Un texto de Federico Romero Díaz

La vida del legionario romano distaba mucho de ser tranquila o aburrida. Cuando no estaban en campaña, los legionarios desarrollaban un  activo y variado servicio. Podían ser destinados a múltiples tareas como patrullas contra los bandidos de los caminos o dentro de las poblaciones a su cargo, escoltar suministros de alimentos, hacer de guardias personales de dignatarios de la provincia como el gobernador, vigilar el trabajo en las minas, ayudar en las construcciones civiles como acueductos, calzadas, puentes, etc. A los que permanecían en sus campamentos también se les mantenía ocupados en tiempos de paz, alternando entrenamientos y marchas con servicios de vigilancia en las murallas, accesos al campamento o al cuartel general, servicio de limpieza en los desagües, trabajo en la armería, en la reparación y mantenimiento de los edificios del campamento, en la limpieza del equipo militar personal, etc.

De esta manera, envueltos en un sinfín de tareas, pasaba la vida de servicio del un legionario romano en tiempos de paz. No obstante, a pesar de esa carga de trabajo, el legionario también disponía de cierto “tiempo libre” que empleaba en visitar el vicus o el canabae vecino para comprar alimentos con los que complementar su dieta o diferentes productos a los mercaderes que en ella había, también visitaban las tabernas y los burdeles, pero no eran ni mucho menos las únicas actividades a las que se dedicaban en su tiempo libre. Vamos a dedicar las próximas líneas a analizar en que gastaban ese escaso tiempo libre.

LA CAZA

Las legiones contaban con algunos cazadores dedicados a conseguir presas para abastecer de carne a sus compañeros, en especial cuando estaban en campaña. En tiempos de paz eran los carniceros de la legión los que se encargaban de comprar carne para añadirla a la dieta de sus compañeros.

Hasta nuestros tiempos han sido numerosos los testimonios de legionarios que se han dedicado a la caza, en especial de los oficiales. Centrémonos en dos de ellos: Flavio Cereal y Elio Broco eran dos amigos y oficiales ambos de unidades de auxiliares en el Norte de Britania que se entretenían organizando partidas de caza. Se conserva una carta de Cereal para Broco en la que le pide a su compañero redes de caza y añade que se reparen a fondo antes.

Un siglo después otro oficial llamado Cayo Tecio Veturio Miciano, al mando del Ala Sebosiana Gala, también al Norte de Britania se mostraba orgullosos por haber cazado a un jabalí que hasta ese momento había escapado a los intentos de sus predecesores, llegando incluso a erigir un altar en Bollihope Common. En el que figura la siguiente inscripción:

“A las divinidades de los emperadores e Invencible Silvano Gaius Tecius Veturius Micianus, prefecto del Regimiento de Caballería Sebosiana, en cumplimiento de su voto dispuso voluntariamente esto por capturar un jabalí salvaje de notable figura que muchos de sus predecesores no habían podido capturar”

La caza era una de las actividades de ocio preferidas por la oficialidad, asociada a un cierto nivel social sobre todo por los medios que implicaba practicarla. Eso no significa que los simples legionarios no cazaran en su tiempo libre, puede que por proveerse de carne o bien por simple afición. Lamentablemente no nos han llegado testimonios de la práctica de esta actividad como diversión por parte de la tropa.

Escena de caza Villa Romana del Casale, Piazza Armerina, Sicilia, Italia( finales del S.III-IV)(Wikimedia commons)

Tenemos también noticia de cómo se utilizaba a determinadas unidades para apoyar en la tarea de cazar animales, osos, jirafas, leones, elefantes, etc para llevarlos a los anfiteatros del Imperio para ser utilizados como presas en las famosas venationes. Aunque realmente no era una actividad propia del otium de los legionarios, sino parte de las tareas que se les imponían en todo caso.

