El año 711 es, sin dudas, una de las fechas históricas que más ha calado en el imaginario español desde hace siglos.  La derrota del rey Rodrigo en la Batalla de Guadalete de aquel año supuso el avance rápido del islam en la Península Ibérica y el fin de un periodo de unidad política y religiosa peninsular en la Hispania visigoda que, sin embargo, estuvo precedido por una sucesión de crisis económicas, sociales y dinásticas. 

Sin embargo, once años después, en 722, gracias a un hábil y estratega, Don Pelayo, otra batalla, Covadonga cambiaría el hasta entonces imparable avance musulmán en la Península. 

En el artículo compartimos las últimas teorías sobre esta batalla desde una lectura renovada de las fuentes árabes y cristianas coetáneas.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS:  DE  GUADALETE A COVADONGA (711 – 722)

La conquista islámica de la Península realizada por Tāriq ibn Zyād y Mūsā ibn Nusayr, fue un proceso rápido y bien planificado ya que la mayoría de las poblaciones romano-visigodas, bien por rendición, por capitulación y por el colaboracionismo de los nobles witizanos provinciales y locales, se sometieron sin problemas a la nueva autoridad islámica.

Para la inmensa mayoría de los romano-visigodos, la caída de la Hispania visigoda[1] fue vista como el castigo divino a un régimen político corrupto, el Regnum hispano-visigodo, desangrado entre luchas intestinas y abusos de poder.   

Sin embargo,  frente al sometimiento mayoritario al nuevo poder, hubo también una resistencia puntual, pero intensa, que fue reprimida muy duramente por medio de la espada, el hambre y el cautiverio (“gladio, fame et captiuitate”)  tal como lo atestigua el anónimo compilador de la Crónica Mozárabe del 754, quien fue testigo de estos hechos.  El mismo autor nos describe, además, cómo los musulmanes doblegaron a estas ciudades y lugares rebeldes tras una campaña violenta marcada por la coacción y el terror: “De esta forma, infundiendo terror en todos, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a pedir la paz; y seduciéndolas y burlándolas con cierta astucia.”[2]

Con la toma de Toledo, la capital del Regnum Hispaniae, los musulmanes se encontraron con una ciudad vacía  de sus pobladores.   Esta toma fue de gran relevancia porque ya que se apoderaron de la mayor parte del tesoro real  y con él, de los principales recursos de financiación del antiguo reino visigodo, quitándole así toda posibilidad de resistencia o recuperación económica, política y militar[3].

En lo que respecta a los aliados witizanos, estos esperaban que la campaña musulmana fuese fácil  y  breve;  una  especie de colaboración aliada a cambio de botín y de alguna plaza como Ceuta tras la cual los musulmanes volverían al Magreb y los witizanos recuperarían el poder político del Regmum Hispaniae que les fuera arrebatado por Rodrigo.

Sin embargo, todo fue un espejismo que acabó por pillar de sorpresa a los propios witizanos. 

Los musulmanes no solo no se fueron de Hispania sino que, finalmente decidieron quedarse en las nuevas tierras conquistadas tras ver su gran potencial económico y en recursos.  Atraídos por estas noticias y por promesas de riquezas, comenzaron a llegar en diferentes oleadas más  musulmanes árabes y bereberes atraídos no sólo por las nuevas riquezas sino por la posibilidad de hacer la Ŷihād

Al final, los colaboracionistas witizanos acabaron también teniendo el estatus de protegidos (dhimmíes) en calidad de sometidos al pacto con el nuevo régimen islámico, aunque con unos mayores privilegios y ventajas respecto de la población general dominada. 

UNA NUEVA MONEDA Y UN NUEVO PODER

La penetración del Islam fue desigual y gradual en la Península en estos primeros tiempos post-Conquista.

Allende los Pirineos en la Septimania francesa y en lo que hoy es Cataluña, aún resistían los restos de del Regnum hispano-visigodo.  

En cambio, el valle del Ebro parece que se sometió pacíficamente por pactos e incluso algunos nobles godos (o hispanorromanos) como un tal Casio, no sólo colaboraron con las nuevas autoridades, sino que se convirtieron al islam convirtiéndose en muladíes. Sus descendientes, los Banū Qāsī, serían una de las más poderosas familias andalusíes décadas después.

Esta temprana presencia de la nueva fe musulmana en zonas norteñas ya en el siglo VIII estaría atestiguada incluso por hallazgos arqueológicos como el de la maqbara o cementerio islámico de Pamplona, demostrando la pronta islamización y la integración de los sometidos en la nueva sociedad y sus relaciones sociales con grupos de población norteafricanos que se radicaron. 

