En el mundo romano, los amuletos eran objetos diseñados para proteger, curar o atraer buena suerte. Se utilizaban para controlar fuerzas sobrenaturales y para ejercer poder en beneficio del portador, ya sea evitando el mal o proporcionando ventajas positivas. Su uso estaba muy extendido en el Imperio Romano. La creencia en estas prácticas se consideraba una tradición cultural inveterada.
Uno de los miedos más grandes para los romanos era el mal de ojo (fascinum), y los amuletos eran un mecanismo fundamental para protegerse contra él. Se creía que la mirada envidiosa de una persona podía causar daño. Los amuletos actuaban atrayendo la mirada del "aojador", impidiendo que se fijara en la víctima. Además del mal de ojo, los amuletos se usaban para protegerse de enfermedades, ataques espectrales, maldiciones y mala suerte.
Existían diversos tipos de amuletos. Los amuletos fálicos (fascinum) eran los más comunes y representaban el pene. Se consideraba que el falo era la fuente primordial de salud, fertilidad, prosperidad y abundancia. Estos amuletos eran muy efectivos contra el mal de ojo. Podían ser colgantes (a veces alados), anillos, broches, o se colocaban en objetos como peines o espejos.
Se encontraban en diversos contextos: colgados al cuello por individuos, en las cunas de los bebés, en negocios para atraer la buena suerte, en paredes de casas y negocios, en lugares públicos como calles, puentes o acueductos, e incluso se colgaban debajo del carro del general triunfante para protegerlo de la envidia.
Eran comunes en ambientes militares y eran usados por soldados. Se fabricaban en materiales como bronce (muy común), barro, piedra, plomo, hueso, ámbar, y a veces se combinaban con otros símbolos como la mano fíga (higa).
Este gesto apotropaico, con el puño cerrado con el pulgar entre el índice y el corazón, a menudo se combinaba con la representación del falo en el mismo amuleto, o aparecían juntos en representaciones más amplias. La higa era otro potente símbolo protector que, al unirse al falo, reforzaba la protección. El gesto también se interpretaba a veces como la representación de la unión sexual (pene en la vagina), lo que añadía un fuerte simbolismo de fertilidad y vida capaz de contrarrestar la esterilidad o la desgracia asociadas al mal de ojo. Estaba asociada con la protección contra el mal de ojo y con un simbolismo relacionado con la combinación de los sexos. Podía aparecer sola, pero a menudo formaba parte de amuletos colgantes más complejos que incluían representaciones fálicas.
También es conocida como "mano impúdica" o mano in fica, era un gesto y un amuleto apotropaico utilizado en la Antigüedad. En la actualidad, el término "fica" se utiliza en italiano para referirse al órgano sexual femenino.

Amuleto fálico de bronce del siglo I d. C. de 7,3 cm de ancho hallado en Itálica que está expuesto en The Met. Este amuleto incorpora tres símbolos distintos: el falo, los genitales masculinos y la mano fica (un gesto obsceno con la mano). Los tres eran potentes dispositivos apotropaicos destinados a proteger contra el mal de ojo.
La función principal de la higa era la protección contra el mal de ojo. Se consideraba un signo apotropaico eficaz, aunque en menor grado que el falo (fascinum).
Simbólicamente, al representar la unión del pulgar entre los dedos, la higa intentaba combinar de manera simbólica los órganos sexuales masculinos y femeninos. Algunas interpretaciones de la mano in fica sugieren que denota el sexo femenino y que el amuleto representa tanto un "prototipo" del amuleto como "algo más".
En el contexto de los fascinum colgantes, la higa a menudo aparecía combinada con representaciones fálicas. Podía ser parte de un amuleto doble, donde un vástago cilíndrico terminaba en un glande en un extremo y en la higa en el otro. En el caso de los amuletos triples, la higa a veces se representaba como uno de los brazos laterales que formaban un creciente lunar, mientras otro brazo era un pene erecto y el tercer falo era frontal. Aunque se ha observado que en las representaciones de estos amuletos, la higa podía aparecer en el brazo derecho o en el izquierdo, su posición parecía aleatoria y no tenía un simbolismo mágico fijo, a diferencia de la disposición en forma de cuernos de toro o creciente lunar.
Estaban relacionados con divinidades de la fertilidad, especialmente Fascinus y Príapo. Simbolizaba la victoria de la vida sobre la muerte. El falo representaba la potencia sexual y la virilidad activa y agresiva, asociada al poder y la fuerza. Esto lo convertía en un combatiente potente contra las fuerzas destructivas y las energías negativas. La tradición de usar el falo como símbolo de buena suerte ha perdurado, transformándose en el "cornino" de coral rojo o marfil.
Existían muchos más amuletos, aunque los más frecuentes eran los fascina.
Lunulae: Eran colgantes en forma de cuarto creciente. Se usaban para proteger a las niñas de los malos espíritus y genios malintencionados. Su uso se asocia principalmente con niñas y mujeres, vinculándose con la maternidad y la fertilidad. Aunque presentes desde la Edad del Bronce, su origen se remonta a Mesopotamia y el Próximo Oriente, pasando por Egipto. Son menos conocidas en comparación con los amuletos fálicos.
Bullae: Eran colgantes en forma de medallón, a menudo usados por niños, especialmente varones. Podían contener un falo u otro objeto portafortuna. Se creía que protegían contra el mal de ojo y procuraban influjos benéficos. Se documenta su uso desde el siglo VIII a.C., con origen etrusco, y se fabricaban en bronce, chapadas en oro o de oro macizo. Los niños libres las llevaban desde el ritual de purificación (dies lustricus) hasta la adolescencia, mientras que los niños esclavos no las portaban. La bulla era para niños varones, mientras que la lunula era para niñas. Los amuletos infantiles se encuentran con frecuencia en tumbas de niños, a menudo colocados cerca del cuerpo, lo que sugiere que se usaban en vida y se enterraban con ellos para que estuviesen protegidos en el Más Allá.
Tintinnabula: Eran campanillas de viento, a menudo con formas fálicas (simples o múltiples). Se colgaban en las entradas de casas y negocios. Se creía que el sonido metálico ahuyentaba espíritus malignos, hechizos y mala suerte. El sonido también servía para anunciar la llegada de un cliente al dueño.
