DE LOS COMIENZOS A LA REVOLUCIÓN ABASÍ

Una de las ramas familiares del Profeta Mahoma descendía de su tío paterno, Abu l-ʿAbbās, del clan de los Banū Hashīm (vinculada a la tribu Quraysh) cuyo linaje dio nombre a los Abasíes[1], los cuales residían en Humayma (actual Palestina). 

Este linaje abasí hizo alianzas con otros grupos islámicos opuestos al gobierno de los califas omeyas, de los que criticaban su estilo de vida cortesano que consideraban amoral y antiislámico.

Sin embargo, no participaron en estas pugnas religiosas entre sunnitas, chiitas y jariŷíes permaneciendo aparentemente neutrales hasta el año 716.

Aquel año, los chiitas, perseguidos y desplazados por los Omeyas, iniciaron una revuelta en las regiones  de Merv (actual Uzbekistán), del Jorasán (actual Irán) y en el actual Irak donde proclamaron como su líder a un descendiente de un miembro del clan abasí, Abῡ l-ʿAbbās (no confundir con el homónimo tío de Mahoma). 

Ilustración 1. Mapa ilustrativo de dónde comenzó la llamada Revolución Abasí contra el Estado Omeya (en verde), desde Asia Central y Persia hasta Siria, gracias a las campañas militares de Abῡ Muslim (hacia el 7)48) (Fuente: Wikipedia)

Esta rebelión sería la conocida como Revolución Abasí contra el califa omeya Marwān II.  No se trataba sólo de una rebelión por motivos religiosos sino también tenía una gran componente social y étnica ya que fue muy apoyada tanto por clanes árabes disidentes como los yemeníes como por conversos al islam  no-árabes (persas, kurdos o turcos).  Abῡ l-ʿAbbās se apoyó para organizar a las fuerzas abasíes en el estratega y misionero persa Abῡ Muslim.

LA BATALLA DEL RÍO GRAN ZAB, EL FIN DE LOS OMEYAS Y EL ASCENSO ABASÍ

Con el tiempo, la rebelión se fue expandiendo desde el Oriente islámico y llegó hasta Siria donde en la Batalla del río Gran Zab (750) una fuerza conjunta chiita-abasí comandada por Abῡ Muslim derrotó a las omeyas, deponiendo y ejecutando a Marwán II

Esta derrota supuso el final de la Dinastía Omeya y el inicio de un periodo de matanzas y purgas contra los miembros de esta familia y sus partidarios.  De estas matanzas, sólo escapó con vida el príncipe ‘Abd al-Rahmān[2], quien con su esclavo Badr logró escapar al Magreb donde se refugió entre los bereberes nefzawíes. 

Con los Omeyas eliminados o dispersos, Abῡ l-ʿAbbās ejerció como el primer califa abasí entre los años 750 y 754. Bajo su califato, los Abasíes reinstauraron la aplicación del derecho y la tradición musulmana haciéndola más rigorista, acabando así con la permisividad y el islam más aperturista y tolerante de los anteriores Omeyas. En cuanto a la parte militar, continuó con la expansión del islam en Oriente derrotando a los chinos en la Batalla del río Talas (751).

También, cambió la capitalidad llevándola desde Damasco, a las ciudades iraquíes de Hashimiya primero y posteriormente en Anbar.

También bajo su égida, se conformó un imperio islámico más inclusivo socialmente que integró aún más a los grupos étnicos no árabes convertidos recientemente al islam como los turcos o los persas. Estos últimos tuvieron una destacadísima presencia incluso política, en el califato abasí. Este fue el caso de la dinastía familiar de los Barmáquidas[3] quien comenzaron a ejercer como visires y altos funcionarios desde el 725 hasta el 803.

Su sucesor fue el hermano de Abῡ l-ʿAbbās, Abῡ Yaʿfār al-Mansῡr (754-775) quien comenzó su califato asesinando en el 755 a Abῡ Muslim, quien comenzó a convertirse en un problema de índole política.

Bajo su gobierno se construyó, a orillas del río Tigris, la ciudad de Bagdad, la cual se convirtió desde entonces en capital permanente. Bagdad por esta época y en los siglos siguientes destacó por su gran desarrollo urbano, su opulencia y exotismo, cuyo esplendor podemos ver reflejados los cuentos de “Las Mil y Una Noches”.   Así mismo, a lo largo y ancho del imperio islámico se desarrolló el comercio con importantes rutas a Oriente y Occidente, y que fue una de las fuentes económicas más importantes del Califato y uno de los canales por el que el islam se fue expandiendo rápidamente incluso fuera del Califato.

