Son los Tercios. Con toda probabilidad, la unidad militar más conocida de la historia de España. Una fama que trasciende las propias fronteras de la península, algo nada nuevo, pues ya en su época despertaban la admiración entre amigos y enemigos. Un entusiasmo correspondido con una abundante bibliografía relativa a esta unidad que, con más o menos acierto, ha tratado el tema desde casi el propio momento de su nacimiento. Hoy, de forma bastante sucinta, vamos a hablar de los orígenes de esta mítica unidad o, para ser más concretos, los momentos previos a su formación. Aunque, para ser sinceros, esto de los orígenes de los Tercios es algo un tanto ambiguo, así que nos limitaremos a comentar los acontecimientos más destacados desde la Guerra de Granada hasta la aparición por primera vez en un documento oficial del término Tercio.
Comenzaremos, como decimos, por la Guerra de Granada, con total seguridad, el último gran conflicto armado netamente medieval. Un conflicto que se caracteriza por la heterogeneidad de las tropas cristianas; huestes señoriales, órdenes militares, mercenarios, tropas de la Hermandad, extranjeros… es decir, una amalgama de contingentes que, convocados por distintas razones a la lucha, combatieron al menguante Reino de Granada, hasta su caída definitiva en 1492. Esta victoria supuso, en cierto sentido, el pistoletazo de salida para la formación de los llamados Tercios. Y lo será por la propia situación militar que acababa de nacer: la desaparición de los acestrales peligros en las fronteras cercanas que preocupaban al pueblo y lo motivaban a tomar las armas por voluntad propia. Recordemos que las coronas de Aragón y Castilla estaban unidas tras la boda de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, igual que se suponía que existiría paz con Portugal por la política matrimonial de los Reyes Católicos, mientras que Navarra se encontraba internamente dividida y estaba lejos de suponer una amenaza.
Este abandono de la necesidad de autodefensa del pueblo, como decíamos antes, sumado a la propia evolución política que buscaba el fortalecimiento de la Corona frente al resto de poderes fácticos, hace que Fernando el Católico, sabedor de que su política internacional necesitaría de fuerzas militares de confianza, pida consejo a su mayor experto militar, Alonso de Quintanilla, quien redacta un documento en el que ya podemos encontrar aspectos fundamentales que sentarán las bases de lo que tiempo después serán los conocidos Tercios. Pero Alonso de Quintanilla, en cierta manera, no inventó nada, simplemente comprendió que la guerra, tal y como se entendía hasta entonces, estaba cambiando y que los nuevos tiempos exigían una reinvención del modelo. Un nuevo paradigma militar, una nueva manera de combatir, cuya semilla la encontramos unos pocos decenios antes... en la propia Europa.
En el año 1476 el poderoso Duque de Borgoña, Carlos el Temerario, y su caballería pesada – hasta entonces entendida como invencible - son derrotados. Este hecho habría sido anecdótico si no fuera porque los responsables de la derrota habían sido los suizos. Un ejército suizo compuesto principalmente por unidades de infantería de piqueros. Así como la antigua batalla de Cinoscéfalos (197 a.C.) supondría la supremacía del ejército manipular romano frente a los ejércitos hoplíticos griegos, la batalla de Morat (o Morten) de 1476, supondría la aniquilación del poderoso ejército del Duque de Borgoña y el comienzo de la decadencia de la caballería pesada europea, hasta entonces paradigma e icono del ejército medieval. Será el propio rey de Francia, Luis XI quien, tras conocer la terrible noticia y entender el nuevo panorama militar, contrató a instructores suizos para formar a sus propias unidades de piqueros. Sin embargo, este proyecto quedó abandonado por sus descendientes, que preferían contratar piqueros suizos mercenarios a formar los suyos propios.
Batalla de Morat 1476
Sin embargo, no debemos entender que la Corona hispánica se limitase a copiar el modelo suizo sin más. La experiencia adquirida en la Guerra de Granada se entremezcla con esta nueva forma de combate basado en la infantería. Una guerra donde ganan peso elementos como el desarrollo de la llamada infantería “andarina”, que se caracterizaba por ser experta en el aprovechamiento del terreno y en escaramuzas, así como la evolución de las armas de fuego debido al marcado carácter poliorcético del conflicto. Una serie de características que marcarán a fuego el carácter de los futuros Tercios. De este modo, si sumamos todos estos factores que hemos ido mencionando, podemos ir anticipando las bases de lo que serán, en las décadas inmediatas, las unidades de Tercios.