Gemas Mágicas: Eran piedras grabadas, características del periodo Imperial Romano. Formaban parte de la categoría más amplia de amuletos. A menudo estaban inscritas con nombres divinos (como Iao, Abrasax, Adonai) y fórmulas mágicas (voces magicae), a veces incomprensibles incluso para los propios romanos. Combinaban iconografía de dioses de diversas culturas. Tenían una función de amuletos, sirviendo como protección contra demonios, apariciones, males y hechizos, aunque también se usaban en magia erótica. Su producción estaba muy extendida por todo el Imperio.
Otros Amuletos y Prácticas Protectoras: Se utilizaban partes de animales, como dientes de perro o pieles de foca (como la que usaba Augusto contra los rayos). Existían figurillas de barro o cera, a veces atadas y clavadas, usadas en magia. También se usaban objetos que contenían fragmentos de plantas, huesos de animales, cabello o trozos de ropa de la víctima. Las láminas de metal inscritas (de oro, plata, bronce o plomo) con oraciones, fórmulas y nombres divinos también funcionaban como amuletos, algunas encontradas en tumbas. Símbolos como las cabezas de Gorgona se colocaban en mosaicos para ofrecer protección apotropaica a través de su mirada. Además de objetos, ciertas prácticas servían como protección, como escupir (tres veces seguidas o sobre uno mismo) o hacer el gesto de la higa (pulgar entre índice y corazón). El cristianismo temprano también adoptó el uso de amuletos, conocidos como filacterias, incorporando citas bíblicas, el signo de la cruz o reliquias, adaptando tradiciones precristianas con un enfoque protector.
El estudio de estos objetos y prácticas, a menudo hallados en excavaciones arqueológicas, como las encontradas en Clunia o Pompeya, es crucial para comprender la religiosidad popular y la vida cotidiana de los romanos, que iba más allá del panteón oficial y los ritos públicos.
El fascinum
Aunque el origen exacto de fascinum es incierto, se relaciona estrechamente con el concepto del mal de ojo y con el falo como medio para contrarrestarlo, compartiendo posibles raíces con términos griegos y dando origen al verbo "fascinar" en latín y lenguas modernas.
A pesar de esta incertidumbre en el origen del nombre, se han propuesto diversas posibles derivaciones:
- Algunos estudiosos sugieren que podría derivar de fasciis, refiriéndose a las bandas tricolores que se utilizaban para ahuyentar los encantamientos.
- Otros proponen una derivación de fando, en el sentido de "incantando" (realizando encantamientos).
- También se considera la posibilidad de que provenga de la palabra griega bascainō.
Hay una conexión entre el término griego bascania y los latinos fascinatio o fascinum, indicando que tienen la misma raíz y designan una influencia perniciosa ejercida por la mirada de una persona sobre su entorno, a veces sin intención. Plutarco debatió el tema de la bascania en griego.
El término fascinum en latín se utilizó con múltiples significados. Puede referirse tanto al mal de ojo o encantamiento en sí mismo ("fascinación", "aojamiento") como al instrumento apotropaico utilizado para contrarrestarlo, el falo.
El verbo fascinare se entiende que deriva del sustantivo fascinus, y significa "hechizar, embrujar, encantar". La capacidad del pene erecto (fascinum) para atraer miradas y provocar sumisión se considera el origen de la palabra "fascinar".
El término fascinum se refería al miembro viril precisamente por su uso como uno de los medios más eficaces contra el mal de ojo. El fascinum (el amuleto o falo) se usaba como defensa contra los efectos perjudiciales de la envidia y la rapacidad. Se vincula a Príapo, cuya figura en los jardines garantizaba la presencia y la abundancia de cosechas y animales.
Aunque principalmente asociado con un uso apotropaico y ritual, el término fascinum también podía ser usado en un sentido erótico, como lo hace Horacio.
El fascinum era la respuesta romana material y simbólica a la amenaza percibida del mal de ojo (fascinatio / invidia). Su poder protector residía en su fuerte simbolismo de vida, fertilidad y virilidad, que se creía capaz de repeler o neutralizar la influencia dañina de una mirada envidiosa o maliciosa.
El "Mal de Ojo" era una amenaza basada en la creencia en el poder de ciertas personas para causar influencias perniciosas mediante la mirada. Este poder dañino se lanza con la mirada. A veces, también se asociaba con la lengua o el habla maligna.
Las causas de este poder podían ser dos: la envidia (invidia) o los rasgos fisonómicos del aojador (quien lanza la mirada). La envidia era un factor clave, especialmente en una sociedad con grandes desigualdades como la romana.
Se creía que el mal de ojo podía afectar a personas especialmente vulnerables, como niños o triunfadores, animales o posesiones.
Podía causar enfermedad, mala fortuna, o pérdida de posesiones. Plinio el Viejo menciona que ciertos "encantadores" africanos podían incluso matar con la mirada fija, especialmente si denotaba ira.
El acto de "fascinar" implicaba encantar, hechizar, o incluso petrificar, paralizar o entorpecer. La mirada era vista como un medio potente de influencia.
El fascinum surgió como un remedio apotropaico frente a esta amenaza. Se refiere a la representación del falo erecto o al objeto fálico utilizado como amuleto. Curiosamente, el término fascinum o fascinus también podía referirse al mal de ojo mismo.
Su función principal era apotropaica, es decir, desviar, contrarrestar o alejar el mal de ojo y las influencias malignas.
La representación fálica actuaba como un "imán" o "pararrayos" psíquico, atrayendo la mirada del aojador hacia el objeto obsceno o llamativo en lugar de clavarse en la víctima. Al ser un objeto insólito, extravagante (átopon) o ridículo (geloíon), especialmente por su carácter grotesco u obsceno, la mirada dañina se clavaba en el amuleto en lugar de en la persona u objeto que se deseaba proteger.
