El alistamiento de legionarios y auxiliares en el ejército romano desempeñó un papel fundamental en la construcción y expansión de Roma. Las legiones fueron no solo un instrumento de conquista de nuevos territorios, también se convirtieron en una herramienta perfecta de romanización, de asimilación e integración cultural en los territorios que, la República primero y el Imperio después, fueron incorporando a su dominio directo.

Nuevos reclutas. Ilustrador Adam Hook

A lo largo de los siglos, este sistema de reclutamiento evolucionó de una manera paralela a la sociedad romana, reflejando sus valores y necesidades. Vamos a tratar de ofrecer una visión general de la historia y la evolución del reclutamiento tanto en las legiones romanas como en las unidades auxiliares y cuerpos especiales como pretorianos, la armada, vigiles, etc.

El reclutamiento en la Roma republicana. La forja del ejercito ciudadano.

El primer dato deja constancia de algún tipo de pago a los soldados romanos data de finales del siglo V a.C, y fue algo excepcional que no sentó precedente. Durante el periodo republicano, todos los ciudadanos, cada uno en función de su riqueza, acudían temporalmente a cumplir con su obligación de prestar servicio militar, cuando el Estado así lo requería. La edad militar era muy amplia ya que comprendía a todos los ciudadanos que pudieran costearse su equipo entre los 17 y los 46 años. En ocasiones les correspondía una parte del botín que podían vender y disfrutar a su vuelta, aunque en otras, acabada la campaña, el romano volvía a sus quehaceres cotidianos sin más recompensa que la satisfacción del deber cumplido.

Gracias al historiador y soldado Polibio, conocemos al detalle la organización del reclutamiento de las legiones consulares a mediados del siglo II a.C. Cuando se decidía la necesidad de decretar el reclutamiento de un ejército, se celebraba un sorteo que decidía el orden en el que las 35 tribus romanas acudirían al alistamiento de tropas.

Se formaban cuatro legiones que se repartían entre los dos cónsules que contaban con 14 tribunos militares. A continuación se iniciaba un cuidadoso ritual en el que se hacía avanzar hasta los oficiales de cada legión a los futuros legionarios en grupos de 4 ciudadanos. Cada oficial, por orden elegía al ciudadano que le parecía para su legión hasta que se llegaba al número preciso para cada legión que en aquella época era de 4.200 por legión, aunque en circunstancias extraordinarias estaba permitido ampliar esa cifra a 5.000 legionarios. A ese número se sumaban 300 soldados de caballería, escogidos entre los ciudadanos más acaudalados. Por último todos ellos realizaban el juramento de obediencia. A esta cantidad de legiones había que añadir una cantidad similar de infantería y el triple de caballería procedente de las ciudades aliadas de Roma.

Una vez realizado el juramento se dejaba marchar a los ciudadanos-soldados y se les emplazaba a presentarse de nuevo en un día claramente establecido. En esa nueva fecha se les encuadraba en una de las cuatro clases en función de sus propiedades. Los mayores eran encuadrados como uno de los 600 triari, a continuación estaban los que se encontraban en la “flor de la vida” los princeps  en una cantidad de 1.200 soldados equipados con una espada hispana, lanza para estocar, un escudo de bronce y grebas. Por debajo de ellos estaban los hastati, que eran otros 1.200 soldados equipados como los princeps pero con protecciones más ligeras y venablos para lanzar en vez  de estocar. Los restantes 1.200 eran los velites, los más jóvenes, los que menos tenían. A ellos se les asignaba hostigamiento del enemigo, en especial al principio de la batalla. No contaban con protecciones, a parte de un pequeño escudo, lanzas y una espada. Su principal función era dañar al enemigo con una lluvia de jabalinas al inicio de la batalla para luego replegarse entre sus compañeros antes del choque con el enemigo. En la práctica, debido a múltiples factores como la economía, epidemias, etc podían variar tanto el número de soldados como la calidad del armamento de cada clase de soldado.

