En los siglos que van desde la Edad Media al Renacimiento, la botica europea dejó de ser un espacio monástico para convertirse en un eje urbano de saber y regulación. Este artículo recorre el proceso de profesionalización del boticario en Europa y España, desde su aparición junto al médico como figura diferenciada, hasta su reconocimiento como hombre de ciencia bajo la Monarquía Hispánica. A través de leyes, gremios, tensiones sociales y avances técnicos, se revela cómo la botica se consolidó como institución clave en la historia de la medicina y la cultura científica occidental.

MARCO HISTÓRICO

Las primeras boticas europeas surgieron en entornos religiosos, donde coexistieron con boticarios laicos. La figura del boticario se consolidó en el siglo XIII, en respuesta a la necesidad de separar las funciones médicas: el físico, con formación académica y culta, se encargaba del diagnóstico; el boticario, formado en el ámbito gremial, elaboraba los medicamentos. Esta división se formalizó en las Ordenanzas Medicinales (1240) , promulgadas para el Reino de Sicilia por Federico II de Suabia, que establecieron la distinción entre médicos y boticarios, modelo que se repetirá en otras ciudades europeas y en la Península, en la Corona de Aragón.

En Cataluña, como señala Fernando Parrilla-Vallejo , los especieros que asumían funciones de boticario entraron en conflicto con drogueros, cereros y otros profesionales sanitarios (barberos, médicos, albéitares ), debido a la falta de regulación clara. También se produjeron tensiones entre los boticarios urbanos y los que operaban en monasterios, hospitales y lazaretos, al margen del control gremial. En el siglo XIV sabemos que en Cataluña los boticarios se agrupaban en gremios con un sistema propio de ordenanzas y aprendices y eran apoyados por las ordenanzas municipales y reales.
Por su parte, a finales del siglo XIII, en Castilla tenemos también la existencia de boticarios. Las Partidas de Alfonso X el Sabio mencionan a éstos a la hora de castigar sus posibles negligencias farmacéuticas .

Fue a partir del reinado de los Reyes Católicos cuando comenzó a regularse oficialmente el ejercicio del oficio de boticario en España, mediante la promulgación de las primeras leyes del Protomedicato en 1477, seguidas por las disposiciones complementarias de los años 1491 y 1498. Estas normativas sentaron las bases para el control institucional de la práctica farmacéutica.

Los primeros boticarios con licencia formal aparecieron a principios del siglo XVI, en el marco de un proceso de profesionalización impulsado por la Reales Cédulas de 1523 y del 1533, dictadas por Carlos V. Tanto el Protomedicato como los cabildos municipales desempeñaron un papel clave en la implementación de sistemas de autorización y supervisión, orientados a garantizar una formación adecuada, promover una praxis ética, detectar y sancionar a los falsos boticarios, y establecer la prohibición de prescribir medicamentos sin la presencia de un médico. También por esta época se establecen los primeros colegios de boticarios en distintas localidades españolas como Barcelona, Valencia o Barcelona .



Contrato de aprendizaje de boticario de Miguel de Ruidiez, de junio de 1623, entre el padre del aprendiz y el maestro boticario Juan de Urquizu, donde se compromete éste último a enseñar el oficio, alimentar, vestir y calzar al aprendiz y el aprendiz, a servir en la botica por un tiempo estipulado. Fuente: AHPM. T: 4915, fols. 513r-514v. Créditos foto: BASANTE – LOZANO, enlace

A mediados del siglo XVI, el boticario ya era considerado un hombre de ciencia, cuyo desempeño exigía una formación rigurosa basada en años de estudio y práctica. En 1565, una orden promulgada por Felipe II , que continuaba las de Carlos V, también estableció requisitos estrictos para ejercer la profesión: se exigía tener certificado de limpieza de sangre , ser mayor de 25 años, dominar bien el latín y al menos cuatro años de experiencia previa en una botica autorizada además de pasar un examen ante los maestros que les formaban y después el del Protomedicato.

Además, se prohibió el acceso al examen de boticario a drogueros, especieros y parteros, con el fin de garantizar que solo los profesionales debidamente formados pudieran ejercer con responsabilidad y competencia. Estos exámenes se compilaron posteriormente en forma de librillos de preguntas y respuestas como el Examen de Boticarios (1643) de Fray Estaban de Villa .