Las figuras que tenían una apariencia "graciosa" o en las que se acentuaban detalles obscenos eran consideradas buenas apotropaia. La risa (geloia) tiene el poder de alejar la envidia y la mala voluntad. Para los romanos, la risa era lo opuesto a la angustia producida por las fuerzas oscuras del mal. Psicológicamente, es difícil mantener un alto nivel de energía negativa durante o después de la risa.
La naturaleza obscena del falo podía también generar un shock o aversión inmediata en el aojador, forzándolo a apartar la mirada. Esto era parte de las prácticas supersticiosas llamadas praebia (remedia in collo puero, remedios en el cuello del niño) para alejar el mal de ojo.
La elección del falo como remedio se basaba en su simbolismo de salud, fertilidad, prosperidad, abundancia, virilidad y poder. Representaba la victoria de las fuerzas reproductoras sobre la muerte, lo que lo convertía en la antítesis del poder destructivo del mal de ojo. Era considerado el mejor medicus invidiae (remedio contra los envidiosos y maledicentes).
La creencia en el mal de ojo y el uso de amuletos como el fascinum estaban profundamente arraigados en la superstición y las prácticas mágico-religiosas del mundo romano.
Para los romanos, el fascinum era un elemento funcional y protector, no necesariamente asociado a la obscenidad en el sentido moderno. Simbolizaba la vida y la fuerza frente al daño.
Si bien existía una distinción entre la religio (prácticas estatales y aceptadas) y la superstitio (prácticas excesivas o no aprobadas), el fascinum se encontraba en ambos ámbitos, desde su custodia sagrada en el templo de Vesta hasta su uso generalizado como amuleto personal o decoración cotidiana.
La representación del falo aparece en mitos antiguos vinculados a la fecundación y el origen de héroes fundadores. Existe un mito itálico o etrusco adaptado por Plutarco donde un phallos, a veces de fuego, a veces de ceniza, emerge de un hogar doméstico (el hogar del rey, como Tarquinio Prisco) y conduce a la concepción sobrenatural de figuras como Servio Tulio y, en algunas versiones, Rómulo y Remo. Esto conecta la representación fálica con el hogar sagrado o real, la fertilidad divina y la legitimación de la realeza desde sus orígenes.
Agustín de Hipona (siglo IV/V d.C.), al criticar las prácticas paganas, menciona una ceremonia previa a la consumación del matrimonio en la que la recién casada debía simular montar sobre el scapus (pene) del dios Príapo, interpretado como un rito para propiciar la fertilidad y el vigor. Aunque esta descripción es tardía, refiere una práctica que se consideraba antigua.
También menciona a Tutunus Mutunus, también conocido como Mutinus Tutunus, una divinidad fálica itálica y romana primitiva, cuyo culto se integró posteriormente en el contexto religioso de Roma. Su figura representa una de las manifestaciones más arcaicas de la sacralización del falo en el mundo romano, vinculada a la fertilidad, la procreación y la protección frente a fuerzas malignas.
El nombre presenta una redundancia sonora deliberada: Mutunus deriva de una forma arcaica de “falo” (relacionado con mutto, término vulgar para pene), y Tutunus podría ser un eco fonético sin significado claro o una variante de Tutinus, asociada a protección. La repetición refuerza la carga simbólica del dios como poder generador absoluto, casi totémico.
Se le representaba como un falo erguido, a veces se le incorporaban rasgos antropomorfos mínimos, pero lo central era la potencia sexual. Su culto parece haber tenido imágenes o estatuillas fálicas, muchas veces situadas en espacios domésticos o en lugares liminares (umbral, entrada), con fines apotropaicos.
Según fuentes como Arnobio y Agustín de Hipona (críticos cristianos del paganismo), las novias romanas se sentaban sobre el falo del dios antes de su primera relación sexual conyugal, como rito simbólico de transición. Este gesto tenía una carga de iniciación sexual y purificación que se inscribía dentro de un contexto de religión doméstica más que pública.
Mutunus Tutunus no es un “dios de la fertilidad” en el sentido agrícola, sino un genius generandi, una fuerza cruda de generación que debía ser canalizada y ritualizada.
Su asociación con el matrimonio y la sexualidad femenina sugiere una forma de religión genital que Roma heredó de cultos itálicos preclásicos, luego tolerados pero marginales en la religiosidad oficial.
En época imperial, el culto fue ridiculizado o reinterpretado como superstición popular. Las fuentes cristianas lo mencionan con burla, pero son las que han transmitido la mayor parte de la información.
La función apotropaica de Mutunus sobrevivió, disuelta en los amuletos fálicos, fascina, y otras formas de cultura material.
El fascinum también hacía referencia a la representación del falo y estaba relacionado con la divinidad Fascinus. A esta divinidad, Plinio el Viejo la llama el "médico de la envidia" (medicus inuidiae).
El fascinum se veneraba como la personificación del dios Fascinus, que combatía el mal de ojo, favorecía la germinación de plantas secas y ayudaba en el alumbramiento de hembras estériles. Lo obsceno (obscaenum) podía ser sinónimo de mal augurio y al mismo tiempo de protección. El dios Fascinus era en esencia un falo, y su culto estaba encomendado a las Vestales romanas. La imagen sagrada fálica por excelencia, el Fascinus, se guardaba en el templo de las Vestales, conservado en el penus Vestae, un cubículo dentro del templo donde se guardaban los objetos sagrados. Rendían culto en un altar a la encarnación del falo divino, el Fascinus Populi Romani, constituyendo uno de los referentes sagrados de la ciudad de Roma.
Esta era una figura de culto, no un amuleto personal. También se veneraba un falo en sacrificios relacionados con la reproducción del pueblo romano, representado por Liber Pater.
En la década de 1980 se llevó a cabo la exploración sistemática de la Cueva Román, un complejo kárstico (un sistema de cuevas) ubicado bajo el Alto de Castro, cerca de la ciudad romana de Clunia Sulpicia, y se encontraron numerosas evidencias de época romana, destacando especialmente las inscripciones epigráficas en el barro de la cueva.
La presencia de figuras junto a estas inscripciones en el barro llevó a una interpretación inicial de este lugar como un posible santuario priápico. Esta identificación se basaba en la existencia de representaciones fálicas.