Además del creciente comercio, bajo Al-Mansῡr prosperó la agricultura gracias a los sistemas de regadíos y a la introducción de nuevas variedades de frutas y verduras y se desarrolló una industria manufacturera y artesanal que exportaba productos suntuarios a otras partes del mundo islámico e incluso a  China o la Cristiandad.

En el año 775, tomó el poder hijo al-Mahdī (775-785). Su reinado se caracterizó por un gobierno próspero en lo económico y cultural desarrollándose las artes, la agricultura, el comercio y las industrias manufactureras.  Con él, Bagdad continuó embelleciéndose y se convirtió en una ciudad floreciente y cosmopolita, con inmigrados que llegaron de lugares tan lejos como Al-Ándalus o el Sindh (hoy Pakistán).

Se instauró asimismo todo un aparato burocrático ya que la autoridad califal fue haciéndose más compleja y despótica.   Para garantizar el orden público se creó un ejército profesional muy eficiente y a nivel político, el califa nombró emires o gobernadores de provincia y otros funcionarios como los amiles  o intendentes de finanzas y los jefes de correos (al-barīd).

En el plano militar, además, se enfrentó contra los bizantinos que pretendían apoderarse de nuevo de Siria y al rebelde y autoproclamado profeta al-Muqannaʿ, que había conquistado Trasoxania y Jorasmia y al que derrotó en el 783.

Tras la muerte de Al-Mahdī, le sucedió su hijo mayor, que se opuso al nombramiento como sucesor, de su hermano menor, Hārῡn al-Rashīd, pero su conflictivo califato sólo duró un año (785-786).

HARŪN AL-RASHĪD O EL ESPLENDOR DE BAGDAD

A la muerte de Musà al-Hādī, le sucedió por fin su hermano Hārῡn al-Rashīd  (786-809),  con lo cual se cumplió el deseo de su padre.  Con 22 años, fue el califa entronizado más joven de la Historia del Islam.

Bajo su reinado Bagdad alcanzó su cénit a nivel económico y cultural.  En aquella ciudad, Al-Rashīd fundó su famosa Bayt al-Hikma (“Casa de la Sabiduría” en español), que albergaba un centro del saber con una gran biblioteca y lo que podríamos llamar un departamento de traducción de obras desde lenguas extrajeras como el persa, el siriaco, el griego o incluso el sánscrito al árabe.  Con él muchos historiadores consideran que se inicia “la Edad de Oro del mundo islámico’”. 

 En el 796, Al-Rashīd cambió la capitalidad de su califato de Bagdad a Raqqah (Siria). Allí recibió en el 799 la embajada que le envió Carlomagno a quien correspondió enviándole emisarios con curiosos regalos como una clepsidra de agua o Abῡ l-ʿAbbās, un elefante asiático blanco.

También, Hārῡn al-Rashīd es el califa protagonista del clásico de la literatura universal, Las Mil y Una Noches.

A pesar del esplendor cultural y económico de su reinado, en lo político, su reinado fue conflictivo y tuvo que hacer frente a los bizantinos, a varias rebeliones chiitas y a la progresiva desmembración  de algunas provincias del Imperio Islámico como Al-Ándalus o Ifriqiya. 

Ilustración 2. Hārῡn al-Rashīd, retratado por KhalĪll Gibrān (Fuente: Wikipedia)

El final de su reinado coincidió con una política de purgas políticas conde se ensañó  con la poderosa y ya mencionada familia aristocrática de origen persa de los Barmáquidas (803)[4], el alejamiento de su pueblo a causa de una vida llena de lujos y opulencia y la declaración como sucesor de su hijo Muhammad al-Amīn, de orígenes árabes, quien debía ser apoyado por las tropas de Bagdad y el nombramiento de otro hijo, Al-Ma’mῡn (hijo de una princesa persa)[5], como gobernador del Jorasán, quien debía de jurar lealtad a su hermano heredero y que gobernó esas zonas como un emir independiente.  

Hārῡn al-Rashīd falleció en el 809 con 43 años y, apenas dos años después de su muerte, sus dos hijos se enzarzaron en una guerra civil de catastróficos resultados, conocida como la Guerra Civil Abasí

Ilustración 3. El Califato Abasí hacia el 750, en su máxima expansión bajo Hārῡn al-Rashīd

Finalmente, Al-Ma’mῡn resultó vencedor de esta guerra fratricida, depuso y ejecutó a Al-Amīn, quien sólo pudo reinar cinco años, desde el 809 al 813. 

Como nuevo califa abasí, Al-Ma’mūn se reorganizó el ejército y se configuró una guardia palatina formada por esclavos turcos conversos al islam, los mamelucos.  Asimismo, reinició la guerra contra Bizancio, pero, por otro lado, tuvo que hacer frente a rebeliones en varias partes de su imperio.

