Mucho se ha escrito sobre Rodrigo Díaz de Vivar y su servicio a la Corona de Castilla, sin embargo, también durante gran parte de su vida, el Cid estuvo en tierras de Al-Ándalus donde se forjó un nombre gracias a su carácter y arrojo ganándose el respeto y la admiración, pero también la animadversión, entre los musulmanes con los que coincidió en vida.
1. CONTEXTO HISTÓRICO
En la Península Ibérica de la 2ª mitad del siglo XI, coexisten, pero también están en pugna, dos culturas y dos religiones: el cristianismo[1], representado por los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y León, y el islam, con un Al-Ándalus desfragmentado políticamente en varias taifas (reinos) gobernadas por régulos que también están en un estado de lucha continúa entre ellos, bajo la mirada amenazante del Imperio Almorávide norteafricano que busca agregar bajo sus dominios a la Península e imponer su interpretación rigorista del Corán y la Sunna.
Es en este panorama de inestabilidad política o fitna, alianzas de conveniencia efímeras entre cristianos y musulmanes y guerra de todos contra todos donde se desenvuelve la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid Campeador.
La Península Ibérica, hacia 1050 dividida entre los reinos cristianos y las taifas hispanomusulmanas. Fuente LA PENÍNSULA IBÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XI-XV. SITUACIÓN POLÍTICA DESDE EL AÑO 1031 AL 1250 2º B-E (recursosccss2014.blogspot.com)
2. EL CID EN TIERRAS DE AL-ANDALUS
Sin pretender entrar en la totalidad de la biografía del Campeador que expertos como David Porrinas o Menéndez Pidal ya trataron en su momento, sólo nos centraremos en el Cid que pasó por tierras de al-Ándalus.
Primera batalla en tierras andalusíes: Graus (1064)
Según algunos estudiosos, el primer acercamiento del Cid Campeador al mundo hispanomusulmán fue en la campaña militar de 1063 en la que Rodrigo Díaz de Vivar acompañó al futuro rey Sancho II en la defensa de la taifa de Zaragoza frente a los intereses de Aragón. Ello condujo al enfrentamiento entre Castilla y Aragón en la Batalla de Graus en el que perdió la vida el monarca aragonés Ramiro I.
A izquierda, el rey Alfonso VI de León y Castilla, según una miniatura del s. XII de la Catedral de Santiago. A derecha, Sancho II de Castilla, en una miniatura del Compendio de la Crónica de Reyes, depositada en la BNA. (Fuente: Wikipedia)
Al servicio de Alfonso VI y de la Taifa de Sevilla
Años más tarde, ya muerto Sancho II, y ahora al servicio del rey Alfonso VI, éste le envió a Sevilla a recoger los tributos (parias) que le adeudaban las taifas musulmanas al Reino de León.
Rodrigo Díaz permaneció varios meses en la ciudad del Guadalquivir como huésped del rey Al-Muʿtamid b. ʿAbbād donde seguramente se familiarizó con las costumbres, la estética, la moda e incluso pudo adquirir conocimientos básicos de lengua y cultura árabe.
En 1079, aún en Sevilla, Al-Mu’tamid le encomendó un ejército formado por soldados andalusíes a los que el Cid agregó su mesnada personal. Este ejército taifa-cidiano se enfrentó en Cabra (Córdoba) al rey zirí ʿAbd Allāh ibn Buluggīn de Granada, quien a su vez estaba apoyado por sus aliados castellanos García Ordóñez y Diego Pérez, contrarios al Cid.
En esta batalla, como vemos, combatieron musulmanes y cristianos contra sus equivalentes enemigos y en el caso de El Cid su enfrentamiento fue decisivo para luchar contra su rival García Ordóñez, a quien hizo prisionero.
Por otro lado, la victoria sobre el rey zirí, reportó pingües beneficios a Alfonso VI a costa de las parias sevillanas, lo que nos demuestra cómo en un momento dado las aspiraciones estratégicas y territoriales superaban a las creencias si se trataba de perseguir un interés común.
A partir de aquí, tal como comenta la arabista Mª Jesús Viguera, siguiendo a la Primera Crónica General, musulmanes y cristianos comenzaron a llamar a Rodrigo Díaz de Vivar “el Çid Campeador”
Sin embargo, la influencia sobre el rey de cortesanos envidiosos de la posición y prestigio de Rodrigo Díaz de Vivar, así como una campaña por iniciativa personal realizada contra los dominios de Al-Qādir, tributario y vasallo de Alfonso VI, en represalia a una razzia musulmana en Soria, supuso el distanciamiento del Campeador con Alfonso VI y su destierro fuera de Castilla, escogiendo nuestro protagonista marchar a tierras de la Taifa de Saraqusta (hoy Zaragoza).
