Recrear gladiadores. Infames gladiadores. No son héroes, pero atrevidos en la liza, descarados con la muerte, hijos de Némesis que acompañaron y entretuvieron al pueblo de Roma en su periodo republicano e imperial, tanto en la gran urbe como en las provincias. Hay algo inexplicable en ellos que nos atrae, ya sea por su juego al borde del inframundo, por su desprecio al riesgo, ya por el atractivo del aspecto musculado, embrutecido y cicatrizado en los combates.
Su fiel recreación histórica se ha convertido en todo un reto, no ya por la variedad de tipos de gladiadores, lo que lleva aparejado distintas panoplias y estilos de combate, también por el riesgo continuo de caer en la frivolidad.
En el caso de quien les escribe, al centramos en los inicios y mediados del siglo II d.C., fue necesario detectar los tipos de gladiadores más adecuados para el ámbito de estos siglos y descartar otros. También se discriminaron tipos por su complejidad, como el Équite, gladiador murmillo a caballo y por supuesto las venationes... fundamentalmente por falta de fieras salvajes...
Una vez tuvimos claro qué gladiadores queríamos recrear en nuestro comienzos fuimos estudiando las panoplias según se incorporaban nuevos asociados.
Panoplias y armamento
Es todo un mundo el de la interpretación de las iconografías de relieves, mosaicos y algunas pinturas. Identificar la panoplia de vestimenta y armamento es tarea delicada y variable según que autores. En nuestro pais hay algunos de los mayores expertos europeos en recreación de gladiadores. Sin embargo, la mayoría de los grupos consiguen unas pautas fundamentales para asegurar unos parámetros históricos sin atisbo de dudas.
Sean materiales naturales y contextualizados con la época, como la madera, el hierro, el latón, el cuero, etc., huyendo de elementos, materiales, colores y diseños fuera de cronología. Por motivos de seguridad, se utilizan a veces materiales que simulen a otros (como el aluminio emulando al hierro en las gladios) pero sin perder dimensiones y/o formas con el objeto de la correcta recreación. Algunas partes son sencillas de recrear de forma artesanal por parte del propio gladiador, como el subligaculum (calzón), los cinturones o las manicae acolchadas (fundas para la protección desde la mano hasta el hombro), otras no tanto como las grebas (protección de la pierna), el casco, tridentes, escudos, galerus, etcétera, que hay que adquirir en el mercado habitualmente. Es este sentido, si se decide costear algún elemento del equipo, hay que elegir proveedores que ofrezcan un buen servicio y un adecuado nivel histórico. En cualquier caso, es positivo contar con historiadores, arqueólogos y estudiosos/as que nos asesoren continuamente, aprobando o descartando los elementos elegidos.
En el inicio recreamos un murmillo, que usa casco, manica, escudo de teja, gladio y greba. Con él cometimos el primer error. Aunque sabemos que los gladiadores combatían descalzos, en la actualidad los combates se desarrollan en pavimentos o terreno natural en el que no es aconsejable luchar sin calzado. Siguiendo el ejemplo de los legionarios equipamos al murmillo con unas caligae claveteadas, con el consiguiente riesgo de herir al adversario al pisarlo. Actualmente, aunque preferimos combatir descalzos, en caso necesario nos calzamos con carbatinae para evitar accidentes.
Posteriormente, llegaron un retiarius, un thraex y dimanchaerus, un hoplomachus y finalmente otro murmillo. Cada aspirante llega con una preferencia, si bien es muy bueno equilibrar el grupo con gladiadores pesados y ligeros de forma que puedan emparejarse ligero-pesado o pesado-pesado para ser fieles a los espectáculos de la época, en los que se apreciaba el arte de la lucha. De cada uno que recreábamos con éxito aprendíamos para los siguientes, contando también con la inestimable ayuda e impulso de otras asociaciones gladiatorias más antiguas.
Los combates en la arena. La seguridad.
Es bueno para un gladiador novel aprender de sus mayores las normas básicas de combate, técnicas y comportamiento en la arena, si bien es licencia de cada gladiador pedir el ánimo del público para su propia gloria, siempre y cuando no se caiga en un espectáculo circense.