Al-Ma’mῡn, fue menos ortodoxo que sus predecesores en materia religiosa y en lo cultural, continuó la política de traducciones de obras clásicas al árabe que iniciara su padre e instauró una escuela de ciencias matemáticas, médicas y astronómicas de gran nivel, gracias a lo cual Bagdad pasó a ser capital no sólo de las artes sino también del conocimiento.

Al-Ma’mῡn enfermó repentinamente y murió, sustituyéndole su medio hermano Al-Muʿtasim (833-842).  Este tuvo que hacer frente a la cada vez mayor influencia de los esclavos turcos mamelucos (Ghilmān) de la guardia personal del califa, lo que motivó las protestas de los habitantes de Bagdad, quienes veían cómo el elemento persa y árabe iba poco a poco desapareciendo.

Ante esta situación, la capital, fue trasladada desde Bagdad a Samarra[6] donde, además, instauró un sistema político y administrativo aún más centralizado que hizo perder independencia a los gobernadores de las provincias.

Ilustración 4.  Gran alminar en espiral de la Mezquita de Samarra.

El ejército abasí en esta época creció en importancia, y el califa permitió al propio ejército a que recaudase fondos para sus gastos de manutención y equipamiento, lo que redundó en mayores tributos a sufragar por los ya esquilmados campesinos que debían, además, pagar en dinero y no en especie.  Esto obligó a muchos campesinos a vender sus propiedades para obtener ese dinero en metálico, lo que provocó que se arruinasen.  Esto trajo un gran descontento popular y mucho de este campesinado arruinado engrosó las filas de los rebeldes chiitas que se levantaban contra el Califa.  El califa tuvo que sofocar estas rebeliones y, además, hacer frente a los bizantinos a los que derrotó en la Batalla de Anzen (838).   Aunque continuó la política cultural de su hermano Al-Ma’mῡn, este califa sería más conocido por su faceta de guerrero.

Ilustración 5.  Soldados abasíes de la frontera. De izquierda a derecha, un jinete árabe, un voluntario y un persa de las fronteras más orientales. Guerreros como estos pudieron estar en la Batalla de Anzen contra los bizantinos.

Tras la muerte de Al-Mu’tasim (842), durante la segunda mitad del siglo IX, dos de sus hijos fueron califas: Al-Wathīq (842-847) y Al-Muʿtawakkil (847-861) quien destacó por su labor constructiva, su mecenazgo a artistas y científicos,  su guerra y posterior diálogo diplomático con Bizancio y por la represión que llevó a cabo contra chiitas y minorías religiosas no musulmanas como judíos, mazdeistas o cristianos.   Bajo su reinado se conquistó Sicilia a los bizantinos.

Ilustración 6. El Califa al-Mutawakkil con dos guerreros de su guardia palatina: un arquero gulām turco y un infante árabe.

LA ANARQUIA DE SAMARRA (862-870) Y EL RENACIMIENTO ABASÍ (870-892)

Al-Muʿtawakkil terminó asesinado por un soldado mameluco turco sucediéndole su hijo Al-Muntasir bil-Lāh (861-862), muy apreciado por los mamelucos y chiitas con quien se inició la llamada Anarquía de Samarra. Sin embargo, su reinado fue breve y le sustituyó un sobrino apoyado y auspiciado por los mamelucos, Al-Mustaʿīn. Tras su muerte en el 866, siguieron dos califas más.

Fueron años donde se vio una injerencia política cada vez mayor por parte de los altos oficiales de la guardia turca palatina.   Como resultado de la debilidad del Califato, la situación en los territorios abasíes cambió radicalmente en esos años ya que bastantes territorios se declararon autónomos[7] ya que los califas no podían enviar gobernadores ni tropas para mantener el orden o recaudar impuestos. 

Para intentar reinstaurar el poder perdido, se nombró califa a Al-Muʿtamid (870-892), quien dejó Samarra y volvió a Bagdad estableciéndola de nuevo como su capital. Al-Mu’tamid se apoyó en lo que podríamos llamar un regente del Califato, Al-Muwaqqaf.

Gracias a las campañas militares y a las habilidades políticas de Al-Muwaqqaf, en parte se consiguió que estos nuevos gobernadores y señores locales semiindependientes mandaran las recaudaciones de su zona. Sin embargo, el proceso de desfragmentación del imperio islámico estaba ya en progresión.

