Tendemos a pensar que el gobierno de Augusto, una de las más grandes figuras de la historia romana, fue un largo periodo marcado por la estabilidad y la paz. Nada más lejos de la realidad. Inicialmente Octavio hubo de combatir con las armas a grandes rivales como Marco Antonio, Marco Emilio Lépido, o a Sexto Pompeyo que fueron alternándose a lo largo de los años en el papel de aliados o de enemigos, en función de la situación concreta de cada momento.

Además, Roma hubo de afrontar guerras contra sus enemigos externos en Germania donde varias legiones se perdieron en el desastre de Teutoburgo en el 9 d.C, en Tracia, en Hispania en las diversas campañas que conocemos como Guerras cántabras (29 a.C. al 19 a.C), en Armenia para hacer frente a la influencia persa, etc. A estos conflictos en el exterior, debemos añadir las conspiraciones de aquellos que se oponían a las reformas que Augusto estaba llevando a cabo para sentar las bases políticas, militares y sociales sobre las que se asentaría durante siglos el Imperio de Roma.

Augusto no era una persona cruel con sus adversarios, tenía fresca la famosa clementia de Julio Cesar. Sin embargo cuando alguien cercano a él, una persona a la que el prínceps había otorgado su amiticia o su simplemente su cariño, le traicionaba se mostraba frío e implacable en el castigo. Veamos uno a uno los casos más importantes.

detenido en romaUn detenido es conducido por una patrulla militar a través de las calles de Roma(Wikimedia Commons)

QUINTO RUFO SALVIDIENO

Sabemos que nació en el sur de la Galia en la actual Frejus. No sabemos la forma en que se conocieron exactamente, aunque es muy posible que Augusto y Salvidieno coincidieran en la guerra contra los seguidores de Pompeyo en Hispania. Tal vez Cesar movió los hilos para que su oficial, mayor que su sobrino, acompañara al joven Octavio cuando se estableció en Apolonia a los 18 años. Allí formó parte del círculo de confianza del futuro Augusto, compuesto por personas como Agripa, Mecenas o él mismo, que se convertirán en sus más íntimos colaboradores durante su larga vida como líder de Roma.

Salvidieno, a pesar de sus humildes orígenes y gracias a la confianza de Augusto, llegó a desempeñar cargos militares de enorme responsabilidad. Estaba previsto incluso nombrarle cónsul sin haber ostentado previamente cargos civiles de importancia y sin haberse sentado en el Senado.

Todo se truncó en el 40 a.C, cuando se firma un nuevo pacto entre Octavio y Marco Antonio que se sella con la boda de este con Octavia, hermana del futuro Augusto. Desconocemos el motivo pero Marco Antonio confesó que Salvidieno, que tenía en la Galia a varias legiones a su cargo, se había ofrecido a pasarse a su bando. Puede que las rivalidades en el círculo de confianza de Octavio le perjudicaran o tal vez le perdió su ambición. Lo que si sabemos es que fue reclamado a Roma con el pretexto de realizarle unas consultas y que una vez allí fue procesado en el Senado y condenado a muerte por inimucus y hostis.

senado romanoRepresentación de una sesión en el Senado de Roma( Wikimedia commons)

Según Dion Casio ( Historia de Roma, Libro XLVII, p 33) fue ejecutado. Tito Livio por el contrario, nos cuenta (Periociae, p273) que se suicidó.

Apiano nos cuenta que Antonio se ganó la reprobación general, por haberle delatado. Eran tiempos agitados en los que debía hacerse la vista gorda con los “pecados” políticos de cada uno. También fue una clara advertencia de Octavio a sus colaboradores acerca de lo caro que podría salirles tratar de cambiar de bando.

CAYO CORNELIO GALO ( 70-26 a.C)

Como muchas de las personas de confianza de Augusto, galo procedía de la Galia y también tenía un origen humilde. Notable poeta, pronto se trasladó a Roma donde intimó con Virgilio de su misma edad. Sus poemas comenzaron a difundirse en la alta sociedad romana y Octavio Augusto decidió facilitar su entrada al orden ecuestre.

Gracias al favor del Princeps se le encomiendan labores de importancia como el mando de la armada que atacó Egipto desde Libia o el cargo de praefectus y finalmente el proconsulado de Egipto en el 30 a.C. En Tebas acabó con una revuelta de partidarios de la dinastía de los Ptolomeos. También reestableció el próspero comercio con Etiopía.