El Cid al servicio de la Taifa de Zaragoza
A principios de 1081, entre lo que hoy son las provincias de Zaragoza y Guadalajara, el Cid comenzó por su cuenta una serie de campañas donde tomó Alcocer, Ateca, Terrer, Calatayud, Daroca y Molina de Aragón y en la que todo el botín ganado, como en el caso de Cabra, fue para el rey Alfonso VI. Posiblemente en esta época es cuando el reyezuelo de Molina, Ibn Galbūn, el Abengalbón del Poema de Mio Cid, pacta su estatus de tributario con El Cid, convirtiéndose en un fiel y generoso aliado[2].
Castillo de Calatayud, la Qalat Ayyub andalusí, testigo del paso por estas tierras del Cid campeador y sus hombres[3].
Tras estas correrías, el Cid llegó por fin a Zaragoza, donde se puso al servicio de los reyes taifas hῡdíes Al-Muqtadir y tras la muerte de éste, en otoño de 1081, de su sucesor su hijo Yῡsuf al-Mu’tamin[4], llegando a ser comandante de las tropas taifas zaragozanas.
Patio de Naranjos del Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Siglo XI. Época tafa. (Fuente: Pinterest)
Al frente de un ejército mixto de tropas taifas zaragozanas y las cristianas de su mesnada personal, el Cid participó en varias campañas como la realizada contra la zona de Huesca y Lérida, territorios de Al-Mundhir, hermano rebelde de Al-Mu’tamin, que se había aliado con los condes Berenguer Ramón II de Barcelona y Guillermo Ramón I de Cerdaña.
El Cid y el emir hūdí tomaron Monzón y Tamarite y llegaron hasta Lérida, donde reedificó y abasteció el castillo de Almenar. Tiempo después, Al-Mundhir sitió este castillo y pidió ayuda a los condes catalanes. Berenguer Ramón respondió enviándole sus tropas.
Al conocer la situación desesperada del castillo de Almenar, el Cid y Al-Mu’tamin enviaron tropas de socorro. El castellano intentó parlamentar diplomáticamente con los sitiadores, pero no llegaron a ningún acuerdo y al final llegaron a las armas en la llamada Batalla de Almenar (1082) de la que salieron derrotados Al-Mundhir y Berenguer Ramón, siendo hecho prisionero este último.
Rodrigo Diaz llegó triunfante a Zaragoza donde fue recibido con honores y regalos por el rey Yῡsuf al-Mu’tamin.
Intentó después nuevamente reconciliarse con Alfonso VI de Castilla tras la llamada Traición de Rueda de Jalón[5] (enero de 1083), pero ese intento fracasó, por lo que Rodrigo Díaz de Vivar siguió al servicio de Al-Mu’tamin y continuó en Zaragoza donde seguramente profundizó en su conocimiento de la cultura árabe e incluso de su lengua y coincidió con importantes científicos y hombres de letras coetáneos.
Siempre al servicio de este emir, participó en varias campañas más como la batalla de Morella (1084) donde capturó a 2000 prisioneros y tuvo un regreso triunfal a Zaragoza donde fue recibido unos kilómetros antes de llegar, en Fuentes, con todos los honores por Al-Mu’tamin en persona, sus hijos y cortesanos.
En 1085, Al-Mu’tamin moría y fue sucedido por su hijo Al-Musta’in II, a quien Rodrigo Diaz continuó sirviendo unos meses más.
La conquista de Toledo y la amenaza almorávide
Ese año, además, fue decisivo política y estratégicamente hablando para la Península Ibérica ya que Alfonso VI inició por su cuenta y con éxito una serie de campañas que se culminaron con las tomas por capitulación de Madrid y de Toledo.
La caída de Toledo y el avance de los cristianos hasta el río Tajo supuso un golpe de gracia para el islam andalusí que hizo que los divididos reyes de taifas se unieran en un frente común y considerasen llamar en su auxilio al líder de los almorávides Yῡsuf ibn Tāshufīn.
Mientras tanto, Alfonso VI intentó tomar Zaragoza (primavera de 1086), y hasta allí buscó el Cid su enésimo intento de reconciliación con el monarca leonés, pero el rey Alfonso VI no accedió de inmediato a su petición, sino sólo un año después, tras ser derrotado por los almorávides en la Batalla de Sagrajas.
