Así pues, sin mayor dilación, se tomó la plaza. Los integrantes de los tercios españoles que tomaron la ciudad procedían mayormente del Tercio viejo de Lombardía, que estaba liderado por el anteriormente nombrado Francisco Sarmiento de Mendoza, qua a la postre fue designado gobernador de la ciudad. Para defender Castelnuovo contaba con una fuerza que oscilaba entre los tres mil y los cuatro mil soldados aproximadamente. Así pues, el 13 de noviembre de 1538, cuando la campaña se dio por concluida en gran medida por las condiciones climatológicas, la flota de la Santa Liga dejó la costa de Dalmacia para recogerse a puerto, dejando allí a los elegidos para aguantar hasta que comenzaran de nuevo las operaciones militares en primavera o verano del 1539.

Por su parte, la flota otomana de Barbarroja que había acudido a ayudar a los sitiados no llegó a tiempo ya que se encontró con una tormenta que la dejó bastante diezmada. Eso obligó al corsario-almirante a retirarse para rehacerse de las pérdidas. Lo cierto era que, aunque la plaza de Castelnuovo no era más que un minúsculo enclave en suelo otomano, a Solimán le molestó bastante que se la hubieran arrebatado, así que mandó reorganizar su flota y preparar las tropas para un asalto el siguiente año para tratar de recuperarla. Además, el sultán se preparó para hacer la guerra a los aliados por separado, y mandó preparar un asalto terrestre a Venecia, que a la postre estaba descontenta con los Estados Pontificios y con España porqué creía que la plaza conquistada debía ser para ellos según lo acordado en el tratado.

Pero pasemos ya a hablar con más detalle sobre la fuerza otomana que se reunió para el asalto a Castelnuovo en el año 1539, que como veréis fue inmensa, lo que dejaba entrever lo importante que era para los turcos. La flota estaría de nuevo al mando de Barbarroja, que tendría que bloquear el acceso por mar. Esa poderosa armada llevaría embarcado a un gran contingente de infantería compuesto por cerca de diez mil infantes más unos cuatro mil jenízaros, la fuerza de élite del sultán. Pero por si eso ni fuera suficiente, las fuerzas terrestres se completarían con la llegada de un numeroso ejército mandado por el gobernador de la región de Bosnia, un persa llamado Ulamen y que estaba compuesto por unos treinta mil hombres. O sea que haced cálculos vosotros mismos.

Por otra parte, Solimán también abrió otro frente yendo a por Venecia y eso provocó que la Santa Liga se acabara disolviendo. Carlos V trató de convencer a los venecianos para que se quedaran llegando a ofrecerles incluso la plaza de Castelnuovo, aunque estos no lo veían claro y decidieron poner pies en polvorosa. Ciertamente, ¿quién querría quedarse con una fortaleza en medio de territorio turco que estaba condenada a ser asaltada?

CASTELNUOVO

Localización de Castelnuovo en la costa adriática

Mientras tanto, Sarmiento, conocedor de lo que estaba aconteciendo entorno a Castelnuovo, se encargó de pedir mediante envío de misivas, refuerzos a todos los puntos más cercanos donde había españoles. Aunque no tuvo suerte o no quiso ser escuchado, ya que al final no se le envió ningún tipo de ayuda ni tampoco se procedió a evacuar la plaza en los nueve meses que habían estado allí. Algunos autores han afirmado que el hecho de haberlos dejado allí tan aislados respondería al motín en el que se habían visto implicadas varias compañías del tercio un tiempo antes al no recibir sus pagas, aunque a mí me parece que no era un motivo suficiente para abandonarlos a suerte, y mucho menos sabiendo que no todos los hombres que estaban en Castelnuovo se habían alzado contra la autoridad imperial. Me parecería poco inteligente haber sacrificado a un contingente tan elevado, que además formaban parte de las mejores tropas que uno podía tener. La teoría más lógica es que España no tuvo capacidad logística suficiente para traerlos de vuelta o incluso avituallar la ciudad. Se les echaría el tiempo encima, imagino. La cuestión fue que se quedaron allí aislados a la espera de que arribase el gran ejército del sultán.