A comienzos del siglo X, el Califato abasí parecía haber recuperado parte de su antiguo esplendor que continuó manteniéndose en parte durante los reinados del califa Al-Mu’tadid (892-902), hijo del ya mencionado regente Al-Muwaqqaf y el de su sucesor, Al-Muqtafī (902-908).

LA DESFRAGMENTACIÓN DEL IMPERIO ABASÍ

Tras la muerte de Al-Muktafi le sucedieron Al-Muqtadir (908-929 y 929-932) y Al-Qāhir (929 y 932-934) que se intercalaron en el califato con otros dos gobernantes más acabando una etapa que se la conoce como la de la Desfragmentación del Imperio Abasí.

En esta época los estados que habíamos visto que eran autónomos se declararon ya independientes de Bagdad e incluso fundaron sus propios califatos confrontándose con el abasí de Bagdad.

Ese fue el caso de los fatimíes[8], de origen chiita, quienes a finales del siglo IX habían fundado una gobernación que comprendía desde Siria y Mesopotamia hasta el golfo Pérsico. Además, extendieron su influencia hacia el Magreb, instaurando el Califato fatimí en Túnez en 908. Décadas más tarde, en 969, conquistaron Egipto, fundando El Cairo, tras lo cual se anexionaron Palestina y una parte de Siria.

También, desde principios del siglo IX en Al-Ándalus, el omeya ʿAbd al-Rahmān III se autoproclamó Califa haciendo de Córdoba, el faro cultural de Occidente.

EL CALIFATO ABASÍ BAJO LOS BUYÍES Y SELYÚCIDAS (945-1118)

En Persia y la Gran Siria se establecieron como gobernantes independientes nuevas dinastías como la de los  Buyíes (de origen chiita y persa)[9] que acabó por conquistar en su expansión Bagdad en el 945.  Las conquistas del nuevo estado Buyí redujeron el imperio abasí a un dominio propio en la zona de Irak y supusieron poner bajo su protección, más bien dominio, a los Califas Abasíes.

Ilustración 7. El Imperio Islámica Abasí ya desfragmentado, con los Buyíes en la zona de Iraq y siria y los Samaníes en Asia Central y Persia.  En Occidente, vemos ya a los Omeyas de Al-Andalus.

Más tarde, los turcos selyúcidas, musulmanes sunníes, conquistaron Bagdad en el año 1055, estableciendo un inmenso y poderoso imperio desde su sultanato con sede en Ispahán, significando una amenaza para Europa occidental que organizó contra ellos, la primera Cruzada en el año 1096.

A lo largo de estas centurias y hasta el siglo XII, vemos como los antiguos dominios abasíes de Medio Oriente fueron testigo sucesivamente del auge y caída de los Buyíes y los Turcos Selyúcidas.  Los califas mantuvieron su independencia a nivel de autoridad espiritual y moral, aunque ya no en política pues dependieron de estas nuevas dinastías gobernantes. Tenían una corte con sus cargos en Bagdad y comenzaron a mostrar, por influencia de los Buyíes y Selyúcidas, una mayor simpatía hacia el islam sunní. 

UN BREVE RENACIMIENTO ABASÍ 

A partir del año 1118, sube al poder el califa abasí Al-Mustarshid (1118-1132), quien estaba casado con una princesa selyúcida y era hijo del califa Al-Mustazhid. Con él se inició una breve recuperación del poder militar de los abasíes, aprovechando la decadencia política del Imperio Selyúcida y reconquistó zonas de Siria e Iraq.  Tuvo que hacer frente a varios enemigos como los propios Selyúcidas, los Estados Cruzados y la Secta de los Asesinos los cuales le mataron, y posteriormente, a su hijo, Al-Rashīd quien sólo gobernó un año.

El hermano de Al-Mustarshid, Al-Muqtafī II (1136-1160) continuó luchando por mantener los dominios iraquíes frente a los selyúcidas y otras dinastías islámicas limítrofes.  También, envió a Mosul tropas abasíes para contener la ofensiva de los cruzados.  Es considerado por los historiadores musulmanes como un gobernante capaz, valiente y virtuoso.  

Posteriormente le sucedió Al-Mustanŷid (1160-1170), quien extendió su autoridad hasta Egipto coincidiendo con la caída de los fatimíes y se adhirió a la rama sunní del islam.  Tras su muerte vinieron los califas Al-Mustadir (1170-1180) y Al-Nāsir (1180-1225), quien reinó durante más de 40 años y amplió la influencia del Califato Abasí no sólo a Egipto e Irak sino a zonas de Persia.  Mantuvo los primeros contactos entre los abasíes con los tártaros y los mongoles. Podemos decir que fue el último Califa abasí de facto en el poder[10].

