Como muchos de vosotros sabréis ya por el título del artículo, voy a hablaros de uno de los períodos más esplendorosos de los ejércitos españoles: los tiempos en los que los tercios dominaron los campos de batalla de Europa y que correspondería con los siglos XVI y XVII aproximadamente. Pero estos valerosos soldados no sólo deben ser recordados y loados por las victorias que consiguieron, sino que también fueron grandes en sus derrotas como vamos a ver a continuación.
Así pues, en el artículo que os presento voy a tratar uno de esos episodios que pese a ser una derrota, se convirtió en una gran gesta que elevó aún más el prestigio y la fama de los tercios. Me refiero al episodio que tuvo lugar entre los meses de julio y agosto del año 1539, concretamente en la costa de Montenegro, donde cerca de cuatro mil soldados españoles fueron protagonistas de una gran hazaña que pasaría a ser conocido como uno de los ejemplos más destacados del valor de nuestras tropas: la defensa de la plaza de Castelnouvo.
Pero entremos en materia si os parece y empecemos por hacer un análisis de cómo estaba la situación en ese momento o poco antes de esa fecha. Imaginaréis que no estaba en calma, y tenéis toda la razón, ya que por aquel entonces al frente del todo poderoso imperio otomano estaba el gran Solimán el Magnífico. El sultán estaba enfrascado en la expansión creciente de su imperio, que tenía varios frentes abiertos, tanto en el este cómo en la misma Europa. Los turcos buscaban expandirse más allá de los antiguos dominios del imperio bizantino ya que no hacía demasiado tiempo que se habían hecho con la antigua Constantinopla, el último baluarte cristiano en esa parte tan oriental. La cuestión es que, al ir más allá, obviamente entraron en conflicto con varias potencias mediterráneas, por ejemplo, los venecianos, que controlaban rutas comerciales mediterráneas provenientes de Oriente.
Y ahí comenzaron los problemas con las potencias cristianas de occidente, ya que los venecianos buscaron aliados para poder frenarlos. La República veneciana era muy pequeña en comparación con cualquier estado del momento y no se podía enfrentar a todo un imperio como el otomano. Y es que el resto veían a los turcos como un gigante voraz que acababa con todo lo que se ponía en su camino, por lo tanto, se vieron forzados a tener que actuar. Así pues, el 08 de febrero de 1538 se creó la llamada Santa Liga, una especie de alianza promovida por el Papa que buscaba tener un carácter un poco parecido a una especie de cruzada. Fue firmada por el papa Pablo III, la República de Venecia, Génova, España y Austria. Y es que a situación en esos momentos era bastante crítica, ya que los otomanos no hacía mucho que habían llegado a sitiar la propia ciudad de Viena, con el peligro que eso suponía para la fe cristiana.
Mapa de la expansión otomana, cortesía de Grandes Batallas
Pero los turcos tenían un imperio colosal, y no se conformaron con abrir un frente en Europa como os he comentado antes. Otro de los frentes se centró en el norte de África, donde las tropas de Solimán llegaron a plantarse en la zona del Rif, dejando de esa manera a los corsarios berberiscos, que servían bajo la patente del propio sultán, muy cerca de las costas cristianas. Pero por si no os parece suficiente, la ambición del Magnífico no acababa ahí, sino que su intención era saltar hasta el Mediterráneo central y de esa manera hacerse con el control de zonas como Sicilia, Malta e incluso Italia. De ahí que el mismo Papa de Roma tuviera miedo a que los turcos se presentaran en la sede central de la fe cristiana y la tomaran. Al ser uno de los principales interesados en la firma de la alianza, presionó a los estados para que entraran a formar parte.
