A un siglo de la muerte de Mahoma, bajo los Cuatro Califas Ortodoxos y el Califato Omeya, el islam se había expandido a Oriente hasta el actual Pakistán.

Hacia Occidente, en el Magreb, la fuerza imparable de los ejércitos omeyas doblegó la resistencia de los reinos cristiano-bereberes y a sus aliados bizantinos, hasta que en el 705 conquistaron Tánger y en el 708-709, hicieron lo mismo con Septa[1] (Ceuta), que estaba en manos visigodas.

LA HISPANIA VISIGODA EN TIEMPOS DE LA CONQUISTA MUSULMANA

La Hispania visigoda décadas antes de la invasión musulmana de la Península (Fuente: Wikipedia)

Meses antes de la invasión musulmana de la Península, la Hispania visigoda se hallaba en un momento de gran crisis social, económica y política tras la muerte de Witiza, con una situación casi de guerra civil entre los partidarios de Rodrigo, dux de la Bética y nieto de Chindasvinto y Agila, dux de la Tarraconense y Septimania, que pertenecía al bando witizano[2]. 

No está claro el origen de la disputa de ambos nobles por el trono, lo que sí es cierto es que Rodrigo consiguió el apoyo del Aula Regia[3] quienes lo proclamaron rey por mayoría.  Mientras, por su parte, Agila se había instituido como rey independiente como Agila II en los territorios de donde era dux[4].

A esta caótica situación política y sucesoria había que añadirle, además, otros conflictos de distinto tipo:

  •          De tipo social y demográfico:

-          Poblaciones empobrecidas y ruralizadas, diezmadas por la peste del 697 y del 707-709.

-          Minorías sociales marginadas (judíos)

  •          De tipo económico:

-          Sucesión de sequías

-          Continuas malas cosechas y hambrunas a causa de plagas de langosta (707 y 709)

-          Crisis fiscal con unas arcas reales casi vacías

-          Lucha por el poder de la tierra entre nobles y terratenientes de los varios bandos y el acaparamiento de pequeñas propiedades.

Ilustración 2. Triente,  moneda visigoda de Rodrigo del año 710-711

PRIMEROS CONTACTOS DEL ISLAM CON LA PENÍNSULA IBÉRICA

Mientras estas crisis afectaban a la Hispania Visigoda, el Califato Omeya había llegado hasta lo que hoy es Marruecos, conquistando Tánger en el 705 y Ceuta en el 709, gobernada por entonces por el conde Julián[5].

Ese mismo año del 709,  grupos de musulmanes comenzaron, posiblemente con ayuda de barcos tangerinos y ceutíes, la primera de una serie de correrías y asaltos que continuarían al año siguiente, saqueando localidades de la costa mediterránea española. 

En Hispania, los hermanos de Witiza y sus seguidores[6] comenzaron a conspirar a espaldas del rey Rodrigo haciendo tratos con los omeyas allende el Estrecho con la posible ayuda e intermediación del conde ceutí Don Julián.  Su propósito era buscar apoyos militares y recuperar para los witizanos el trono perdido, así como sus antiguas posesiones.

En la segunda mitad de ese mismo año 710, los musulmanes organizaron una primera expedición a la Península seguramente para tantear las posibilidades de éxito en una intervención militar. 

Con la ayuda de barcos mercantes cedidos por Don Julián, una pequeña partida de 100 jinetes árabes y 400 infantes bereberes al mando de Tarīf ibn Mālik, desembarcóen la comarca de Algeciras, donde seguramente se encontraron y fueron recibidos por emisarios y nobles witizanos. Allí establecieron una base temporal desde donde hicieron algunas razzias por la costa mediterránea sin encontrar resistencia tomando cautivos y un rico botín, tras lo cual volvieron al Magreb para informar al gobernador de las bondades y riquezas de la Hispania visigoda.

Mientras tanto, en la Península Ibérica, el final del reino visigodo y la entrada en la Península de los musulmanes entran en un punto oscuro y se tiñen de leyenda.