Sin embargo le pudo la vanidad y erigió estatuas en su propio honor y grabó sus hazañas en un monumento que construyó en Philae escrito en latín, escritura jeroglífica hierática y griego. Su vanidad, unida a la mala gestión económica que en Egipto estaba realizando despertaron el enojo de Augusto y su caída en desgracia. Según Ovidio (tristes, 2, 446),llegó ahacer comentarios fuera de tono sobre Octavio, estando borracho. Fue denunciado y relevado de su puesto al frente de Egipto.

Augusto le retiró su amistad y el Senado le condenó al exilio y confiscó sus bienes. Según Dion Casio esto fue demasiado para Galo que, abandonado por todos, se quitará la vida en 26 a.C.

MARCO EGNACIO RUFO

En el 19 a.C. con Augusto ausente de la capital en plena campaña contra los armenios, llegaron noticias alarmantes de Roma. El Pueblo había dejado uno de los dos puestos de cónsul vacantes a la espera de que Augusto lo ocupara.

Egnacio era un hombre muy popular en Roma. Había copiado la idea de Craso y siendo edil había creado un cuerpo de bomberos compuesto por 600 esclavos y pagado de su propio bolsillo. Tras la popularidad adquirida como edil, no le fue complicado ser elegido pretor. En el 19 a.C. no habían pasado los años suficientes para poder presentarse al puesto de cónsul aunque al ambicioso Egnacio creyó ver una buena oportunidad y presentó su candidatura sin contar con el permiso de Augusto.

No se sabe si justificadamente o no, pero fue acusado de conspirar para asesinar a Augusto, su candidatura fue bloqueada y no tardó en ser juzgado y condenado a muerte. Es más que posible que todo fuera un montaje para quitarse de en medio a este ambicioso político. El mismo princeps se encargó de designar el candidato adecuado al consulado del 19 a.C. y de realizar ciertas reformas que junto a la tribunicia potestas le otorgaron algún tipo de imperium consular sin necesidad de ocupar ese cargo. Con esos poderes unidos al de pontificex máximus completaba su dominio político del estado.

Como curiosidad añadiremos que, años después, el Princeps se apropió de la idea de Craso y de Egnacio. Roma tendría un cuerpo de bomberos que en el año 6 d.C. se amplió a siete cohortes. Cada una se encargaba de dos de los 14 distritos de la capital.

excobitoriumExcobitorium o cuartel de la cohorte de vigiles del Trastevere (Wikimedia commons)

MARCO EMILIO LÉPIDO

El año 31 a.C fue un año muy delicado para Augusto. Tras la victoria de Actium y en plena rivalidad con el aún activo Marco Antonio, Octavio se vio obligado a licenciar a muchos de sus veteranos por falta de fondos. Los envió a Italia, pero sin tierras y sin el dinero que les correspondía por su servicio. Rápidamente se extendió por Roma un clima de descontento fomentado por estos veteranos insatisfechos.

Al parecer Mecenas denunció la existencia de un complot para asesinar a Octavio a su vuelta de Oriente. El cabecilla sería el hijo de uno de los antiguos triunviros, Marco Emilio Lépido. Padre e hijo compartían nombre, aunque ahí quedaba la comparación. Del joven, Veleyo Paterculo (en Historia de Roma, 2, 88, 1) nos cuenta que :

“Su atractivo era mayor que su prudencia”

Al parecer el joven fue descubierto y rápidamente denunciado y ejecutado. Dion incluso apunta que tal vez Antonio y Cleopatra habían animado al joven a intrigar contra el dueño de Roma.

Augusto delegó poderes en Agripa y Mecenas ante el Senado. Ambos trataron inútilmente de hacerse con la situación. Finalmente se vio obligado a navegar en invierno y arribar al puerto italiano de Brindisi donde fue recibido por numerosos caballeros, senadores y por un gran grupo de estos veteranos descontentos a los que finalmente calmó con promesas de recompensas futuras tras la inevitable conquista de Egipto.

LA CONSPIRACIÓN DE MURENA

A finales del 24 a.C. o principios del 23, Marco Primo gobernador de la provincia senatorial de Macedonia, fue llevado a los tribunales por haber cometido el grave delito de llevar sus tropas fuera de su provincia para luchar contra los tracios.