EL FIN DEL IMPERIO ABASÍ:  LA CAÍDA DE BAGDAD (1258) Y EL CALIFATO DE EL CAIRO (1260-1517)

Tras la muerte de Al-Nāsir, le sucedieron en el trono un par de califas más.  El último de ellos fue el Califa de Bagdad  Al-Mustaʿsim.  Tras arbitrar las disputas entre ayubíes (descendientes de Saladino)  y los mamelucos egipcios, recibió la noticia de la llegada de miles de soldados mongoles, que, comandados por Hulegu, comenzaban ya a asolar territorios de Siria e Irak.  Decidió, pues, atrincherarse en Bagdad. 

Sin embargo, tras doblegarla en un duro asedio, Bagdad cayó y fue saqueada el 10 de febrero de 1258 y el propio Califa junto con algunos de sus hijos fueron asesinados.

Ilustración 8. Asedio de Bagdad (1258). Hulegu ante las murallas de la ciudad.  Fuente: Wikipedia.

Un príncipe abasí consiguió llegar a El Cairo donde se puso bajo la protección de los sultanes mamelucos en 1260 y reinstauró de nuevo la dinastía familiar.  Sin embargo, su autoridad ya era sólo simbólica, de carácter honorífico religioso y moral.

Y así, continuaron durante varios siglos más, hasta que en el año 1517, el último Califa abasí de El Cairo representado en la persona de Al-Mutawakkil III  fue depuesto tras la  conquista de Egipto por los turcos otomanos y según dice una tradición, le dio a Selim I la espada y el manto de Mahoma, pasando así el sultán otomano a ser Califa de todos los creyentes.

BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA

CLOT, André (1986). Harun al-Rashid & The World of 1001 Nights.  Saqi Books.

EL HIBRI, Tayyed (2021); The Abbasid Caliphate. Cambridge University Press; New edition 

GRAU, Manuel, ALVAREZ, Camilo y VERNET, Julio. Los Abbasíes. Cuadernos de Historia 16. Nº29

HANNE, Eric J. (2007). Putting the Caliph in His Place: Power, Authority, and the Late Abbasid Caliphate. Fairleigh Dickinson University Press.

Kennedy, Hugh (2004): La corte de los califas. – Crítica, Barcelona, 2008

MANZANO MORENO, Eduardo (1991). La frontera de al-Ándalus en época de los Omeyas. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

AL-TABARI, Ahmad (Ed. 1989) The History of al-Tabari Vol. 30: The 'Abbasid Caliphate in Equilibrium: The Caliphates of Musa al-Hadi and Harun al-Rashid A.D. 785-809/A.H. 169-193. (Traducción al inglés por C.E. Bosworth. State University of New York Press

 

[1] Usaremos en el artículo la forma castellanizada ‘abasí’ por ser de mejor comprensión para el lector.

[2]Como curiosidad señalar, que este príncipe exiliado años después sería el futuro ‘Abd al-Rahmān I, primer emir de Al-Ándalus.

[3] Los Barmáquidas reciben este nombre de un antepasado llamado Barmak. Era una familia persa de religión budista y mazdeísta.

[4] En concreto ordenó ejecutar a su ex visir Ŷa’far ibn Yahyà, quien según algunos autores había deshonrado y dejado embarazada fuera del matrimonio a la hermana de Hārῡn al-Rashīd, ‘Abbāsa.  Según at-Tabari varios fueron los motivos como la creciente influencia política de los Barmakíes que incluso llegaba a superar a la del Califa en fortuna poseída o en la magnificencia demostrada a la hora de construir nuevos edificios como un palacio con azulejos de oro.

[5] Nótese los diferentes orígenes étnicos de cada uno, que viene a reflejar el conflicto persa-árabe que hemos visto ya desde época omeya.

[6] Una ciudad  fundada de nueva planta por Hārῡn al-Rashīd y cuyo topónimo “Samarra” provenía, según algunos filólogos islámicos, de la frase árabe سر من رأى (sar man ra'à), que se traduciría como «una delicia para la vista».

[7] Decimos ‘autónomos’, porque aún en lo político y religioso reconocían aún al Califa como autoridad máxima.  No era una ruptura total.

[8] Llamados así porque creían ser descendientes de Fatima, hija del Profeta Mahoma,

[9] Dinastía que duró desde su formación en el 934 hasta su decadencia y desaparición en 1048. A lo largo del siglo X conquistaron extensas zonas de Persia e Irak a costa del Imperio Abasí.  Se constituyeron como una dawla o estado autónomo pero que reconocía la autoridad titular del Califa de Bagdad.

[10] Es considerado el último Califa abasí como tal por la historiadora Angélika Hartmann.

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