En diversos países europeos se implementaron también medidas parecidas a España orientadas a fortalecer la formación y la praxis ética de los boticarios. En Suiza y Francia, por ejemplo, se les exigía acompañar a los médicos durante sus visitas clínicas, lo que les brindaba la oportunidad de adquirir conocimientos prácticos y afinar su criterio terapéutico.

El ejercicio de la botica implicaba una gran responsabilidad ética. Los boticarios estaban sujetos al control de las autoridades locales, que realizaban inspecciones al menos dos veces al año para verificar la calidad de los productos y la precisión de los pesos utilizados en las balanzas. Asimismo, debían llevar un registro detallado de las fórmulas magistrales empleadas en sus preparados y mantener precios razonables, aunque en ocasiones estos eran percibidos como excesivos por parte de la clientela.

No era raro que algunos boticarios alcanzaran notoriedad gracias a la eficacia de sus productos, llegando incluso a trascender fronteras. Ejemplos emblemáticos son el láudano de Paracelso o el bálsamo de Fioravanti . En España, durante el siglo XVI, destacó el electuario del sacerdote Francisco Delgado, y ya en el siglo XVII, el boticario italiano Alessandro Quintilio —afincado en Madrid— desarrolló unos polvos blancos solutivos elaborados mediante un procedimiento alquímico que extraía la quintaesencia del oro que buscaba alargar la vida del paciente. Su distribución fue autorizada por el propio rey Felipe III, y gozaron de gran popularidad en la capital.

Junto a las composiciones farmacológicas tradicionales, surgieron otros preparados como bálsamos, aguas y aceites en el entorno de hospitales, monasterios y santuarios de peregrinación como los del Camino de Santiago, elaborados por boticarios religiosos. Estos productos, además de sus propiedades terapéuticas, adquirían supuestas virtudes milagrosas por estar vinculados a la advocación de un santo, de Jesucristo o la Virgen, lo que les confería un valor espiritual añadido y los hacía especialmente populares entre los devotos .



Los santos médicos San Cosme (aquí presentado como boticario) y San Damián ante la Virgen de los Remedios. Tabla renacentista. Museo de la Farmacia Hispana. Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid. Foto: Pinterest

No obstante, la figura del boticario no estuvo exenta de prácticas fraudulentas. En diversos territorios de la Monarquía Hispánica proliferaron individuos que, haciéndose pasar por boticarios itinerantes, ofrecían sin autorización una amplia variedad de productos —ungüentos, píldoras y preparados diversos— bajo denominaciones engañosas, aprovechándose de la credulidad popular y de la limitada regulación vigente en los primeros siglos. Paralelamente, se desarrolló un mercado clandestino de compraventa de títulos de médico y boticario, cuya magnitud motivó la intervención de las autoridades. Tal como señala Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico de Cuenca, esta situación fue denunciada en el Memorial que el Conde de Buendía dirigió a Felipe II en 1584 alertando sobre el auge de estas prácticas y la necesidad urgente de su control institucional ,

Con el paso del tiempo, la profesión comenzó a consolidarse y a recibir un reconocimiento creciente, tanto en el ámbito social como en el legal. Este proceso alcanzó un hito significativo hacia 1650, cuando el rey Felipe IV otorgó un privilegio de nobleza que elevaba el oficio de boticario al rango de “arte científica”, equiparándolo en importancia y dignidad a la Medicina en todos los reinos de la Monarquía Hispánica.


El Boticario de Paolo Antonio Barbieri (1603-1649) es una muestra de los métodos de trabajo de los productos a los que podía tener acceso. El boticario dispone en su mesa de trabajo de todo lo necesario para su desempeño: almirez, romana para el peso de los productores, un alberelo o boto de cerámica.

LA BOTICA: ELABORANDO ‘MEDEÇINAS’ EN EL SIGLO DE ORO

Durante el Siglo de Oro, la botica —establecimiento regentado por el boticario— apenas experimentó transformaciones significativas respecto a su configuración medieval. Incluso el término “botica” tiene raíces en la Edad Media, derivando del griego ἀποθήκη (apothḗke), que significa “almacén” o “tienda”, y que fue adoptado posteriormente por el latín tardío como apothēca. En el contexto hispánico, la primera aparición documentada del vocablo “botica” con el sentido de obrador para la elaboración de “medeçinas” se encuentra en el año 1386, en el Libro de la caça de las aves de Pero López de Ayala.

