Hacia 1534 el Mar Mediterráneo era un mar inseguro con las naves corsarias berberiscas y otomanas por un lado amenazando las rutas comerciales, y, por otro, una agresiva política expansionista de Solimán con una influencia que llegaba ya al Norte de África.  Ambos factores se agravaron cuando ese mismo año, el corsario Barbarroja conquistó Túnez a los hafsíes, aliados de Carlos V.   Esta era ya una amenaza seria ante la cual contraatacó Carlos organizando una gran flota que no sólo buscaba ayudar a los hafsíes sino también, defender a la Cristiandad.

ANTECEDENTES

El Imperio Otomano al mando de Solimán el Magnifico, con sus deseos expansionistas en Europa, había conseguido poner cerco a la ciudad de Viena (1529) después de la muerte de Luis II, Rey de Hungría, que estaba casado con Maria, hermana del Emperador. Sin embargo, la victoria cristiana obtenida en Viena (1529) y años después en Güns (1532)[1] alejaron en el frente europeo-oriental la amenaza islámica, pero en el sur los ataques berberiscos y otomanos proseguían y habían arreciado tras la firma del acuerdo entre Francia y la Sublime Puerta que dejó las manos libres a Barbarroja para incrementar sus ataques, destacando campañas como la toma del Peñón de Argel, la batalla de Formentera (1526) y las razzias sobre Cerdeña y Mallorca.

Tras coronarse Carlos V por partida doble en Bolonia (Italia),y tras la muerte del duque de Sforza, señor del Milanesado, el Emperador Carlos V alcanza su máximo esplendor en la Europa cristiana.

En este momento, la Cristiandad y el Islam se disputaban el dominio del Mare Nostrum. El Mediterráneo occidental, era surcado por las naves cristianas en las diferentes rutas comerciales que enlazaban el Magreb y Europa y a éstas con América.

Jayr al- Din Barbarroja (Lesbos, hacia1470- Estambul, 1546). Arraez corsario con su hermano Aruch, conquista Argel en 1516. Realiza numerosas campañas contra la Cristiandad asolando las costas italianas y españolas, y en 1534 conquista Túnez. En tiempos de la conquista de Túnez era Gran almrante de la Flota Otomana.

Sin embargo, estos actos de piratería de Jayr al-Dín Barbarroja y otras flotas berberiscas supusieron una gran amenaza que hacía peligrar el libre comercio ya que saqueaba ciudades costeras y se llevaba al año miles de cautivos cristianos que eran esclavizados en las bases piratas de Argel, Fez, Trípoli o Túnez, ciudades que vieron cómo su capacidad militar, comercial y política aumentaba al acoger continuamente a renegados de origen europeo y moriscos que aportaban su conocimiento y experiencia.

Jayr al-Din Barbarroja era el segundo de cinco hermanos y en 1516 junto con su hermano Arúch había conquistado Argel, que se constituyó como una especie de ciudad estado corsaria bajo protección de Solimán. En Argel estableció desde 1526 a miles de moriscos valencianos y granadinos que buscaron refugio en su exilio y en ellos se apoyó para constituir sus flotas corsarias, soldadesca, comercio y funcionariado. En reconocimiento a su conquista de Argel y por las campañas realizadas, Solimán el Magnífico lo nombra almirante de su flota con lo que su poderío militar aumentó. En agosto de 1534, Barbarroja había conquistado Túnez, que estaba bajo el mando del hafsí Muley Hassan, aliado y vasallo del Rey de España.

LOS PREPARATIVOS DE UNA CAMPAÑA MILITAR

Ante esta amenaza comenzó a prepararse en varias ciudades costeras del Mediterráneo una flota de castigo contra Barbarroja y una de sus bases principales, Túnez, para “correr costas y caravanas” como se decía en la época, cuando se realizaban estas campañas contra los piratas berberiscos y sus flotas.