Hay que decir que esos meses fueron complicados para los españoles, ya que las provisiones eran un poco escasas y se vieron forzados a salir por los alrededores a hacer rapiña para poder ir sobreviviendo. Mientras tanto la fuerza naval de Barbarroja seguía creciendo, incluso superaría a la que tenía disponible en la campaña del año anterior. Así pues, en junio de 1539, la flota otomana partió hacia el puerto de Belone, en la zona de Albania. Fue entonces cuando recibió noticias de que los españoles estaban enviando una flota de unas veinte galeras para abastecer a las tropas que defendían Castelnuovo. El almirante turco decidió que lo mejor sería interceptarlas para evitar que Sarmiento recibiera las provisiones que le permitieran resistir un largo asedio. Envió a uno de sus lugartenientes con treinta galeotas, que eran más rápidas que las galeras. Pero los turcos llegaron muy tarde, las provisiones llegaron a la plaza sin problema y las naves españolas ya se habían marchado de allí.

Nos plantamos entonces en el 12 de julio de 1539, el momento en el que la fuerza de avanzadilla enviada por Barbarroja comenzó con el desembarco para asegurar la cabeza de playa. Entonces, los españoles se dieron cuenta de que era un buen momento para salir a calibrar las fuerzas turcas, así que enviaron a varias compañías que sorprendieron a los turcos en la misma playa. Allí les dieron duro y les causaron importantes bajas, obligándoles a tener que embarcar de nuevo para ponerse a salvo. Aunque esa misma tarde los turcos volvieron a la playa para desembarcar otra vez, acercándose hasta la plaza. Entonces Sarmiento ordenó otra salida y los españoles acabaron con cerca de trescientos turcos más e hicieron unos treinta prisioneros que a la postre les vinieron de fábula para sacar algo de información sobre lo que se les venía encima. Para infortunio de los españoles, dos días después se produjo un accidente con unos barriles de pólvora que dejó malheridos a varios de los artilleros de la guarnición con los problemas que eso ocasionaría a la larga. El 18 de julio llegó la flota turca al completo y se inició el sitio en unas condiciones más favorables. Poco después, llegó el grueso de treinta mil soldados desde Bosnia. El asedio comenzaba.

Mientras se montaba el campamento y todos los emplazamientos para la artillería y las zanjas de trincheras, los españoles hicieron varias salidas, entre ellas algunas encamisadas (salidas nocturnas para causar terror y pánico) en las cuales causaron una elevada cifra de bajas entre los turcos. Pero eso no impidió que los otomanos pudieran acabar sus obras y emplazar sus poderosos cañones de asedio, algunos de los cuales ya habían participado en el asedio de Rodas del año 1522. Con ese poder de fuego, la situación se iba a complicar mucho para los defensores, ya que no sólo usaron los cañones terrestres para bombardear, sino que, desde el mar, las galeras también hicieron lo propio, sometiendo a un intenso fuego a toda la fortaleza. Y es que Barbarroja sabía de sobra que en el cuerpo a cuerpo no tenían nada que hacer contra las tropas españolas. Incluso con el tema de las armas de fuego, los turcos tenían desventaja, ya que portaban mosquetes en lugar de los arcabuces. La superioridad del mosquete radicaba en la potencia de fuego del proyectil, pero el tiempo de recarga era mucho más elevado. La cadencia de tiro era de unos tres minutos, mientras que el arcabuz era de entre minuto y minuto y medio, casi de la mitad con lo que ello significaba.