Por su parte, la zona noroeste peninsular que comprende hoy las actuales Galicia, norte de León, Asturias y parte de Cantabria fue denominada por los árabes como Ŷilliqiya. Allí, en algunas zonas urbanizadas y ya amuralladas como Lugo, Astorga, León y según las crónicas, en Bergidum (¿Ponferrada?) establecieron guarniciones musulmanas. Posiblemente en Gigione (Gijón), hubiese otra ya que es mencionada como residencia de un gobernador.

Dinar de oro omeya  transicional en árabe y latín bilingüe. Año 717 d.C.

Con la consolidación de la conquista musulmana comienzan a acuñarse, seguramente reciclando antiguos tremis visigodos, las primeras monedas hispano-musulmanas transicionales. En ellas encontramos aún la denominación de la Península como Hispania / Spania[4], la cual años después, a partir del 717 pasa a ser Al-Ándalus[5], según se desprende de los hallazgos monetarios realizados en España y Francia.  

LOS PRIMEROS VALÍES  DE AL-ANDALUS

Con la aparición de Al-Andalus, surgió una nueva administración territorial y fiscal.  Desde este momento comienza a nombrarse desde Damasco una serie de gobernadores (valíes) que regentarán la ahora nueva wilāya o provincia de Al-Ándalus.  

Estos gobernadores (o valíes) rematarán en los años siguientes la conquista de la Septimania para el islam y consolidarán todo el aparato de gobierno, militar y territorial, en la Península Ibérica constituyendo los árabes la nueva élite (jassa) frente a la población común (ʿamma), constituida no solo por la mayoritaria población autóctona romano-visigoda sino también por los bereberes que llegaron como aliados de la conquista, lo que traerá como veremos décadas más tarde tensiones sociales.

Con el gobierno del cuarto valí ʿAnbasa ibn Suhaym al-Kalbī en Al-Ándalus, hacia el 721, la presión militar, política y fiscal de las autoridades musulmanas aumentó aún más hacia los sometidos.  Los impuestos pasaron a ser el doble de los acordados en los pactos de sumisión lo que trajo el descontento social y con él numerosas revueltas que ʿAnbasa reprimió en una serie de campañas militares según nos cuenta la Crónica Mozárabe del 754. 

LOS MUSULMANES EN LAS MONTAÑAS DEL NORTE

Aunque algunos historiadores creen que la Cornisa Cantábrica apenas tuvo presencia musulmana esto no fue así.  Como en el caso del resto de la Península, la zona fue sometida mediante pactos con los líderes y las ciudades locales, donde como ya hemos mencionado, se establecieron incluso puestos de guarniciones y de gobernación.

Incluso sabemos que en la zona de Galicia y al norte de León, se instalaron en las zonas llanas grupos de bereberes dedicados posiblemente al pastoreo y a la agricultura.  Sin embargo, en las zonas más al norte, tanto de montaña como en la parte llana de lo que hoy son Asturias o Cantabria, la ocupación musulmana, aunque existente, habría sido irregular y breve, sin terminar de controlar ni establecerse completamente en el territorio.

Con las nuevas medidas fiscales y la intensificación de las campañas militares de Anbasa algunos líderes locales con sus poblaciones se rebelaron considerando que el nuevo gobernador había roto los pactos y estos ya no tenían vigor.  Esta situación de rebeldía y descontento fue consolidando y se convirtió en casi permanente en la Cornisa Cantábrica pudiendo ser el prolegómenos a un foco de resistencia de mayor magnitud, quizás más organizado, que derivaría en enfrentamientos armados directos y cada vez más violentos con las fuerzas del valí de Córdoba, representados en esta zona de Asturias por  Munuza que residía en Gijón.

Primera representación de Don Pelayo portando la Cruz de la Victoria en el llamado 'CORPUS PELAGIANUM' (S.XII)   

PELAYO DESDE LAS FUENTES ÁRABES

Uno de estos posibles líderes rebeldes norteños habría sido Pelayo.

Sobre su existencia histórica, la Crónica Mozárabe del 754 no nos menciona nada.  No será hasta los siglos IX o X, cuando tanto las fuentes musulmanas y cristianas comiencen a hablar de nuestro personaje histórico. 

Las fuentes latinas le llamarán Pelagius, en castellano Pelayo, en tanto que las hispano-árabes, le denominarán Baláy, adaptando su nombre romance[6].

Sobre sus orígenes genealógicos y étnicos, todas las fuentes cristianas y musulmanas que nos han llegado coinciden en su estatus de noble.