Los cuatro tipos de legionarios romanos en época republicana. Il de J.Redondo

Hastati, príncipes y triarii se dividían en diez manípulos con dos centuriones y dos optiones cada uno que estaban a las órdenes de los dos centuriones del manípulo. Los centuriones de cada manípulo elegían de entre los hombres más valientes a su mando a dos signiferi encargados de llevar los estandartes en batalla, guiar a las tropas y servir de referencia en caso de repliegue o retirada.

Los 300 soldados de caballería se organizaban en 10 escuadrones llamados turmae. Cada una de ellas contaba con tres decuriones, uno de los cuales mandaba sobre el resto, y tres optiones.

Legión Manipular Romana (Wikimedia Commons)

Cuando por fin, todos los soldados estaban equipados y encuadrados en sus unidades, se les volvía a citar otro día y en otro lugar junto a las tropas de los aliados (socii). Ahora sí, los dos cónsules podían organizar y planificar la campaña.

Mientras las campañas sean tan solo por unos meses, generalmente de verano y contra vecinos cercanos, este modelo de ejército proporcionará a Roma muchas satisfacciones. Sin embargo a lo largo del siglo II este sistema de alistamiento se manifestará inviable y provocará graves tensiones sociales que llevarán a la República al borde del abismo. Los legionarios ahora ya no emprenden campañas contra sus vecinos. Ahora se trata de guerras de varios años que se desarrollan en tierras lejanas y que obligan a los ciudadanos a abandonar sus propiedades y negocios. Cuando finalmente estos soldados retornan a su hogar, a sus tierras o a sus negocios los encuentran arruinados por la falta de atención. Se ven obligados a malvender sus propiedades a senadores y aristócratas que se convierten en los grandes beneficiados de este sistema.

Mientras el pueblo se empobrecía por defender a la República, las clases más adineradas acumulaban grandes fortunas a su costa. El modelo de alistamiento de ciudadanos libres que cumplían con un deber sin compensación tenía los días contados.

El legionario profesional. Las reformas de Cayo Mario.

La base de alistamiento de las legiones romanas, basada en la riqueza de sus ciudadanos, se iba reduciendo progresivamente a medida que el pueblo se empobrecía. Tras el fracaso de los intentos reformadores de los hermanos Graco, entre el 133 y el 123a. C, la situación se hizo insostenible. Roma estaba enfrascada en una durísima campaña en Numidia. El sistema tradicional de alistamiento era insuficiente para conseguir las tropas necesarias. Todo ello impulsó al cónsul Cayo Mario (157-86 a.C), a reclutar legionarios voluntarios entre los ciudadanos más desfavorecidos, entre los ignorados por el sistema de leva tradicional.

Mario, vencedor de los cimbros, Francesco Saverio Altamura, 1863(W. Commons)

Además de compensarles con una paga, de la que se iba descontando el importe del equipo que ahora proporcionaba el Estado, se les ofrecía un futuro, la posibilidad de una vida mejor, incluso de un licenciamiento honroso con subsidios de jubilación y tierras, tras el fin del periodo de servicio comprometido.

Fue un cambio conceptual enorme. En cierta manera podemos afirmar que estamos ante un cambio de paradigma en la historia de Roma, ya que ahora el legionario dejará de ser fiel a la República, a un Estado que, en muchas ocasiones tras su licenciamiento, se va a resistir a darles lo que les corresponde. El soldado ahora será leal a su general, ya  que le  ha sacado de la miseria y le garantiza un futuro digno a cambio de su fidelidad. El resultado va a ser casi un siglo de guerras civiles intermitentes entre los grandes militares republicanos (César, Pompeyo, Sila, Mario, etc).

Otra consecuencia profunda que implicarán las reformas marianas será la normalización de los equipos. Ahora todos los legionarios llevan el mismo armamento, desapareciendo las desigualdades de riqueza entre ellos. Esto aglutina a las unidades que ahora se convierten en permanentes, dejándose de reclutar legiones ex profeso que, acabada la campaña en cuestión, se licenciaban. Ahora la legión adquiere una existencia real y una entidad jurídica diferenciada, con sus oficiales y legionarios encuadrados de una manera permanente en sus filas.

