Introducción

Desde la Antiguedad, el mundo de la joyería siempre ha estado ligado a las personalidades con un determinado status. Roma no iba a ser menos. Aunque de modo más acentuado en la élite, los romanos conocieron el lujo a través del vestido, el perfume, los alimentos y, por supuesto, la joyería.

Actualmente, podemos obtener información sobre la joyería romana de yacimientos como Pompeya, especialmente si buscamos información del mundo del adorno personal en el siglo I d.C. A partir de la segunda y tercera centurias obtenemos más información en las Islas Británicas y, a partir del siglo IV, las regiones de Algeria y Asia Menor nos ofrecen más restos. Por supuesto, no obtenemos información únicamente de la arqueología, sino también de fuentes como el arte: la pintura y la escultura también nos ayudan a conocer más este mundo.

En el caso de Roma es difícil delimitar el campo de la joyería, ya que no solamente abarca los objetos de adorno personal. Otros enseres fabricados con metales y piedras preciosas se insertan en el mundo de la joyería como bandejas, espejos e incluso las monedas, tal y como veremos a continuación.

Aunque el lujo era algo que rodeaba a hombres y mujeres, había ciertas diferencias en la manera de considerarlo. Los hombres lo introducían en su vida general, como por ejemplo en la decoración de sus casas, mientras que las mujeres eran las que llevaban adornos personales, con la excepción del anillo en el caso masculino.

Las matronas romanas iniciaban el día con su aseo y vestido. Tras peinarse y maquillarse comenzaban a colocarse la enorme cantidad de joyas con las que contaban: diademas, pendientes, brazaletes, collares, etc. Esta debilidad fue sancionada en su momento por la promulgación de la Lex Oppia, en el contexto de la II Guerra Púnica, ya que se prohibió llevar cierta cantidad de joyas, entre otras cosas.

Materiales

Los romanos relacionaban materiales como las piedras preciosas con propiedades curativas, pero hablar de todo ello sería demasiado extenso, por lo que pasaremos a hacer un resumen de los materiales usados más frecuentemente.

Oro

El oro era un material muy apreciado en la Antigüedad, no solo por los romanos. El valor que tenía este material hace que los objetos creados con el mismo se hereden, reutilicen, etc. Las principales fuentes de extracción del material fueron los Balcanes, la actual Austria, Hispania, Britania y Egipto.

En principio, Roma tenía reservado el oro para premiar la virtus militar y en general, los adornos del resto de la población eran de hierro. Sin embargo, con el tiempo se producen cambios y la existencia de una mayor cantidad de oro hace que las joyas se empiecen a fabricar con este material.

Plata

Fue un material muy apreciado pero debido a sus características no es fácil hallar restos actualmente. Por este motivo, se cree que las escasas evidencias no se deben a un uso de menor producción sino a la dificultad de su conservación. Las principales fuentes de extracción se encontraban en Hispania, Sardinia y sobre todo Asia Menor.

Perlas

Estaban extraordinariamente consideradas y su demanda era muy alta. Tenían tras de sí toda una “industria” para su explotación: desde su recolección hasta la venta en las ciudades, pasando por las distintas redes de comercio. Sus artesanos, los margaritarii, se dedicaban en exclusiva a su trabajo.

Piedras preciosas

Como ya hemos anunciado, además de sus propiedades decorativas las piedras eran utilizadas y apreciadas por sus propiedades mágicas. En el mundo romano las más empleadas fueron los diamantes, zafiros, topacios, aguamarinas, esmeraldas, ágatas, etc. Era muy habitual que las piedras se tallasen y, de hecho, la glíptica manual alcanzó su mayor desarrollo en Roma.

Retrato de Ammonius, Museo del LouvreRetrato de Ammonius, Museo del Louvre

Joyería masculina

Como ya hemos adelantado, la joya romana que llevaban los hombres era el anillo, el cual reflejaba la clase social y el nivel económico del portador.

Era una costumbre heredada del mundo etrusco el que los patricios ricos llevaran en la mano derecha una sortija de hierro.  Durante la República, los anillos de oro se reservaban para ciertas personalidades y magistraturas. Por ejemplo, los enviados al extranjero en una embajada llevaban un anillo de oro como muestra de su dignidad. Los nobles con puestos oficiales y sus descendientes masculinos tenían el privilegio de lucir el annulus aureus desde el 321 a.C. y los caballeros (equites) desde el 216 a.C.

En tiempos de la III Guerra Púnica los tribunos militares tenían ya el derecho a llevarlo. Augusto se lo concedió, según Dión Casio, al médico que consiguió curarle y Tiberio lo concedió a los ciudadanos libres y poseedores de 400.000 sestercios.

El emperador Septimio Severo, en el año 197 d.C., permitió a todos los soldados llevar anillos de oro con lo que dejó de ser un signo de mérito social. A finales del Imperio todos los ciudadanos libres podían llevar un anillo de oro, los libertos uno de plata y los esclavos uno de hierro.

