La puerta del palacio de la casa de Arcos en Marchena como metáfora de la Historia de España

La Casa de Arcos y el negocio de la Guerra

Cuando Fernán Pérez Ponce se enriquecía en las guerras de Alfonso X y Sancho IV, no imaginaba la gigantesca fortuna que amasaría su familia a lo largo de los siglos ni quién se quedaría con ella. El negocio familiar de la guerra, la política y los matrimonios de conveniencia les provisionó de grandes rentas, lo que fue un privilegio, pero también una maldición.

Alfonso X, tras las inmensas conquistas en Andalucía de su padre, Fernando III, decidió convertir ese enorme territorio en realengo, por lo que a los nobles que habían participado en la guerra les dio grandes extensiones de tierra, pero no derechos sobre quienes la habitaban.

Un hijo de Fernán Pérez Ponce se casó con una hija de Guzmán el Bueno y aportó a la familia las poblaciones de Rota y Chipiona.

En 1304 Fernando IV quiso asegurar la defensa de Sevilla desde el sur de la campiña sevillana, por lo que le dio a Fernán Pérez Ponce varias poblaciones en la zona de Arcos.

Luego obtuvo el señorío de Marchena, un lugar estratégico desde el que dirigir las actividades militares, que había sido el centro del negocio familiar, contra el reino de Granada.

No sabemos si obtuvieron esa población por dote, por compra o por donación real, pero a comienzos del siglo XIV se convirtió en capital del señorío andaluz de los Ponce de León. Sobre el antiguo recinto de la Alcazaba construyeron su palacio.

En 1342 Alfonso XI, como premio por su aportación a la guerra contra los musulmanes, dio a Pedro Ponce de León la villa de Mairena del Alcor. En 1349 le vendió Bailén.

El reinado de Pedro I fue especialmente conflictivo porque había una guerra sucesoria en Europa, otra en Castilla y otra en el Reino de Granada, y todas estaban relacionadas.

Pedro I hizo matar en 1367, en la sevillana plaza de San Francisco, a Juan Ponce de León, tercer señor de Marchena, que estaba del lado de Enrique de Trastámara.

Los señoríos de la Casa de Arcos fueron confiscados y el apoyo del rey de Granada a Pedro I hizo que saquease los territorios de los Ponce de León de Marchena y Utrera en 1368, llevándose muchos cautivos.

A pesar de su gran implicación en la guerra a favor de Enrique de Trastámara y del enorme precio que pagaron por ella, el protagonismo en la Corte fue para la familia de los Guzmanes, porque narrativamente nada podía superar la muerte en la pira, en la Laguna de la Feria de Sevilla, por orden de Pedro I, de Urraca Osorio, madre de don Juan Alonso de Guzmán, y su criada, Leonor Dávalos.

Tras la guerra, los Ponce de León recuperaron los señoríos confiscados por Pedro I, pero los Guzmán se consolidaron como la primera casa nobiliaria de Andalucía.

Acceder al poder es complejo, pero mantenerse en él e incluso aumentarlo está lleno de conflictos porque muchos otros quieren estar en esos espacios de privilegio, como la Casa de Niebla o los Guzmanes.

La lucha por el poder se centró en la guerra contra Granada, el control político (y a veces militar) de Sevilla y la relación con la Corte. Una de sus principales herramientas fueron las estrategias matrimoniales en una de las épocas más complicadas en la historia de Castilla.

De esta manera, la Casa de Arcos se convirtió en una de las principales familias de la antigua nobleza castellana de raíces medievales en la Edad Moderna, especialmente entre 1374 y 1474, cuando se centran las relaciones con la monarquía, que está supeditada a la nobleza, y también la lucha con los Guzmanes por el control de Sevilla, con quienes estuvieron en guerra abierta entre 1471 y 1474, un periodo en el que las casas que se construían en una ciudad que vivía un conflicto armado en sus calles, se hacían fortificadas.

Tras la victoria contra Granada, y probablemente con los beneficios económicos obtenidos en ella, tras la Puerta del Tiro de Marchena se construyó, hacia 1493, una portada que imita a un arco de triunfo.

Esta puerta se encuentra actualmente en el Alcázar de Sevilla, concretamente en el acceso al Jardín del Marqués de la Vega-Inclán.