La tradición y la leyenda aseguraban hasta tiempos recientes que la invasión tuvo que ver con una historia protagonizada por el ya citado Conde Don Julián, gobernador de Ceuta, quien vio cómo su hija era seducida y violada por Rodrigo y en venganza por atentar contra su honor, llamó a los musulmanes poniéndose a su disposición.  

Sin embargo, la historiografía actual ha superado estas tesis legendarias y románticas y afirma que el noble bereber se vio obligado a ayudar a los islamitas en base a los pactos de sometimiento (dhimma[7]) firmados con éstos tras la conquista de Ceuta en el 709 donde se sometió a la autoridad omeya a cambio de conservar su cargo, estatus y posesiones y de una protección especial para la población cristiana local.  Además, el conde Julián habría sido aliado de Witiza y de su padre, Égica, lo que le daba otro argumento de peso para apoyar a los witizanos, y hacer de enlace entre éstos y los omeyas.

Mientras tanto, en el norte de la Península, ajeno a la amenaza islámica que se le cernía encima, Don Rodrigo combatía contra los vascones posiblemente rebelados con el apoyo del secesionista Agila II.

LOS PREPARATIVOS MUSULMANES PARA LA CONQUISTA DE HISPANIA

Tras recibir los informes de Tarīf Ibn Mālik, en el Magreb, el entonces gobernador omeya de Qayrawán designado por Al-Walid I, Mūsà ibn Nusayr comenzó a congregar una serie de tropas para una segunda expedición de mayor envergadura, en la zona de Ceuta. 

Su deseo no era sólo ir en apoyo de los witizanos con quienes, como ya comentamos, los musulmanes tenían ya tratos, sino conquistar para el islam la Península Ibérica no sólo por un deber de expandir la religión sino también por los recursos económicos que podían explotarse y la posibilidad de obtener un gran botín que ofrecer al califa en Damasco.

Tal como cree Eduardo Manzano, fue en la primavera del 711, fue cuando Mūsà ibn Nusayr comenzó a hacer estos preparativos militares.

Para comandar este ejército, Mūsà designó a un lugarteniente y cliente (mawlà) de origen bereber, Tāriq ibn Ziyād al-Laythī.

En total, los efectivos militares disponibles eran según Manzano de unos 12.000 hombres (mayoritariamente, infantes bereberes y unos pocos cientos de árabes, principalmente jinetes).

Con una fuerza inicial de 7000 hombres, Tāriq  llegó a Algeciras (conocida por entonces como Iulia Traducta) posiblemente en barcos de nuevo cedidos por el conde Julián y allí estableció una cabeza de puente.   Una tradición islámica asegura que llegado a Algeciras, Tāriq realizó una arenga a sus soldados y ordenó quemar los navíos que trajeron a estas tropas, pero esta historia ha sido puesta en entredicho.

Después, se fortificaron en San Roque y en el Peñón de Gibraltar[8]. Desde allí, los guerreros omeyas comenzaron a hacer correrías por toda la Baja Andalucía sin encontrar apenas resistencia y en la que se hicieron con un rico botín.

A estas tropas iniciales, se le fueron añadiendo como refuerzo distintas remesas de soldados musulmanes hasta completar los 12.000 efectivos.

LA REACCIÓN TARDÍA DEL REY RODRIGO

La noticia de la presencia de los muslimes en Hispania llegó con un retraso de dos semanas a oídos de Rodrigo, quien como decíamos, estaba luchando contra los vascones en el Norte peninsular.

Rodrigo, según el cronista árabe Ibn al-Kardabūs, intentó usar la vía diplomática para ganar tiempo y envió un emisario para intentar parlamentar con Tāriq, pero este intento resultó infructuoso ya que el estratega musulmán tenía muy clara  su intención de quedarse en el territorio y conquistar Hispania para el islam.

