Así pues, regresando a ese balteus, una vez el legionario lo tenía colocado en su hombro izquierdo, la espada quedaba cruzada y dispuesta en la cadera derecha. El siguiente paso era ajustar su cingulum a la cintura pasando por encima de los correajes del otro elemento para sujetarlo con fuerza. Así pues, el cinturón era más ligero ya que se veía libre de soportar el peso del arma principal del soldado. Hecha esta explicación, podemos llegar a la conclusión de que el balteus era una correa de cuero para colgar la espada envainada y que se ajustaba sobre el hombro, mientras que el cingulum era propiamente el elemento que servía para ajustarse a la cintura. Vamos el de toda la vida…
Sabemos por los tratados militares y las crónicas de historiadores clásicos, que, desde las reformas impulsadas por el gran Cayo Mario, a finales del siglo II a. C., principios del I a. C., el cinturón formaba parte del equipamiento que el Estado proporcionaba a los legionarios cuando estos se enrolaban en las filas. Como todo ejército profesional que se precie, antiguo o moderno, los soldados recibían una paga, para los romanos era el stipendium, de la cual se deducían los gastos del material que se les entregaba. Eso implicaba que el propietario tenía que cuidar de todos los elementos de su panoplia, ya que, si se le perdían o se le estropeaban, además de recibir el correspondiente castigo, debía reponerlos y para ello se le restaba de esa paga que se le daba.
Aunque tenemos que tener claro un aspecto importante, y es que para la arqueología ha sido muy difícil encontrar cinturones completos intactos, siendo lo más común el hallar piezas individuales que formaban parte del conjunto total del elemento. Así pues, una de las fuentes en las que se han basado los investigadores para reconstruir estas piezas, han sido los registros (dibujos o representaciones esculpidas en la lápida) que se han hallado en los relieves de las tumbas privadas de soldados. En este caso tenemos más de 750 ejemplos de ellos repartidos por todo lo que fueron territorios del imperio.
Una vez aclarado este detalle que es esencial a la hora de entender este complejo mundo, podemos afirmar que este elemento fue considerado siempre como una de las posesiones más preciadas para un soldado, y ese era uno de los motivos por los cuales muchos de ellos se lo “tuneaban” a su gusto colocando piezas y adornos que lo hacían más lustroso todavía si cabe. Estas galas se solían lucir en el propio cinturón, que estaba conformado por diferentes placas de latón o bronce que iban remachadas sobre la tira de cuero, aunque hay constancia de que determinados oficiales podían incluso haber llevado placas hechas en plata o incluso en oro, demostrando la teoría de que este elemento iba asociado también al estatus de su portador.
Obviamente no era igual el cingulum militare que podía llevar un soldado raso que llevaba dos años sirviendo en la legión, que el que llevaba un primus pilus (primer centurión de la legión) que llevaba más de una década en el ejército y que cobraba una paga infinitamente superior a la de un soldado raso. Estas placas estaban decoradas con diferentes motivos, que podían ser más bien geométricos y que podían ser como ya hemos comentado antes de diferentes materiales. Además, en uno de los laterales, se colocaban dos piezas también metálicas y remachadas de las cuales pendían unas tiras de cuero que servían para sujetar el pugio, es decir el puñal.
Y ya que os he nombrado las placas, os voy a dar unos cuantos detalles sobre estas y sobre sus medidas aproximadas, y es que se sabe que solían oscilar entre 2,5 y 4 centímetros de ancho y de entre 5 y 7 de largo en los cinturones que eran más estrechos y de entre 4 y 5 centímetros de ancho y entre 5 y 6 de largo en los que eran más anchos.