Cuando acabó la guerra contra los musulmanes de Granada se terminaron los grandes ingresos que la contienda proporcionaba a los nobles, por lo que sus fuentes de ingresos fueron las rentas de sus posesiones, ya que la aristocracia española veía denigrante dedicarse a una ocupación diferente que la guerra, como el comercio o la industria.

Rodrigo Ponce de León, primer duque de Arcos, dirigió el destino de la Casa desde 1511. En 1522 un terremoto afectó al castillo, que se reformó según las normas del Renacimiento.

En 1540 se hizo en la Puerta de Marchena el arco conopial, se colocó una reja en la parte superior y se añadieron las esculturas, tal vez obra de Esteban Jamete (1515-1565), con motivos heráldicos sobre su composición mudéjar.

Las obras más importantes entre 1547 y 1550 fueron la construcción de una escalera monumental y una gran sala cuadrada cuyo artesonado, construido por Rodrigo Navarro en estilo mudéjar, hecho en caoba y pan de oro, así como un friso blanco de estilo renacentista, hecho de yesería, que se encuentra en la casa de la Condesa de Lebrija, en Sevilla.

La siguiente gran apuesta política de la Casa de Arcos fue en la siguiente guerra sucesoria, la Guerra de Sucesión (1701-1713), donde la Casa de Arcos ejerció un importante papel político regional y nacional.

Al final de ese conflicto sus posesiones en el sur peninsular eran Marchena, Paradas, Los Palacios, Mairena del Alcor, Guadajoz, Pruna, Algámitas, Arcos de la Frontera, Zahara, Rota, Chipiona, Isla León (hoy San Fernando), Villaluenga del Rosario, Grazalema, Benaocaz, Ubrique, Casares, Jubrique y Genalguacil, Taha de Marchena, Bailén y Villagarcía.

La muerte de Antonio Ponce de León, XI duque de Arcos, acaecida en 1781, hizo que el linaje de los Ponce se extinguiese sin descendencia. La Condesa Duquesa de Benavente transmitió, a través de su matrimonio, el título a la Casa de Osuna a sus "vecinos", creando un enorme territorio señorial.

En 1841 heredaron el ducado del Infantado, que los convirtió en una de las principales casas nobiliarias del siglo XIX.

Los barcos que no flotan

España sabía que dependía del mar para mantener su Imperio. Por eso hizo una escuela de Mareantes en la calle Betis de Sevilla y en 1680 la Escuela de Navegación para los niños huérfanos de los marinos, que era una medida asistencial y además garantizaba que seguiría habiendo marinos.

Con la fiebre amarilla de 1802 fallecieron muchos marineros experimentados en Andalucía y la flota se encontraba en un estado lamentable[1].

En 1807 España firmó con Francia el Tratado de Fontainebleau, mediante el cual ambas naciones decidieron atacar y repartirse Portugal en represalia por sus relaciones comerciales con Inglaterra. Con la excusa de dirigirse al país lusitano, las tropas francesas cruzan los Pirineos sin oposición.

Las derrotas en el cabo San Vicente (1797) o en Finisterre (1805) fueron muy duras para la Marina española y Trafalgar (1805) fue un auténtico desastre, pero el hundimiento de la Marina se produjo en la Guerra de Independencia, ya que ante la falta de recursos se priorizó la guerra en tierra, a la que se llevaron desde dotaciones hasta armamento de barcos, que quedaron abandonados y sin mantenimiento, hasta el punto que los buques de la Armada Británica tuvieron que escoltar a los pocos convoyes de América.

La Casa de Osuna pasó su mayor dificultad económica durante la Guerra de la Independencia, cuando el duque primero traicionó a España y después de Bailén, a Napoleón, que embargó sus haciendas, pero sobrevivieron en su palacio de Cádiz gracias a sus inversiones en el extranjero.

Cuando Fernando VII regresó de su maravilloso exilio de Valencey en 1814, se dedicó a un despotismo tan estúpido y brutal que explicaba la invención de la guillotina.

Ese mismo año nació Mariano Téllez-Girón[2], protagonista del final de esta historia que comenzó cuando Fernán Pérez Ponce aportó a la familia la fortuna amasada con lo que arrebataba a los musulmanes a los que combatía.