Consciente de la amenaza que suponía para su reino, el monarca visigodo reunió un ejército de 30.000 hombres con el que se puso en marcha hacia Córdoba y desde allí, pasó por Sevilla para recoger más refuerzos con los que se dirigió a la zona de Algeciras.

 En el camino, los hermanos[9] de Witiza Sisberto y Oppas[10] y sus seguidores se unieron a las tropas visigodas de Rodrigo, aunque sólo nominalmente, porque, como veremos, acabaron por traicionar a su real rival.  El que Sisberto y Oppas recibiesen el encargo de comandar las alas o flancos del ejército visigodo era, según Abellán-Pérez, no sólo un intento de hacer un frente común contra un enemigo exterior sino también buscar un primer paso para la reconciliación con el clan witizano.

Aseguradas las posiciones de Algeciras y Gibraltar, el grueso del ejército islámico llegó hasta Medina Sidonia saqueándola.  Tāriq, viendo que no encontraba resistencia, y que incluso era bien recibido por algunos nobles locales ordenó a sus tropas marchar rumbo a Sevilla.  A mitad de camino, estableció un campamento con una empalizada en lo alto de un altozano en una ubicación indeterminada[11].

Sabedor por sus exploradores Don Rodrigo de que los musulmanes y sus aliados estaban de camino a Sevilla se dirigió a su encuentro para hacerles frente.

LA BATALLA DE WĀDĪ LAKKA O DE GUADALETE

Mucho se ha escrito sobre esta batalla, que en realidad habría no habría que definir como tal porque no se desarrolló en una sola jornada, sino que fue una contienda por días y fases donde encontramos una sucesión de emboscadas y escaramuzas de mayor o menor intensidad, un momento donde parece que la victoria estaba al alcance de Rodrigo y un final inesperado fruto de una traición.

  1.       El campo de batalla:  Una ubicación muy discutida.

No se sabe con certeza donde estuvieron el campamento musulmán o el lugar exacto de la famosa batalla de Guadalete.  Desde hace siglos, varias han sido las teorías y las atribuciones del posible lugar según los autores y las fuentes por ellos usadas.

Las crónicas árabes más antiguas hablan de un lugar llamado Wādī Lakka que según algunos autores podría identificarse con la Laguna de La Janda o con algún lago de la zona pantanosa del río Barbate. También, la Crónica de Jiménez de Rada habla de un lugar llamado Vadelac, adaptación muy probable del topónimo árabe Wādī Lakka,  basado en una etimología híbrida árabe y romance: ‘el valle del lago’.

En el siglo XX, Claudio Sánchez-Albornoz, a partir del estudio de las crónicas musulmanas y cristianas estableció la posibilidad de que Wādī Lakka estuviese en los márgenes del río Guadalete, afirmando que Lakka sería una toponimia relacionada con la ciudad romana de Lacca (posiblemente el Castrum Caesaris Salutariensis).   Debido al prestigio académico de este investigador, esta tesis se consolidó como la más aceptada entre arqueólogos e historiadores hasta fechas recientes.

Sin embargo, en la actualidad algunos investigadores como Yeyo Balbás están replanteando estas teorías de Sánchez-Albornoz y de otros historiadores afines a él del pasado siglo XX y proponen de nuevo la posibilidad de que haya sido en la laguna de la Janda tal como defendían los hermanos Oliver Hurtado o Eduardo Saavedra.  Otros, basándose en investigaciones de campo y su cotejo con las más modernas versiones de las fuentes árabes como el caso de José Antonio Fernández López, proponen otra alternativa en una posible ubicación cercana a Arcos de la Frontera en una zona entre el arroyo de Faín y el propio río Guadalete en donde hay altozanos que bien pudieron servir de amparo al campamento de Tāriq.

  1.       Inicio y desarrollo de la Batalla

La contienda se inició el 19 de Julio del 711, cuando las tropas visigodas avistaron el campamento musulmán en la colina a orillas del río Guadalete.