Sin embargo, poco duró esta reconciliación con el burgalés ya que, de nuevo, Alfonso VI le desterró bajo el pretexto de no ayudarle durante el Sitio de Aledo (1088), tal como se le ordenó. Pese a ello, el Cid Campeador, hizo conquistas y botín que enviaba al rey de Castilla y León.
Distanciamiento con Al-Musta’in II de Zaragoza y campañas en tierras levantinas
Los intentos de acercarse al rey castellano le supusieron enemistarse con el rey de la taifa de Zaragoza, Al-Musta’in II. Por ello, el Cid Campeador decidió ir a tierras de Levante para mantener las recientes conquistas y ocupaciones realizadas hasta entonces.
En 1089, realizó desde Elche diversas algaradas que tuvieron como escenario Polop, Ondarra, Játiva y Orihuela. Allí firma un tratado de paz con Al-Mundhir a quien liberó a cambio de un rescate.
Mientras tanto, Al-Qādir, rey de la taifa de Valencia desde 1086, sabedor de la fama del Cid decide presentarse ante el burgalés para que le acepte como vasallo a cambio de lujosos regalos, vasallaje que aceptó Rodrigo Díaz ya que le acercaba a Alfonso VI a través de Al-Qādir y le aseguraba mantener estos territorios levantinos. Esto le distanció de la Taifa de Zaragoza que hasta entonces había sido su aliada.
Paralelamente a estos hechos, en 1091, el califa almorávide Yῡsuf ibn al-Tāshufīn, llamado por los emires andalusíes, desembarcó con sus tropas en la Península Ibérica, quedando bajo su amparo las distintas taifas que le aportaron hombres para su ejército, así como acogida y bastimentos.
Consciente de la amenaza que podría representar los almorávides para la España cristiana, el resto de taifas aún no sometidas a la autoridad norteafricana y para sus propios intereses personales, el Cid decidió suspender la campaña de correrías que estaba llevando a cabo en La Rioja y se encaminó al Levante con la idea de asentar las conquistas allí realizadas y crear un señorío que estuviese protegido estratégicamente por un conjunto de fortalezas cercanas y financiado por las parias de taifas vecinas como Tortosa, Alpuente y Albarracín.
Al-Qādir continuó reinando en Valencia entre tanto. Sin embargo, su gobierno no fue visto con buenos ojos por los musulmanes valencianos a causa de sus relaciones con el rey Alfonso VI así como con El Cid. Para estos disidentes, la mejor solución para salvar Valencia pasaba por hacer una alianza con los almorávides. Así, liderados por un cadí llamado Al-Ŷahhāf los musulmanes valencianos se amotinaron contra Al-Qādir y proclamaron al líder de la sublevación como su nuevo emir. Al-Qādir fue hecho prisionero y después, ejecutado (octubre de 1092).
Asedio y conquista de Valencia
Cuando esta noticia llegó hasta Rodrigo Díaz de Vivar, el burgalés se indignó y se presentó con sus tropas en la taifa valenciana en noviembre.
Para asegurarse que no recibiesen refuerzos y evitar ataques almorávides o andalusíes, sitió el Castillo de Cebolla, que conquistó y convirtió en su cuartel (1093).
Junto a las huestes cristianas que vinieron con él comenzaron a incorporarse musulmanes valencianos bien por conveniencia o porque desconfiaban de los almorávides. A estos muslimes afines a la soldadesca y administración cidianas, las fuentes árabes los tachan de apóstatas y ‘dawa’ir’ (‘malhechores’), destacando de entre ellos, las unidades dependientes de Alvar Fáñez, que, según algunos autores árabes, eran conocidas por su crueldad con los cautivos locales musulmanes.
Recreación de una batalla de principios del siglo XII entre cristianos y musulmanes (andalusíes y almorávides). Créditos foto: Asociación Batalla de Cutanda
En el verano de 1093, el Cid llegó con sus tropas ante la ciudad del Turia a la que sometió a un duro asedio de 20 meses según las crónicas árabes, “hasta que entró a ella a la fuerza, tras sufrir sus gentes en ese plazo lo que una persona de hambre y adversidad no puede soportar, hasta tal punto que una rata llegó (a costar) entre ellos un dinar”[6].
El asedio fue realmente duro dado que el Cid emplazó todo tipo de máquinas de sitio: “Le cortó los aprovisionamientos, emplazó almajaneques y horadó sus muros.” Y se nos dice de sus habitantes que “(…) privados de víveres, comieron ratas, perros y carroña, hasta el punto que la gente comió gente, pues a quien de entre ellos se moría, se lo comían. Las gentes en fin llegaron a sufrimientos tales que no podían soportar.[7]”
Finalmente, la ciudad capituló el 17 de junio de 1094.