DESFILES Y JUEGOS EN EL ANFITEATRO

Los desfiles y juegos de diferente tipo, representaciones teatrales, luchas de gladiadores y lucha libre entre los miembros de las diferentes unidades, etc,  se desarrollaban fundamentalmente en la plaza de armas o en el anfiteatro.

La plaza de armas era un terreno plano o nivelado cerca del campamento donde los soldados también formaban para escuchar los discursos de sus superiores o asistían o participaban en demostraciones de habilidad a caballo, lucha, etc. Los desfiles ocupaban un puesto importante en este tipo de celebraciones. Flavio Arriano en torno al 136-137, nos lo describe:

“Al inicio del desfile los jinetes pasan con yelmos bañados en oro o de bronce, lo que garantiza que reciban la atención de la multitud. Estos yelmos especiales cubren por completo la cabeza y el rostro y solo tienen unos pequeños orificios para ver”Alguno de estos yelmos ha llegado hasta nuestros días. Entre los mejores ejemplos podemos mencionar el casco de Ribchester.

Réplica del Casco de Ribchester elaborada por La Casa del Recreador.

Además de en la plaza de armas, los espectáculos podían desarrollarse en los anfiteatros militares que se situaban cerca de los fuertes y fortalezas y eran muy similares a sus equivalentes civiles. Disponían de localidades para el público en general y de un lugar distinguido para gente más de más alto nivel social como altos oficiales, dignatarios imperiales o incluso el propio emperador. Uno de los anfiteatros militares más conocidos es el de Caerleon en Britania. Fue construido por los propios legionarios de la Legio II Augusta durante el gobierno de Domiciano, a finales del siglo I. Contaba con una zona de palco, unos pequeños baños y un santuario consagrado a Némesis (divinidad relacionada con el destino). No fue el único hay más ejemplos y testimonios de este tipo de edificios en Londres, Chester, Lambaesis (de la Legio III Augusta), en Dura Europos (construido por la III Cirenaica y la IIII Scythicaen el 216), etc

Reconstrucción del anfiteatro militar de Caerleon( Fuente Diario de León)

LA LITERATURA

Los recitales y representaciones teatrales, celebradas por lo general en los anfiteatros próximos a los campamentos romanos eran bastante corrientes entre las diversiones de los legionarios.

Uno de los biógrafos de la Historia Augusta afirma que

 “…sé a ciencia cierta que hay un gran número de militares que usan expresiones en griego o latín de comediógrafos y otros poetas semejantes”

Aunque no todos los soldados estaban alfabetizados, si es cierto que, sabían leer y escribir en un porcentaje mucho mayor que el resto de la población. Es habitual en las fuentes que se mencione que los soldados escriben cartas a sus casas de su puño y letra o escritas por otros compañeros con frecuencia para reclamarles envíos de comida, ropa o dinero. Abundan los ejemplos que demuestras que algunos soldados poseían conocimientos literarios. Por ejemplo cuando Nerón se vio abandonado por sus tropas y pretendió que pretorianos le acompañasen uno de ellos dijo:

“¿hasta ese punto es morir una desgracia?”

Citaba un fragmento del último libro de la Eneida de Virgilio.

Del grupo de los oficiales hay muchos ejemplos de tribunos y legados que se dedicaban en sus ratos libres a la literatura. Por ejemplo esta el legado de Cayo Julio Cesar, Quinto Tulio Cicerón hermano del célebre orador, abogado y político Marco Tulio Cicerón. Este legado de la Legio XIV en medio de la campaña en la Galia, enviaba con frecuencia cartas a su hermano en la que además de describirle con bellas palabras la inmensidad del vasto e infinito océano Atlántico, le traslada su preocupación porque no avanzaba en la escritura de una obra literaria que titularía Erígone.

En este grupo podemos añadir a Horacio, hijo de un rico liberto, que sirvió como tribuno en el ejército de Bruto en la Batalla de Filipos en el 42 a.C. Recordará la batalla en sus escritos y será finalmente perdonado por Octavio y Antonio, acabando por entrar en su círculo de confianza.