Las colonias americanas se rebelaron y se intentó la conciliación con la promesa del llamado "Manifiesto de los persas" de convocatoria de Cortes en las que participasen los representantes de ambos lados del Océano para implantar una monarquía moderada.

Ante la resistencia americana la monarquía española optó por la violencia, que es el recurso de los políticos incompetentes, lo que aumentó la resistencia americana.

Se planeó una expedición militar de más de treinta mil hombres sin tener en cuenta que no quedaba dinero en las arcas públicas para armar un ejército. Tampoco había barcos para transportarlo.

Fernando VII declaró nula la Constitución y las leyes dictadas durante su residencia en Francia, «como si no hubieran pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo», imponiendo la pena de muerte a quienes quisieran sostenerlas por escrito o de palabra.

También mandó destituir, arrestar e incomunicar a los diputados liberales.

Tras la contienda, cuando se estaba dirimiendo el equilibrio de fuerzas tras la derrota de Napoleón, Fernando VII se despreocupó de la política exterior, de manera que España, que había sido decisiva en la derrota de Napoleón, quedó marginada de los beneficios que las potencias vencedoras de Napoleón se repartieron en la segunda paz de París y en el Congreso de Viena de 1815.

España estaba sin barcos tras la guerra y eran imprescindibles para mantener su imperio colonial, por lo que se compraron cinco navíos rusos en 1817.

Ese mismo año de 1817 los insurrectos americanos en guerra con España, enviaron seis corbetas de 24 cañones y seis goletas de 12 a 18 cañones para bloquear el tráfico marítimo de España con el Atlántico, tanto entre Canarias y el cabo de San Vicente como entre Cádiz y La Coruña.

Los barcos rusos se encontraban en un estado tan ruinoso que apenas flotaban, por lo que tardaron muchísimo en llegar a España. Eran fruto de la corrupción del monarca y de su camarilla.

El propio zar, seguramente avergonzado de la estafa, añadió por su cuenta, y como regalo, tres fragatas, pero en el mismo estado de calamidad.

Para realizar la compra se apartó del procedimiento a la Marina española y lo negociaron Antonio Ugarte, secretario particular del rey, el aguador Chamorro y el embajador ruso en Madrid, Tatischoff, que pusieron sus intereses personales antes que las necesidades acuciantes del país y pusieron en riesgo las vidas de miles de marinos.

Los barcos de guerra llegaron a Cádiz en estado de ruina y desmantelados, aunque el contrato estipulaba que serían entregados con su completa dotación en aparejos y municiones de guerra.

Cuando el ministro Vázquez de Figueroa le dio al rey el informe de la inspección técnica de los buques que llevaron a cabo los ingenieros, que certificaban la inutilidad absoluta del material comprado, el rey lo desterró.

Nunca se supo el coste total de la operación ya que desapareció toda la documentación para evitar cualquier tipo de control.

Casi todas las naves, incluidas las tres fragatas de propina, se hundieron en 1820 en puerto o durante la primera travesía.

La fragata Reina María Isabel fue el único buque ruso que se mantuvo a flote hasta 1822, gracias a las continuas reparaciones que se le hicieron.

La América continental española se declaró independiente sin demasiada oposición. La crisis económica en España era absoluta. El aumento de la deuda pública era insostenible.

En marzo de 1820, cuando Fernando VII fue obligado a jurar la Constitución española de 1812 y a suprimir la Inquisición, desaparecieron quienes habían organizado la estafa de los barcos rusos.

España estaba destrozada por la Guerra de Independencia, arruinada sin el comercio con las colonias americanas, y cada vez más aislada en el ámbito internacional.

La pérdida para España de sus posesiones americanas, con la excepción de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, implicaba la pérdida de su condición de gran potencia.

En 1834 el aislamiento internacional de España era completo.

La Casa de Osuna o como se pierde un imperio

La casa de Osuna era el tercer perceptor de rentas en España a principios del s. XVII. En el s. XIX añadió por herencia a su patrimonio diversas propiedades nobiliarias. En 1834 las de la condesa-duquesa de Benavente, que incluían los ducados de Béjar, Gandía, y Arcos. En 1841 también recibieron el patrimonio del duque del Infantado, de Lerma y de Pastrana.