Desde hace siglos, ha existido un gran debate historiográfico sobre si Pelayo era un noble hispano-visigodo refugiado o autóctono de origen astur[7] o incluso vinculado a la familia de don Rodrigo.  Las fuentes árabes complementan a las cristianas diciéndonos que era hijo de Fávila (o Fáfila), posiblemente un dux de lo que es Asturias.  Aunque hay autores árabes que afirman que era hispano-godo, otros como Ibn Jaldún lo niegan.

Parece que estuvo en Córdoba, posiblemente, en calidad de rehén a causa de uno de estos pactos iniciales de sumisión hechos por los musulmanes[8], escapando de dicha ciudad según las fuentes árabes a lo que hoy es una zona indeterminada de la montaña asturiana donde inició esta rebelión o se incorporó a alguna ya comenzada quizás en el año 718 como cree Roger Collins. 

En cuanto a otros aspectos de su biografía las propias crónicas árabes se contradicen entre ellas en los datos.  Por ejemplo, sobre su reinado se nos dice que su gobierno duró 19 años, y 13 en otros casos.

Incluso la duda llega hasta la propia fecha de la muerte de Pelayo, hay hasta dos dataciones diferentes coincidentes con distintos gobernadores o valíes.  Sólo un autor andalusí da como fecha el 737 mientras que otros se van al 750, confundiendo a Pelayo con Alfonso I.

LA BATALLA DE COVADONGA, UNA CONTIENDA ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

Retomando lo dicho anteriormente, habíamos dejado a Pelayo en las montañas asturianas.  Quizás a causa de su carisma y su capacidad de organización en el combate, fue proclamado prínceps de los sublevados astures y probablemente romano-visigodos refugiados, según las crónicas cristianas.  Hay que aclarar que ‘princeps’ no tiene aquí la equivalencia de príncipe real sino sería una especie de líder militar elegido por las comunidades locales.

Estatua de Pelayo con la Cruz de la Victoria realizada en 1964 por el escultor Eduardo Zaragoza y que actualmente puede verse en Covadonga, en los márgenes del Parque Nacional de los Picos de Europa.  Detrás de él, los montes que le vieron pasar.  Fuente foto: Pinterest

Desde ese enclave de Asueva, nuestro protagonista mantendría una serie de escaramuzas desiguales con los soldados de Munuza a lo largo de varios años.

Las crónicas árabes nos mencionan como lugar de su rebelión lo que han llamado la “peña de Pelayo” (sajrat Balay en árabe) refugiado con decenas de partidarios, posiblemente según cronistas árabes unos 300 hombres y mujeres.   Allí, nos siguen narrando la mayoría de ellas, los musulmanes organizaron un ejército que acabó por asediar a Pelayo, y sus partidarios, quedándoles a los cristianos como alimento sólo la miel que se producía en las grutas. 

A causa del asedio y del hambre, de 300 partidarios, Pelayo sólo se quedó con unos 30 ó 40 de ellos.

Lo más interesante viene aquí, no le combaten más y se retiran porque consideran que 30 ‘asnos’ no pueden hacerles frente ya que se ha quedado vulnerable.   Craso error, como lamentarán los cronistas hispanoárabes porque, precisamente, por dejarles con vida, años después con estos rebeldes aparecerían los diversos reinos cristianos que combatirían a los musulmanes.

Y hasta aquí lo que comentan las fuentes musulmanas. 

La Batalla de Covadonga en una magnífica pintura a todo detalle de Ferrer-Dalmau.  Podemos ver las panoplias y armas cristianas (astures y visigodos) y las de los musulmanes (árabes y bereberes).  El cuadro contó con la asesoría histórica del investigador y divulgador histórico Yeyo Balbás y la arabista e historiadora, Mabel Villagra, autora del presente artículo.

ENTONCES, ¿EXISTIÓ REALMENTE LA BATALLA DE COVADONGA TAL COMO LA CONOCEMOS? 

Las posturas son variadas y opuestas, desde los historiadores y arabistas como Pedro Chalmeta o José Luis Corral que niegan su existencia hasta la de los estudiosos como Eduardo Manzano o Alejandro García Sanjuan que afirman que fue una escaramuza magnificada en el tiempo por las crónicas cristianas y los historiadores posteriores.

El problema de base viene dado por un lado por la falta de datos:  La obra cristiana más antigua, la Crónica Mozárabe del 754, no menciona como tal el nombre de Covadonga, pero sí una campaña con escaramuzas allende los Pirineos de la que se trajo mucho botín en una fecha aproximada al 733.  