Don Rodrigo ordenó entonces realizar un primer ataque con caballería contra la empalizada.  Sin embargo, los musulmanes reaccionaron lanzándoles una lluvia de flechas y venablos y rechazaron el asalto.

La lucha se prolongó por espacio de dos días más entre escaramuzas y emboscadas en las que los dos bandos sufrieron graves pérdidas, pero dada la superioridad numérica del ejército visigodo, parecía que la victoria casi estaba al alcance de Rodrigo en los días siguientes.

  1.       El combate final y la traición de los witizanos.

Sin embargo, el 26 de Julio, en uno de los combates más intensos, los hermanos de Witiza que comandaban las alas exteriores del ejército visigodo[12], se replegaron por sorpresa con sus hombres y se pasaron al bando musulmán dejando en medio del combate al rey Rodrigo en desventaja y solo protegido por los espatarios[13], que se vieron enseguida superados en número por los soldados árabo-bereberes.

Lo que sí parece unánime entre los historiadores es que la deserción de los hermanos de Witiza y sus seguidores seguramente pudo haber sido planificada de antemano en secreto con los musulmanes a cambio de algún tipo de recompensa o botín.

Al quedarse sin hombres, la contienda cambió de signo y el bando visigodo de Don Rodrigo fue diezmado y derrotado completamente. Sólo unos pocos lograron huir y refugiarse en Écija. 

Ilustración 3. El combate final de la batalla de Guadalete recreada en una ilustración. Podemos ver el contraste entre el equipamiento visigodo fuertemente armado en contraste con el usado por los musulmanes y en especial por los bereberes, muy ligero sin protecciones salvo escudos, lanzas, venablos y arcos y flechas.  Fuente: Pinterest

Queda en el misterio si don Rodrigo falleció en la batalla desapareciendo su cadáver en el Guadalete o bien huyó y fue muerto con posterioridad acompañado por los espatarios, su guardia de élite.  Según Sánchez-Albornoz, sólo apareció su caballo Orelia vivo y asaeteado, sin su dueño, pero otras tradiciones afirman que Don Rodrigo sobrevivió y murió en alguna batalla contra los musulmanes años después[14].

CONSECUENCIAS DE LA BATALLA DE GUADALETE

Los restos del ejército visigodo superviviente se retiraron hasta Écija donde con ayuda de los nobles y la población local se reorganizaron y plantaron batalla de nuevo contra las tropas islámicas, pero de nuevo fueron derrotados y ya definitivamente, lo que permitió a los arabo-bereberes tener el camino abierto para conquistar el resto de la Península.

Los witizanos esperaban que sus aliados musulmanes les hicieran el trabajo menos agraciado de matar en batalla al rey Rodrigo, dándoles el acceso al trono y supusieron erróneamente, que, tras esta batalla, los musulmanes abandonarían el país con su botín correspondiente.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad:  En realidad, los witizanos que traicionaron en Guadalete a Rodrigo acabaron por ser los usados por los musulmanes para entrar en el reino visigodo y vieron cómo su pacto con Mūsà quedaba en papel mojado cuando, en los meses siguientes, los musulmanes comenzaron a conquistar lo que había sido la Hispania visigoda sin darles opción a reinar.  Lo único que consiguieron los nobles Sisberto y Oppas de los nuevos conquistadores es ser reconocidos en su estatus aristocrático y conservar la propiedad de las más de 3000 aldeas y villas de las que eran señores.

Ante este cambio de escenario político, los aliados cristianos pro-Omeyas -los hermanos de Witiza y sus seguidores y el conde Don Julián así como otros nobles-, acabaron por colaborar con los nuevos dominadores en la siguiente fase de la conquista musulmana, no se sabe si por un nuevo pacto, por conveniencia o por la fuerza.

Por último, tras la muerte del rey Rodrigo, el secesionista Agila II continuaría reinando en la zona de Septimania y la Tarraconense tras la muerte de Don Rodrigo, acuñando monedas proprias aún en fechas posteriores al 711 [15].  Sin embargo, su reinado sólo duraría unos años más, muriendo en una fecha imprecisa entre el 713 y el 716 siendo sucedido por Ardón quien sería el último rey visigodo hasta que los musulmanes llegaron a la Provenza francesa en el 720. 

