El estudio de este tipo de amuletos cuenta con poco material al respecto debido al falso pudor que, en primera instancia, llevó a ocultar estas piezas al público. Actualmente muchas de estas piezas siguen sin exponerse abiertamente en las vitrinas de muchos museos, estando "ocultas" en sus almacenes. Incluso en los grandes museos del mundo han existido toda una serie de gabinetes y salas secretas, donde se 'custodiaban' estos objetos, y cuya visita sólo estaba permitida a personalidades de moral intachable. El mejor exponente de este tipo de museos es el Gabinete Secreto (Gabinetto Segreto) del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, creado en 1817 como Gabinete de Objetos Obscenos.
Por lo tanto, nos encontramos con la censura debido al efecto del cristianismo en nuestra cultura occidental y la autocensura que en ocasiones han impuesto los propios investigadores. Un último problema para el estudio, han sido las acciones de los expoliadores, ya que los objetos de temática sexual siempre han ocupado el primer puesto en sus listas particulares.
El culto al falo. Significado de la simbología fálica en el mundo romano
Es evidente que, como seres humanos, siempre hemos tenido dos preocupaciones básicas: la comida y la reproducción. Pues bien, el culto al falo estaba ligado a la necesidad de procurar el crecimiento de los cultivos y la reproducción de la especie, es decir, estaba ligado tanto a la fertilidad de la mujer como a la fertilidad de la naturaleza.
Amuleto fálico encontrado en Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza)
El falo en la cultura latina fue venerado, además, como la personificación del dios Fascinus: las matronas lo adornaban con coronas de flores y su culto fue confiado a las Vestales romanas, que tenían como misión alejar el fascinum o mal de ojo, producir la germinación de las plantas secas y favorecer el alumbramiento de hembras estériles. Para ello, realizaban una procesión por el campo entre cánticos religiosos que nos remite a su primigenia función agrícola, para después depositarlo en el templo situado en una de las colinas más antigua de Roma, la Velia.
De esta forma en las capillas donde se veneraba el falo, nos encontrábamos exvotos de la parte enferma y coronas ofrecidas por las devotas en gratitud.
La presencia de esta actitud de veneración al falo, entronca con tiempos mucho más antiguos y es compartida por culturas diversas, entre las cuales encontramos la india, la egipcia y otras de Asia Menor y Grecia. Precisamente el perenne contacto de las culturas griega y romana facilitó la penetración de cierta liberalidad en la representación de las relaciones amorosas en el mundo romano. En el caso griego, los símbolos fálicos estaban relacionados con la vida de ultratumba y dicha relación entre sexo y el mundo subterráneo se representaba con la figura de Dionisos.
En el caso romano, la relación del falo con la fertilidad ya contaba con su propia razón de ser ya que, si hablamos de la fertilidad de la naturaleza, un buen cultivo traía asociado riqueza y felicidad. En la mitología greco-latina existen numerosas divinidades representadas con el pene erecto como por ejemplo el dios Dionisio (Baco), y su hijo Príapo (Fascinus), Hermes (Mercurio) y su hijo Pan. Hay que destacar sobre todo las imágenes de Príapo con su falo descomunal, que se situaban en la entrada de jardines y huertos, para ahuyentar a ladrones y alimañas.
Fresco de Príapo en la casa de los Vettii, Pompeya
La religión romana, además, incluía creencias posteriormente calificadas como supersticiones por el cristianimo, como las costumbres dedicadas a alejar el fascinum (mal de ojo): escupir tres veces en el suelo, individuos defecando, excrementos naturales, enseñar el culo (seguro que nos suena a todos esta práctica) e innumerables colgantes de todo tipo, entre los que destacan los famosos tintinnabula. Incluso nuestro tradicional gesto de hacer la peineta, con el dedo corazón levantado y el puño cerrado, según nos relata Marcial es un intento de hacer el gesto del pene con la mano y sirve también como mecanismo de protección. Los amuletos fálicos entraban dentro de estas herramientas de “lucha” contra el mal de ojo. El escritor latino Varrón se hace eco de esta conveniencia de llevar amuletos de este tipo: “…los portan los infantes para prevenirse de los maleficios…” (Varrón, De ling. Latina, VII, 97).
