En la intrincada estructura social de la antigua Roma, la vestimenta desempeñaba un papel fundamental como sistema de comunicación visual. Las prendas que cada individuo vestía no eran meros adornos, sino poderosos indicadores de su posición social, su oficio, su riqueza y su pertenencia a un determinado grupo dentro de la jerarquía comunitaria. La vestimenta hablaba por sí misma, transmitiendo información esencial sobre la identidad y el estatus de quien la portaba a todos aquellos con los que interactuaba diariamente.

INTRODUCCIÓN: EL EMPERADOR Y LA DISTANCIA DEL PODER

La manera de vestir, el comportamiento en las ceremonias públicas, y la actitud en general que un augusto debía mostrar ante su pueblo fue, a lo largo de toda la historia de Roma, un  pilar fundamental en la sacralización  del papel del emperador en la sociedad romana.

Ya desde el comienzo de la existencia del emperador como una de las instituciones supremas del estado, es decir desde el Principado de Augusto (27 a. C.- 14 dC.), se produjo una transformación sutil pero trascendental en la manera en que el líder de Roma se relacionaba con sus súbditos. El princeps, inicialmente concebido como el "primero entre iguales" dentro de un marco republicano, comenzó a adoptar una postura más distante, influenciado por los modelos monárquicos orientales. Esta evolución se acentuó con el paso del tiempo, culminando en una sacralización manifiesta de la figura imperial durante el Dominado, iniciado por Domiciano (81-96). Aunque Domiciano fue el precursor de esta tendencia, tenemos que esperar al gobierno de Diocleciano, a partir del 284, para apreciar con claridad como la propia existencia del emperador y todo lo que lo rodeaba adquiere un aura de sacralidad. Su palacio se convirtió en un espacio casi místico, su tesoro en algo inviolable, y hasta las donaciones imperiales se revistieron de un significado especial. Se trataba de establecer una clara línea divisoria entre el augusto y el común de los mortales, reforzando la idea de su derecho a gobernar de manera autocrática. Conseguir transmitir esta imagen era crucial para mantener la estabilidad de un imperio vasto y complejo, donde la figura del emperador debía inspirar respeto y obediencia.

LOS SÍMBOLOS ESENCIALES DE LA INVESTIDURA IMPERIAL. PALABRAS SILENCIOSAS DE PODER

La ascensión al trono imperial en Roma no era un proceso aleatorio, sino que seguía un protocolo, a menudo improvisado pero con elementos centrales que conferían legitimidad al nuevo gobernante. Entre estos elementos, destacaban una serie de símbolos tangibles que representaban la transferencia del poder y la autoridad imperial.

La aclamación por las tropas constituía un requisito fundamental, especialmente en un imperio donde la fuerza militar jugaba un papel crucial en la política. El reconocimiento del ejército era una demostración palpable del apoyo y la lealtad de las legiones, un factor esencial para consolidar el poder del nuevo emperador y disuadir posibles usurpaciones o en el caso de ser un usurpador el que era proclamado para dar más fuerza a la legitimidad de sus aspiraciones. Esta aclamación no era meramente formal, sino que representaba una declaración de adhesión y, en muchos casos, una condición sine qua non para la estabilidad del régimen.

Otro símbolo de vital importancia era la exhibición del paludamentum, una capa militar de color púrpura. Esta prenda, distintiva de los altos mandos militares y, en particular, del emperador, encarnaba el imperium, la autoridad militar suprema que ostentaba el gobernante. El color púrpura, históricamente asociado a la realeza y al poder, intensificaba aún más el simbolismo de esta capa. La presentación pública del emperador investido portando el paludamentum era una clara manifestación de su liderazgo militar y su capacidad para comandar los ejércitos del Imperio.

Finalmente, el uso de la diadema se erigió como un símbolo crucial de la autoridad imperial, especialmente a partir del Dominado. Este ornamento para la cabeza, a menudo adornado con joyas, se convirtió en una marca visual inconfundible del emperador, diferenciándolo de cualquier otro individuo. La diadema simbolizaba la dignidad imperial y la naturaleza casi sagrada del poder que ostentaba el gobernante.

