El ejército romano siempre se basó en la primacía de la infantería pesada sobre el resto de las unidades de combate, a las que otorgaba un papel secundario y menor. De esta forma, la caballería romana siempre estuvo por detrás en la escala de importancia que los romanos otorgaban a las distintas unidades militares. Sin embargo con el devenir de los tiempos la importancia de las unidades de caballería iría cobrando cada vez más importancia anticipando de forma clara la supremacía que tendrá éste tipo de unidades sobre la infantería en la Antigüedad Tardía y, sobre todo, en la Edad Media. Pero no adelantemos más acontecimientos y comencemos por el principio.

Las primeras referencias que tenemos a la caballería romana las encontramos en Polibio quien nos describe cómo serían las unidades de caballería romana en el siglo III a.C. Sorprende que el autor de origen griego nos describa unas unidades temerarias, que acudían al combate sin apenas protecciones más allá de un escudo redondo, fabricado en cuero endurecido y con forma de ombligo a las que se refiere como Popanum, una torta utilizada en los sacrificios. Sin embargo algunas evidencias sugieren que podría portar un casco griego, de tipo beocio, ajustado al gusto de la Magna Grecia. Como armas de ataque portaría una espada del estilo Xiphos así como una jabalina que Polibio califica de ineficaz por ser demasiado delgada y frágil.

Con este equipo se induce la idea de unas unidades que primaban la velocidad y agilidad frente a la fuerza de choque. Siguiendo con Polibio, el autor griego nos describe la forma de combatir de los jinetes romanos como "temeraria", pues frente a las formaciones dinámicas que ya utilizaban las caballerías helenísticas, los romanos optaron por formaciones estáticas, luchando indistintamente tanto a pie como sobre sus monturas. De esta forma parece que las unidades de caballería de la República Media utilizaban el caballo para desplazarse a la zona de combate y, una vez en contacto con el enemigo, descabalgar y luchar a pie. Posiblemente el caballo se mantendría en las cercanías para que, en caso necesario, el jinete volviese a montar y marcharse del lugar.

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Caballeria romana siglos III-II a.C. Autor Giuseppe Rava

Como en muchos otros aspectos del mundo romano será la II Guerra Púnica la que marque un antes y después en las unidades de caballería romana. A finales del siglo III y, sobre todo, a comienzos del siglo II a.C. los romanos comenzarán a adoptar los modelos griegos de uso de la caballería. De este modo comienza a usar cota de malla (lorica hamata) lo cual sugiere que, frente a la costumbre anterior de bajar y subir del caballo con cierta liberalidad, ahora se mantendrá generalmente sobre la montura. Además adoptará un escudo redondo resistente, dotado con nervio central, tal como aparecen en varias acuñaciones de la época o en el monumento a la victoria de Emilio Paulo sobre el rey Perseo de Macedonia erigido en Delfos. En el mismo monumento también puede observarse que el caballero romano ya se ha hecho con una lanza de buena fabricación y que, frente a la utilizada en la centuria anterior, no estaba concebida para ser lanzada. La utilización de este tipo de lanza (lancea) afianza la idea antes indicada de que el jinete romano dejó de bajarse del caballo para combatir. Por último, y no menos importante, igual que hizo el infante romano, los jinetes comenzarán a portar los gladius hispaniensis, abandonando las espadas de inspiración griega de la centuria anterior.

Sin embargo aún existía un gran problema en la caballería: el manejo de la montura era bastante rudimentario. Sobre el animal se ponía, todo lo más, un simple lienzo, lo cual hacía que mantenerse sobre el caballo un ejercicio de gran pericia y destreza. No será hasta finales del siglo II a.C. y durante el siglo I a.C. cuando los romanos adopten la silla de cuatro cuernos de los pueblos celtas, el corniculum. Con este elemento, que se sujeta al caballo, el jinete puede usar las piernas para manejar la montura de forma más fácil y, sobre todo, dejar las manos libres para otras tareas. De esta manera la caballería romana comenzará un fuerte desarrollo dirigido a convertirse en una unidad con mayor peso dentro del ejército aunque seguirá durante centurias por debajo en importancia de las unidades de infantería pesada.

De este modo durante el primer siglo de nuestra era ya podemos observar lo que con anterioridad podíamos rastrear no sin alguna dificultad: la aparición de tipos de caballería claramente diferente. Ya podemos hablar con propiedad de una búsqueda por parte de los romanos de unidades de caballería de distintas características, como el reconocimiento y el hostigamiento, y otras unidades más pesadas. Pero en el siglo I observamos fundamentalmente el desarrollo de las exhibiciones de las unidades de caballería: la llamada Hyppika Gymnasia. De este forma indirecta, podemos constatar la mejora en el manejo de las monturas que ya destacaba en la centuria anterior. Estas prácticas de exhibición, que tendrán su correspondencia en el campo de batalla, provocaron el desarrollo de elementos propios de la caballería que los hará diferenciarse de forma clara de las unidades de infantería.