Covadonga, Pelayo y la Cova Dominica no aparecerán hasta casi un siglo y medio después y lo hace a gracias a fuentes latinas posteriores.  Estas nos hablan de cómo Pelayo se refugió en el Monte Asueva hostigado por las tropas de Alqama y Munuza, unos 180.000 hombres, una cifra exagerada sacada sin duda de una referencia bíblica según Michael Shulze[9] para indicar una gran cantidad y magnificar la victoria del caudillo visigodo-astur contra los musulmanes.  

Las crónicas latinas nos siguen contando cómo los hombres de Pelayo gracias a la providencia divina lograron derrotar milagrosamente en el monte Asueva a las tropas de Munuza y Alqama, e incluso cómo dieron muerte en una posterior persecución al vicegobernador de Gijón.

También otra cuestión en contra de la batalla de Covadonga es la fecha histórica.  722[10] es el año comúnmente aceptado por los eruditos gracias al trabajo de Sánchez-Albornoz quien nos habla de un tal ʿAbd al-Rahmān ibn Mu’awiya que murió haciendo la Yihad en algún lugar indeterminado del Norte peninsular un 30 de mayo de ese año.  Sin embargo, dada la falta de datos fiables y cercanos cronológicamente en fuentes como la Crónica Mozárabe del 754, la fecha bien pudiese ser esta o incluso, otra posterior.

También el lugar de la batalla ha sido un tema discutido. Aunque tradicionalmente se ha dicho que la actual Cueva Santa pudo ser el primer lugar de la pugna entre Pelayo y una tropa comandada por ʿAlqama, posiblemente la contienda y posterior derrota ocurrió en algún lugar del valle del Trubia o quizás en La Felguera.

Subida desde el pueblo leonés de Torrestio hacia el puerto de La Mesa en Asturias.  Fuente: Wikipedia /CC

Después, los restos del ejército musulmán (posiblemente, su retaguardia) comandados por Munuza habrían huido a través del curso del río Trubia camino del puerto de La Mesa para alcanzar la ruta de la Meseta. 

Sin embargo, los restos de ejército musulmán fueron interceptados de nuevo por los astures en Olalíes y derrotados una segunda vez muriendo posiblemente en esta contienda el propio Munuza[11].

Esto demostraría la coordinación de la resistencia entre las distintas comunidades de astures y la existencia de un levantamiento generalizado en el centro y este de Asturias parecido al habido contra los visigodos hacia el 680 y que habría sido el liderado por Pelayo.

CONCLUSIONES FINALES

La Covadonga mítica de la Cueva Santa y el santuario que conocemos hoy en día y que la tradición atribuye como el lugar de la Batalla ganada por Pelayo sigue siendo un debate muy polémico y bastantes historiadores rechazan que fuese allí.

No obstante, sí podemos asumir con cierta seguridad y a la vista de los datos históricos de que disponemos, que, en el primer cuarto del siglo VIII, hubo una importante y decisiva contienda en algún lugar del centro o este de la actual Asturias que fue el inicio (o la continuación) de un proceso de rebelión organizado que contó con el liderazgo y el carisma de un personaje notable -astur o visigodo-, Pelayo, que es mencionado tanto en las fuentes árabes como latinas. 

Una rebelión local que iría a más a lo largo de los siglos para transformarse en la llamada Reconquista[12] y cambiar posteriormente el rumbo de la Historia medieval peninsular.

Las investigaciones arqueológicas y topográficas sobre esta época son muy recientes, pero están siendo muy prometedoras para arrojar un poco más de luz a esta etapa oscura del nacimiento del Reino de Asturias y del periodo paleo-andalusí. 

En un próximo artículo desgranaremos aún más estas nuevas investigaciones.

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BIBLIOGRAFIA

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ZABALO, Javier (2004). “El número de musulmanes que atacaron Covadonga. Los precedentes bíblicos de unas cifras simbólicas” en:  Historia, Instituciones, Documentos. 31.

[1]La conquista de la Hispania visigoda por los musulmanes dará paso también al tema literario, religioso y cronístico de lo que el jesuita Juan de Mariana definió la  ‘pérdida de España’, un sentir que podemos verlo mencionado también  por vez primera en la Crónica Mozárabe del 754   así como en las crónicas latinas posteriores (un siglo y medio más tarde) y  que se irá repitiendo a lo largo de los siglos en muchas obras e incluso tendrá su influencia a la hora de justificar a la incipiente monarquía astur-leonesa para legitimar su existencia como continuadora y depositaria de la herencia hispano-visigoda (especialmente bajo Alfonso III) o  bien, adquirirá tintes simbólicos durante la Reconquista, con la toma de Toledo (1085) por Alfonso VI. Cfr. MARTIN, Georges (2020). La “pérdida y restauración de España” en la historiografía latina de los siglos VIII y IX”. E-Spania. Enlace en: https://doi.org/10.4000/e-spania.34836