Las boticas de esta época, al igual que sus predecesoras medievales, podían tener una naturaleza religiosa o laica. Las primeras se ubicaban en conventos, hospitales y enfermerías, prestando servicio a peregrinos, enfermos y personas desfavorecidas. Las segundas se encontraban en núcleos urbanos y residencias privadas, especialmente en hogares pertenecientes a la aristocracia o la realeza.

La organización interna de estos establecimientos fue objeto de atención por parte de autores como Alfonso Rodríguez de Tudela, quien en su Compendio de Boticarios (1515) describe detalladamente la disposición espacial y la clasificación de los productos utilizados en la práctica farmacéutica.

Una botica clásica se estructuraba en tres áreas fundamentales:
• Sala de atención al público: espacio destinado a la recepción de clientes y dispensación de remedios.
• Rebotica: zona reservada para el almacenamiento de ingredientes y utensilios, así como para la consulta privada del boticario.
• Obrador: área dedicada a la preparación de medicamentos, donde se aplicaban los conocimientos técnicos y se elaboraban las fórmulas magistrales.

Cada una de estas áreas cumplía funciones específicas que permitían al boticario ejercer su oficio con eficacia, rigor y conforme a los estándares de la época.

LA BOTICA

La primera estancia era la botica propiamente dicha, donde se recibía a los clientes y se exhibían los productos medicinales. En sus anaqueles se alineaban albarelos, tibores y orzas de cerámica decorada, etiquetados con nombres latinos o vernáculos que indicaban su contenido: píldoras, hierbas, ungüentos, jarabes, polvos y otros preparados. Este espacio no solo servía para la venta, sino también como lugar de consulta informal, donde los vecinos acudían con recetas médicas o en busca de remedios populares. El boticario, debía conocer las propiedades de cada sustancia, calcular dosis y preparar fórmulas con precisión. Este podía ser asistido por un ayudante u oficial de boticario.

LA REBOTICA

Tras esta sala se encontraba la rebotica, un espacio más reservado donde se almacenaban las materias primas. Aquí se conservaban raíces, hojas, resinas, minerales y productos animales, muchos de ellos procedentes de ultramar, lo que convertía a la rebotica en un pequeño almacén de productos exóticos. Las sustancias se guardaban en condiciones específicas para evitar su deterioro, y el boticario las clasificaba según criterios empíricos y tradicionales.

Nos cuenta Alfonso Rodríguez de Tudela acerca de esta sala: “es obligado qualquier boticario de escoger lugar conuenible para su botica, y conueniente para las cosas medicinales conseruar, tanto que sea de los vientos y del sol defendida y que no sea húmida ni humosa o poluorosa, porque todas las dichas cosas suelen, ansí las simples como las compuestas medicinas, corromper y alterar.”

En este ambiente más íntimo, el profesional estudiaba recetarios, cartillas farmacéuticas y tratados médicos, muchos de ellos de origen árabe o clásico, que le permitían ampliar sus conocimientos y perfeccionar sus técnicas.

La rebotica era también un lugar de formación, donde los aprendices se iniciaban en el arte farmacéutico bajo la tutela del maestro boticario, siguiendo un sistema gremial que exigía años de práctica antes de poder abrir su propio establecimiento.


EL OBRADOR

Finalmente, el obrador era el corazón técnico de la botica, donde se elaboraban los medicamentos. Este taller estaba equipado con alambiques, retortas, matraces, morteros, balanzas, pesos y calderas, instrumentos necesarios para realizar procesos como la destilación, la sublimación, la decocción y la cristalización y sobre los que profundizaremos después.

El boticario debía dominar estas técnicas y las llamadas fórmulas magistrales para extraer las “virtudes íntimas” de los ingredientes y transformarlos en remedios eficaces. La elaboración requería precisión, limpieza y conocimiento profundo de las interacciones entre sustancias. En muchos casos, el obrador era también un espacio de colaboración familiar, donde la esposa del boticario participaba en las tareas y, en caso de viudez, podía continuar con la gestión del negocio.