Es significativo destacar que, si bien en las ceremonias de investidura podían lucirse otros elementos distintivos, como los pendientes o los zapatos enjoyados, el paludamentum y la diadema parecen haber sido los dos únicos símbolos cuya exhibición era considerada imprescindible para la validez de la investidura. Incluso en situaciones de urgencia o improvisación, estos dos elementos eran prioritarios, subrayando su importancia fundamental en la transmisión del poder imperial. De entre el resto de elementos propios de la simbología imperial debemos hablar de la lanza (hasta summa imperii) que era el símbolo supremo del poder militar del emperador en oposición al cetro (scipio) que representa el poder civil. El emperador con lanza se asemejaba a Júpiter Capitolino, que también la porta, aunque a veces este dios llevaba un cetro. Incluso a Marte se le suele representar con casco y lanza.

El usurpador Procopio se mostró ante las tropas con zapatos de púrpura y una lanza. El emperador solo estaba autorizado a portarla fuera del pomerium, es decir donde podía ejercer su potestad militar. No era el augusto quien la portaba, para eso se disponía de un servidor (armiger) que la llevaba en su lugar, aunque en algunas representaciones en las monedas y en grabados sí que podemos ver al emperador portándola.

Missorium de Kertch. Podemos apreciar a Constancio II a caballo portando lanza. También podemos observar que usa zapatos enjoyados y diadema, también símbolos del poder imperial.

Otro de los accesorios básicos de un emperador eran sus zapatos o calcei. Eran propios de los emperadores y recordaban su uso por los antiguos reyes de la ciudad de Alba. El calzado, siempre de color rojo o púrpura, se exhibía en ceremonias concretas, en el consistorio, etc La novedad de decorarlos con perlas y piedras preciosas viene del siglo III y es de influencia oriental. Hay una historia que ejemplifica muy bien el significado de estos zapatos. Cuando el césar Galo fue ejecutado por orden del emperador Constancio II en Pola. Apodemius, el enviado imperial o agens in rebus  encargado del asunto se presentó en Milán ante Constancio II y arrojó a sus pies el calzado de Galo . Nos dice Amiano Marcelino “ como si fueran los despojos de un rey de los partos” . Esos zapatos representaban al césar Galo, nadie más que él podían llevarlos y presentarlos ante Constancio eran una prueba de su muerte tan buena como la propia cabeza del condenado.

Uno de los elementos claves de la imaginería asociada a la esfera imperial, aunque no de una manera exclusiva era el cetro o scipio. Su origen se remonta a los etruscos, de ellos pasó a Roma. Júpiter también lo porta en algunas representaciones como la estatua conservada en el Museo del Ermitage, en San Petersburgo. Era una insignia propia de la función consular, que en muchas ocasiones desempeñaban los emperadores, no siendo imprescindible en la investidura. Los había de diferentes tamaños, con un globo, con una cruz en su parte superior, etc.

Constancio II en el cronógrafo del 354 luciendo un cetro coronado por el águila

El globo o sphaera

Simboliza el poder universal del emperador sobre todo el orbe y va asociado a la faceta militar.

Broches o fibulae y cascos

Las fíbulas sujetaban el paludamentum que usaba el emperador y por su carácter diferenciado y lujoso representaban también el poder imperial. Existía una variada tipología (en forma de cruz, arco, redondas con piedras preciosas y perlas que colgaban, etc. El casco que utilizaba el emperador debía ser magnífico, refulgente, dorado y con piedras preciosas. En algunas monedas podemos observar a Constantino con casco de plumas y el signo de la cruz grabado sobre su superficie. Aún nos quedan otros elementos importantes como el cinturón o cingulum que era un distintivo muy importante en la sociedad romana. Era el distintivo de los militares o militia armata y de los funcionarios civiles militia nom armata. Los emperadores no escapaban a esta norma y lucían también cinturones especiales sobre la coraza militar decorados con placas o círculos metálicos. Otro detalle muy característico es el uso del trono o de la silla consular (sella curulis) o curul. El uso del trono era propio en la Antigüedad de dioses y monarcas romanos. Con la llegada de la República, su uso se abandonó en favor de la silla curul que carecía de respaldo. En época imperial se produjo una división en el uso y la representación de tronos y sillas. Los primeros, más fáciles de encontrar en  las pinturas, se utilizaban en ceremonias como la recepción de embajadores, en campaña, o en actos militares, mientras que la silla consular, era utilizada en actos administrativos y judiciales. Estas sillas con frecuencia se fabricaban en oro.