Mariano, el segundo hijo del X duque de Osuna, cuando prestaba su primer servicio como militar formando parte de la escolta al féretro real en el funeral de Fernando VII, no podía imaginar que quien yacía allí le había dejado un regalo envenenado.

Heredó el título[3] en 1844 por la muerte de su hermano, que falleció por amor.

El fabuloso patrimonio atesorado durante siglos por la familia de los Téllez Girón suponía la mayor fortuna de su tiempo en España. En 1855 el duque de Osuna era el primer contribuyente a la Hacienda Pública.

Isabel II, la hija de Fernando VII, le nombró en 1856 plenipotenciario en Rusia para restablecer las relaciones internacionales rotas, no por el asunto de la compra fraudulenta de los barcos que no flotaban perpetrado por su padre, que habría sido lo normal, sino porque Nicolás I era partidario de que reinase el hermano de Fernando VII y no su hija Isabel.

Es decir, que el gobierno español no rompió con Rusia por una estafa de alcance catastrófico, sino porque apoyaba al otro pretendiente al trono. Esas son las prioridades de los gobernantes.

Mariano renunció al sueldo de 400.000 reales asignados a la representación diplomática en San Petersburgo, y también a los gastos de desplazamiento, estimados en 90.000 reales.

De él se decía que podía viajar por media España sin salir de sus tierras y por toda Europa alojándose en sus propios palacios, que estaban siempre a punto, con la comida servida en todos ellos y los coches a la espera, por si a él, a algún amigo o a algún miembro de su familia se le ocurría ir en ese momento[4].

Procuraba utilizar el tren para todo[5].

Estuvo en Rusia de Alejandro II entre 1856 y 1862, donde no reparó en gastos[6]. Estuvo en todos los palacios de San Petersburgo, que deben ser tan incontables como los bares en Sevilla, aunque supo ofender al príncipe Orloff[7] y al propio zar[8].

Los tremendos gastos suntuarios de la aristocracia, que implicaba vivir muy por encima de sus posibilidades, se consideraban imprescindibles para demostrar el lugar social que se ocupaba. Eso exigía créditos con intereses.

En 1863 el banquero Estanislao de Urquijo otorgó crédito hipotecario por valor de 90 millones de reales al XII duque de Osuna, Mariano Téllez Girón. La garantía hipotecaria incluía 1.408 fincas que sumaban 193.209 Ha en 20 provincias españolas. Luego se amplió hasta las 230.000 hectáreas, que equivalía al 0,5% del territorio nacional.

El duque no cambió su manera de vivir ni su nivel de gastos.

El Palacio Ducal comenzó a ser vendido y expropiado a partir de 1891. Algunos elementos fueron vendidos en 1904 a la Condesa de Lebrija.

William Randolph Hearst compró la portada para su castillo de San Simeón, California, pero en 1913, con la mediación del mar­qués de la Vega-Inclán, Alfonso XIII pagó 13.000 pesetas para impedir su exportación. Hearst se tuvo que conformar con una copia.

El arquitecto Vicente Traver y Tomás dirigió su traslado al Alcázar de Sevilla.

[1] informe del 3 de julio de 1806 del capitán de navío Rosendo Porlier

[2] Héroe de la batalla de Sagrajas (1086) contra los musulmanes, donde salvó la vida del rey, al que acosaban tras reconocerlo por su manto. Le cambió al rey el caballo y el manto, que quedó hecho jirones. El rey le dio tres girones como escudo de armas y allí se cambió el apellido.

[3]  XII Duque de Osuna, XVI de Gandía, XV de Béjar, XII de Lerma, XV de Arcos, XV del Infantado, XIV de Medina de Rioseco, XVII Conde y XIV Duque de Benavente, Duque de Plasencia, de Mandas y Villanueva, de Monteagudo, de Estremera, de Francavilla y de Cea, Marqués de Santillana, de Tavara y del Cenete, Príncipe de Éboli y de Squilace, Conde y Príncipe de Melito, 12 veces Grande de España, Marqués de Peñafiel, de Gibraleón, de Terranova, de Zahara, de Argüeso, de Almenara, de Algecilla, de Lombay, de Quirra, de Marchini, de Campoó, de Diano y de Villagarcía, Marqués y Señor de Nules, Conde de Ureña, del Real de Manzanares, de Saldaña, del Cid o Jadraque, de Villada, de Melgar, de Bañares, de Belalcázar, de Oliva, de Mayalde, de Bailén, de Casares, de La Chamusca, de Aliciano, de Centellas, de Simari, de Mayorga, de Osilo, de Coguinas y de Fontanar; primer Conde del reino de Valencia, Vizconde de la Puebla de Alcocer, justicia mayor de Castilla, gran justicier del Reino de Nápoles, primera voz del brazo militar del reino de Cerdeña, almirante de Castilla, merino mayor de Asturias y León, notario mayor de Castilla, camarero mayor del Rey y gentilhombre de Cámara de S. M.