Un tal Junio Juvenal, probablemente el famoso poeta Décimo Junio Juvenal, sirvió como comandante de la Cohors I Delmatarum, una unidad de infantería auxiliar, entre el 122 y el 138 en Britania.

LOS BAÑOS

La asistencia a los baños jugaban un papel fundamental en el día a día del ciudadano romano y el legionario romano los convertirá en uno de sus lugares de ocio preferidos. Las termas no solo cumplían con una función higiénica, en sus instalaciones sus clientes después de tomar los baños podían comer algo, o bien practicar algo de ejercicio, jugar a los dados, cerrar negocios apostar o simplemente socializar con los otros asistentes. En las más sofisticadas había incluso bibliotecas. Casi todos los asentamientos militares romanos, incluso en los de tamaño medio y en los pequeños contaban con baños más o menos sofisticados en función de la cantidad de tropas que albergaran. En Vindolanda, al norte de Britania, se han encontrado las características sandalias  de madera que se utilizaban para no quemarse los pies en las partes más calientes de las termas (el caldarium).

El ejército romano era consciente del valor de estas instalaciones para acelerar la curación de las enfermedades de sus legionarios o para acelerar la recuperación de sus heridas y contribuyeron con gusto a su construcción y mantenimiento. Uno de los ejemplos más conocidos son los baños de Bath, construidos con la colaboración de las legiones romanas en el siglo I en torno a las fuentes termales de Aquae Sullis.

PERMISOS

Una de las opciones más codiciadas por parte de los legionarios era la de disfrutar de un permiso de larga duración para poder visitar a sus familiares, más o menos próximos al lugar de su destino.

Sabemos que, durante el siglo I y muy probablemente después, Cuando las legiones se retiraban a sus cuarteles para pasar el invierno, un legionario de cada cuatro podía tomarse permiso, al menos en teoría. En muchas ocasiones eso implicaba el pago de una cantidad considerable al centurión encargado de la concesión de estas licencias. Al final este sistema acabó generando muchos problemas y protestas por parte de los legionarios que lo veían como un abuso. Otón en el 69 prometió que sería el tesoro imperial el que asumiera el coste de estos pagos a los centuriones, aunque su temprana muerte traspasará esta responsabilidad a su sucesor Vitelio que según Tácito (Tac.H,I 58)

“Pagó todas las cuotas de permiso a los centuriones con dinero del tesoro imperial. Sin duda fue una reforma beneficiosa….Y más tarde los buenos emperadores la establecieron como norma permanente del servicio”

Gracias a la concesión de estos permisos y al intercambio de cartas el legionario tenía la posibilidad de mantener los vínculos con sus familias, aunque estuvieran destinados muy lejos de sus lugares de origen.

VIDA FAMILIAR

Dentro del campamento, los legionarios vivían en barracones alargados capaces de albergar cada uno de ellos a una centuria, es decir unos 80 hombres. Estos edificios se subdividían en diez  estancias compuestas por dos habitaciones que ocupaban 8 hombres, es decir un contubernio. En una de las habitaciones dormían los legionarios, mientras que la otra cumplía otras funciones, como la de sala de estar y la de almacén. A muchos legionarios, se calcula que en torno al 50 por cien, la camaradería del contubernium no les era suficiente y buscaban una familia de la que poder disfrutar cuando no estuvieran de servicio.

Normalmente vivían en el canabae cercano al campamento. Allí vivían las familias de los legionarios, aunque recientemente hay autores que defienden que también lo hacían dentro del campamento, ya que se han encontrado en las excavaciones arqueológicas de los barracones de varias fortalezas romanas objetos que indudablemente debían pertenecer a niños y mujeres.. Este fenómeno se hará más acusado a finales del siglo I y comienzos del II cuando los campamentos legionarios pasen a convertirse en fortalezas legionarias estables.