BIBLIOGRAFIA

ABELLÁN PÉREZ, J. (2014). La pérdida de Hispania y la formación de Al-Ándalus. En V. A. Álvarez Palenzuela (coord.), Historia de España en la Edad Media (pp.59-73). Barcelona: Ariel.

BALBÁS, Yeyo (2022).  Espada, hambre y cautiverio. La conquista islámica de Spania. Desperta Ferro ediciones. Madrid.

CHALMETA, Pedro (2004). Invasión e Islamización. La sumisión de Hispania y la formación de Al-Andalus. Universidad de Jaén. Jaén.

GARCÍA-GUIJARROS, L. (2014). Las invasiones bárbaras en Hispania y la creación del reino Visigodo. En V. A. Álvarez Palenzuela (coord.), Historia de España en la Edad Media (pp.3-28). Barcelona: Ariel

GARCÍA MORENO, Luis A. (1992). “Los últimos tiempos del reino visigod”,Boletín de la Real Academia de la Historia (CLXXXIX): 450-451. 

GARCIA SANJUÁN, Alejandro (2013). La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado. Marcial Pons Historia.

IBN AL-KARDABŪS (1993).  Historia de Al-Ándalus.  Estudio, notas y traducción de Felipe Maíllo Salgado. Akal. Madrid.

MANZANO, Eduardo (2006). Conquistadores, Emires y Califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona.

MARIN GUZMÁN, Roberto (2011). “La conquista árabe-musulmana de Al-Andalus: Entre la leyenda y la realidad histórica” en A 1300 años de la conquista de Al-Andalus (711-2011).

SANCHEZ- ALBORNOZ,  Claudio (1972). «I». Orígenes de la Nación Española: Estudios Críticos sobre la Historia del Reino de Asturias. Oviedo.

VIGUERA  (3) Lectura de Ibn al-Qutiyya: sobre la conquista de al-Andalus | María Jesús Viguera Molins - Academia.edu

[1] También llamada Septem por algunos autores.  Ceuta era visigoda desde el 690 aproximadamente, pasando a manos visigodas tras un tiempo siendo dominio bizantino.  Su gobernante (comes) era en época de la conquista islámica de Hispania, Julián (o Julianus, Olbían o Ilyán). Sin embargo, en el artículo la llamaremos Septa.

[2] No sabemos quién o a qué linaje familiar pertenecía Agila. Aunque hay quien dice que era hijo de Witiza, según Luis A. García Moreno habría sido un noble independiente o bien un familiar lejano no directo del antiguo rey visigodo.

[3] Especie de Asamblea de Notables.

[4] En la hoy Provenza francesa.

[5] Mucho se ha escrito desde la Edad Media sobre el conde Don Julián, cuya visión romántica y legendaria como el traidor que trajo a los musulmanes a España ha permanecido hasta tiempos recientes.  Según los autores, Don Julián pudo ser un gobernante bereber, quizás de la tribu de los Gomaras, bien bizantino o pro-visigodo, que pactó con los conquistadores árabes.   Don Julián pudo haber existido realmente.  De hecho sale incluso en las crónicas árabes como Olbián o Ilyán y fue justamente un cronista y polígrafo llamado Al-Razi (s.IX) quien difundió el nombre de Don Julián en la cristiandad gracias a las traducciones que de su obra histórica se hicieron al castellano (la llamada ‘Crónica del Moro Rasis’).Cuando Musà llegó a Ceuta e hizo pactos para su rendición, cuenta una fuente, que Musa dudaba de la lealtad de Don Julián el posible cumplimiento de estos acuerdos.  El musulmán puso a prueba a don Julián una expedición contra Hispania, que se produciría en el 709 a la que siguió otra al año siguiente.