[2] Traducción de T. Martinez de Escobar. Texto digitalizado disponible en: 14 Mozárabes.pdf - Google Drive

[3] Véase VILLAGRA ROMERO, M.I. (2022). “La Batalla de Guadalete (711(: Del fin del reino hispanovisigodo a la conquista del Islam”. Blog de la Casa del Recreador. Enlace: LA BATALLA DE GUADALETE (711):  DEL FIN DEL REINO HISPANOVISIGODO A LA CONQUISTA DEL ISLAM (lacasadelrecreador.com)

[4] Las primeras monedas andalusíes acuñadas en la Península tienen un curioso texto en latín, pero sin vocales, tal como ocurría en la escritura árabe y semíticas en general. Las monedas mostraban en el anverso la siguiente descripción: Una estrella de ocho puntas y una orla con la leyenda INN NIN ZNZ SN A (In nomine Domini non Deus nisi Deus solus non Deus alius) que es la traducción en latín de parte de la Shahada proclamando la unicidad de Dios (“En el nombre de Dios. No hay otro dios sino Dios, el Único”).  En su reverso, aparecía la leyenda HIZFRTINSPNANCXIII, siendo SPANIA, SPN: Hic nummus solidus feritus in Spania anno XCIII figura en la orla y en el centr,o IN CXI (Indictione XI).   La aparición de SPN como Spania sin vocales se explicaría porque los acuñadores de moneda eran árabes y judíos que procedían seguro de Kairawán. Cfr. GONZALEZ GARCÍA, Alberto y MARTINEZ CHICO, David (2017). “Cuatro casos aislados de dinares epigráficos latinos hispano-musulmanes en Jaén” en Documenta & Instrumenta.15, pp. 45-56

[5] Con el tiempo, estas monedas transicionales post-Conquista, comenzarán a arabizarse, pasando por una etapa intermedia con textos bilingües latino-árabes para posteriormente a partir del gobierno de Al-Hurr (717), ser acuñadas sólo en árabe siguiendo los estándares y modelos estéticos y epigráficos marcados desde Damasco por la reforma monetaria del califa omeya ‘Abd al-Malik.  Como afirman Alberto González García y David Martínez Chico en el artículo arriba citado, los árabes procedieron rápidamente a eliminar la moneda visigoda y sustituirla en cada territorio conquistado por sus acuñaciones particulares a partir de la fundición de moneda local hispana: “Los análisis de las aleaciones ponen de manifiesto que los dinares epigráficos latinos se produjeron, en efecto, con metal procedente de moneda visigoda”.  GONZALEZ GARCÍA, Alberto y MARTINEZ CHICO, David (2017). “Cuatro casos aislados de dinares epigráficos latinos hispano-musulmanes en Jaén”, art. cit., p. 49

[6] Quizás adaptado de su versión mozárabe.

[7] Incluso entre los propios cronistas árabes: Ibn Hayyán habla de su origen hispano-godo, en cambio, Ibn Jaldún rechazaba esta posibilidad, creyéndole un noble local astur (de origen hispanorromano o visigodo).

[8] Las cristianas nos dicen que fue alejado de Asturias por Munuza para realizar supuestamente un encargo diplomático. Sin embargo, parece que Munuza en realidad quería estar cerca de la hermana de Pelayo, Ermesinda, para cortejarla y casarse con ella.   De nuevo, un paralelismo muy interesante, con la historia de Rodrigo, Don Julián y la Cava.

[9] Cfr. SCHULZE BOBERG, Michael.  “La mitificación bíblica de la historia de los árabes y la batalla de Covadonga en la Crónica de Alfonso III” en: Arabes in Patria Asturiensium. Universidad de Oviedo: Universidad de Oviedo.

[10] Hay autores que afirman que la Batalla ocurrió en el año 718.  Es el caso de Roger Collins que afirma que la rebelión pido iniciarse hacia el 718 y rematarse en el 722 en la Batalla de Covadonga conforme fue cogiendo más fuerza y Pelayo tuvo más partidarios. 

[11] Sin embargo, en una crónica cristiana se habla de otro Munuza en una zona del Pirineo catalán años después.  Se ha discutido si es el mismo de Covadonga u otro personaje homónimo, por lo que también nuestro Munuza habría sobrevivido a esta segunda emboscada.

[12] Aunque el concepto Reconquista no es una denominación que aparece en periodos recientes, la usamos para encuadrar mejor el periodo de lucha contra el Islam que se rematará en 1492 con la conquista de Granada.

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