Sin embargo, a pesar de las propuestas sobre su carácter sagrado, las evidencias apuntan más a que Cueva Román fue un espacio transformado para el aprovechamiento hídrico por los habitantes del Alto de Castro. Las inscripciones epigráficas encontradas en la cueva no mencionan a ninguna deidad, sino nombres de hombres reales, magistrados públicos del municipium, lo que sugiere actividades profesionales relacionadas con el control del agua y la documentación de los efectos de las transformaciones que estaban realizando en el acuífero.
A pesar de que la interpretación del sitio como santuario priápico se haya reevaluado, sí se documenta la presencia de figuras de carácter fálico en el barro. Específicamente, se menciona una "Figura itifálica a la izquierda con vaso a los pies" y un "Gran falo con inscripción". Las figuras itifálicas son las que tienen el pene erecto. El material de la cueva, el fango, permitió estas representaciones directas. Junto a estas figuras itifálicas y fálicas, también se encontraron otras representaciones diversas en el barro, como un pájaro y una máscara.
Las representaciones fálicas, incluyendo las itifálicas, eran símbolos muy difundidos en el mundo romano. Su función principal era apotropaica, es decir, se creía que protegían contra el mal de ojo (fascinum) y los malos espíritus. También estaban fuertemente asociadas con la fertilidad, la prosperidad y la buena suerte.
Estas representaciones fálicas aparecían en una gran variedad de contextos, no solo como amuletos personales, sino también en elementos arquitectónicos, esculturas (como el dios Príapo, conocido por su enorme falo, o las hermas), pinturas, mosaicos, objetos cotidianos, y grafitis.
La función del fascinum como objeto en la antigua Roma era multifacética, sirviendo primordialmente como una poderosa defensa mágica contra el mal de ojo y la envidia, al mismo tiempo que atraía la fertilidad, la prosperidad y la buena fortuna. Esta función dual lo convertía en un guardián omnipresente en la vida romana, protegiendo a individuos, hogares, negocios y espacios públicos por igual.
Las funciones principales de este falo apotropaico eran la protección contra el Mal de Ojo y la Envidia. Esta es su función más destacada. Se le consideraba una herramienta fundamental y extremadamente efectiva contra la "fascinación" o "aojamiento". La representación fálica trabajaba para desviar la mirada perniciosa del "aojador", obligándola a apartarse de la víctima y dirigirse hacia el propio amuleto fálico, considerado llamativo u obsceno. Se creía que su simple contemplación podía generar sorpresa, rubor y un poder casi hipnótico con efecto apotropaico. Podía proteger al distraer, confundir, atraer o repeler al demonio o espíritu maligno responsable del mal de ojo.
Se pensaba que la mirada de ciertos seres (míticos como los Cíclopes o la Gorgona) podía causar daño, y los remedios buscaban que el "fascinador" apartara su mirada hacia un objeto insólito, extravagante o ridículo. El falo era considerado uno de los medios más poderosos para lograrlo.
El fascinum estaba asociado al poder fecundante de la Naturaleza. Era venerado como la personificación del dios Fascinus, a quien se le atribuía la capacidad de producir la germinación de las plantas secas y favorecer el embarazo de hembras estériles. Se relaciona también con Príapo, cuya presencia en jardines y huertos garantizaba la abundancia de cosechas y animales, además de alejar aves y alimañas perniciosas. Por lo tanto, más allá de la protección, el fascinum también cumplía una función positiva de atracción de la buena suerte, la salud, la prosperidad y la abundancia.
El fascinum era un amuleto o elemento profiláctico utilizado para proteger a individuos y lugares específicos. Era un guardián (custos), mencionado explícitamente como protector de emperadores y, sobre todo, de niños. Los amuletos fálicos colgantes, a menudo de dimensiones reducidas y escaso peso, sugieren que eran portados, posiblemente por niños. También se utilizaba para la protección de viviendas, colocándose en cunas, paredes o entradas, y de negocios, a menudo situados en las entradas para atraer la buena suerte. Es interesante señalar su presencia en lugares públicos e infraestructuras como calles, puentes, acueductos y edificios públicos, a veces representados en relieves. La frecuencia de amuletos fálicos en ambientes militares fronterizos (limesphalli) sugiere que eran una práctica mágica habitual entre las tropas. Se han encontrado en Vindolanda, en Britania, Aquincum y Sirmium en Panonia, Arras, Les Mureaux en la Galia, entre otros.
La abundancia de amuletos fálicos en las zonas fronterizas militares sugiere que la cultura militar, con sus necesidades específicas de protección y cohesión, fue un factor importante en la difusión y concentración de estos objetos en estas áreas. Las tropas, al moverse, también actuaban como vectores de difusión cultural, llevando estas prácticas a diferentes provincias.
Una de las funciones destacadas del fascinum era como protector no solo de los bebés, sino también de los generales. Plinio el Viejo informa que el fascinum era colgado bajo los carros de los generales triunfantes para defenderlos de la envidia.
Los generales triunfantes, al separarse de la humanidad durante el día de su triunfo y correr el riesgo de provocar la envidia de los dioses o desatar fuerzas del mal, eran protegidos por un fascinum suspendida bajo su carro.
Las Vestales custodiaban el fascinus que se ataba bajo el carro de los generales triunfadores. Este falo divino simbolizaba la energía viril combatiendo las impurezas y maleficaciones invisibles que amenazaban la gloria de Roma.
Diversidad de Formas y Materiales: La función apotropaica y propiciatoria del fascinum se manifestaba a través de una variedad de objetos y representaciones. Estos incluían amuletos colgantes de diversas tipologías (simples, dobles, triples, alados, etc.), amuletos no colgantes como los tintinnabula (campanillas, cuyo sonido también se creía protector, que cuelgan de representaciones fálicas), y representaciones en diversos soportes arquitectónicos, escultóricos y pictóricos (relieves en muros, edificios públicos, lápidas; figuras de Príapo, Hermata fálicas; pinturas y mosaicos). Estos objetos se fabricaban en materiales variados como bronce, barro, piedra, plomo, hueso o ámbar.