[6] Hay mucha confusión sobre quienes fueron los hijos o hermanos de Witiza que pugnaron contra Rodrigo por la imprecisión de los cronistas árabes y las distintas teorías defendidas por los historiadores modernos.

Según la Crónica del siglo X de  Ibn Al-Qutiyya —que declaraba ser descendiente de Witiza a través de una nieta llamada Sara— establece que Witiza tuvo tres hijos: Olmundo, Artobás (Artabasdus o Abbas) y Rómulo (Romulus).  Otras teorías hablan de que fueron Sisberto (Sisisberto) o incluso un Oppas a quien se confunde según Luis A. García Moreno con un obispo sevillano.  No se sabe bien si fueron hijos o hermanos de Witiza.

 Incluso erróneamente se cree que Agila II habría sido hijo de Witiza pero en nuestro caso y siguiendo a García Moreno nos decantaremos por la teoría de que Agila fuese un noble wizitano o familiar lejano de Witiza y cuando hablemos de los hermanos de Witiza, hablaremos de Sisberto y Oppas como hermanos de Witiza.

[7]La dhimma era un pacto que los musulmanes hacían con los pueblos vencidos (normalmente, cristianos, judíos, sabeos  y zoroastrianos) tras conquistar un territorio por el que los vencidos pasaban a tener el estatus de ‘protegidos’ a cambio de pagar un impuesto de capitación llamado ŷizya. 

Estos pactos garantizaban un estatus quo entre vencedores y vencidos por el que los musulmanes no ejercían contra ellos la Ŷihād y daban cierta autonomía personal, libertad de culto, de administración fiscal y justicia a los vencidos pero que por otro lado suponía también un cierto trato discriminatorio a nivel social y fiscal a estos vencidos ya que debían someterse a ciertas normas de comportamiento o de convivencia y acatamiento de la autoridad islámica que les convertía casi en personas de segunda clase.  La primera de estas dhimmas fue la de Umar (637) en Oriente Medio.  Con el tiempo, la dhimma se mostró también una táctica eficaz para conseguir conversiones al islam.

[8] La presencia de Tāriq dio nombre al nombre actual del Peñón, Gibraltar, del árabe Ŷabal al-Tāriq, el ‘Monte de Tāriq’)

[9] O hijos, según otras fuentes históricas.

[10] Seguimos aquí la nomenclatura de dos posibles hermanos o hijos mencionados por Luis A. García Moreno.

[11] Sobre la ubicación de este campamento hay división y polémica entre los autores: Unos dicen que fue cerca de la Laguna de la Janda, otros que en las cercanías de Arcos de la Frontera y otros en  las cercanías de la ciudad romana de Lacca siguiendo a Sánchez-Albornoz.

[12] Un 20% del total de las fuerzas visigodas según estimaciones modernas.

[13] Guardia de élite.

[14] Algunas fuentes orales e historiográficas apuntarían que Rodrigo sí sobrevivió a la batalla pero sin tener una base histórica y documental que las avale. Las mencionamos para curiosidad del lector: Por un lado,  la Crónica de Alfonso III cuenta que cuando los repobladores leoneses conquistaron Viseo (actual Portugal) se encontraron entre las ruinas de una iglesia con una lápida que decía en latín “Aquí fue sepultado el rey Rodrigo”. 

Por su parte, una tradición oral afirma que un derrotado Rodrigo intentó organizar su último reducto de resistencia en lo que hoy es la provincia de Salamanca con los restos de su ejército y visigodos locales leales a su causa. Dos años después de Guadalete, en el 713, hay constancia histórica de una de las últimas resistencias armadas visigodas contra los musulmanes en esta zona, la batalla de Segoyuela. Y es aquí donde entra la tradición oral afirmando que Rodrigo lideró estas tropas visigodas rebeldes y encontró la muerte en esta contienda. 

[15] Monedas curiosamente encontradas en contextos arqueológicos donde hubo violencia y en fortalezas.

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