Un futuro brillante espera a las legiones de Roma y al Imperio, aunque para eso aún harán falta algunos ajustes que llegarán, como muchos otros, de la mano del gran planificador del Imperio romano: Augusto.

Los ajustes de Augusto. Reconstrucción y fortalecimiento del ejército romano en época imperial.

Tras décadas de conflictos civiles y guerras en el período anterior a su ascenso al poder, Augusto se percató de la importancia de contar con un ejército sólido y disciplinado para mantener la estabilidad y la expansión territorial del Imperio que comenzaba a organizar.

Augusto asignó a cada legión una zona de responsabilidad definida. Esta medida permitió una mejor administración y supervisión de las tropas, así como una mayor capacidad de respuesta ante las amenazas externas. Tras la victoria de las legiones de Octaviano sobre las de Marco Antonio en Actium (en septiembre del 31 a.C), se impuso la reducción de efectivos a la mitad, ya que no era viable mantener a más de 500.000 soldados. Redujo el número de legiones existentes en territorio romano, al desmovilizar algunas y fusionar otras. Consiguiendo Roma disponer de un ejército más cohesionado y adaptable.

Mapa del imperio romano en tiempos de Augusto(Wikimedia Commons)

Augusto promovió reforzó y sistematizó el modelo de un servicio militar voluntario (voluntarii) y prolongado, lo que permitió formar una fuerza de soldados profesionales altamente efectivos. Estos soldados recibieron un salario y adquirieron un fuerte sentido de pertenencia y lealtad hacia su persona. Los hombres se alistaban atraídos por la paga, bonificaciones económicas en forma de monedas otorgadas por el emperador en su ascensión al trono, en su aniversario, etc, además de las buenas expectativas de futuro, de la seguridad que daba tener la comida y el alojamiento asegurado y el prestigio y los privilegios que implicaba ser legionario. A cambio de todas estas ventajas debían esforzarse en alcanzar la virtus et honor (coraje y honor) cualidades que llegaron a divinizarse y adorarse en templos como el de Pompeyo el Grande, en el complejo teatral que construyó en Roma.

La opinión sobre los reclutas, no era demasiado buena entre los más privilegiados. Tiberio pensaba que los que se alistaban por propia iniciativa solo eran:

“indigentes y vagabundos”

Según Tácito, los voluntarios de las legiones eran:

“Los necesitados, los sin hogar que adoptaban, por propia elección, la vida del soldado”.

Pero, ¿qué se necesitaba para ser legionario romano?

Roma te necesita pero ¿reúnes los requisitos?

A pesar de las permanentes necesidades de legionarios Roma apostaba por la calidad y establecía ciertos requisitos para poder ser alistado:

Cualquier ciudadano, que no fuera esclavo, adultero, condenado por los jueces, exiliado, etc y que estuviera entre los 17 y los 46 años podía ser candidato a legionario.

Los provinciales no ciudadanos debían contentarse con militar en las unidades auxiliares, en peores condiciones que los legionarios y conseguir tras el final de su servicio la codiciada ciudadanía.

Debía pasar un proceso de selección conocido como probatio que consistía básicamente era una entrevista personal que servía para asegurarse de que el recluta era quien decía ser y que sería capaz de aguantar físicamente el servicio en las legiones.

Se prefería a hombres con profesiones manuales, artesanales o a campesinos debido a su fortaleza, mejor carácter  y porque dentro de las legiones podían utilizar sus conocimientos en beneficio de la legión. Se rechazaba a candidatos con profesiones consideradas femeninas, como pajareros, pasteleros, tejedores, músicos, etc

También debía pasar un examen médico. Vegecio nos cuenta que la tradición exigía que los candidatos midieran más de 1,70 aunque debido a la escasez de reclutas siempre se podía flexibilizar estos criterios para no dejar fuera de las legiones a individuos capaces y robustos. El candidato debía ser fuerte con todos los dedos, si les faltaba el índice o el pulgar y se comprobaba que era una amputación intencionada para evitar un “dilectus o alistamiento forzoso, el castigo podía conllevar la muerte.