Pero había una potencia que se mantuvo al margen de la Santa Liga: Francia. Su rey, Francisco I, llegó incluso a negociar con Solimán, con intención de cederle sus puertos para su flota. Y es que Francisco I tenía en mente una sola idea, la de acabar con el poder de la España de Carlos V. Por ello no dudó en pactar con los turcos de una manera abierta. Y ahora os invito a hacer un ejercicio de imaginación para poderos situar en la piel de los franceses, o por lo menos en la de su rey. Y es que su reino o estado, estaba rodeado de enemigos por todas partes. Se sentía ahogado y esa sensación quizás era insoportable. Además, por si eso no fuera suficiente, estaba molesto con Carlos V ya que había sido él quien se había quedado al final con el gobierno del imperio Habsburgo. Pero el Papa fue más inteligente y también invitó a Francia a formar parte de la Santa Liga, aunque el ofrecimiento fuera rechazado por Francisco I.
Pero volviendo a la Santa Liga y a las partes firmantes, debo deciros que entre las cláusulas del tratado se dejó claro que todos los participantes debían contribuir a formar una flota y un ejército capaz de defenderse de la amenaza del turco. Además, sobre el papel se acordó que todos los territorios arrebatados en el Egeo deberían ser entregados a Venecia. Digo sobre el papel, porqué ya veréis como más adelante ese detalle sería lo que marcaría el devenir de esa alianza.
Pero no nos adelantemos. Volvamos a ese momento. No era conveniente para la Liga dejar a Francia en su retaguardia con un acuerdo de colaboración con Solimán, así que, buscando su neutralidad, el Papa promovió la firma de otro tratado en Niza para dejar la cuestión clara. Cabe decir que ese tratado se acabaría firmando el 18 de junio del 1538 después de unas arduas negociaciones y por lo menos sirvió para garantizar que Francisco I se comprometía a no ayudar al turco mientras durara la guerra. Eso por lo menos era algo, no tanto como hubieran querido, pero suficiente.
Pasemos a hablar ahora de las operaciones y de las tropas que componían los ejércitos de esa Santa Liga. Por ejemplo, para comenzar os nombraré a un personaje que será fundamental en esta historia: el maestre de campo Francisco Sarmiento. Sería él quien se encargaría de dirigir la defensa de Castelnuovo. Pero remontémonos un poco más atrás en el tiempo para saber más de él. Y es que hacía principios del 1538, este maestre de campo (lo que sería lo mismo que decir comandante en jefe), estaba al mando del tercio que estaba acantonado en Florencia, protegiendo a la familia de los Medicis. Ese tercio sería reformado posteriormente y acabaría siendo constituido por seis compañías del tercio de Florencia, tres del de Málaga o Niza, tres del de Lombardía (uno de los tercios viejos o primigenios) y dos del tercio de Nápoles (también uno de los tercios viejos).
Ahora que ya sabéis algo más sobre el tercio de Sarmiento, hablemos de las fuerzas de la Santa Liga. Y es que tenemos constancia por las fuentes, que fue en Messina donde se juntaron todas las compañías levantadas y movilizadas para la guerra contra el turco. Fue a ese puerto donde también llegaron todas las naves que debían recoger a los infantes para trasladarlos hasta el punto en el que se llevaría a cabo la guerra. Cuando todos estuvieron embarcados, la flota se reunió en la isla de Corfú. Y fue allí donde los españoles se sorprendieron al ver que los barcos venecianos y los de los estados pontificios no traían demasiada infantería a bordo, y eso podía suponer un inconveniente a la hora de librar un combate naval con ciertas garantías. Las tropas del Papa estaban diezmadas por el intento de toma de la fortaleza de Préveza mientras acudían hacía el punto de reunión. Aquella operación anfibia fue un completo desastre, ya que se perdieron muchos infantes y piezas de artillería que a la postre habrían venido muy bien cara a lo que estaba por venir.