La función que cumplía el anillo era, principalmente, la de sello para firmar documentos oficiales y privados. Pero también hay testimonios de su uso como recipiente de veneno para quitarse la vida u oportunamente quitar la ajena, tal y como recoge Plinio en su Historia Natural. También nos cuenta Plinio que en el siglo I a.C. no era usual llevar más de un anillo: “Al principio era costumbre llevar anillos en el cuarto dedo solamente; después el dedo pequeño y el segundo también estaban ocupados por ellos, sólo el dedo del centro quedaba libre. Algunas personas se ponían todos los anillos en el dedo más pequeño; otras sólo ponían un anillo en él para distinguir que lo usaban para sellar.”

Para guardar los anillos usaban unos cofres llamados dactyliothecae. Los ricos incluso tenían juegos de anillos según la estación del año. Existían dactyliothecae públicos y privados en Roma, donde se exhibían los camafeos traídos a casa procedentes de guerras extranjeras.

El gusto por los anillos adornados con gemas y camafeos fue muy común en Roma y en su creación se emplearon inmensas fortunas. Tanto hombres como mujeres cubrían sus dedos con anillos de esta clase, tanto para adornar como para sellar.

Tal como hoy, el anillo también era un obsequio entre enamorados como bien relata Ovidio en su obra “Amores”.

Joyería femenina

Las mujeres romanas no llevaban solamente las joyas fabricadas por los artesanos romanos sino que muchas veces provenían de intercambios con otras ciudades y de ventas.

Este grupo de joyas las podemos dividir de la siguiente manera.

Pendientes

Eran muy populares y de muchas formas. Por ejemplo, los aros o barras con objetos colgando, como gotas y lágrimas. Debido a la influencia egipcia se veían pendientes con motivos animales y humanos, incluyendo pequeños bustos de sus cabezas en los pendientes que usaban las mujeres.

Monedas

Eran empleadas como colgantes, ser parte de los pendientes, como una pieza de anillo, fibulas y más. Las monedas eran escogidas dependiendo del valor para su portadora, ya que por el tipo de moneda y su uso la joya tomaba más importancia e indudablemente marcaban su estatus e índole social.

Diademas

En la Antigua Roma las diademas no eran un accesorio vital, por lo que se usaban muy poco, quizás en ceremonias especiales y por los emperadores. Solían estar hechas de oro, algunas tenían motivos florares y con técnicas de grabado.

Brazaletes

Existió una gran variedad de brazaletes, entre ellos eran populares los de motivos animales, con cabezas en los extremos y la famosa serpiente enroscada que simboliza la inmortalidad. Otros brazaletes teníam nudos de Hércules (formados por dos cuerdas entrelazadas) y diferentes piedras preciosas incrustadas en discos.

Collares

Eran decorados con piedras preciosas, como la esmeralda, muy apreciada por su intenso color, y podían estar decorados por toda la pieza o solo una parte de ella. También variaban la cantidad de colgantes en cada collar y la cadena presentaba muchas veces los nudos de Hércules.

Horquillas

Las romanas querían estar adornadas desde la punta de la cabeza hasta los pies, por ello utilizaban excéntricos adornos para el cabello como horquillas hechas de piedras preciosas, oro, plata o bronce con motivos florales o humanos.

Bulla de oro, Museo Thornvaldsen, Dinamarca

Bulla de oro, Museo Thornvaldsen, Dinamarca

Joyería infantil. Las bullae

Transcurridos 8 días para las niñas y nueve para los niños, al recién nacido se le imponía un nombre y se le colgaba al cuello una pequeña cápsula de metal, cóncava, en forma redonda, de corazón o de luna creciente respectivamente, en cuyo interior había alguna sustancia considerada portadora de virtudes mágicas para ahuyentar el mal de ojo y evitar la envidia.

Es atribuida a la bulla un origen etrusco por personalidades como Plutarco que se hace eco de una leyenda en la que la valentía de Tarquinio le valió de su padre una bulla de oro como distinción honorífica. Plinio también remonta el origen a Tarquinio Prisco.

Inicialmente la bulla era privilegio de los jóvenes patricios cuyos padres hubieran sido magistrados con distinción curul. Sólo después de la II Guerra Púnica se permitió su uso a todos los recién nacidos de origen libre. La bulla era el primer regalo de un padre hacia su hijo y éste la llevaría consigo hasta que cumpliera los 17 años.

Habitualmente era metálica: de oro, la de los hijos, de los patricios; de plata, cobre o bronce, e incluso a veces de cuero, la de los hijos de los plebeyos o de libertos. La gente muy humilde se limitaba a llevar por bulla un nudo en el cinturón.

Conclusión

Aunque la joyería en el mundo romano estuvo influenciada por el arte de otros países como Egipto y, por tanto, no destacó mucho en el mundo antiguo, los romanos fueron los que más apreciaron la joyería y todo lo relacionado con el oficio. Los orfebres dejaron de ser anónimos, algunos alcanzaron gran fama, y sus productos se tornaron esenciales para mostrar la categoría social de los individuos en la grandiosa historia de Roma.

Bibliografía

Imagen de cabecera: Mosaico con retrato femenino, Museo Arqueológico de Nápoles.

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