Los fascinum como objetos se manifestaban en una amplia diversidad de formas y materiales, desde pequeños amuletos personales de bronce, oro, o plomo, hasta grandes relieves arquitectónicos o representaciones en mosaicos y cerámica. Su tamaño y peso variaban según su función principal, ya sea como colgante portátil (ligeros y pequeños) o como elemento fijo o depositado (pudiendo ser más grandes o pesados), pero todos compartían la esencia de ser una representación del falo utilizada como una poderosa defensa contra el mal de ojo y un símbolo de fertilidad.
El material más común y conocido para la fabricación de amuletos fálicos era el bronce. Estos solían ser piezas fundidas. Los amuletos fascinum encontrados en Clunia son de bronce. El valor de los materiales podía ser un factor para su ocultación o estudio limitado en el pasado.
También se fabricaban en metales preciosos, como la plata y el oro, aunque eran menos habituales que el bronce. El uso de estos materiales más costosos podía ser un indicativo de prestigio social.
También se hacían en otros materiales, considerados menos comunes en las publicaciones académicas tradicionales, pero que podrían ser más abundantes en la realidad:
Se han encontrado amuletos fálicos en plomo, descritos como "toscos" y a veces trabajados solo en una cara. El plomo estaba asociado a connotaciones mágicas relacionadas con divinidades y espíritus del inframundo, lo que reforzaba el carácter supersticioso del amuleto. Un amuleto fálico en plomo se halló en un complejo militar romano tardorrepublicano en El Pedrosillo (Casas de Reina, Badajoz), concentrado en una zona específica dentro de un pequeño fuerte. Este es el primer hallazgo de fascinum directamente asociado a un contexto militar en Hispania.
Se han hallado figurillas fálicas de terracota en contextos egipcios, a menudo hechas con molde.
También se hacían de piedra, hueso, ámbar, vidrio y nácar. Sin embargo, la documentación de amuletos fálicos en materiales menos nobles como el plomo, la piedra o la cerámica ha sido escasa en las publicaciones, lo que se atribuye a problemas de investigación, posible expolio, o a una cierta reticencia académica previa a presentar objetos considerados "obscenos" o poco dignos de estudio riguroso.
La variedad de formas y diseños de los fascinum como objetos era considerable, adaptándose a su función y soporte. Se pueden clasificar en grandes grupos:
Amuletos Exentos (Suceptibles de ser portados):
Colgantes: Son los más habituales y conocidos. Están diseñados para ser llevados, generalmente colgados del cuello, y presentan una anilla de suspensión (comúnmente circular). Se cuelgan de pequeñas cadenas o tiras de cuero. Existen de varios tipos:
Simple de frente: Una placa (triangular o bitroncocónica) con el falo en posición de reposo saliendo del centro. Puede tener vello púbico indicado. La anilla es perpendicular a la placa.
Simple de perfil: Pequeñas piezas cilíndricas que imitan el pene. Pueden ser rectos o ligeramente curvados. Tienen testículos en un extremo y glande en el otro, indicado de diversas maneras (incisión, moldura, disminución, pieza cónica). La anilla es paralela al falo, ubicada en el extremo de los testículos o más centrada. Un subtipo es el amuleto martillo, donde los testículos están muy marcados.
Doble: Combinaciones de elementos fálicos o apotropaicos. Las variaciones materiales y tipológicas se interpretaban principalmente en términos de potenciar la función apotropaica del amuleto y de expresar el estatus del poseedor. No era meramente decorativa, sino que buscaba amplificar el poder protector del amuleto.
Falo/Falo: Dos glandes saliendo de un cuerpo central. Menos común.
Higa/Falo: Un vástago, a menudo curvo, con un glande en el extremo derecho y la "higa" o mano impúdica en el izquierdo. La higa es un gesto (mano cerrada con pulgar entre índice y medio) que también se usaba como amuleto, uniendo simbólicamente órganos sexuales masculinos y femeninos.
Triple: Probablemente el tipo más representado. El número tres tenía un fuerte simbolismo mágico en la antigüedad y se creía que triplicaba o potenciaba la eficacia protectora del amuleto. Tres falos nacen de un cuerpo central. Dos forman un creciente lunar (generalmente hacia arriba) con el brazo derecho como un pene erecto y el izquierdo como la higa (esto es importante para la reconstrucción de fragmentos). El tercero es un falo frontal, usualmente en reposo. En Clunia, se han encontrado dos amuletos fálicos. Uno es un falo triple de bronce con la mano impúdica (higa) en un extremo, un falo de perfil en el otro, y un falo frontal en el centro, hallado en una habitación de la Casa número 120.

Amuleto fálico triple de los siglos I–III d. C. en una aleación de bronce con plomo fundido mediante el proceso de cera perdida. 3,2 × 6,8 × 1,2 cm. La pátina es verde con manchas rojas. Proviene de un contexto funerario porque hay incrustaciones marrones de enterramiento. La superficie está rugosa y parcialmente oculta por productos de corrosión. La parte superior del anillo de suspensión parece completamente mineralizada y frágil. El objeto fue fundido a partir de un modelo hecho directamente en cera. Varias líneas incisas parecen haber sido realizadas en frío. Se puede ver en el Museo de Arte de Harvard
Especialmente en los amuletos trifálicos, dos de ellos a menudo formaban un creciente lunar. El creciente lunar (lunula) era en sí mismo un potente amuleto, usado principalmente por mujeres y niñas. Simbolizaba la fertilidad, la protección y estaba asociado a diosas como Diana/Artemisa. Su combinación con el falo unía el simbolismo protector y de fertilidad masculino y femenino.
El cuerpo central del fascinum triple puede marcar los testículos (habitualmente sí). La anilla es central y paralela. Existen subtipos según la forma del cuerpo central: con túnica manicata, con escroto y vello púbico, taurocéfalos (cabeza de toro como cuerpo central), con ojos (dos oquedades circulares en el cuerpo central, sumando el poder de la mirada), con representaciones de otros animales (como una cabeza de conejo por glande).