El 23 de julio, los turcos trataron de rendir la plaza mediante una oferta a los españoles. Le dijeron que se les permitiría abandonar la plaza con sus armas y banderas y con una doble paga, o lo que era lo mismo con todos los honores. La oferta era sin duda tentadora, y más después de que Sarmiento recibiera una carta informándole de que los venecianos habían abandonado definitivamente la Santa Liga, dejando la flota bastante reducida. Incluso se le recomendó al maestre de campo que aceptara una rendición honrosa y pusiera a salvo a sus hombres. Eso sin duda refuerza la teoría de que aquellos soldados no fueron abandonados por el emperador a su suerte, sino más bien que las circunstancias del momento no fueron las más adecuadas para acudir en su ayuda. Pero claro, los españoles, y Sarmiento al frente, optaron por aguantar a toda costa y hasta la muerte, pese a que sabían que nadie vendría a por ellos. Pero Barbarroja insistió en reunirse en privado con el gobernador para tratar de buscar una salida beneficiosa para ambas partes. Sarmiento envió a uno de sus oficiales para entrevistarse con el almirante, aunque la respuesta siguió siendo la misma. No se puede decir que el turco no buscase convencer a los españoles para rendirse de una manera digna. La suerte estaba echada…

El 25 de julio se produjo el primer asalto ya formal, que se saldó con muchas bajas entre las filas turcas y también considerables entre los españoles. Pero ese no fue más que el primero de muchos que vendrían a continuación. Tendrían que sucederse muchos más para que la plaza acabara cayendo de una manera definitiva, ya que los españoles resistieron con mucho coraje y valentía. Pero como era normal y fruto del desgaste, de la escasez de víveres y también por culpa de los turcos que de vez en cuando también mataban a algunos españoles, el numero de bajas entre los defensores fue aumentando y de esa manera las fuerzas fueron menguando. También se produjeron algunas deserciones en el tercio de Sarmiento, y es que no todos estaban dispuestos a morir por España y por el emperador Carlos. En cualquier caso, algunos de esos desertores entraron en contacto con el propio Barbarroja y le aconsejaron que la mejor manera de hacerse con la fortaleza era tomar la ciudadela norte, que era el punto clave.

Así pues, las sesenta piezas de artillería turcas se cebaron día y noche en ese punto para debilitar las defensas y el día 05 de agosto, se produjo un segundo asalto a gran escala, aunque volvieron a ser rechazados por los defensores. Se intensificaron los ataques de cañón contra esas murallas para tratar de demolerlas y abrir una brecha para acceder al interior. El 06 de agosto, los muros de la ciudadela norte estaban casi destrozados, así que los turcos volvieron a lanzarse al ataque. La lucha duró hasta última hora de la tarde y los turcos al ver que no podían avanzar, optaron por retirarse. Ese último asalto fue durísimo dejando las filas de los defensores bastante mermadas. De los más de tres mil hombres con los que contaba el tercio al inicio del sitio, apenas quedaban unos centenares en pie.

jenizaros turcos

Jenízaros turcos

El 07 de agosto los turcos intentaron su cuarto asalto por el mismo punto, donde se habían concentrado las tropas más bregadas de los tercios. Aparecieron los jenízaros en vanguardia que tomaron una de las torres de la muralla y colocaron la bandera del sultán en la parte alta de esta. Se dice que los otomanos colocaron a los cadáveres de los suyos formando una especie de rampa para poder alcanzar la muralla que los españoles defendían. Para que os hagáis una idea de como de duro fue el combate en esa jornada, es bueno que sepáis que la ciudadela se perdió y recuperó hasta en tres ocasiones. Pero por si eso no fuera poco, al haber llovido de manera intensa desde primera hora de la mañana, las mechas de los arcabuces se habían empapado, impidiendo de esa manera a los soldados españoles el poder usar las armas a distancia, obligándoles a entablar combate cuerpo a cuerpo siendo muchos menos que los asaltantes. Como podéis comprobar, las cosas pintaban más que mal para los valerosos hombres que aún resistían en un punto donde ya no quedaba muralla que les sirviera de parapeto.