Probatio. Ilustración Ivon Le Gall.

Se comprobaba el intelecto del recluta que debía dominar el latín, ya que en esa lengua recibiría las órdenes de mando. El “tiro” o recluta no necesitaba un gran nivel de inteligencia, no se tenía demasiado en cuenta, bastaba con una capacidad mental suficiente para asimilar el entrenamiento y las órdenes que recibían. Dependiendo del destino, a veces era imprescindible saber leer, escribir y contar.

 La fortaleza física era un rasgo muy determinante a la hora de ser elegido como candidato. Nos han llegado noticias de varios soldados que destacaron por su fortaleza. Uno de ellos fue Vinio Valente, de época de Augusto. Se hizo famoso como forzudo. Se decía que era capaz de sostener en volandas una carreta de vino, mientras la descargaban o que podía detener un carro con una sola mano. Dos siglos después Maximino el Tracio, famoso por su fortaleza y altura, impresionó a Septimio Severo que lo nombró pretoriano. Maximino acabó siendo nombrado por los legionarios emperador, tras el motín que le costó la vida al último de los Severos.

Vegecio nos concreta algunas de las cualidades físicas más relevantes:

Por tanto, que el adolescente elegido para desempeñar una actividad marcial sea despierto y posea un cuello firme, amplio pecho, hombros musculosos, fuertes brazos y largos dedos; que sea de estomagó pequeño y nalgas finas, y de pies y piernas no hinchados por la grasa, si no firmes y musculosos.”

Discapacidades como las deficiencias visuales pueden eximir del servicio. Conservamos un documento que lo prueba del 52 d.C:

”Trifón, hijo de Dionisio(---)eximido por Cneo Verlio Capito(…)por ser corto de vista como consecuencia de una catarata. Examinado en Alejandría…..”

No conocemos que caso personal habría detrás, pero sabemos que Trajano, curiosamente, decretó que se pudieran aceptar hombres de un solo testículo

Si el joven recluta estaba casado se le consideraba automáticamente divorciado al alistarse. No será hasta el gobierno de Septimio Severo, en el 197, hasta cuando se permita a los legionarios romanos casarse legalmente.

La recomendación de una persona de elevada posición social que se responsabilizara del joven o de un antiguo veterano de la misma legión a la que se presentaba el candidato, podía abrir muchas puertas.

En cuanto a la procedencia de los reclutas evolucionó a lo largo de los siglos. En los primeros años del imperio procedían fundamentalmente de Hispania, Galia e Italia, aunque eso irá variando. Durante décadas cada legión reclutaba en una zona específica, por ejemplo la VII Gemina y la VII Claudia Pia Fidelis alistaban a sus nuevos reclutas en el este de Hispania, aunque con el paso de los siglos y los continuos desplazamientos que muchas legiones sufrieron, esto cambió, alistándose en una misma unidad hombres de las más variadas procedencias. Ya en época de los antoninos las legiones se formaban con reclutas de todos los rincones del Imperio. Por un documento que ha llegado hasta nuestros tiempos sabemos que la Legio XXII Deitoriana, que sirvió en Egipto entre el 30 a.C y el 100 d.C, estaba integraba hombres procedentes de todas las provincias. De entre los 36 legionarios que menciona el documento 17 eran del centro de la actual Turquía, el resto de Siria, Chipre, Galia, Italia y el propio Egipto.

