Posiblemente no haya mejor ejemplo para explicar la espiritualidad en la Plena y Baja Edad Media que las órdenes militares. Esta mezcla de monjes y guerreros, que luchaban contra los enemigos de día y rezaban de noche, es algo que todavia fascina la imaginación del ciudadano moderno. Quizá porque en la actualidad, nos resulta contradictorio que un hombre de Dios empuñe la espada y tenga en la guerra su habitat natural. Sin embargo, como decimos, debemos adentrarnos en la religiosidad medieval, más allá de los tópicos al uso y lo políticamente correcto, para ver en las órdenes militares una expresión natural. Y, mientras nos adentramos, observaremos el estado de guerra continuo que definirá el carácter violento de la sociedad europea de la época. Si a este estado de fervor religioso y violencia constante le añadimos la extensión en todas las capas de la sociedad del ideal de caballería – sobre todo esa defensa del débil como razón de ser del buen caballero – contemplaremos un contexto en el que las órdenes de caballería religiosas nacen como un producto natural.

Templario y HospitalarioEl primer lugar donde vemos aparecer este tipo de organizaciones es Tierra Santa, donde la violencia de la guerra y el fervor religioso estaban en su punto álgido. Desde hacia tiempo, instituciones de carácter exclusivamente religioso se habían asentado cerca de los lugares santos, para velar por el cuidado de enfermos y peregrinos de la región. Es el caso, por ejemplo, de la Orden de San Juan. Sin embargo en el fragor de la primera Cruzada y el éxtasis de la toma de Jerusalén, aparecerán las primeras órdenes religiosas de carácter militar. Ya no tendrán como objetivo principal cuidar al peregrino o al enfermo, sino que convertirán la defensa de los lugares santos y la protección activa de los peregrinos en su principal razón de ser. Es este ideal de defensa el que tomará cuerpo en la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Auspiciada por Godofredo de Bouillon, su aparición es difícil de precisar pues algunos autores señalan que era una idea que el propio Godofredo había estado sopesando desde tiempo antes mientras que otros autores creen que fue una decisión más bien espontanea que respondía a una necesidad acuciante de proteger los lugares santos de la recién tomada Jerusalén. Sea como fuere lo cierto es que el éxito de la orden del Santo Sepulcro supuso el pistoletazo de salida a la proliferación de este tipo de instituciones. De este modo una vez institucionalizado el reino latino de Jerusalén en la figura de Balduino I surge la famosa Orden del Temple (oficialmente Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón) una institución que, al igual que la del Santo Sepulcro, se erigía como defensora de los santos lugares. Es también a la luz de los éxitos de estas ordenes militares cuando la mencionada orden de San Juan modifica su naturaleza para añadirle el componente militar.

Orden TemplariaComo decimos las ordenes militares se expandieron desde Tierra Santa por toda la cristiandad, fundamentalmente por las zonas de frontera con el mundo islámico. Y será en la península ibérica donde veremos la aparición de algunas de las más importantes. De esta forma, en el contexto de la conquista de Zaragoza por Alfonso I de Aragón, el batallador, la necesidad de defender los nuevos territorios ganados por la Corona aragonesa empujó al rey a convocar en Belchite una asamblea, con la intención de fundar una cofradía militar que se ocupase de la defensa y gestión de esas nuevas conquistas. Con este proyecto en mente, e inspirado en las órdenes fundadas en Oriente, Alfonso I dispuso unas normas de funcionamiento y dotó de una serie de indulgencias – gracias al apoyo papal - a los integrantes de la Cofradía. Incluso adoptó medidas para fomentar el mecenazgo de la institución y la participación de los distintos estamentos sociales en ella por cortos periodos de tiempo. La Cofradía de Belchite debió suponer un éxito hasta el punto que, dos años después, el propio Alfonso I de Aragón fundará la Orden militar de Monreal. Son éstas, los dos primeros antecedentes de las grandes órdenes militares en la península Ibérica y unas valiosas herramientas para apuntalar la frágil defensa de esas tierras recién conquistadas.

Sin embargo habrá que esperar algunas décadas para presenciar la que será la primera gran orden militar fundada en suelo hispano. Tras la conquista de Toledo se hace urgente la defensa de los nuevos territorios de la forma más eficaz y permanente. Alfonso VII cedió la defensa de dicha zona a la Orden del Temple. Sin embargo, unos años después, el renovado empuje de los musulmanes provocó la retirada de los templarios, que devolvieron las plazas fuertes a Sancho III, sucesor de Alfonso VII. Aparece en este episodio un personaje cuyo nombre debe ser recordado; el abad Raimundo de Fitero. Perteneciente a la orden del Císter, el abad de este monasterio de Navarra se ofreció a Sancho III para defender la zona abandonada por el Temple. Sancho III – que tampoco tenía mucho más que perder y sí mucho que ganar – aceptó de buen grado el ofrecimiento y cedió el castillo de Calatrava a estos monjes de Fitero, quienes reclutaron un numeroso ejército de guerreros que consiguieron defender el territorio contra el enemigo musulmán. A pesar de todo, la amenaza continuaba y lo que en principio era una respuesta temporal a un peligro inminente, comenzó a tomar forma de institución permanente. De este modo, y simplificando un poco la historia pues la desarrollaremos en otro artículo, se separan monjes y guerreros, y se nombra al primer Maestre en la persona de Don García, quien recibirá las primeras reglas de la Orden de Calatrava. Se había fundado la Orden Militar de Calatrava, primera orden militar nacida en suelo hispano.
Caballero calatravoPero ¿en qué consistía realmente una orden militar? Cómo decíamos al principio de este artículo, las órdenes militares en la Edad Media son el mejor ejemplo en el que podemos observar la espiritualidad de la época. El estado de guerra permanente, sumado al ideal de caballería y el fervor religioso fomentaron un espíritu genuino, en el que la defensa del cristianismo se erigía como una de las grandes metas de todo cristiano honorable. De este modo, el propio papado fomentó la creación de estas instituciones a las que dotaba de sus propias reglas a través de distintas bulas, así como – en un principio – velaba por la independencia de las Órdenes, para que se centrasen exclusivamente en la defensa de la Fe y no se viesen envueltas en las luchas políticas intestinas de los reinos cristianos. Al fin y al cabo, las bulas papales adaptaban al mundo laico las normas de la orden del Císter, añadiendo la defensa militar del cristianismo como objetivo principal. Así, y como ejemplo, los caballeros de las órdenes militares tenían la obligación de los tres votos (obediencia, pobreza y castidad) así como ayunar, guardar silencio y dormir vestidos.
Caballero Santiago
Con el paso del tiempo, cada orden militar fue transformando su naturaleza, manteniendo, en principio, su doble carácter religioso y militar. En próximos artículos iremos desarrollando la evolución individual de algunas de las principales órdenes militares hispanas. Sin embargo, y a modo de resumen del presente texto, podemos decir que la aparición de estas instituciones en el medievo no es más que el resultado de mezclar el fuerte fervor religioso con el estado de guerra constante, aderezado con el ideal de caballería. Una respuesta lógica dentro de un contexto cronológico en el que la defensa de la Fe contra el infiel era pieza fundamental para la supervivencia misma de los reinos cristianos de frontera.

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