conexión entre lo divino y lo terrenal. 

Además del santuario principal, los templos egipcios solían contar con capillas dedicadas a otras deidades o a aspectos específicos del culto. Estas capillas podían estar ubicadas en la parte trasera del templo o en los laterales. En el templo de Debod existían tres capillas para Amón-Sokaris-Osiris, Hathor-Maat, y Amun-Ra-Osiris.

Las paredes, columnas y techos de los templos egipcios estaban cubiertos de relieves e inscripciones. Estas representaciones podían ser en alto o bajorelieve, y estaban pintadas con colores vivos. Las inscripciones estaban escritas en jeroglíficos y narraban historias mitológicas, rituales religiosos y hazañas de los faraones.

Las inscripciones jeroglíficas se extienden horizontalmente a lo largo del borde superior y verticalmente a lo largo de los lados sobre todas las caras del santuario. No hay ninguna inscripción sobre la base.

En el Período Tardío, los jeroglíficos se utilizaron cada vez más. Esa escritura ya no se utilizaba en situaciones cotidianas y pasó a servir exclusivamente para registrar el conocimiento religioso. El número de signos pictóricos aumentó drásticamente, lo que es un dato notable si tenemos en cuenta que en otras escrituras la tendencia ha sido hacia la simplificación.

La decoración, con escenas rituales y mitológicas, integraba también marcadores solares en los muros para predecir solsticios y equinoccios, vinculando el calendario agrícola con el religioso. Aunque el culto a Isis ganó prominencia en época helenística, Amón recuperó su centralidad en períodos tardíos, evidenciando fluctuaciones en las representaciones del poder simbólico. 

El emperador romano Teodosio I, en el año 392 d.C., con la llegada del cristianismo, decretó el cierre de todos los templos paganos en el Imperio. Entre los años 535 y 537 d.C., el emperador Justiniano I ordenó el cierre definitivo de los últimos templos paganos, marcando el fin oficial de las antiguas prácticas religiosas egipcias, por lo que el templo perdió su función religiosa.

En 1868 sufrió daños por un terremoto, padeció expolios y, desde 1907, quedó parcialmente sumergido debido a la presa de Asuán. Para evitar la pérdida de estos monumentos, la UNESCO coordinó una campaña internacional para rescatar y reubicar varios templos en la región.

En reconocimiento a la ayuda prestada por varias naciones para desmantelar y trasladar muchos de los templos de Nubia con el fin de preservarlos de las crecidas de las aguas creadas por la presa de Asuán, el gobierno egipcio donó en 1968 varios de los templos nubios más pequeños a otros países.

El templo de Debod fue a Madrid, el templo de Dendur fue al Museo Metropolitano de Arte Nueva York, el templo excavado en la roca de El-Lessiya fue al Museo Egipcio de Turín, la Puerta de Kalabsha fue al Museo Egipcio de Berlín y el templo de Taffa fue al Rijksmuseum de Leiden.

Hoy es un puente cultural entre naciones, aunque su exposición al clima madrileño ha generado debates sobre su conservación, impulsando iniciativas de restauración.

Tras un meticuloso desmontaje, fue reconstruido en la Montaña del Príncipe Pío de Madrid (1970-1972), un lugar histórico asociado con los fusilamientos del 3 de mayo de 1808. Parecía que era un lugar ideal porque era un espacio de Memoria que no podía dejarse asilvestrado ni construir cualquier cosa. Por otro lado, el templo debía situarse en un lugar de fácil acceso al público[3] y el solar del Cuartel de la Montaña era propiedad del Estado. También era muy extenso, lo que permitía la creación de una amplia zona de parques y jardines que realzaría el monumento.

La reconstrucción del templo planteó algunos problemas, ya que se compone de unos 2.300 sillares y cerca de cien de los bloques perdieron su numeración y otros cuatrocientos fragmentos llevaban una identificación incorrecta. Algunos bloques tenían la misma referencia, lo que implicó montar un rompecabezas. No se pudo recuperar nada de la vía sacra ni del embarcadero.

Para la reconstrucción se utilizaron bloques originales del templo sobre una base de piedra para aislarlo del suelo, y el resto del edificio se reconstruyó con piedra blanda de Salamanca que permite distinguir las partes antiguas de las nuevas.

Los bloques originales de arenisca ya estaban degradados cuando llegaron a Madrid. Los bloques de arenisca de Villamayor, en Salamanca, utilizados para completar el edificio son de menor calidad que los originales.

Se montó respetando su orientación original, supervisada por el arqueólogo Martín Almagro Basch (1911-1984), porque fue una condición para permitir el traslado del Templo a Madrid, ya que se debía respetar su orientación por la importancia del culto al sol entre los antiguos egipcios. El lugar que fue acondicionado con vegetación tropical y un estanque para evocar el paisaje del Nilo.

Martín Almagro Basch dirigió el Museo Arqueológico Nacional, presidió el Comité Español para el salvamento de los tesoros de Nubia, dirigió las misiones arqueológicas españolas en Nubia durante la campaña de salvamento de la UNESCO, negoció la donación del Templo de Debod y supervisó el traslado del templo, por lo que en abril de 1970 viajó a Egipto con una comisión de trabajo para supervisar y organizar el traslado del templo desde Elefantina hasta Alejandría.

A pesar de eso, durante su traslado a Madrid, algunas partes perdidas o dañadas, como bloques erosionados por las inundaciones de la presa de Asuán, no pudieron reconstruirse, aunque se respetó su diseño esencial. Los relieves y estructuras supervivientes, incluidos los pilonos, permiten apreciar su grandiosidad original como santuario fronterizo.

Es uno de los pocos ejemplos de arquitectura egipcia antigua que se puede apreciar fuera de Egipto. Sirve tanto como atractivo turístico como centro de difusión de la cultura egipcia. No obstante, la exposición constante a un clima diferente y a otros factores ambientales ha generado debates sobre su conservación.

Originalmente fue inventariado como material urbano, como una farola, hasta que el egiptólogo Francisco Martín Valentín, que hizo su tesis doctoral sobre ese templo y ha traducido y publicado sus inscripciones, escribió un artículo explicando por qué debía ser cubierto y protegido.

En Madrid se deteriora por el clima, ya que el régimen de precipitaciones (400-500 mm anuales) es mucho mayor que en la región de Nubia (10 mm anuales). El agua de lluvia puede causar erosión directa, filtraciones, goteras y capilaridad en la piedra arenisca. La cercanía al río y la vegetación circundante aumentan la humedad, lo que favorece la aparición de algas y líquenes, y disuelve las sales en los bloques, que luego se cristalizan en la superficie, causando daños.

A diferencia del clima seco y constante de Nubia, Madrid experimenta cambios bruscos de temperatura que tensionan el edificio.

Aunque los niveles de emisiones cerca del templo no son los más altos de Madrid, la contaminación, junto con la humedad, puede dañar la estructura química de las piedras.

Tanto Francisco Martín Valentín como la egiptóloga Teresa Bedman han insistido en ese tema desde 2003, cuando Alberto Ruiz-Gallardón fue alcalde de Madrid.

[1]También conocido como Arqamani, Arkamani, Aktisanes o Ergamenes II

[2]Serpientes protectoras

[3]A11944-11944.pdf

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