Al margen de su presencia en anillos encontramos un buen número de estos amuletos concebidos a modo de colgante, destinados a la atracción de la buena suerte y como símbolos de favorables augurios. Podemos encontrar amuletos hechos de bronce (los más habituales ya que su bajo coste permite el uso generalizado por la población) e incluso de oro, como el hallado en julio de este año en el yacimiento de Los Bañales (ver imagen superior) en lo que parece ser una habitación de una casa doméstica. [1]
Todos estos remedios intentaban que el fascinador (o emisor del mal de ojo) apartase la mirada o que la concentrara en esos objetos para no mirar al portador y permitirle así escapar del mal. Pero no solamente cumplían esa función sino que, además de ahuyentar el mal de ojo, lo combatían o incluso curaban a los ya malditos.
El uso de estos amuletos no estaba limitado sólo a la población (especialmente a niños, los más sensibles a las maldiciones) sino también a los generales victoriosos tal y como recoge Plinio (NH, XXVIII, 39).
Colgante con amuleto doble de falo e higa
Intentos de clasificación
Nos encontramos con un primer intento de clasificación de estos amuletos realizada por Rolland sobre los materiales de Provenza. Dicho autor contempla la existencia de cuatro tipos generales:
- Falos simples de frente
- Falos simples de perfil
- Dobles falos
- Triples falos
Esta clasificación presenta ciertos problemas, ya que en el tercer punto entrarían los amuletos provistos de dos falos y otros provistos de falo e higa. La complicación de los colgantes refleja un claro deseo de reforzar el carácter protector del falo, no sólo por su duplicación sino por la ya mencionada asociación con la higa, cuyo significado similar al que tiene hoy en día en ciertas culturas mediterraneas como la española. Los ejemplares inscritos en esta tipología resultan especialmente abundantes en colecciones y museos alemanes y franceses.
Conclusión
Adentrarse en la historia romana siempre es una tarea apasionante que debería estar exenta de los prejuicios de nuestra cultura judeo-cristiana. Ésta es la principal razón por la cual no podemos contar con material suficiente para hacer una catalogación y saber cuándo desaparecieron estos amuletos, aunque lo más probable es dicha desaparición tuviera lugar a medida que se fue asimilando y extendiendo la excluyente moral cristiana a lo largo y ancho del imperio. De momento, la muestra de amuletos de las provincias de Madrid y Toledo es la muestra más numerosa que contamos en nuestro territorio nacional y su estudio permitirá saber más a cerca de la historia de la religión en Roma.
Bibliografía
- CARCOPINO, J, La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, Temas de Hoy, Madrid, 2001.
- GÓMEZ PEÑA, Álvaro (2008), Amuleto fálico romano hallado en La Puebla del Río (Sevilla), SPAL, nº 17, 10.12795/spal.2008.i17.15
- HIGGINS, R, Greek and Roman Jewellery, University of California Press, 1980.
- MORENA LÓPEZ, J. A., ROMERO CONDE J.S., (2015), La colección de amuletos fálicos romanos del Museo Histórico Municipal de Baena (Córdoba), Antiquitas, nº27, pp. 95-110)
- ROLLAND, H. (1965), Bronzes antiques de Haute Provence, XVIII Supplément à Gallia.
- ZARZALEJOS PRIETO, M., AURRECOECHEA FERNÁNDEZ, J., FERNÁNDEZ OCHOA C., Amuletos fálicos romanos inéditos de las provincias de Madrid y Toledo, Cuadernos de prehistoria y arqueología, vol. 15, http://dx.doi.org/10.15366/cupauam1988.15.010
[1] https://www.europapress.es/aragon/noticia-hallado-pequeno-amuleto-falico-oro-excavacion-yacimiento-banales-uncastillo-20180716174613.html
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