Como curiosidad señalar que la campaña fue sufragada enteramente con el oro que llegaba de las Indias proviniendo en su mayor parte del botín de oro reunido por Atahualpa, el emperador inca, y dado a Pizarro para su rescate, y otra, a partir de un impuesto hecho a los barcos a su llegada a puerto sobre los productos que llegaban desde América.

Carlos V en Barcelona. El joven jinete que le acompaña detrás con almete de penacho rojo y lanza, se cree que es su hijo, el futuro Felipe II.

La flota estaba encabezada por Carlos V y varios aliados europeos como el cuñado de Carlos V, Luis de Avis por Portugal que cedió la galera más grande de su tiempo, la “Botafogo”. Otras aportaciones europeas fueron: Andrea Doria por Génova y los nobles Berenguer de Requenses, Álvaro de Bazán y García Álvarez de Toledo.

Los Estados Pontificios, Flandes y la Orden de Malta también aportaron naves.

En total fueron: 74 galeras y fustas, 300 naves de vela, 20.000 infantes y 2.000 jinetes, componentes de los Tercios recién creados (un año antes, en 1534 por la Ordenanza de Génova), veteranos de Pavía y las “guerras de Italia”.

Carlos V se hizo construir una espléndida nave, una galera a cuatro remos, con una carroza ricamente decorada con un dosel hecho de terciopelo rojo y dorado y grandes banderas imperiales bordadas.

En España, parte de la flota se organizó en Barcelona. Allí, el Emperador celebró un alarde con la nobleza y soldados que irían a Túnez. Desfilaron todos en el Campo de la Marina acompañados por caballerizos, pajes y caballeros vestidos con sus libreas de colores y lanzas con banderines de tafetán rojo.  Carlos V presidió esta comitiva de caballeros.

Podemos ver a las naves llegadas ya a Túnez y bombardeando La Goleta, la fortaleza que guardaba la ciudad magrebí. A su lado, la Torre del Agua ya conquistada. Podemos ver un conjunto de naves de distinto tipo, de vela y de remo, A nuestra izquierda la nave portuguesa Botafogo, defendiéndose de una galera turca. En tierra podemos ver el grueso del ejército imperial.

Posteriormente, Carlos V zarpó desde la Ciudad Condal el 30 de mayo de 1535 arribando a Mahón, en Menorca, el 3 de junio. Por otro lado, otra flota partió desde Génova, y recorrió la costa de Italia hacia el sur recogiendo los navíos enviados por el Papa y desde Nápoles. Finalmente, las dos flotas se reunieron en Palermo (Sicilia).

Desde allí viajaron a Cagliari (Cerdeña)a donde llegaron el 14 de Junio, y donde recogieron a otra pequeña flotilla.

Ya en la costa tunecina, la flota aliada imperial capturó a dos naves francesas (por entonces, recordemos, Francia era enemiga de España y aliada de Solimán) que habían avisado a Jayr ad-Din Barbarroja de la llegada del ejército de Carlos V.

La primera escala los llevó al puerto tunecino de Farina, donde el cuartel general se aposentó, en tanto una pequeña formación naval doblaba el cabo de Cartago para explorar el campo de operaciones.

El Emperador desembarca en la costa tunecina

LA TOMA DEL BASTIÓN DE LA GOLETA

El avance hacia Túnez pasaba por la Fortaleza de la Goleta y la llamada Torre del Agua.

Pintura del Peinador de la Reina (La Alhambra de Granada), con una panorámica de la Golette (Goleta), que protegía la laguna de Túnez. En la lejanía vemos el Acueducto de Cartago. Podemos ver la posición de las naves, los primeros combates en la Goleta por mar y tierra contra los berberiscos y turcos.

La fortaleza de La Goleta, hoy La Goulette, era la llave que guardaba el acceso al puerto y la laguna de Túnez y el acceso a la ciudad de Túnez. La fortaleza se encontraba defendida por casi 300 cañones procedentes muchos de Francia (tal como descubrieron los imperiales por verse en ellos la flor de lis grabada) y más de 8.000 defensores musulmanes (6000 turcos y 2000 árabes, berberiscos y renegados y quizás algunos cientos de moriscos) comandados por el arráez corsario Sinán de Esmirna el Judío.