Nos trasladamos ahora a 1503. La Corona necesita levantar un ejército para poder defender el condado del Rosellón de una invasión francesa. En el decreto de reclutamiento aparecen ya varios aspectos que debemos destacar: en primer lugar, la división de la infantería en unidades especializadas (una división que ya había sido puesta en marcha en el propio Rosellón en 1497). Esta búsqueda de la especialización es tal, que supone el paulatino abandono del término peón, quizá debido a sus connotaciones negativas, aunque aún tendremos que esperar para que aparezca el término ynfante. El segundo punto a destacar del decreto de leva es la orden de armar a la infantería “a la manera suiza”. Toda una declaración de intenciones por parte de la Corona, que apuesta decididamente por este modelo de ejército, hasta el punto de establecer su propia implicación en la fabricación y distribución de los elementos necesarios para armar a los soldados “a la manera suiza”.
El éxito en la defensa del Rosellón afianzó la confianza de la Corona hacia este nuevo tipo de ejército, que basculaba el peso de los enfrentamientos hacia la infantería de piqueros, auxiliada por el resto de unidades. Sin embargo, acabado el peligro, las unidades fueron licenciadas, aunque los capitanes quedaron ligados a la Corte, para tenerlos a mano en caso de una nueva necesidad.
No obstante, pese a que a estas alturas ya tenemos bastantes elementos que formarán las bases de las unidades de Tercios, aún nos quedará bastante camino por recorrer. Un camino que ya sólo se andará en suelo italiano y que comenzará con uno de los mayores genios militares hispanos, Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán. Y el escenario será la Guerra de Nápoles (1501 – 1504), donde el Gran Capitán volvió a mostrar su enorme capacidad militar. No es este artículo, el espacio para desarrollar los pormenores de este conflicto, pero sí debemos destacar lo que supuso para el desarrollo de las unidades de Tercios. En primer lugar, destaca que, a diferencia de la Guerra de Granada, en este conflicto todos los combatientes de la Corona hispana estarán en nómina del Estado, es decir, estamos ante la profesionalización del ejército moderno, una de las características de los Tercios. Además, era un ejército enrolado de forma permanente, no tanto con la intención de perdurar en el tiempo como por la dificultad (nueva) de la lejanía del teatro de operaciones. De este modo, el Gran Capitán desarrollará durante su segunda estancia en Nápoles lo que sería la infantería de Tercios, hasta el punto de que será entonces cuando se abandone en los documentos oficiales el término peón por el de ynfante.
Gonzalo Fernández de Córdoba
El ejército hispano en Italia seguirá su desarrollo. Internamente se irán creando, modificando y anulando cargos, en un proceso de adaptación de una estructura militar, aún medieval, a la nueva realidad del ejército moderno. Esta evolución, que no será lineal ni mucho menos, llevará algunas décadas y analizarlas detenidamente supondría un espacio demasiado grande para el propósito de este artículo. Sin embargo, sí podemos colocar la conquista del Milanesado en 1535 como el siguiente gran hito en la formación de las unidades de Tercios. La toma de Milán por la corona española abrirá aún más los teatros de operaciones internacionales al suponer este territorio una cabeza de puente más hacia el centro de Europa y chocar frontalmente – una vez más – con las aspiraciones francesas.
No obstante, la amplitud de los frentes abiertos no podía ser bien gestionada por una administración militar que aún estaba anclada en las bases del medievo. Este fracaso en la gestión supuso varios reveses para las tropas hispanas. La situación motivó al emperador Carlos I de España a revisar y reformar profundamente la administración militar de sus ejércitos. Surge aquí, en 1536, la Instrucción de Génova (en ocasiones mal llamada Ordenanza de Génova) en el cual establece una larga lista de precisas modificaciones que suponen una remodelación completa de los ejércitos y la formalización oficial de las distintas modificaciones internas que se habían ido produciendo en el seno de las unidades. En ella se utiliza por primera vez la palabra Tercios en un documento oficial para referirse a las unidades de infantería en Italia. Es de este modo, y de manera oficial, cuando podemos hablar – a nuestro juicio – del comienzo de la historia de los Tercios.
Foto de portada Valischka Fotografía.
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