ALMACENAJE Y PREPARACIÓN DE LOS MEDICAMENTOS

La elaboración de medicamentos requería una variedad de envases y herramientas especializadas, que permitían la correcta conservación y administración de los remedios.


Entre los más utilizados en España durante los siglos XVI y XVII se encuentran:

1. LOS ALAMBIQUES
La palabra "alambique" proviene del árabe al-inbīq que a su vez deriva del griego ambix (ἄμβιξ), que significa "copa". Este dispositivo fue perfeccionado por sabios árabes como Avicena o Al-Rāzī y transmitido a Europa, donde se convirtió en una herramienta esencial para la destilación de líquidos. Su diseño básico consiste en una caldera donde se calienta la sustancia, un conducto para la evaporación y un serpentín de enfriamiento que permite la condensación del líquido destilado.

En la farmacopea medieval y renacentista, los boticarios y médicos destilaban plantas y minerales para obtener esencias y extractos con propiedades curativas. Por ejemplo, el agua destilada de rosas y otras hierbas se empleaba en tratamientos para diversas dolencias.

2. COPAS Y VASOS DE CERÁMICA
Durante los siglos XVI y XVII, los vasos de cerámica y copas desempeñaron un papel esencial en la farmacopea, ya que se utilizaban para almacenar y administrar medicamentos y preparaciones boticarias. Estos recipientes eran comúnmente elaborados con cerámica vidriada, lo que permitía conservar líquidos sin filtraciones. También se empleaba loza fina y gres, materiales que ofrecían mayor resistencia y protección contra la contaminación. En algunos casos, se usaban recipientes de porcelana, especialmente en entornos aristocráticos y boticas de alto prestigio.

La decoración de estos vasos reflejaba la importancia de su contenido. Muchas piezas estaban adornadas con motivos florales, emblemas alquímicos o inscripciones que indicaban el tipo de remedio que contenían. Algunos presentaban escudos heráldicos o símbolos religiosos, evidenciando la conexión entre la medicina y la espiritualidad de la época. Su uso estaba estrechamente vinculado a la práctica de la boticaria y la alquimia: servían para contener ungüentos, destilaciones y jarabes, los cuales eran administrados mediante copas dosificadoras. Su diseño y fabricación no solo respondían a una necesidad funcional, sino que también reflejaban el conocimiento médico y filosófico de la época.



Distintos tipos de alambiques y recipientes de boticario, del siglo XVII en dos láminas del libro Palestra pharmaceutica, chymico-galenica de Félix Palacios. Fuente Fotos: Enlace


3. MORTEROS Y ALMIRECES
Morteros y almireces en esta época fueron herramientas clave en la botica y la alquimia. Se utilizaron para triturar y mezclar ingredientes naturales en la elaboración de preparados como medicamentos, polvos, pócimas o ungüentos.

Fabricados en bronce, mármol, piedra o cerámica, su material variaba según la dureza de los componentes a procesar. Los boticarios los empleaban para moler hierbas, minerales y sales, asegurando la correcta textura y composición de los remedios.
Además de su uso médico, estos recipientes también participaban en la gastronomía y perfumería, refinando especias y esencias aromáticas.

4. BALANZAS Y PESOS
Las balanzas eran imprescindibles para medir con precisión los ingredientes de los medicamentos. Se empleaban modelos de platillo y balanzas de precisión para garantizar la correcta dosificación de los compuestos y fórmulas (en esta época se empleaba la de Mesué)


5. ENVASES CERRADOS DE VIDRIO Y PORCELANA
Para la conservación de aceites, ungüentos y extractos, se utilizaban frascos de vidrio y porcelana. Estos materiales eran ideales para evitar la contaminación cruzada de los medicamentos y asegurar su estabilidad química.

Estos eran los principales tipos de envases:

Recipiente Material principal Motivos decorativos Productos envasados El porqué de ese material
Albarelo Cerámica, loza, porcelana Florales, heráldicos, inscripciones Polvos, ungüentos, electuarios La porcelana o cerámica evitaba reacciones químicas y conservaba mejor el producto.