Otro elemento característico del cingulum militare era el faldellín hecho de tiras de cuero también adornadas, las pteryges o las también llamadas apron, a las cuales ya he hecho mención un poco más arriba. Estas pendían hacía adelante y caían sobre los muslos del soldado, quedando siempre por encima de las rodillas para no molestarle cuando caminaba. Estas tiras podían solían ser cuatro en los más ligeros, aunque en aquellos cinturones más complejos podían ser más, llegando incluso a las ocho. Al igual que el propio cinturón, también tenían piezas metálicas incrustadas, aunque eran de forma redondeada y acostumbraban a ser unas dieciséis por cada una de ellas. Existían varios tipos de faldellines, unos que colgaban directamente de la parte inferior del cingulum, y otros que daban la vuelta al mismo rodeando la parte superior de este. En la parte final de cada tira se colocaba una pieza metálica que podía estar compuesta por varias partes que hacían ruido al golpear entre ellas.
El debate entorno a este faldellín surge entorno al uso que tenían estas tiras de cuero. Se había tendido a creer que servían para ofrecer protección en las partes bajas a su portador, ya que cubrían las partes íntimas del soldado de los golpes del enemigo. Aunque la arqueología experimental que llevan a cabo muchos grupos de recreación y de reconstrucción histórica, ha demostrado que esos elementos no ofrecen protección alguna. Es decir, si un enemigo golpeaba en la entrepierna a un legionario romano, las tiras de cuero no servían absolutamente para nada. El arma enemiga no encontraba oposición alguna para llegar hasta su objetivo. Entonces, eso nos lleva a replantearnos cual era la función de esta parte del cingulum militare. Pues muy sencillo, lo más seguro y haciendo uso de la lógica, era un símbolo de estatus de militar. Además, podía tener una función secundaria como es la de hacer un ruido o sonido peculiar.
Así pues, si a ese sonido que hacían las partes metálicas del cingulum al moverse, se le sumaba el que hacían las tachuelas de las sandalias al golpear el suelo, el de las propias armaduras metálicas y las espadas que colgaban, y eso lo multiplicábamos por todos los hombres que conformaban una legión (entre 4800 y 5300), podréis haceros una ligera idea de que una legión no pasaba desapercibida cuando hacía acto de presencia. A modo de ejemplo, salvando siempre las distancias, os invito a que asistáis a un evento de recreación de época romana y prestéis atención a las marchas que suelen hacer estos grupos que hacen una magnífica labor de arqueología experimental.
Por suerte, en España, disponéis cada vez de más grupos y asociaciones que se dedican a recrear y reconstruir nuestro pasado romano. Así pues, como miembro de uno de ellos, Barcino Oriens, con sede en la ciudad de Barcelona, tan sólo os puedo decir que es la mejor manera de acercaros al pasado sin necesidad de tener que tirar de imaginación, y así tal vez, podáis experimentar en directo la sensación que tenían los que veían a esos hombres que paseaban por las calles de su ciudad vistiendo una túnica y un cinturón tan característico como el cingulum militare.
Sobre los diferentes tipos de cingulum militare que existen, debemos afirmar que cada período contaba con sus modelos característicos, y que no son los mismos los que se portaban por ejemplo durante la dinastía Flavio (69-96 d. C.) que los que se llevaban en tiempos del emperador Adriano (117-138 d. C.). Cómo todas las prendas de vestir a lo largo de la historia, los cinturones militares en la antigua Roma también estaban sujetos a las modas de cada momento y obviamente a las regiones donde se producían estos elementos. Así podemos afirmar que fueron evolucionando pese a que cada cual tenía la posibilidad de irlo perfeccionando o decorando según los denarios que pudiera o quisiera invertir en tal tarea.
Sin más, espero que os haya resultado útil este artículo sobre el uso del cingulum militare y espero por lo menos haber despertado la curiosidad de saber algo más sobre este y otros elementos que conformaban la panoplia del soldado que servía en la legión romana. Tened presente que hoy en día sois afortunados ya que disponéis de infinidad de lugares donde asistir a un evento de recreación de época romana, sin duda lo más útil para poder comprobar la información que os he detallado en estas líneas e primera persona.
Un saludo, y ¡Roma Victrix!
Bibliografía
- The roman military belt, Hoss, Stefanie. Academia.edu
- El ejército romano, LeBohec, Yann. Ediciones Ariel Historia, año 2013
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