Se encuentran combinaciones con partes traseras de animales (león), patas o colas. También con cabezas de animales o la simulación de cabezas de animales en el glande. A veces se representaba el falo rodeado o atacando animales, como serpientes, escorpiones, cangrejos, perros, gatos o cuervos, que eran considerados "enemigos" del mal de ojo o símbolos del mal que el falo ayudaba a repeler. La adición de animales específicos podía vincular el poder del falo a los atributos simbólicos del animal. Por ejemplo, el toro para la fecundidad y fuerza, la serpiente para la protección, curación o sabiduría, el gallo para la vigilancia, masculinidad, o asociación con deidades como Príapo o Esculapio.
Múltiple: Más de tres falos saliendo de un cuerpo central. No suelen hacerse con molde. Raros como colgantes personales, más comunes en tintinnabula o esculturas de deidades como Príapo o Pan.
Testículos: A veces solo se representan los testículos (gemelos). Pueden ser filiformes o naturalistas. La parte en contacto con el cuerpo puede ser más plana. Pueden tener apéndices para fijarse a superficies.

Amuleto fálico romano de bronce (Fascinus); ca. siglos I–III d. C.; longitud: 3,7 cm.
No colgantes: Carecen de anilla o son demasiado pesados/grandes para ser llevados colgando.
Tintinnabula: Era muy común combinar representaciones fálicas con campanillas, especialmente en objetos colgantes como los tintinnabula. El sonido metálico producido por las campanas se creía especialmente eficaz para ahuyentar a los espíritus malignos, demonios y embrujos. El sonido complementaba la protección visual del falo, creando una defensa activa. El sonido metálico se creía efectivo para atraer la buena suerte. Solían colocarse en las entradas de tiendas o casas.
De ruleta: Placas rectangulares de bronce con un orificio central, un falo en un extremo y una mano con el índice extendido en el otro. Sugiere un objeto giratorio, quizás para un juego.
El falo también podía ser representado junto a armas como el rayo de Júpiter, el tridente, el puñal o la porra (clava de Hércules). Esto simbolizaba al falo como un arma poderosa capaz de combatir y derrotar las fuerzas malignas.
Representaciones Fijas o Integradas:
Los fascina eran omnipresentes en el mundo romano, presentes en los lugares más visibles de la ciudad, en los espacios íntimos del hogar, y en el riguroso entorno militar, reflejando su creencia generalizada en el poder protector de la imagen fálica.
Se encuentran diferencias notables entre los fascina personales (colgantes) y los arquitectónicos, como los pintados en fachadas o incrustados en las paredes, principalmente en cuanto a su escala, material, contexto de uso y complejidad tipológica, aunque compartan una función apotropaica fundamental.
Los fascina arquitectónicos protegían el edificio, lugar o punto específico donde estaban ubicados. Se colocaban en lugares visibles como entradas de casas, puertas de muralla o arranques de arcos para ejercer una protección contra el mal de ojo. Eran consideradas formas colectivas más que individuales de protección.
Los fascina arquitectónicos estaban integrados en las estructuras de los edificios o espacios públicos. Podían ser relieves labrados en sillares de murallas, puentes, acueductos, o dinteles de casas. También existían como pinturas murales, como el famoso gran Príapo pintado en la pared de la Casa de los Vettii en Pompeya, que pesaba su miembro. Estas representaciones eran inherentemente de mayor escala, adaptándose al elemento arquitectónico que decoraban.
Las representaciones fálicas en murallas y edificios públicos en Italia central desaparecen a fines de la República. Esto indica que su uso en ciertos espacios públicos no fue constante en el tiempo y que hubo diferencias entre el centro (Italia) y otras provincias o períodos posteriores. Esto podría deberse a cambios en las prácticas constructivas, en la religiosidad pública, o en las convenciones estéticas a lo largo del tiempo y en diferentes áreas.
Las culturas provinciales adaptaron y reinterpretaron los elementos romanos, a veces manteniendo tradiciones prerromanas. Las diferencias regionales en otros tipos de material cultural, como las figurillas de terracota en Egipto o los mosaicos, demuestran que las preferencias locales, los materiales disponibles y las influencias culturales preexistentes, como las helenísticas o púnicas, llevaron a variaciones en el estilo, la forma y la iconografía de los objetos. Es plausible que esto también afectara a las representaciones fálicas.
Relieves en elementos arquitectónicos: Labrados directamente en sillares de murallas, puentes, acueductos y edificios. En Hispania, se conocen en murallas de Ampurias, Cástulo y Olite. En Mérida, aparecen en el puente y el acueducto. También se cincelaban sobre las losas de las calzadas, como en la Vía de la Abundancia en Pompeya. Aparecen en sillares de edificios públicos en lugares como Clunia, Córdoba, Uxama, Caparra y Valeria.
Se colocaban en lugares muy visibles (jambas de puertas, arranques de arcos) para una protección colectiva. Asociados con técnicas constructivas como el opus poligonale y opus quadratum. En Italia central, estas representaciones en edificios públicos desaparecen a fines de la República.
Relieves en esculturas: Formando parte de figuras mayores, como estatuas de Príapo o hermas priápicas (columnas coronadas con una cabeza y un falo erecto). También en figuras báquicas (sátiros). A veces tenían una función decorativa además de apotropaica.
Elementos funcionales o decorativos: Por ejemplo, lampadarios (soportes para lámparas) con formas fálicas.
Lápidas con inscripción: Aunque mencionadas como una categoría, las fuentes no registran ejemplos específicos en Hispania.
Falo antropomorfo: Representaciones de un falo con rasgos humanos.
Representaciones en pintura y mosaico: En muros (a veces con carácter obsceno), cerámica y mosaicos. Los mosaicos podían ser decorativos en casas, termas, o lupanaria. Específicamente, los mosaicos contra el mal de ojo a menudo incluían un falo atacando al ojo maléfico.
Relieves grabados e incisos: En cerámica y especialmente en gemas y anillos. Las gemas mágicas podían tener iconografía específica (incluyendo seres híbridos o divinidades) y el material de la gema (a menudo minerales opacos) también tenía importancia por sus propiedades rituales o medicinales asociadas.
Vasos y modelados en barro: Vasos con decoraciones fálicas. Lámparas (lucernas).