Ilustración 2. Reconstrucción de unas casas hispano-musulmanas del siglo XI según hallazgos arqueológicos del SIAM. Fuente: Pinterest
Las fuentes árabes como Ibn ʿAlqama o Ibn Bassām nos cuentan cómo el Cid ordenó apresar a Al-Ŷahhāf y torturarlo para saber dónde estaba el tesoro emiral y acto seguido, pasadas unas semanas, ordenó quemar vivo al ya citado cadí dentro de una pira siguiendo, según al-Marrakushī, una antigua costumbre musulmana[8].
A nivel administrativo, el Cid ordenó que los habitantes musulmanes conservasen sus heredades y posesiones y decretó solamente aplicar el impuesto del diezmo coránico que ya pagaban desde siglos atrás, tarea que encomendó a su almojarife Abenabduz, quien además gestionaba los derechos de los musulmanes tributarios del Arrabal valenciano de Alcudia.
También, el Cid pertrechó y reforzó el castillo de Juballa convirtiéndola en una plaza fuerte que complementaba las defensas fortificadas de Valencia y que se transformó, además, en un centro neurálgico no sólo militar sino económico en esta zona de Valencia.
Además, en estos años consolidó sus dominios valencianos con la ayuda de castellanos, catalanes y aragoneses con los que forjó alianzas: Almenara (1097) y Sagunto (1098).
El Cid, prínceps del señorío de Valencia
También en 1098[9] se consagró la antigua mezquita aljama como la nueva catedral de Santa María, y se nombró como obispo a un clérigo franco, Jerónimo de Perigord. En los documentos de la consagración, Rodrigo Díaz de Vivar se intituló como ‘prínceps’[10] (príncipe) que podría equivaler en su traducción árabe a ‘emir’ dándose el tratamiento de “Su Excelencia” y “Su Sublimidad”. A cambio de este apoyo de la Iglesia, el nuevo señorío cidiano se puso bajo la jurisdicción de Roma y organiza una burocracia y hacienda a la usanza de los reinos cristianos[11]. Con ello, El Cid se aseguró durante casi una década una cierta independencia política ante otros reinos cristianos, las taifas y el Imperio Almorávide.
El Cid Campeador en una etapa ya tardía de su vida. El escudo de cometa con la figura del dragón y el banderín verde con el nombre de 'Ximena' están basado en las descripciones del Carmen Campidoctoris, compuesto tras su muerte. Fuente: Pinterest
A pesar de los triunfos conseguidos, la amenaza almorávide no terminó. En los años siguientes hubo varios intentos de los norteafricanos para reconquistar la ciudad derrotándolos el Cid en las Batallas de Cuarte (21 de octubre de 1094) y Beirén (1097).
La muerte del Cid y la toma de Valencia por los almorávides
Sin embargo, Rodrigo Díaz disfrutó poco de su nuevo estatus de ‘princeps’ y su señorío, ya que falleció en mayo de 1099, según afirman los últimos estudios, como los realizados por Alberto Montaner.
La ciudad quedó nominalmente como señorío de Doña Jimena hasta el 5 de mayo del año 1102, cuando un gigantesco ejército almorávide comandado por Mazdalī acudió de nuevo para reconquistar la ciudad.
Hasta ese momento, Jimena, con ayuda de Ramón Berenguer III pudo defender la ciudad, pero esta vez no había posibilidad de protegerla. Por ello, la misma viuda del Cid, la familia, el séquito y las huestes cristianas abandonaron la ciudad del Turia con la ayuda de Alfonso VI, no sin antes saquearla e incendiarla.
Al día siguiente, Valencia fue tomada de nuevo por los almorávides, permaneciendo en manos musulmanas hasta el año 1238, hasta que fue conquistada definitivamente por Jaime I de Aragón.
BIBLIOGRAFIA
Anónimo (Ed. 1991), CRONICA ANÓNIMA DE LOS REYES DE TAIFAS. Estudio, notas y traducción de Felipe Maíllo Salgado Akal. Madrid.