Artilleros moriscos y jinetes musulmanes que defienden Túnez. Los artilleros visten una mezcla de berberisco, morisco y turco, llevando el que tiene la mecha un bonete característico de influencia andalusí llamad qalansuwa. El jinete monta a la jineta con estribos cortos, lleva espuelas, montura de arzones cortos y estribos moriscos, al igual que su escudo una adarga, también de procedencia andaluza. Viste un burnus abierto y maneja hábilmente un rumh o lanza árabe

Los soldados imperiales sitiadores comenzaron a cavar trincheras y levantar defensas donde emplazar cañones y culebrinas y, aunque algunas incursiones turco-berberiscas trataron de detener el asedio, la caballería cristiana mandada por el marqués de Mondéjar las rechazó.

Tienda de Carlos V (hacia 1535). Aunque la tradición situaba en Granada el origen de esta pieza, teóricamente entregada como regalo a Carlos V para que la llevase a su campaña de Túnez, su origen real es indo portugués. Fuente: © Museo del Ejército - Ministerio de Defensa.

Tras 28 días de asedio, el Emperador ordenó el asalto general, precedido por varias horas de bombardeo artillero por mar y tierra del bastión defendido por Sinán el Judío, quien reaccionó a la desesperada con disparos de bombardería y una lluvia de tiros de arcabuz y de flechas que no pudo impedir la derrota de la guarnición y la retirada en completo desorden por sendas direcciones a Radés y a Túnez. Era el 14 de julio de 1535.

Carlos V con armadura y a caballo. ya en Túnez junto a soldados alabarderos y medias picas españolas.

Fueron unas 2000 las bajas musulmanas y en esa campaña se apresaron unos 86 barcos de velas de remo, cuatrocientas piezas de artillería y cuantiosa munición, por tan sólo 30 muertos en el bando imperial.

Los estrategas cristianos y el propio Emperador decidieron proseguir la campaña, tal como como relata el cronista Alonso de Santa Cruz:

 "...tomada La Goleta determinó Su Majestad de ir a tomar la ciudad de Túnez, pareciéndole que si esto no hacía era poco lo que había hecho y la empresa quedaba imperfecta, porque todavía se quedaba Barbarroja en el Reino y podía hacer mucho daño en los quedasen en La Goleta y en el mar Mediterráneo por tener el Reino de Túnez muchos buenos puertos en la mar"

(Crónica del emperador Carlos V). 

LA TOMA DE TÚNEZ: “QUEDAR MUERTO EN ÁFRICA O VENCEDOR EN TÚNEZ

El siguiente paso era tomar Túnez, que es descrita así por Prudencio de Sandoval.

"Era Túnez entonces -nos cuenta fray Prudencio de Sandoval- ciudad de diez mil casas, en las quales dizen que avía más de cinquenta mil vezinos... No tenía río, ni fuente, ni más que un pozo de agua dulce; y así todos beben de cisternas. También carece de pan por la sequedad de su terreno y lo poco que siembran, riegan de norias..."

(“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos”).

Carlos V decide tomar la capital del reino hafsí y doblegar a Barbarroja en una decisión in extremis: "Quedar muerto en África o vencedor en Túnez". A pesar de las dificultades logísticas en "un país sin agua y calor tan grande que no era de sol sino de fuego", de la escasez de bastimentos, zapadores, de animales y medios para llevar los cañones , la firmeza del emperador -apoyada por Luis de Avís y el duque de Alba- hizo que a fines de julio el ejército imperial reanudara la marcha hacia Túnez.