Aún así en momentos puntuales,  por ejemplo tras el desastre del bosque de Teutoburgo (septiembre del 9), hubo problemas para reponer las numerosas bajas y se recurrió a medidas extraordinarias como levas forzosas de lecti (obligatorios) y como no fueron suficientes se recurrió a reclutar masivamente a los libertos conocidos como vicarii o sustitutos para las legiones. Muchos de estos, para evitar el servicio en las legiones recurrieron a sus antiguos amos para que les hicieran pasar por esclavos ante los oficiales encargados del reclutamiento. Dormían en las habitaciones con los esclavos auténticos. Lo que fuera necesario con tal de no ser alistado. Se ordenó a los encargados del reclutamiento que se emplearan a fondo inspeccionando la mayoría de los barracones de siervos de Italia para detectar a aquellos libertos que tras sobornar a sus antiguos amos se hacían pasar por esclavos.

Todos estos requisitos se flexibilizaban en función de las circunstancias. Adriano tuvo que ordenar que se evitara alistar a individuos demasiado viejos o demasiado jóvenes. La peste antonina durante el gobierno de Marco Aurelio segó la vida de muchos legionarios y civiles- Hubo que recurrir al alistamiento de esclavos, bandidos dálmatas, a los “diomitiae” una especie de policía militarizada que servía en las ciudades griegas, a gladiadores, etc para sustituir a los miles de legionarios fallecidos en las campañas contra los germanos y por la epidemia.

Un caso especial se daba cuando las legiones se creaban de cero. A los problemas derivados de alistar a tantos miles de jóvenes a la vez, se añadía el hecho de que transcurridos 20 o 25 años, los legionarios que habían sobrevivido al servicio se licenciaban también en masa, debiéndose de nuevo organizar un alistamiento de grandes dimensiones para cubrir el hueco dejado por los veteranos.

En cuanto a los reemplazos y, en contra de lo que sería lógico pensar, no parece que se produjeran con regularidad. Tan solo hay testimonio en Tácito del envío de reemplazos para las legiones en los años 54 d.C y en el 61 d.C. Los historiadores aún desconociendo la regularidad de estos envíos de nuevos tirones, concuerdan en la creencia de que no se hacían frecuentemente y que eso provocaba que las legiones funcionaran con un número bastante inferior de efectivos al establecido teóricamente.

Una vez superado el periodo de adiestramiento y hecho el juramento de fidelidad, el recluta recibía un signaculum (una medalla de metal en plomo o bronce) que lo identifica, dejaba de ser un simple civil y se convertía en legionario.

Signaculum (LaCasa del Recreador)

Quedaba bajo la jurisdicción militar y su nombre era identificado y registrado minuciosamente junto a las características físicas generales y también las más peculiares que les identificaran (cicatrices, lunares, verrugas, etc.). De esta manera se podía identificar al legionario en caso de fallecimiento, deserción, etc. Nos han llegado textos de estos registros como el papiro de Oxirinco 1022:

“Cayo Minucio Italo a Celsiano[….]seis reclutas a registrar. Nombres y marcas de identificación [….]M. Antonio Valens/22 años/ cicatriz en la parte derecha de la frente….”

Si bien la procedencia de los legionarios era muy variada, se observa en las inscripciones y en los documentos conservados que a medida que nos acercamos al siglo III van aumentando los jóvenes que en su lugar de procedencia indican “origo castrises decir, nacidos en el campamento legionario sobre todo en determinadas regiones como África, Tracia e Iliria. Empieza a recurrirse a los jóvenes de las regiones próximas a la frontera para formar las legiones encargadas de defenderlas, por ejemplo se recurre a gálatas y capadocios para defender Armenia de los persas.

Siempre se trató de reclutar a los legionarios entre los mejores de los humiliores, la capa superior romanizada de más antiguo de las ciudades, pero el Estado deberá acomodarse a las circunstancias ya que cada vez se hizo más difícil encontrar hombres y dinero para pagar unos salarios atractivos en un momento, pleno siglo III, en el que los bárbaros, aprovechando los conflictos internos de los romanos, se lanzan a las fronteras del Imperio tanto en el este como en el norte.

Aliados y protectores del Imperio. El reclutamiento de las unidades auxiliares.