Redoma Vidrio o cerámica Generalmente lisos o con etiquetas Líquidos, esencias, tinturas El vidrio permite ver el contenido y es inerte

Ampolla Vidrio Sin decoración, forma esférica Preparados líquidos de dosis pequeñas Precisión en dosificación y esterilidad

Tarro Cerámica, loza, porcelana Inscripciones, escudos gremiales Sustancias sólidas o semisólidas La Porcelana es impermeable y fácil de limpiar
Matraz Vidrio Sin decoración, forma de pera Mezclas químicas, destilaciones Resiste el calor y permite observar las reacciones

De todos ellos el más popular y difundido fue el albarelo, una pieza de origen persa y llegada con los árabes a Al-Ándalus, que son los frascos de cerámica que vemos en muchas representaciones de boticas antiguas y en las históricas que aún se conservan en España



Albarelo del siglo XV posiblemente de Manises (Valencia). Estilo mudéjar. Fuente foto: Pinterest

6. RECIPIENTES ESPECIALES PARA SUSTANCIAS VALIOSAS
Algunas sustancias, como la triaca, debían ser almacenadas en recipientes de oro, zinc o plomo para preservar sus propiedades. Las especies aromáticas se guardaban en cajas de oro o platino, mientras que los ungüentos y aceites oftálmicos se conservaban en frascos de porcelana o cristal.



Cuadro 'El Boticario', de Gabriel Metsu. Escuela Holandesa. Siglo XVII. Fuente foto: Enlace

CONCLUSIONES

La evolución del oficio de boticario en España refleja un proceso complejo de profesionalización, regulación y reconocimiento social que se desarrolló a lo largo de varios siglos. Desde los primeros intentos legislativos impulsados por los Reyes Católicos y el Protomedicato, hasta el privilegio de nobleza otorgado por Felipe IV en el siglo XVII, la figura del boticario pasó de ser un artesano de la salud a convertirse en un agente científico clave dentro del entramado médico de la época.


A pesar de los desafíos —como el intrusismo de charlatanes y la falta inicial de controles rigurosos—, los boticarios lograron consolidar una práctica ética, técnica y cultural que dejó huella en la historia de la medicina. Su labor no solo consistía en preparar remedios, sino también en preservar el conocimiento farmacéutico, colaborar con los médicos y ganarse la confianza de la comunidad.


Hoy, al mirar atrás, podemos reconocer en aquellos boticarios los cimientos de la farmacia moderna, y valorar su contribución como parte esencial del legado científico y humanista de nuestra historia.

NOTAS

[1] BASANTE POL, Rosa y LOZANO ESTEVAN, M.ª Jesús. “Las escrituras de aprendiz de boticario en Madrid durante los siglos XVI-XVII” en  Anales de la Real Academia Nacional de Farmacia, Vol. 82, Nº. 3, 2016, págs. 324

[2] PARRILLA-VALERO, Fernando (2018). “Los boticarios de Cataluña entre los siglos XIII-XVIII. Una visión socioeconómica y de salud pública” en Ars Pharm vol.59 no.4 Granada oct./dic. 2018  Enlace disponible en: Los boticarios de Cataluña entre los siglos XIII-XVIII. Una visión socioeconómica y de salud pública [Consultado el 24/09/2025]

[3] Una especie de veterinarios.

[4] PARRILLA-VALERO, Fernando (2018). “Los boticarios de Cataluña entre los siglos XIII-XVIII. Una visión socioeconómica y de salud pública”, art. cit.

[5] ROJO GONZÁLEZ, Bernardino (1951). “Los farmacéuticos en el reinado de los Reyes Católicos”.

[6] En Castilla, sin embargo, no aparecerán estos colegios hasta el siglo XVIII.  Sin embargo, los boticarios se reunieron por ejemplo en Madrid en dos cofradías religiosas. BASANTE POL, Rosa y  LOZANO ESTEVAN, M.ª Jesús. “Las escrituras de aprendiz de boticario en Madrid durante los siglos XVI-XVII” en  Anales de la Real Academia Nacional de Farmacia, Vol. 82, Nº. 3, 2016,  pp.324-325

[7] BASANTE POL, Rosa y  LOZANO ESTEVAN, M.ª Jesús. “Las escrituras de aprendiz de boticario en Madrid durante los siglos XVI-XVII” en Anales de la Real Academia Nacional de Farmacia, Vol. 82, Nº. 3, 2016,  pp.324-325

[8] ROJO GONZALEZ, Bernardino (1951). “Los farmacéuticos en el reinado de los Reyes Católicos”. Enlace disponible en https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&ved=2ahUKEwiGsLu3lPKPAxVIUKQEHTukBbYQFnoECBgQAQ&url=https%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fdescarga%2Farticulo%2F2485793.pdf&usg=AOvVaw2VA9VlgbmjqfX3XmU8jfnF&opi=89978449 [Consultado el 24/09/2025]

[9] No ser descendiente de moro o judío, aunque fuesen éstos conversos desde generaciones atrás.