Mientras La Goleta quedaba defendida al mando del genovés Andrea Doria para cubrir la retaguardia, las tropas imperiales iniciaron el 20 de julio una ardua marcha de unos 10 kilómetros bajo un sol implacable y arrastrando por unos barrancales de arena que se hundían bajo los pies de los imperiales, la artillería y todo el tren de armas, provisiones y munición del ejército cristiano. El calor y los ataques berberiscos-otomanos hicieron mella en el ejército imperial, pero se sobrepusieron rápidamente.

Enfrentamientos entre berberiscos y soldados cristianos en los Pozos de Túnez.

Así avanzaron hasta avistar en unos pozos de agua (el oasis de Celebe o “Pozos de Túnez”, en algunas fuentes) a unos 120.000 soldados entre turcos, berberiscos, renegados, andalusíes y árabes comandados por Jayr al-Din Barbarroja que se habían posicionado para tenderles una emboscada.

Sin la ayuda de Andrea Doria que estaba en la retaguardia, aquel gran ejército musulmán desanimó a las tropas hispanas, que no sobrepasarían los 20.000 efectivos. Sin embargo, el marqués de Aguilar les arengó con una frase que se hizo célebre: "¡A más moros, más ganancia!", frase que ayudó a que la desmoralizada soldadesca cristiana reaccionara con la esperanza de obtener botín.

Arcabuceros alemanes, lansquenetes, con sus características espadas katzbager o 'destripa gatos'. Fuente: Pinterest

Los musulmanes, tras lanzar algunas cargas de caballería fueron derrotados y se replegaron tras las murallas de Túnez.

De nada sirvió resistir tras las murallas, pues a los ataques imperiales vino a sumarse el alzamiento de algunos miles de los 20.000 cautivos cristianos (quizás unos 5000, encabezados por un español, Francisco Medellín, y un italiano, Vicente de Cátaro.) quienes, liberándose de sus prisiones, se apoderaron de la alcazaba y apuntaron la artillería contra el ejército musulmán que se replegaba.

Barbarroja, derrotado, huyó a caballo con su guardia de jenízaros para embarcarse en las galeras de Bône camino de Argel. Andrea Doria estuvo a punto de capturarle con sus naves, pero Barbarroja pudo escapar, hecho que pesó mucho al Emperador por haberse ido el corsario "por mal recaudo"

El Emperador llegó ante las murallas de Túnez el 21 de julio; allí recibió las llaves de la ciudad, libertó a los cautivos cristianos, pero no pudo impedir que los soldados imperiales saqueasen la ciudad, durante tres días, perdiéndose en esos días miles de manuscritos árabes de ciencias, artes y literatura de la Universidad de la mezquita Az-Zaytuna y del palacio del propio Muley Hassan.

Prudencio de Sandoval nos cuenta algunos datos sobre estos libros:

  "Sintió mucho Hacem --como era leído-- el destrozo y pérdida de una grande y rica librería, que las encuadernaciones e ilustraciones de oro y azul valían una suma grande de dineros. Eran los libros de facultades humanas y artes liberales, y muchos sobre el Alcorán e historias de los reyes de su casa." 

 (“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”).    

Así describe Gonzalo de Illescas el rico botín obtenido por las tropas imperiales, entre ellos los aludidos libros:

“El que más perdió en él de todos los ciudadanos fue el mesmo rey Muleases [Muley Hassán,  nota nuestra]; porque dejada aparte toda su recámara y alhajas, que fueron muchas y de gran valor las que le saquearon, solas tres cosas le destruyeron, que decía él que no las diera por las tres mejores ciudades que tenía: la primera fue una cámara llena de pinturas y colores, como son brasiles, grana, pastel y azules, y otras semejantes, en grandísima cantidad; la otra fue una pieza llena de olores, ámbar, cibeto, almizque, mosquetes y de todas otras suertes odoríferas, después de costar la vida, porque siempre andaba lleno de olores, y casi no comía sino enlardada con cosas olorosas; la tercera y última cosa que allí perdió y la que más él quería fue una de las más copiosas y ricas librerías del mundo, adonde exquisitísmos libros en arábigo de todas las ciencias matemáticas, que las sabia él consumadísimamente y solía decir muchas veces que a quien le diese otros tantos y tales libros le daría por ellos una ciudad. Las cosas de armas que allí perdió Muleases eran de grandísimo precio, pero de todo aquello hacía él poco caso.