EL RITUAL DE LA INVESTIDURA

Una vez producida la aclamación por las tropas y la exhibición de los símbolos clave, el proceso de investidura imperial continuaba con una serie de fases adicionales destinadas a consolidar y legitimar el ascenso del nuevo emperador.

Una de estas fases consistía en el reparto de un generoso donativo (donativum) entre las tropas. Este acto, más allá de su valor económico, tenía un profundo significado político. Buscaba asegurar la lealtad y el apoyo del ejército, una fuerza determinante en la política imperial romana. Era una forma tangible de recompensar la aclamación y de establecer un vínculo de reciprocidad entre el nuevo emperador y sus soldados.

Posteriormente, se procedía al envío de una comunicación formal al Senado en Roma para obtener su consentimiento al nombramiento del nuevo emperador. Aunque el poder real del Senado había disminuido considerablemente con el tiempo, su aprobación seguía siendo importante para mantener una apariencia de legitimidad y continuidad con las tradiciones republicanas. Sin embargo, a partir del gobierno de Constancio II (337-361) con la existencia de dos senados, uno en Roma y otro en Constantinopla, se hizo necesario obtener el consentimiento de ambas instituciones. El orador Temistio incluso nos informa de una curiosa precedencia establecida por Teodosio I, quien solicitó primero el consentimiento del Senado de Constantinopla y luego el de Roma, lo que refleja el creciente peso político de la nueva capital oriental.

Si bien existía un protocolo general para la investidura imperial, el proceso no siempre seguía un patrón rígido. Se producían variaciones y adaptaciones en función de las circunstancias específicas y de la forma en que se producía la sucesión. Por ejemplo, cuando el emperador senior o augusto designaba y presentaba a su césar para ser aclamado por las tropas. En estos casos, la iniciativa partía del emperador reinante, buscando asegurar una sucesión planificada y evitar conflictos por el poder. Un caso ilustrativo es el de Valentiniano I, quien, a pesar de la opinión de algunos de sus oficiales como Dagalaifo, eligió a su hermano Valente como su augusto, buscando establecer una diarquía en el gobierno del Imperio. En ocasiones, la investidura se veía marcada por la necesidad de improvisar ante la falta de los símbolos adecuados o ante situaciones inesperadas. El caso de Joviano, cuya elevada estatura hacía que el paludamentum del fallecido Juliano le quedara pequeño, lo que le obligó a demorar el hecho de mostrarse en público con el paludamentum hasta que “tiempo después” pudo hacerse con uno de su talla. Otro caso fue la proclamación del propio Juliano, en la Galia, quien inicialmente no disponía de una diadema y después de sopesar varias posibilidades fue coronado con un torques que uno de sus soldados le brindó para ponerse en la cabeza. Son ejemplos de cómo los protagonistas debían adaptarse a las circunstancias para asegurar la validez simbólica del acto de investidura de la autoridad imperial. A pesar de las improvisaciones, la aclamación de las tropas y la exhibición del paludamentum y la diadema eran requisitos ineludibles para que un aspirante pudiera recibir la investidura de la autoridad imperial.

LA INCORPORACIÓN DEL ELEMENTO RELIGIOSO

Con el transcurso del tiempo, y especialmente a partir de mediados del siglo V, se añadió un nuevo elemento significativo al ritual de la investidura imperial: el factor religioso. Este cambio reflejaba la creciente influencia del cristianismo en la sociedad romana y la necesidad de legitimar el poder imperial a través de la sanción divina.

La proclamación del nuevo emperador comenzó a realizarse cada vez con mayor frecuencia frente al palacio imperial o en el hipódromo, un espacio público de gran importancia en las ciudades romanas. En estos escenarios, en la tradicional aclamación por el pueblo y el ejército, se incorporaba la figura de un obispo o un arzobispo, que bendecía al nuevo gobernante. Esta aquiescencia de la Iglesia se interpretaba como una declaración de que el poder del emperador provenía de Dios o, al menos, estaba bajo su especial protección. La inclusión de esta ceremonia religiosa buscaba reforzar la autoridad del emperador, otorgándole una dimensión espiritual y sacra que trascendía la mera legitimidad militar o política.

Estamos en conclusión ante un elaborado y bastante rígido sistema de vestimenta,  investidura y comportamiento destinado a diferenciar al augusto del resto de los mortales. Era algo de lo que un emperador no podía desentenderse si no quería menoscabar su propia legitimidad al frente del destino del Imperio romano.

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