En época omeya, la circunscripción provincial de kūrat Šiḏūna, la Cora de Saduna, era la que más tributaba al fisco cordobés. En ella destacaba Espera y su alfoz, dominado por la fortaleza de ḥiṣn Išbira, que ahora conocemos como castillo de Fatetar.

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De esa capacidad económica se conservan como registro fósil casi trescientas monedas agrupadas en la colección numismática de Espera (Cádiz), de valor excepcional, que abarca desde el periodo de la conquista, del 715 hasta el siglo XIII.

Se han hallado monedas emirales, norteafricanas, califales, de diferentes taifas, almorávides, almohades y orientales, de las que destaca una que brilla con luz propia.

Se trata de una moneda de oro del siglo XI que se expone en el Museo Arqueológico de Espera, un dinar que procede de la ceca de Marw, en el actual Turkmenistán, en Asia Central, y data del año 1002, cuando allí gobernaba la dinastía gaznaví, una dinastía turca surgida de los mamelucos que gobernó partes de Afganistán, Irán y la India desde el siglo X al XII.

La moneda es de la época de Mahmud de Gazni (971-1030), que fue el más notable de los gobernantes gaznávidas, que expandió en gran manera el territorio del imperio.

Durante su apogeo, los gaznávidas destacaron por su patrocinio de las artes y la cultura, especialmente la literatura persa. Después de la muerte de Mahmud, el imperio comenzó a declinar.

No conocemos los detalles por los que viajó más de 7500 km, desde el actual Turkmenistán hasta el municipio de Espera, en la Sierra gaditana.

No se conoce una moneda semejante en todo el territorio andalusí. Su presencia en Espera es una muestra del comercio de grandes distancias de la época, normalmente relacionado con productos de lujo que venían de oriente, ya que Turkmenistán se encuentra en la Ruta de la Seda.

Se trata de una moneda de gran valor estético, que destaca por su cuidada elaboración y su belleza ornamental, con la frase “En el nombre de Dios fue acuñado este dinar en Marw en el año 393”. Ese año de la Hégira se refiere al año 1002-1003 del mundo cristiano.

La moneda es, por sí misma, un tesoro de incalculable valor porque explica la historia de los intensos intercambios culturales y comerciales que existieron entre la Península Ibérica y el mundo oriental durante la época medieval.

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