Se destruyeron incluso objetos de valor de origen cristiano que tenían los musulmanes como botín como parte de las armas y panoplias de San Luis, que había asediado Túnez en el siglo XIII durante las Cruzadas.

Prosigue Gonzalo de Illescas:

Halláronse en su armería muchos arneses y piezas dellos, de lo que allí dejaron antiguamente los franceses en el cerco que tuvo el santo rey Luis sobre Túnez, adonde murió.” 

Incluso encontraron arneses y piezas de armadura de caballo correspondientes a la época de la Batalla de los Gelves (hoy, Isla de Djerba) en 1510, tal como atestigua Prudencio de Sandoval:

  “Halláronse aquí las armas que en la pérdida de los Gelves ganaron los moros a los españoles, cubiertas de caballos y un rico arnés dorado que fue de don García de Toledo --que, según dije, murió allí--, aunque el día que se perdió iba armado de coselete y brazales con celada borgoñona.” 

(“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”).    

Finalmente, los capitanes corsarios habían huido con Barbarroja, pero algunos otros, como Jayr al-Din Cachidiablo, murieron en la fuga y gran número de musulmanes fue apresado y esclavizado (unos 18.000), siendo enviados a Italia principalmente, España e incluso el norte de Europa.

Al cabo de tres días, Carlos V y su séquito acudieron a oír misa al convento de San Francisco, situado en el arrabal cristiano, para dar gracias a Dios en un Te Deum por la victoria. Así lo narraba Prudencio de Sandoval:

"Y vio Túnez lo que nunca vieron reinos de moros, y fue los caballeros de Santiago, orden instituida contra ellos, con sus hábitos hacer la fiesta de aquel santo que tantos milagros ha mostrado en estos casos"

(“Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V”).   

EL TRATADO DE TÚNEZ CON MULEY HASSÁN

Finalmente, Carlos V y Muley Hassán, el ahora repuesto rey de Túnez, firmaron en la Torre del Agua el 6 de agosto las capitulaciones de Túnez en el que, tras reconocer al monarca hafsí como aliado y vasallo de su Majestad Imperial y protegido de éste, se obligaba a:

  • ...liberar a todos los cautivos,
  • a permitir el culto y las iglesias cristianas en sus tierras,
  • a no acoger a moriscos hispanos,
  • a ceder el derecho de explotación del coral,
  • a respetar a los comerciantes y a la guarnición de La Goleta,
  • al pago de una renta anual de 12.000 ducados de oro por la protección
  • un tributo anual de seis caballos de pura sangre berberisca y doce halcones en cada festividad de Santiago, en señal de reconocimiento de señorío y vasallaje.

Las tropas cristianas una vez saqueada Túnez, parte con cautivos berberiscos y otomanos y con las joyas, animales y distinto botín hacia Radés.

Por fin Carlos V, alojado en Radés, mandó que cuatro capitanes españoles y sus compañías quedasen en La Goleta al mando del general don Bernardino de Mendoza.

Después, se reorganizó la armada en unidades que pusieron rumbo a España, Portugal e Italia y la propia galera imperial, empujada por un recio temporal, arribó a Trápani (Sicilia).

CARLOS V, EL TRIUNFO DE UN HÉROE EN ITALIA

Carlos V fue recibido con honores de vencedor en Palermo y otras localidades de Sicilia.

Gonzalo de Illescas describe esa recepción siciliana a Carlos V: “Acudiéronle toda la isla con servicios y congratulaciones de la victoria”. Y el viaje a Nápoles: “Y habiendo descansado allí algunos días, pasó el estrecho a Ríjoles [Reggio Calabria, nota nuestra], y por tierras del príncipe de Salerno caminó hasta su gran ciudad de Nápoles.”

