Muchas veces nos preguntamos por qué hicieron las pirámides. Los faraones podían gastar el superávit del Estado en que la gente sobreviviese o en que la gente hiciese cosas que eran útiles para el Estado.

 

En un país en el que el 95% de las personas no sabían leer, el arte y la arquitectura eran los principales vehículos de transmisión ideológica.

Las famosas pirámides de la Cuarta Dinastía no tenían el aspecto que vemos ahora, de piedras amontonadas unas sobre otras, sino que tenían un acabado perfecto.


La primera pirámide en ser construida fue la romboidal de Seneferu, en Dahshur, y debe su forma peculiar a un cambio de estrategia constructiva a causa de problemas estructurales que exigieron un volumen mucho menor en la parte alta.

La recubrió de placas de caliza blanca pulidas y cortadas con gran precisión. Era la primera vez que se hacía una gran figura geométrica perfecta, pero simbolizaba un cambio de teología y un cambio en las relaciones entre el faraón y sus súbditos.

 

El recubrimiento calizo era tan perfecto y preciso que parece imposible de conseguir con herramientas de cobre y de madera.

La esposa de Seneferu, Hetepheres, fue una de esas mujeres excepcionales que cambiaron la vida de Egipto y también el arte, y fue el inicio de una saga de mujeres excepcionales. En realidad no inició una nueva dinastía, sino una nueva era.

Cambió tanto el arte que nos podemos preguntar si influyó en el enorme monumento funerario de su marido. Las reinas de Egipto no habían sido enterradas en pirámides antes de ella por ser privilegio exclusivo de los faraones, pero las reinas tuvieron pirámides propias desde la Cuarta Dinastía hasta la Sexta.

La pirámide de Keops fue construida alrededor del 2570 a.C., por lo que es la más antigua de las siete maravillas del mundo y la única que podemos ver, a pesar de haber perdido parte de su esplendor pasado.

Su superficie ocupa más de cinco hectáreas y fue el edificio más alto del mundo durante 3.800 años, ya que sus 140 metros de altura sólo fueron superados en 1889, cuando se inauguró la Torre Eiffel.

Keops eligió el extremo superior de una meseta natural para que su futura pirámide fuera muy visible desde grandes distancias.

El agua llegaba hasta la base en la época de la crecida del Nilo, lo que daba al emplazamiento una gran ventaja logística.

Durante veinte años, algo más de diez mil personas trabajaron en el proceso constructivo de esa pirámide. La organización que se requiere para hacer una obra como esa es extraordinaria. Una parte del poder de Keops se lo arrebató a los templos, cuyos sacerdotes nunca le perdonaron.

Se emplearon 2,3 millones de bloques de piedra caliza ocre cuyo peso medio es de dos toneladas y media por bloque, aunque algunos de ellos pesan sesenta toneladas.

Luego, empezando por la cúspide[1], la recubrió con unos 27.000 bloques de piedra caliza blanca pulida, de grano muy fino, de varias toneladas cada uno, extraídos de la cantera de Tura.

El papiro de Merer es uno de los diversos registros diarios de los embarques de bloques de piedra caliza, desde Tura hasta Giza, con un total de 200 bloques por mes.

La pirámide de Kefrén también tiene en su parte superior una capa de bloques de piedra caliza blanca pulida que realzaba su aspecto.


Sólo se han conservado algunos bloques de piedra caliza de las canteras de Tura en la primera hilada de la cara septentrional.

A principios del siglo XIV un terremoto desprendió parte del revestimiento blanco calizo. Los habitantes de El Cairo aprovecharon esa piedra para la construcción de la ciudad que acabaría por engullir Menfis, la antigua capital faraónica.

Los turcos otomanos fueron los últimos en llevarse el revestimiento para la construcción de edificios en El Cairo.

En cualquier caso, el aspecto original de las enormes pirámides de la Cuarta Dinastía fur bastante diferente del que tenemos ahora.

[1]Así es que la fachada empezó a pulirse por arriba, bajando después consecutivamente, de modo que la parte inferior, que estribaba en el mismo suelo, fue la postrera en recibir la última mano.

Heródoto. Libro II, 124.

Dejar un comentario

Iniciar sesión


Categorías

arrow_upward