Las unidades de auxiliares del ejército romano tenían un origen similar al de las legiones. Cuando se creaban de cero, se reclutaban en un territorio concreto, ya conquistado y sometido por las armas romanas. Normalmente sus nombres recordarán el lugar en el tuvieron su origen. Por ejemplo: Ala I Thracum, Cohors IIII Gallorum aunque otras veces hace referencia a su especialización: Alae I Contariorum (Ala Primera de Lanceros). A veces cuando la unidad tiene el nombre de dos lugares distintos, Ala Gallorum et Pannoniorum, significa que se ha producido una fusión entre los restos de dos unidades diferentes. Pasados los años, las bajas y licenciamientos se cubrían con hombres de otras zonas del Imperio, perdiendo estas unidades la identidad étnica que si tenían en origen. Con el tiempo se producirá cierta convergencia entre las unidades auxiliares y las legiones ya que las primeras reclutarán cada vez más a ciudadanos romanos y las legiones recurrirán gradualmente a jóvenes provenientes de medios cada vez más humildes.

Lo normal era que para evitar que estas unidades se convirtieran en el brazo armado de la resistencia local se les destinara a territorios lejanos de su lugar de origen, normalmente a las provincias fronterizas como Britania, Germania, Siria o Egipto, etc. En muchos casos los soldados auxiliares, tras el largo servicio no volvía a su lugar de origen, ya que había echado raíces (familia, negocios, amigos, etc) en el lugar de destino. En cuanto al lugar de procedencia, las unidades auxiliares fueron fundamentalmente reclutadas en Europa (78.1%). El resto lo hicieron en Asia (15%) y en África(6.5%). No obstante son cifras que evolucionan a lo largo de los siglos. Para las unidades de arqueros se prefieren a los orientales de Palmira o Siria, mientras que para las unidades de caballería se prefiere a los occidentales, fundamentalmente galos, germanos e hispanos.

Jinete auxiliar romano. Ilustración,  Pablo Outeiral

Las condiciones para servir en las unidades auxiliares eran bastante peores que las que se ofrecían a los legionarios romanos. El periodo de servicio era bastante más prolongado. En época de Augusto un auxiliar debía servir 25 años para obtener su licenciamiento y la ciudadanía romana. Un legionario romano para obtener su retiro solo necesitaba 20 años de servicio.

Algunas unidades de auxiliares vivían y luchaban junto a legiones concretas, otras, operaban independientemente en zonas lejanas como Mauritania donde paradójicamente, estos soldados no ciudadanos, representaban la única presencia militar romana. La paga, a pesar de la especialización de estas tropas, tampoco era igual a la de los legionarios. Cobraban solo un tercio de que recibía un legionario.

La Guardia pretoriana. El reclutamiento de la élite del ejército romano.

Las cohortes pretorianas constituían la flor y nata del ejército romano.

Soldado pretoriano Siglo II

Tras la llegada de Augusto al poder se producirán cambios importantes en el reclutamiento, no solo de las legiones, también de las cohortes pretorianas, fijándose  normas estrictas para su formación en torno al año 24 a.C. Contra toda lógica se optó por seleccionar candidatos civiles y no militares. La experiencia castrense se sustituiría por un excelente entrenamiento. Así será hasta las reforma de Septimio Severo (193-211).

Solo algunos cientos de los miles de voluntarios que se presentaban cada año a cubrir las vacantes conseguían un puesto en la Guardia Pretoriana.

Los requisitos para convertirse en pretoriano eran los siguientes:

Voluntariedad, imprescindible en un puesto destinado a proteger la vida del emperador.

Ciudadanía, ya que todo pretoriano debía ser ciudadano romano. A mayor antigüedad e importancia de la estirpe más posibilidades de conseguir el puesto.

Buen nivel social: la mayoría de los pretorianos provenían de clases adineradas. Tras las reformas de Severo, muchos se escandalizaron de la escasa educación y las toscas maneras de los nuevos legionarios.