En Nápoles es recibido triunfalmente por la nobleza y gobiernos locales y tras esta etapa, llega a Roma donde es recibido por Paulo III cual emperador romano. Por ello, las crónicas le llaman ¡el Tercer Escipión que conquistó Carthago”, cual estratega romano.

Recibimiento de Carlos V por el papa Paulo III en Roma. Tapiz anónimo italiano del siglo XVI.

De esta campaña escribió el historiador y cronista italiano Paulo Jovio al Emperador Carlos V:

Vuestra gloriosa e incomparable victoria en Túnez me parece, por mi fe como cristiano, de una dignidad que sobrepasa con mucho todas las demás de imborrable recuerdo”.

LA CONQUISTA DE TÚNEZ EN LA LITERATURA Y LAS ARTES

Carlos V no fue solo a Túnez, a su lado una pléyade de historiadores y poetas le acompañaron para inmortalizar la hazaña, además de su pintor de corte, el holandés Jan Cornelisz Vermeyen. En 1546, once años después de Túnez, Vermeyen recibió el encargo de pintar doce cartones para tapices, a partir de los bocetos que realizó durante el viaje, para conmemorar la caída de Túnez. El Kunsthistorisches Museum de Viena conserva diez de los doce cartones originales, que tienen el mismo tamaño que los tapices que se realizaron después. Los cartones fueron realizados en carboncillo, acuarela o gouache por parte de Vermeyen y otro artista neerlandés, Pieter Coecke van Aelst.

Otras pinturas coetáneas de la conquista de Túnez pueden verse en el Peinador de la Reina, en la Alhambra de Granada. El recinto se construyó hacia el 1537 sobre la Torre de Abul-Hachchách, y su nombre se debe a que fueron los aposentos de la Emperatriz Isabel, esposa de Carlos V. En las pinturas de la Conquista de Túnez podemos ver desde la salida de la escuadra desde el puerto de Cagliari (Cerdeña), el viaje, el desarrollo de las operaciones militares, hasta la retirada de las tropas y su regreso a Sicilia.

La "Porta Nuova" de Palermo, erigida en honor de Carlos V por el virrey Marco Antonio Colonna.

En literatura, la “Jornada de Túnez” fue recogida por cronistas coetáneos como Fray Prudencio de Sandoval, Alonso de Santa Cruz o Gonzalo de Illescas, entre otros.

Todavía décadas más tarde, autores como Francisco de Bances compondrán en honor de Carlos V su poema El César Africano, de influencia clásica virgiliana o en Palermo, se alzará la Porta Nuova por encargo del virrey Marco Antonio Colonna, con la representación de cuatro turcos capturados en Túnez.

BIBLIOGRAFÍA

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DE ILLESCAS, Gonzalo. “Jornada de Carlos V a Túnez”, Madrid, [Real Academia Española] edición estereotípica, 1804.  Jornada de Carlos V a Túnez / Gonzalo de Illescas | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (cervantesvirtual.com)   [Consultado el 21/1/2023]

ROSSET, Edward. Barbarroja. Arcopress, 2006.

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KITSIKIS Dimitri, El Imperio otomano, Fondo de Cultura Económica, México,1989.

CLOT, André. Suleiman the Magnificent: The Man, His Life, His Epoch. Saqi Books, 1992.

GOODWIN, Jason. Los Señores del Horizonte: Una Historia del Imperio Otomano. Alianza Editorial, 2006.

ERLANGER, Philippe. Carlos V. Editorial Palabra. 2002.

FERNANDEZ ALVAREZ, Manuel. Carlos V: Un hombre para Europa. Espasa Libros, 1999,

[1] Véase en este mismo Blog: EL GRAN TURCO CONTRA LOS HABSBURGOS De la Batalla de Móhacs al Asedio de Viena. (lacasadelrecreador.com)

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