Anónimo (Ed. 2011). Poema de Mío Cid. Presentación, notas y edición de Alberto Montaner. Academia Mexicana de la Lengua. Link: Cid-muestra.pdf (academia.org.mx) [Consultado el 23 de diciembre de 2022]
DE EPALZA, Mikel. “El Cid y los musulmanes: El sistema de parias-pagas, la colaboración de Abén Galbón, el título de Cid-León, la posadita fortificada de Alcocer en https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/117957/1/Epalza_1991_El-Cid-y-los-musulmanes.pdf [Consultado el 23 de diciembre de 2022 ]
GALMÉS DE FUENTES, Álvaro. (2002). La épica románica y la tradición árabe. Madrid: Ed. Gredos, pp. 142-149.
LACHICA GARRIDO, Margarita (1995), “Poetas árabes del País Valenciano”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, n.º 9 (1992-1993), Universidad de Alicante, pp. 17-37. [Consultado el 23 de diciembre de 2022].
MARTIN, Georges (2010). “El primer testimonio cristiano sobre la toma de Valencia (1098)” en, e-Spania, Rodericus Campidoctor, n.º 10, diciembre de 2010 Enlace <http://e-spania.revues.org/20087, [Consultado el 23 diciembre de 2022].
MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1999). El Cid histórico Barcelona.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (1969). La España del Cid. Madrid.
PORRINAS GONZALEZ, David (2019). El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra. Madrid: Desperta Ferro.
VIGUERA MOLINS, María Jesús (2000): “El Cid en las fuentes árabes”, en El Cid, Poema e Historia, César Hernández Alonso (coord.), Burgos.
[1] El reino cristiano de Portugal no aparecería hasta décadas después, ya en el siglo XII.
[2]Posiblemente, este Ibn Galbūn parece que continuó hasta una fecha tardía como 1120 como señor de la taifa de Molina ya que un personaje homónimo aparece como uno de los combatientes en el bando musulmán de la Batalla de Cutanda. Finalmente, señalar que Molina sería conquistada en 1128 por Alfonso I de Aragón. Solo le mencionamos de pasada dado que su relación con el Cid se menciona en fuentes literarias y no historiográficas.
[3] Fuente: captura-de-pantalla-2019-10-23-a-las-10.37.54-2019-10-23-10-38-26.png (1084×682) (hoyaragon.es
[4] Llamado también en algunas fuentes como Al-Mu’taman. En el presente artículo le denominaremos según lo nombra la mayoría de las fuentes historiográficas cidianas y árabes, Al-Mu’tamin. No confundir con el rey sevillano Al-Mu’tamid.
[5] Se trata de un suceso donde perdieron la vida varios soldados y nobles de Alfonso VI cuando un tal Abolfalak les ofreció la posibilidad de rendir la fortaleza de Rueda de Jalón de la que era alcaide y en donde tenía prisionero a Yūsuf Al-Muzaffar, sobrino de al-Mu’tamin por rebelarse contra su tío.
Sin embargo, Abolfalak cambió de bando aliándose con Al-Muzaffar y urdió una encerrona en la que los soldados musulmanes del castillo convenientemente escondidos, atacaron por sorpresa a las tropas leonesas buscando asesinar al rey Alfonso VI. Afortunadamente, el rey Ieonés pudo salvar la vida ya que iba en la vanguardia del ejército cristiano.
Por su lado, el Cid no pudo hacer nada ya que estaba combatiendo en Almenar y supo tarde de lo ocurrido. Tras la batalla, el de Vivar llegó hasta Rueda de Jalón donde se entrevistó con Alfonso VI esperando quizás reconciliarse con él, lo que al final parece no ocurrió ya que el Cid continuó al servicio de la taifa zaragozana.
[6] IBN AL-KARDABŪS (1993). Historia de Al-Andalus. Est. Not y trad. de Felipe Maíllo Salgado. p. 127
[7] MENENDEZ PIDAL, Ramón (1969). La España del Cid. Madrid. pp. 3-4.
[8]Parece ser que también, según Ibn Bassām, quiso quemar incluso a la mujer e hijos del cadí pero algunos notables cristianos y musulmanes intercedieron para que no lo hiciese.
[9]En 1096, habría tenido lugar la conversión de la Mezquita Aljama de Valencia en la Iglesia de Santa María.
[10] Tratamiento de honor ya presente en la Hispania cristiana en la época de los Reyes de Asturias (s.IX) y desde antes, en época tardo-romana entre los emperadores. Cfr. MARTIN,Georges (2010). “El primer testimonio cristiano sobre la toma de Valencia (1098)” en e-Spania, Rodericus Campidoctor, n.º 10.
[11] Esta designación generó una gran polémica con la comunidad mozárabe, ya que este obispo que desplazó al antiguo metropolitano mozárabe (sayyīd al-maṭrīn) a causa de las polémicas habidas conla comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia en 1094.
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