En un mundo incierto e inseguro, especialmente en las regiones del limes donde generalmente se estacionaban las legiones, la perspectiva de tener como compañero y padre de sus hijos a un legionario, le resultaba muy atractiva a muchas mujeres de la zona cercana al campamento. Con el advenimiento del Imperio y las normas de Augusto la carrera militar se convirtió para los legionarios en un trabajo estable. También fue a partir de Augusto cuando se prohibió que los legionarios se casaran legalmente y, en caso de estar ya casados, cuando eran reclutados, el matrimonio se anulaba automáticamente.

Solo los hombres de estatus senatorial o ecuestre estaban exentos de la prohibición de casarse. Hasta el final del siglo II, esa será la ley. Sin embargo nada prohibía que los legionarios mantuvieran relaciones “informales” con mujeres, generalmente procedentes de los lugares a los que eran destinados, en muchos casos eran incluso hijas de veteranos o de otros soldados. Los hijos tenidos en estas relaciones se consideraban, al menos hasta el licenciamiento del legionario, ilegítimos y no podían heredar del padre, a no ser que fueran declarados herederos específicamente. Por fin Septimio Severo concedió a los soldados:

“El derecho de vivir en el hogar con sus esposas”

Era frecuente que los legionarios escogieran a sus esposas comprándolas como esclavas primero y convirtiéndolas en libertas tiempo después para poder casarse con ellas.

Son muy numerosos los testimonios que la epigrafía y la arqueología nos dan sobre la existencia de numerosos niños en estos campamentos, que con demasiada frecuencia morían a edades muy tempranas. Por ejemplo Mascelo, un corcicem de la Legio II Traiana Fortis recordó en su lápida a su “clarissima” hija, muerta con tres años y veinte días. Otro soldado, Brutto Primo enterró a “su queridísima hija Bruttia Rogatina” fallecida a los 11 años.

No todos los soldados romanos tenían uniones estables y prolongadas con sus esposas. A veces estas uniones se rompían. Hay testimonio de divorcios de algunos soldados como el de Julio Antíoco de Aurelia Amina en el 254. Son también frecuentes las historias de adulterio de los soldados y de la frecuencia con la que los legionarios hacían uso de los burdeles próximos.

Esposas e hijos eran parte del presente del legionario, pero también de sus planes de futuro. Cuando les llegaba el momento de licenciarse, muchos legionarios preferían no volver a sus lugares de origen y permanecer cerca de sus  antiguos fuertes o campamentos disfrutando de su familia y de su retiro.

RELIGIÓN

La religión ocupaba en la Antigüedad un espacio enorme en la vida de las personas, y los legionarios no escapaban a esta norma. La práctica de la religión cumplía un papel fundamental en el ejército romano, ya que actuaba como elemento aglutinador de gente que provenía de lugares muy diferentes, además de servir como elemento de equilibrio personal.

Con diferentes motivos se celebraban ceremonias en honor a diversos dioses y divinidades oficiales como Jupiter Óptimo Máximo, Roma Eterna o Victoria Augusta. Incluso fueron divinizados diferentes valores castrenses como la disciplina en tiempos de Adriano. Más adelante se extenderán dentro de las legiones otras religiones como el culto a Mitra o el cristianismo.

Estas fiestas religiosas oficiales eran una válvula de escape a la dura cotidianeidad, permitían cierta relajación de las costumbres y eran perfectamente compatibles con el culto particular a otras divinidades.

BIBLIOGRAFIA

Matyszak, P. — Legionario. El manual (no oficial) del legionario romano. —Madrid: Akal, 2011

Goldworthy, A. — El ejército romano. Madrid: Akal, 2010

Bedoyere, G de la — Gladius. Vivir, luchar y morir en el ejército romano. —Pasado y Presente, 2021

Collins, D. —Las legiones de Roma. —Madrid. Esfera de los libros, 2012

Le Bohec, Y. le — El ejército romano. —Barcelona: Ariel, 2004.

Romero Díaz, F. — El legionario de permiso. http://historiayromaantigua.blogspot.com/2021/05/el-legionario-de-permiso.html

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