Pero la Liga Santa ya comenzó con varios contratiempos y ciertas diferencias que la hacían más frágil de lo que en realidad era. Ciertamente no todo iba a ser de color de rosas, ya que entre la República veneciana y los españoles había viejas rencillas que salieron a flote en ese momento. Y es que los venecianos miraban con recelo a los españoles porque no veían con buenos ojos que los altos cargos de la Liga fueran ocupados por ellos. Esas discrepancias fueron tales, que provocaron que no se llegara a reunir el número de galeras de guerra que se había acordado inicialmente para frenar a los turcos. La flota de la Santa Liga estaba formada por unas ciento treinta y cuatro galeras de guerra y setenta y dos naves gruesas de combate. En cuanto a los hombres que transportaban, sabemos que ascendían a aproximadamente dieciséis mil soldados acompañados de dos mil quinientas piezas de artillería y si se sumaban a los marineros, el total era de cincuenta mil hombres. Como podéis comprobar un ejército bastante numeroso. En cuanto a las tropas que tenía Barbarroja, el corsario que estaba al mando de la flota del sultán, que estaba anclada en Préveza, sabemos que disponía de una flota formada por ochenta y cinco galeras, treinta galeotas y treinta fustas. En cualquier caso, la flota de la Liga era superior en cuanto a naves, aunque el corsario tenía más tropas disponibles en la fortaleza donde había establecido su base.
Representación Italiana de Osama Barbarroja, fuente National Geographic
Los primeros movimientos fueron rápidos, y la flota cristiana trató de sorprender a los otomanos asaltando la misma Préveza, aunque el plan no salió tan bien como esperaban y fueron repelidos. Barbarroja con menos barcos consiguió de esa manera eludir el asalto al golfo y a la propia plaza. Cuando los barcos de la Liga se replegaron, la flota otomana salió en su persecución. Eso sucedió el día 28 de septiembre del año 1538. Así que el almirante Andrea Doria, un genovés a las órdenes de España, ordenó a todas las naves que plantaran cara al enemigo. En esa batalla naval se enfrentarían a las cerca de doscientas naves turcas que mandaba el mismo Jeireddín Barbarroja en persona. Hay varias versiones sobre el motivo por el cual los cristianos acabaron siendo derrotados, como el hecho de que no tuvieran el viento a favor o que se demorasen demasiado a la hora de salir al encuentro de los turcos. Aunque el principal y que más fuerza tiene es el de que la culpa fue de los venecianos, que no siguieron las órdenes del almirante y se retiraron de la batalla. No fue una victoria total ni definitiva en la que se hundieran muchos barcos, sino más bien táctica, pero la cuestión fue que la flota de la Santa Liga se retiró al puerto de Corfú aprovechando la oscuridad de la noche.
Después de aquel desastre comenzaron los reproches entre los dirigentes de las diferentes naciones que formaban la Santa Liga. Sobre todo, por el tema de la actuación de los venecianos. Además, los españoles insistieron en que las naves venecianas debían llevar infantes españoles dentro de sus naves ya que no disponían de la suya propia, y eso no les gustó. Ese debate fue acalorado y al final se tuvo que enviar un mensaje a la ciudad de Venecia para solicitar a sus gobernantes que convencieran a sus navarcas de la importancia de facilitar el acceso de soldados a sus barcos. Después de dirimir esos detalles, y para resarcirse de la derrota naval, la Santa Liga decidió que se debía dar un giro a la guerra, así que optaron por tomar por tierra y por mar, en una operación conjunta, la plaza de Castelnuovo, que solo contaba con una guarnición turca de trescientos cincuenta soldados. Así pues, volvieron a cargar las naves de infantes y los llevaron hasta el punto indicado, donde desembarcaron a las tropas para que aseguraran la cabeza de playa. Se emplazaron las piezas de artillería para iniciar el bombardeo de la plaza, a la vez que las galeras abrían también fuego desde el mar. En este punto cabe destacar que la resistencia de los turcos tampoco fue mucha, ya que, ante la avalancha de los cristianos, decidieron rendirse y pactar una salida. Por desgracia para ellos, posteriormente el acuerdo mediante el cual se les dejaría marchar libres, no se llegó a cumplir y en su lugar se les vendió como esclavos.
Bibliografía
- Los Tercios en el Mediterráneo. Los Sitios de Castelnuovo y Malta, Hugo Álvaro Cañete. Ediciones Salamina, 2015.
- Tercios de España, la infantería legendaria, Juan Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca. EDAF, 2006.
- Historia de los tercios, José Javier Esparza, La Esfera de los libros, 2017.
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