[10] Se entraba como aprendiz o ‘mançebo’ a una edad de 10 o 12 años con un contrato de aprendiz que firmaba el padre del estudiante y el maestro boticario. Conforme iba adquiriendo experiencia el joven aprendiz pasaba a ser ‘oficial de boticario’ o ayudante, lo que podía llevarle de 6 a 8 años de prácticas y formación.  Pasado este periodo de aprendizaje, podía pasar otro tiempo como oficial de boticario o ayudante del boticario tras lo cual el maestro consideraba que estaba preparado para presentarse al examen del Real Tribunal del Protomedicato.  Véase BASANTE POL, Rosa y LOZANO ESTEVAN, M.ª Jesús (2016). “Las escrituras de aprendiz de boticario en Madrid durante los siglos XVI-XVII” en Anales de la Real Academia Nacional de Farmacia, Vol. 82, N.º. 3, 2016, 324-337

[11] PERALTA-REGLADO, JM. (2004). Las obras para la instrucción de los boticarios en la España del siglo XVIII: análisis y aportaciones (Tesis doctoral). Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá.

[12] No olvidemos aquí mencionar el famoso Bálsamo de Fierabrás.  Un famoso ungüento mágico mencionado en la Historia Caballeresca de Carlomagno propiedad de un caballero sarraceno y procedente del reino de Jerusalén. En El Quijote, Alonso Quijano lo prepara con ingredientes comunes: aceite, vino, sal y romero, siguiendo una receta que mezcla elementos de la botica renacentista con rituales religiosos (como rezar 80 padrenuestros, avemarías, salves y credos). Este ungüento acabará siendo una especie de panacea a todos los males.

[13] REY BUENO, Mar (2013). “Prolongatio vitae: prácticas alquímicas, remedios secretos y promesas de salud en la España Moderna”  en Azogue, 7, 2010-2013.  Enlace web disponible en:  Azogue7  [Consultado el 24/09/2025]

[14] Eran populares el Aceite de San Benito, las Aguas de la Virgen de Guadalupe (producidas en este monasterio extremeño), el Agua Fita Santa Fe  o el Jarabe de la Virgen de los Remedios que podían usarse para curar enfermedades o bien contra plagas.  Véase: FRANCÉS CAUSAPÉ, Mª del Carmen (2009). “Consideraciones sobre creencias, farmacia y terapéutica”.  Discurso realizado ante la Real Academia de Farmanacia, pp. 45-47.. Link Disponible en:  untitled [Consultado el 26/09/2025]

[15]Porque ninguno de veynte años a esta parte ha querido dar seis escudos que no aya alcanzado carta de cirujano y licencia para sangrar y purgar sin tener letras, ni aun sabe leer. Y que también lo que passa de médicos es lastimosa cosa. E es perdición ver que no ay rapaz ni aprendiz que, como lleve 3 ducados, no le den carta de examen y luego ponga botica, de manera que son más de quarenta y cinco las que oy se hallen en la Corte, no habiendo en otro tiempo más de dos, con la de Su Majestad.”  Citado en SER HISTORIA.  Disponible en el enlace: Historias de boticarios, médicos, cirujanos y barberos a través de los siglos | Actualidad | Cadena SER [Consultado el 26/09/2025]

[16] Por ejemplo, los enfermos de lepra que eran atendidos en los lazaretos.

[17]RODRIGUEZ DE TUDELA, Alfonso (1515; ed. 1990). Traducción del Compendio de boticarios. Thomas M. Capuano, Hispanic Seminary of Medieval Studies (Madison)

[18] Palacios, Felix. Palestra pharmaceutica, chymico-galenica, en la qual … - Antiquariat INLIBRIS Gilhofer Nfg.

[19] El boticario o el químico | Gabriel Metsu

 

BIBLIOGRAFÍA

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