Diciembre es un mes especial. Y las cajas de cartón son protagonistas de nuestras jornadas de trabajo. Cada día se envían las compras que han terminado su proceso de movimiento de almacenes, manipulación y empaquetado. Un check final del contenido precede al precintado y etiquetado de cada caja de cartón. Las modestas y humildes cajas que ignoramos, pero que cumplen una importante misión en el transporte.

En cada caja, los sellos de material reciclable. Muchas de ellas, cumpliendo la que no es su primera misión, reutilizadas, porque están en buenas condiciones. Como evocati, reenganchados para servir a Roma una vez más.

Cada una con su precinto de seguridad, que identifica con un logo la procedencia y contenido del paquete, y evita que no se abra accidentalmente, bien cerradas, como un muro de escudos visigodo.

Cada una con su pedido dentro, rodeado de aire empaquetado unas veces, de cartón ligero otras, a modo de acolchado, como se acolcha un bacinete medieval.

Cada una con su etiqueta inteligente, llena de códigos de barras, abreviaturas y datos, que evitarán su extravío y garantizarán que discurran seguras por las cintas de transporte, siendo clasificadas con exactitud, como eran clasificados los soldados por los sargentos del Tercio, maestros en el sublime arte de escuadronear.

Cada una recogida, llegado su turno, por los mensajeros de siempre, que conocen nuestros productos y el cuidado que pedimos en cada envío. Como cuidaban sus cartuchos los soldados a punto de formar en las jornadas de Bailén o Austerlitz.

En suma, dirigidas cada una a cumplir una ilusión, a hacer realidad un pequeño sueño, la pieza de colección deseada, el siguiente elemento para recrear o el regalo para ese amante de la Historia que ocupa un lugar especial en nuestro corazón.

Y no lo olvides, recicla cada caja de cartón en el contenedor específico, así como el material de acolchado o las bolsitas de la mensajería en el de plásticos, ya que todos son reciclables.

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