[4]Y, en efecto, el Duque sostenía en ella una fastuosidad incalculable. No era ya sólo el gasto necesario (cerca de cincuenta mil duros), sino que cada día iban a visitar la posesión gran número de invitados. Pues bien; según rezan las tarjetas, tenían ellos y las personas que les acompañasen derecho a pasear en carruaje, embarcarse, mecerse en los columpios, etc., y comer en el palacio, donde a diario se servía, al efecto, una suntuosa comida, que presidía el apoderado.

Y como ésta, en todas las casas y palacios que en España y fuera de España el Duque tenía abiertos. Fuese porque, como se cuenta, un día se presentó de improviso en una de ellas, y al no encontrar comida prevenida, ordenó que en lo sucesivo se sirviese a diario en todas partes, aunque él no estuviera.

Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna, pp 174

[5]Osuna siempre viajaba en tren especial, y es fama que algún día, que en el momento de llegar se olvidó algo, envió a su mayordomo, en otro tren análogo, a buscarlo. Cuando lo que ha perdido es alguna perla de la pechera, no se inclina a recogerla, y se la cede a quien la haya encontrado.

Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna, pp 175

[6]don Mariano envía magníficos abanicos antiguos a las señoras de la corte y del cuerpo diplomático rusos; regala a las damas maravillosas flores a diario, claveles de su tierra sevillana, orquídeas de Valencia y Niza…; asombra a los cosacos con fastuosas y opíparas fiestas, diciéndose -lo dicen Valera (1958) y el gran genealogista, contemporáneo suyo, Francisco Fernández de Bethencourt (1908)- que, en una de ellas, terminada la cena, el duque hace arrojar “sus vajillas de oro a las profundidades del río Neva, para asombro de sus convidados”.

Antonio Marichalar, 1930/1955,

[7]La raza estaba diseminada ya por Rusia; pero el Conde Orloff tenía los ejemplares mejores. Y el más preciado de ellos, favorito de la afición eslava y gloria de esta cuadra, se le antoja de súbito al Duque de Osuna. Su dueño no lo vende a ningún precio. Osuna puja. Orloff rechaza las ofertas; mas, en ausencia suya, cierra el trato la Condesa. A la vuelta del Conde, éste reclama su caballo. Mas ya no está en la cuadra. Pasó a la de Osuna, con el rojo collar de cascabel ceñido a la garganta de azabache. Orloff va a ver al Duque. Pretende deshacer la venta.

—Lo siento -dice Osuna-; el caballo está haciendo servicios.

Y se lo muestra allí, enganchado a una noria, con la cola y las crines cercenadas”.

Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna, pp 207

[8] “Un día, estando allí ya Osuna, se habla de un zorro azul recién aparecido en una remota comarca siberiana. Era difícil darle alcance. Pocos, los de su especie llamaban la atención por su finísima, como rara pelambre. El Zar quiere lograr los ejemplares que haya, y envía una costosa expedición con los más avezados cazadores. Pasa el tiempo, y, tras no pocos esfuerzos, regresan con las pieles precisas para que el peletero de la casa imperial pueda confeccionar una pequeña taima. El Zar se la regala a la Zarina. Y en tanto se celebra en la corte la pelerina única con que abriga sus hombros la linda Emperatriz enfebrecida, el Duque de Osuna ha enviado, a su costa, otra análoga expedición a Siberia, y tan pronto como regresa, manda que con las pieles conseguidas hagan a su cochero y su lacayo sendas pellizas”.

Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna, pp 199

  • sep 10, 2021 Asociación Fusiliers-Casseurs Madrid

    Muchas gracias !

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