Como magister, insisto a mis gladiadores en tomar una actitud previa al combate (de cara al espectador) contrita, seria y ausente. No puedo evitar tener la empatía suficiente con los gladiadores de hace 2000 años para intentar reproducir sus miedos, angustias, nervios, impotencia y desolación. Aspectos que se extrapolaban una vez tenían la palma de la victoria, ofreciéndosela a Venus o a Némesis. El espectador debe tener la oportunidad de conocer cómo se desarrollaba el espectáculo gladiatorio, no sólo por el escenario favorecedor de un anfiteatro o teatro original, sino también por la recreación del gladiador en cuanto a su comportamiento e indumentaria.
Los gladiadores salen a la arena, completamente equipados, cabizbajos al principio, desafiantes con el público una vez nos situamos frente a él. Un moderno “speaker”, probablemente un magister, explica brevemente cómo se va a desarrollar la actividad, describiendo a cada gladiador, al summa rudis e instruyendo a los espectadores en el noble arte de la liza gladiatoria. También se desmontan tópicos erróneos y románticos asentados en la memoria de los espectadores, la mayoría aprendidos del cine, como por ejemplo el juicio del público con el pulgar, muy extendido por la industria de Hollywood.
Estamos convencidos de que para una correcta recreación es conveniente evitar en las luchas cualquier tipo de coreografía ensayada que resta veracidad al espectáculo. Tomamos como base para los combates los principios aprendidos de nuestros mayores en recreación gladiatoria. Los más destacados son:
- Igualdad de armamento. Si un gladiador pierde parte de su panoplia de combate, hay que restituirla para mantener la lucha equilibrada.
- Respetar, no atacar, al adversario que cae o tropieza.
- No atacar por la espalda.
- Combates a tres estocadas puntuadas por el summa rudis.
- Ningún gladiador canta una estocada, dejando este cometido al árbitro de la contienda.
- No golpear en zonas sensibles como el casco, el bajo vientre o los pies.
- Evitar hacer las tiradas o cualquier movimiento brusco en exceso que pueda lesionar al adversario. Para ello se entrena con asiduidad, sin menoscabar en ofrecer una escena “violenta” de cara al espectador, descartando la posibilidad de herir realmente sobre la arena.
Tenemos presente que el público quiere presenciar tanto al gladiador victorioso como al perdedor y su posible ejecución. Incidimos sobre la importancia de representar tanto el alzamiento de la palma como la caída inerte en la arena, ausentándonos de cualquier ansia excesiva de victoria para no caer en el desmejoramiento de la representación histórica. Llevamos la recreación hasta el punto de que el graderío opine sobre la futura suerte del infortunado, dejando la última decisión al editor (patrocinador de los juegos) que costeará la muerte del gladiador.
La mayoría de los grupos gladiatorios están muy implicados en conseguir un espectáculo histórico sin fisuras conseguido con altas cotas de prevención de riesgos. De este modo prevenimos accidentes con gladios de aluminio, de entre 3 y 5 mm de espesor, con los bordes no cortantes y puntas redondeadas. También recubrimos las puntas de los tridentes, añadimos barboquejos internos a los cascos así como su acolchado, etcétera.
Las estocadas durante el combate se procurarán sin contacto, para ello el summa rudis (árbitro de la contienda) estará atento a interpretar que las tiradas son válidas aún sin tocar directamente al gladiador, si bien es muy difícil para el combatiente evitar el contacto con la gladio.
Los emparejamientos los decidimos antes de la actividad, procurando hacerlos equilibrados como se ha comentado en párrafos anteriores. Si el tiempo y el público son favorables se harán combates conjuntos de grupo e igualmente equitativos, ligeros vs pesados.
Ignacio Rivero (Lúminus) es magister del grupo IVGVLA de la Asociación Vlpia Aelia.
Imágenes de Emilio Jose Jurado, Gladius de Itálica 2018, Asociaciones Vlpia Aelia y e Hispania Romana, teatro romano de Santiponce (Sevilla).
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