Auxiliar de caballería romano, siglo I DC.

Auxiliar de caballería romano, siglo I DC. Autor Pablo Outeiral

Posiblemente el elemento más diferenciador de la caballería será el casco. Durante el siglo I d.C. asistimos al desarrollo de cascos ricamente decorados, con amplias carrilleras que, como clara diferencia con los cascos de infantería, tenderán a tapar las orejas del jinete. De esta manera, los cascos de los jinetes evolucionarán independientemente del resto de cascos de otras unidades. En muchos casos los artesanos decorarán el casco de los jinetes con pelo natural como evidencian los restos de material orgánico hallado en cascos excavados en Nijmegen o en Xanten. Otro elemento que aparecerá en muchos casos serán el uso de máscaras, ancladas mediante bisagras a la parte frontal de la calota. Los expertos apuntaron su uso exclusivo en las prácticas de exhibición pero el hallazgo de una de estas máscaras en los restos de la batalla de Teutoburgo ha llevado a plantear que también pudo usarse en combate.

Sobre los elementos ofensivos, durante el siglo I se puede documentar que la caballería comienza a usar las llamadas spathae, espadas de mayor longitud que el famoso gladius de la infantería. Estas spathae son consideradas una derivación de las armas celtas y su mayor longitud denota su uso para ser utilizadas encima de la montura, contra infantería. Sin embargo entre los elementos ofensivos destacará, según el testimonio de Flavio Josefo, que ciertas unidades de caballería estaban equipadas con lanzas y transportaban jabalinas en una especia de carcaj. Es más, en algunos relieves funerarios de miembros de caballería se puede observar en un segundo plano a calones transportando dardos de repuesto. Esta diversidad de armamento, por un lado la lanza, por otro la spathae y, por último, las jabalinas nos hablan de la diversidad de unidades de caballería que ya en el siglo I de nuestra era podemos documentar. Unidades de choque – caballería pesada – y unidades de hostigamiento y persecución – caballería ligera – mostrando un panorama más complejo que el de siglos atrás.

Será en época de Trajano cuando podamos estar seguros de que algunas unidades de caballería portaba un contus, una lanza larga que debía manejarse a dos manos. De este arma derivará su nombre, los contari. Esta unidad tiene su origen en la caballería de origen sármata y no portarían escudo. Y es que en el siglo II los romanos seguirían desarrollando sus unidades de caballería y es en este siglo cuando aparece la caballería catafracta romana, de origen partosasánida. Esta unidades son bastante conocidas y populares, montura y jinete van completamente acorazados. Sin embargo, pronto los romanos entendieron que estas unidades tenían un sutil punto débil: su limitada duración operativa en un combate, bien por la fatiga del caballo (debido al peso que soporta la montura), bien – y no menos importante – por las temperaturas que caballo y jinete llegan a sufrir como consecuencia de esas protecciones.

Catafractos romanos por Christa Hook

Catafractos romanos, autor Christa Hook

Sin embargo, lo más destacado en el siglo II – aparte del desarrollo de las técnicas de combate de la caballería – es precisamente ver cómo las diferentes unidades, tanto ligeras como pesadas, siguen ganando progresiva importancia en el campo de batalla. Siguen siendo unidades auxiliares, pero su preparación y equipos nada tienen que envidiar a los siempre predilectos legionarios romanos, sobre cuyos hombros seguirá recayendo el peso de los enfrentamientos. Este desarrollo llevará a una mayor semejanza de los cascos de caballería de finales del siglo II y, sobre todo, del siglo III con los de la infantería. Durante el siglo III es ya difícil diferenciar entre cascos de uno y otro arma.

Con las profundas reformas del ejército de finales del siglo III d.C., encontramos un nuevo aumento en la importancia de las unidades de caballería. La división del ejército entre los limitanei y riparensis – algo así como un ejercito de vigilancia – y los comitantesis – ejército defensivo que se mantenía en retaguardia presto a desplazarse donde fuera necesario –, así como los domestici equites de la Guardia Imperial hace que las unidades de caballería, con mayor capacidad de movimientos, tengan una importancia crucial en el éxito de la reforma. Es precisamente en estas innovaciones donde encontramos una unidad llamada Cunei (Cuña), posiblemente en referencia a su forma de combatir.

Sin embargo, lo más importante de estas reformas, como ya hemos ido viendo, es que en el siglo IV d.C. el peso de la caballería es equiparable ya al de la infantería. La dependencia y confianza que los diferentes comandantes romanos tienen en las unidades de caballería, principalmente catafracti y clibanarii para conseguir la victoria, es ahora enorme. De esta forma, se apunta lo que será la caballería en la Edad Media y el mayor peso específico de estas unidades frente a la infantería. Como cambios en el armamento sólo podemos hablar de una clara “barbarización” como estaba pasando en el resto del ejército romano. De hecho un relieve del siglo IV hallado en Gamzigrad (Serbia) representa a un jinete portando un hacha como arma principal.

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