Se dice que aquel día murieron unos mil coseletes o piqueros españoles defendiendo esa brecha. No les quedó más remedio que retirarse de ese punto de la ciudadela y replegarse hasta el castillo de la Marina o Castelmare. En ese punto se reunieron todos los supervivientes que quedaban en la ciudad. Se produjo un combate en las mismas calles de la ciudad, aunque la marea de turcos era tan inmensa que tuvieron que volver a retroceder hasta el castillo. Pero surgió un nuevo imprevisto y es que el castillo había sido tapiado por dentro y no se podían abrir las puertas para dejar entrar a los hombres que se replegaban. Desde lo alto del fortín, el oficial que estaba al mando de la guarnición le gritó al maestre Sarmiento que le lanzaba una maroma para izarlo hasta una de las ventanas. Pero en ese momento, Sarmiento, malherido como ya estaba, en otro alarde de coraje le gritó: “Nunca Dios tal quiera que yo me salve y mis capitanes se pierdan sin mí”. Como diría otro que ya sabemos, la suerte estaba echada y, por tanto, la plaza de Castelnuovo estaba ya perdida. Sarmiento al frente de los suyos, luchó hasta su último aliento por defender la bandera y el honor.

Todos los españoles que estaban fuera del castillo murieron peleando. Pero ¿qué les pasó a los que estaban dentro? Se enviaron unos emisarios para rendir el fortín a los jefes otomanos y evitar de esa manera que los que estaban en el interior acabaran siendo masacrados por los que se preparaban para el último asalto. Parece ser que, en ese punto, Barbarroja aceptó las condiciones de los españoles y eso fue lo que acabó decidiendo el final de Castelnouvo, que fue rendida a los turcos a la mañana siguiente. Tan sólo quedaban unas seiscientas personas vivas en el interior, entre soldados y civiles, muchos de ellos heridos.

Para hacer un balance general del asedio, debéis saber que la guarnición española repelió un total de seis asaltos a gran escala, en los que murieron unos dieciséis mil turcos o incluso más y casi todo el contingente de jenízaros. Aunque hay una versión que difiere mucho de los datos oficiales, la del almirante Andrea Doria en una carta enviada a Carlos V. En esta, el genovés afirma que apenas murieron tres mil turcos en el asalto. Pero esos datos no son muy fiables, sobre todo viniendo del hombre que tendría que haber socorrido a los defensores y que no lo hizo. Podría tratarse simplemente de la justificación de un hombre que podría haber hecho más por ayudar a los valerosos hombres que defendieron la plaza con tanto valor. ¿Qué os parece a vosotros? ¿Gesta épica del tercio de Sarmiento? ¿O un asalto más normal como dijo Andrea Doria?

En cuanto a los que quedaron vivos, debéis saber que una parte de ellos fueron enviados a remar a las galeras turcas, y otros tantos a Constantinopla como trofeo para el sultán. Pero la historia de los valientes de Castelnuovo todavía no había concluido, y es que unos años después, concretamente en el 1545, un grupo numeroso de esos valientes, unos veinte y pocos se hicieron con el control de una galeota en la que iban como remeros. Toda una hazaña digna de auténticos héroes. Con esta nave recorrieron el Mediterráneo desde Argel hasta el puerto de Mesina. Fueron ellos los que relataron con detalle lo ocurrido en aquel asedio, ya que fueron testigos directos de aquel episodio.

Recapitulando y para que os deis cuenta de lo increíble de la hazaña, un ejército de unos tres mil quinientos españoles logró causar más de dieciséis mil bajas al ejército del sultán. De esos valientes soldados tan sólo se salvaron un centenar a lo sumo, y de todos ellos tan sólo una veintena lograron regresar a sus casas tras un largo cautiverio.

No sería hasta tiempos de la batalla de Lepanto, en el año 1571, cuando se volviera a formar otra Santa Liga para luchar contra los turcos. Esa guerra de desgaste que se llevó a cabo por parte de España en el Mediterráneo supuso un enorme gasto que acabaría provocando una escasez de fondos en las arcas del imperio. Ese esfuerzo sobre llevado para frenar a los otomanos fue lo que a la postre no le permitiría a España poder afrontar con garantías suficientes otros frentes bélicos, como por ejemplo el de Flandes. Aunque esa es ya otra historia que dejaré para otro momento si os parece. 

Bibliografía

  • Los Tercios en el Mediterráneo. Los Sitios de Castelnuovo y Malta, Hugo Álvaro Cañete. Ediciones Salamina, 2015.
  • Tercios de España, la infantería legendaria, Juan Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca. EDAF, 2006.
  •  Historia de los tercios, José Javier Esparza, La Esfera de los libros, 2017.

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