Pesos y Tamaños:
Los amuletos fálicos colgantes solían tener dimensiones reducidas y escaso peso. Este aspecto era fundamental, ya que a menudo eran portados por niños y no debían ser demasiado pesados. El peso de los colgantes generalmente se situaba en un rango de 5 a 30 gramos. Sin embargo, amuletos de otros materiales, como el ejemplo de plomo hallado en El Pedrosillo, podían ser significativamente más pesados (el ejemplo citado pesa 119.5 g). El mayor peso de estos amuletos de plomo, piedra o cerámica y la falta de anilla de suspensión sugiere que se llevaban de otra manera (por ejemplo, en bolsas de tela o cuero) o que estaban destinados a ser depositados en lugares específicos, en lugar de colgar del cuello.
En cuanto al tamaño, solían oscilar entre 2 y 8 cm de anchura máxima y entre 2 y 6 cm de altura máxima. Las representaciones en arquitectura eran de gran tamaño y bien visibles.
Los fascinum colgantes eran amuletos con una iconografía variada, centrada en representaciones del falo, simple, doble, triple (con subtipos como ojos, taurocéfalos, o animales), múltiple, solo testículos, o alados.
Los fascina y el simbolismo fálico asociado eran componentes recurrentes en los rituales romanos que marcaban transiciones vitales importantes. Actuaban principalmente como poderosos protectores contra el mal de ojo y las influencias negativas que podían amenazar a los individuos en momentos de cambio y vulnerabilidad (nacimiento, entrada a la vida adulta) o a la comunidad en relación con las fuerzas de la muerte.
Las representaciones fálicas también aparecían esculpidas en lápidas, indicando su presencia simbólica en el contexto funerario, posiblemente como protección o símbolo de vida/regeneración frente a la muerte.
Las Lemuria (9, 11 y 13 de mayo) eran ritos para apaciguar a los espíritus malignos (lemures). El pater familias realizaba un ritual apotropaico nocturno para expulsar a estos espíritus, que incluía hacer sonar un objeto de bronce y realizar el gesto de la higa, un gesto también asociado al fascinum como elemento protector. Esto vincula el simbolismo apotropaico del falo con los ritos destinados a controlar los espíritus inquietos de los muertos.
La iconografía y las representaciones de los fascinum colgantes son variadas:
Simple: Una única representación del falo, pero podía representarse de frente, mostrando el falo, a veces con testículos o vello púbico, o de perfil, imitando un pene cilíndrico, recto o curvo.
También podía ser doble, combinando dos elementos, que podían ser Falo/Falo, dos penes saliendo de un centro, o bien Higa/Falo, es decir, un vástago cilíndrico, a menudo curvo, que termina en un glande en un extremo y la higa o mano impúdica en el otro. La higa (puño cerrado con el pulgar entre el índice y el medio) era en sí misma un gesto y amuleto apotropaico, buscando aunar simbólicamente los órganos sexuales masculinos y femeninos. A menudo se combinaba con representaciones fálicas.
También podía ser triple, que era un tipo muy representado. De un cuerpo central nacen tres falos. Dos falos forman un creciente lunar, a menudo mirando hacia arriba. Uno representa el brazo derecho (pene erecto), y el otro el brazo izquierdo (la higa o mano impúdica). El tercer falo es frontal, similar al del tipo simple de frente, generalmente no erecto. El cuerpo central puede o no marcar los testículos.
Más de tres falos naciendo de un cuerpo central eran menos comunes como colgantes personales, pero más frecuentes en tintinnabula (campanillas) o esculturas.
Existen subtipos basados en la forma del cuerpo central: Con ojos, donde el cuerpo central presenta dos cavidades circulares simulando ojos. Esto reforzaba el carácter apotropaico combinando el poder del falo y la mirada protectora para luchar más eficazmente contra el mal de ojo. Un ejemplo de Clunia presenta un falo simple con un ojo debajo de los testículos.
Taurocéfalos, donde el cuerpo central tiene forma de cabeza de toro, que podía ser con túnica manicata, cum scroto pubique o con representaciones de otros animales. El glande puede simular la cabeza de un animal, como un conejo, como el ejemplar que se puede ver en el Museo de Córdoba.
Para potenciar esta función protectora y el simbolismo del fascinum, a menudo se combinaba con otros elementos iconográficos en los amuletos. Estas combinaciones buscaban amplificar el poder apotropaico del falo o añadir capas de protección simbólica. Los elementos más comunes que acompañaban al falo en los amuletos y las funciones atribuidas eran:
Testículos: A veces, solo se representaban los testículos, a menudo geminados. Enfatizaban la fertilidad, aunque con menor énfasis apotropaico.
Alados: Representaciones de falos con alas, que podían simbolizar la velocidad con la que el amuleto actuaba para alejar el mal o la capacidad del falo para "volar" y atacar la amenaza. También podían asociarse a deidades aladas como Mercurio/Hermes, quien a menudo se representaba con un caduceo, un símbolo que podía tener connotaciones fálicas.

Colgante fálico romano de bronce, siglos I–II d. C., encontrado por detectoristas en Rochester, Kent, Inglaterra.
La iconografía del fascinum era parte de un repertorio más amplio de imágenes protectoras que incluían campanas con forma de falo, animales fálicos, imágenes atacando ojos (como símbolo de protección contra la mala mirada), la cabeza de Medusa o de enanos (considerados grotescos pero apotropaicos), y figuras como Priapo con su enorme falo.
Esta iconografía ilustraba visualmente la función protectora del falo. Algunos amuletos fálicos podían tener cavidades circulares que simulaban ojos en el cuerpo central, quizás para dotar al amuleto de la capacidad de "ver" y contrarrestar el daño.
Las representaciones de los fascinum no se limitaban a los amuletos colgantes personales, ya que podían aparecer en elementos arquitectónicos: Los falos se esculpían directamente en sillares de murallas, puentes, acueductos y otros edificios públicos, a menudo en lugares muy visibles. Esta visibilidad indicaba la intención de no esconderlos, sino de que fueran vistos, confirmando su carácter profiláctico y apotropaico colectivo. También aparecían cincelados en las losas de las calzadas. En Italia central, estas representaciones en edificios públicos desaparecieron a finales de la República, sirviendo como terminus ante quem para su datación. Clunia, por ejemplo, conserva un sillar con relieves fálicos en dos de sus caras, sugiriendo su colocación en la esquina de un gran edificio con una función protectora para el conjunto.