De su defensa se encargó Murena, hermano de Terencia, la esposa de Mecenas, mano derecha de Augusto. El argumento de la defensa de Primo fue afirmar que Augusto y Marcelo le habían ordenado esa campaña. Marcelo acababa de fallecer, pero Augusto negó en el tribunal que diera esa orden. Estando en el estrado Murena, el defensor, se dirigió irrespetuosamente a Augusto al que realizó alguna pregunta fuera de tono.

basilica juliaBasílica Julia. Sede del tribunal durante la época de Augusto.(Wikimedia Commons)

La condena de Primo al exilio provocó malestar en una parte del Senado. Surgió una nueva conspiración dirigida en esta ocasión por un joven aristócrata llamado Fannio Cepión, aunque había más implicados como Aulo Terencio y el propio Murena, abogado defensor de Primo. La trama quedó pronto al descubierto y los conspiradores fueron condenados a muerte in absentia ya que al parecer habían sido avisados antes de ser detenidos. Mecenas, una de las personas de más confianza de Augusto, cometió el error de comentarle el suceso a su esposa Terencia que como ya hemos dicho era hermana de Murena. El abogado a pesar de conseguir escapar, fue pronto localizado y ejecutado por los agentes de Augusto.

El prínceps enojado con Mecenas por su indiscreción se distanció de su viejo amigo y, aunque siempre tuvieron buena relación, será ya algo mucho más distante y frio.

PUBLIO OVIDIO NASÓN

Nacido en el 43 a.C. en el seno de una rica familia pronto dio muestras de su inclinación a las letras y a pesar de la oposición de su padre siempre fue un hombre dedicado a la poesía. Debido a la temática de su obra, nunca formó parte del círculo íntimo de Augusto, a diferencia de Horacio o de Virgilio. Sin embargo era un miembro muy conocido de la alta sociedad y compañero de fiestas de la culta e independiente Julia, la hija del Prínceps.

En el 8 d.C. Ovidio es desterrado por Augusto al puesto fronterizo de Tomis (actual Constanza, en Rumanía). El delito del poeta, por las pistas que da en sus obras y en su correspondencia fue haber escuchado lo que no debía y no haberlo puesto en conocimiento de Augusto. Algunos estudiosos creen que tal vez pudo haber contemplado accidentalmente a Livia desnuda en el baño, pero lo más factible es que escuchara una charla imprudente en una fiesta en la que estuviera Julia, la díscola hija de Augusto. Ovidio pretendió no haber oído nada, pero otro de los asistentes sí que informo discretamente a las autoridades de lo dicho y de quienes habían estado presentes. La mala fama de libertino sexual que tenía fue la excusa perfecta para que a nadie le chocara el castigo al poeta.

Los años pasaron y a pesar de las cartas enviadas a importantes personajes, Ovidio nunca volvió vivo a Roma. A pesar del fallecimiento de Augusto, Livia y Tiberio no atendieron las súplicas del poeta por ser indultado. En el 17 d.C. murió en esa ciudad fronteriza con los escitas alejado de lo que más amaba. En su testamento pidió ser enterrado en su querida Roma, no sabemos si realmente lo consiguió.

El gobierno de Augusto fue un largo periodo de estabilidad y prosperidad que sin embargo debió superar muchos problemas de diversa naturaleza, tanto en las fronteras exteriores donde, como ya hemos dicho, debió enfrentarse a cántabros, germanos, tracios y armenios como en el interior del recinto de las murallas de Roma donde existió una oposición a sus planes políticos que se manifestó, como hemos contado a lo largo de este texto, en diversas tramas compuestas no solo por algunos de los más ilustres miembros de la nobleza senatorial sino también por algunos miembros de la familia imperial, aunque eso es ya otra historia.

BIBLIOGRAFIA

  • Everitt, A. —Augusto: el primer emperador.—Navarra: Ariel, 2008
  • Arcaria, F.—Dal “senatus consultum ultimum” alla “cognitio senatus”. Forme, contenuti e volti dell´oposicione ad Augusto…..Catania: Universitá, 2016
  • Lomas Salmonte, F; López Barja de Quiroga.— Historia de Roma.--Madrid: Akal, 2004
  • Southem, P.—Augusto.—Madrid: Gredos, 2013.
  • Rodríguez López, R.—La auctoritas de la gens Julia.—Almería: Universidad.
  • Augusto-imperator.blogspot.com.—La conspiración de Murena.

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