La arqueología nos dice que el arco de edad era muy amplio entre los catorce y los treinta y dos años, aunque lo común era la misma edad que en las legiones en torno a los dieciocho o veinte años.

Un excelente forma física y un mínimo de 1.70 de altura que era considerada elevada en una época en la que la media para los hombres era de 1.65 y 1.55 para las mujeres.

Las recomendaciones no eran indispensables pero podían ayudar mucho.

El proceso era similar al de las legiones e incluía una probatio, un examen médico, etc. Los admitidos o probatus comenzaban un periodo de cuatro meses de adiestramiento hasta alcanzar el grado de tiro o recluta bajo la supervisión de un veterano que actuaba como tutor del recluta y le enseñaba todo lo necesario para desempeñar con eficacia su labor. Las plazas disponibles anualmente eran unas 300, al menos hasta finales del siglo II. Los miembros de la guardia urbana y de los vigiles podían acceder directamente al pretorio tras tres y siete años de servicio intachable respectivamente.

Hasta finales del siglo I, la península italiana proporcionaba el 90 por cien de los pretorianos. Y esa cifra solo disminuye un poco durante la época antonina.

Con Septimio Severo todo el sistema cambió. Ser pretoriano se convirtió en un premio para los militares más destacados. Debían haber servido un mínimo de cinco o seis años, la mayor parte ya no provenía de Italia, sino de provincias fronterizas, sobre todo del Danubio donde los continuos combates contra los bárbaros forjaban a los mejores legionarios.

Guardia Urbana, vigiles y las flotas

El reclutamiento de la guardia urbana era muy similar al realizado en el pretorio, proviniendo los integrantes de este cuerpo en su gran mayoría de Italia. No solo servían en Roma, también se conocen destacamentos en otras ciudades como Lyon y Cartago.

Si inicialmente el cuerpo de vigiles fue constituido por libertos, pronto estos fueron sustituidos por ciudadanos romanos atraídos por el sueldo y por servir en Roma. Sus integrantes son también italianos en su mayoría, aunque con algunos africanos y orientales.

En cuanto a los miembros de la Armada, ya desde época de Augusto se detectan en sus filas ciudadanos romanos. Hay que rechazar la ya desfasada tesis de Th. Mommsen que sostenía que hasta Domiciano la armada reclutaba solo a esclavos y libertos. Ya con la dinastía Flavia (69-96) los marinos poseían todos el tria nómina y a su licenciamiento se les otorgaba la ciudadanía romana. A partir de Adriano era necesario disfrutar del derecho latino para ingresar en la marina. Con la concesión de la ciudadanía en el 212 con Caracalla, los marineros accederán en conjunto a la ciudadanía romana. Según recientes estudios, los que procedían de la base de Miseno provenían mayoritariamente de Egipto, Asia, Tracia y Cerdeña. Los marinos de la base de Rávena eran de Siria, Egipto, Panonia y Dalmacia fundamentalmente.

Conclusión

El ejército romano y su sistema de reclutamiento de efectivos tuvieron un papel clave  en la construcción y expansión del Imperio romano. A lo largo de los siglos fue evolucionando paralelamente a la sociedad romana, reflejando sus valores y demandas.

 En la fase republicana, los ciudadanos deberán cumplir con el servicio militar de una manera temporal, mientras que en el Imperio, se introdujo el reclutamiento voluntario y prolongado. Las reformas de Cayo Mario permitieron reclutar a ciudadanos desfavorecidos, y Augusto fortaleció y sistematizó el alistamiento y servicio en el ejército romano. A lo largo de los años, los requisitos para ser legionario romano fueron adaptándose a las circunstancias, pero en general se valoró la fortaleza física, el dominio del latín y la ciudadanía romana.

En conclusión, el reclutamiento en las legiones romanas fue un elemento central en la historia de Roma, que se adaptó y evolucionó junto con la sociedad romana a lo largo de los siglos, haciendo posible el dominio romano sobre todas las orillas del Mare Nostrum.

Bibliografía

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