Hic habitat felicitas. Aquí habita la felicidad. Este fascinum de Pompeya, como en otras ciudades romanas, asumía la sexualidad sin hipocresía ni prejuicios, expresando plenamente la alegría de vivir la vida cotidiana.
También podían aparecer en esculturas:
Priapo: Este dios, conocido por su enorme falo, era el guardián de huertos y jardines y se le representaba en estatuas, a menudo grotescas o rudas (especialmente las literarias en madera), colocadas a la entrada o en el centro de estos espacios para proteger los cultivos y ahuyentar alimañas. A veces, la representación de Priapo incluía otros símbolos, como pesar su falo contra dinero y frutas, simbolizando protección y fortuna familiar.
Hermas: Esculturas protectoras, típicamente pilares rematados con una cabeza (a menudo de Hermes) y un falo prominente. Se colocaban en encrucijadas, entradas de casas, gimnasios o palestras. En la Atenas de Pericles, las hermas en las calles tenían falos "descomunales" donde se colgaban guirnaldas durante las fiestas, protegiendo a los transeúntes.
Otras Figuras Escultóricas: Incluían figuras báquicas como sátiros, a veces con representaciones fálicas. También existían "falos antropomorfos". Algunas esculturas tenían un uso funcional, como lampadarios con elementos fálicos.
También podían estar en pinturas y mosaicos. Se encontraban en murales, cerámicas y mosaicos. Algunas de estas representaciones pictóricas podían tener un carácter más explícitamente obsceno, distinto de la función apotropaica, aunque en Pompeya, incluso escenas de sexo de grupo podían tener la función de generar alegría y alejar el mal de ojo. En los mosaicos, especialmente en imágenes del "mal de ojo atacado" (donde un gran ojo central es agredido por diversos elementos), el falo era uno de los atacantes, simbolizando protección. Los mosaicos en umbrales también podían incluir imágenes fálicas.
Los tintinnabula, que a menudo tenían forma de falo o colgaban falos de ellas, se situaban a la entrada de tiendas o casas y el sonido metálico de las campanillas se creía efectivo para ahuyentar embrujos y atraer la buena suerte.
También existían lucernae (lámparas) decoradas con motivos fálicos.
Se fabricaba cerámica con decoraciones fálicas, ya fueran incisas o moldeadas.
También se hacían graffiti, imágenes fálicas dibujadas en muros, a veces combinando letras o símbolos para representar el falo y los testículos.
En algunos casos, los recipientes para perfumes tenían forma de busto (a veces etíope o nubio) que llevaba un amuleto fálico colgado al cuello. Aunque este amuleto era un colgante, era parte de un objeto mayor (el recipiente) y no un amuleto personal.
La diversidad de estas representaciones muestra cuán extendido estaba el simbolismo del falo como elemento protector y de buena suerte en la sociedad romana, más allá de los amuletos personales, integrándose en el entorno público y doméstico para contrarrestar el mal de ojo, la envidia y los malos espíritus.
Aunque el símbolo del fascinum es inherentemente masculino y se asociaba fuertemente con la virilidad y la fertilidad, su función apotropaica contra el mal de ojo y el infortunio trascendió estas asociaciones. Se utilizaba de manera generalizada en la sociedad romana, afectando a diversas clases sociales, siendo una práctica común en espacios públicos, privados y militares. Estaba particularmente asociado con la protección de niños y tenía un rol significativo en cultos religiosos femeninos a través de las Vestales. Por lo tanto, más que estar estrictamente limitado a un grupo, el fascinum era un elemento cultural y religioso omnipresente, con asociaciones particulares en contextos de vulnerabilidad (infancia) y poder (militar, sacerdotal).
Si bien una atribución tradicional vinculaba los amuletos fálicos a líderes militares y niños, era un tipo de amuleto de uso generalizado entre la sociedad. Se considera lógico que, si eran habituales entre los líderes militares (posiblemente como muestra de prestigio), su uso se extendiera.
Mientras los amuletos infantiles estaban muy enfocados en la protección básica de la vida vulnerable del niño y asociados a ritos de paso, los amuletos de adultos abarcaban una gama más amplia de funciones (suerte, prosperidad, curación, etc.) y se manifestaban en una mayor variedad de formas, tamaños y contextos, incluyendo espacios públicos y militares, reflejando los diferentes riesgos y roles sociales de la vida adulta. Sin embargo, la creencia subyacente en el poder apotropaico de ciertos símbolos como el falo era una constante en ambos grupos.
La ubicuidad y diversidad de los contextos de uso de los fascina también subrayan su importancia como un símbolo funcional profundamente integrado en la vida romana, utilizado para invocar protección, fertilidad y buena fortuna en múltiples esferas, desde lo personal y doméstico hasta lo público y ritual.
La evolución más significativa fue la transformación de su estatus religioso con la llegada del cristianismo, pasando de ser un elemento cultural protector aceptado, incluso con culto oficial, a una práctica marginal y condenada como sortilegio pagano, aunque su uso pervivió durante siglos.
El fascinum, con su función apotropaica y de fertilidad, sobrevivió en formas y funciones en la cultura popular durante la antigüedad tardía y en la época medieval temprana. Aunque formalmente condenado por la jerarquía cristiana como superstición o magia, su uso persistió, como demuestran las quejas de San Basilio y los documentos medievales. Su simbolismo de fertilidad y protección se mantuvo en prácticas populares, a veces toleradas o sincretizadas con el nuevo culto, reflejando el profundo arraigo de estas creencias ancestrales en el inconsciente colectivo y la adaptabilidad de la religiosidad popular frente a los cambios oficiales.
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Martínez García, José Javier. Magia y brujería en el Mundo Antiguo. Archaeopress, 2024.
Néraudau, Jean-Pierre. Etre enfant à Rome. Les Belles lettres, 1984.
© Del texto: Andrés Nadal, 2025.
© De las fotografías: Andrés Nadal, 2025.
© De la publicación: La Casa del Recreador, 2025.
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