La pieza objeto de estudio apareció, completamente descontextualizada, el 31 de marzo de 1975 en el Cortijo del Molino (término municipal de Palma del Río, Sevilla), en el ámbito de una villa tardía, más cerca de Palma del Río que los restos de alfar .... [2]. Junto a la punta de lanza aparecieron también dos sarcófagos de plomo, que rápidamente fueron puestos en el mercado negro de piezas arqueológicas.

La longitud de la pieza, fabricada en hierro, alcanza los 44 cm. El extremo de la punta se ha perdido y la parte inferior presenta cierto deterioro, por lo que la longitud original seguramente superaría los 45 cm. La pieza se divide en dos partes, una punta muy alargada con forma de hoja, más ancha en el centro que en los extremos y un encaje al asta de madera de tipo tubular y sección hexagonal. La punta presenta una anchura máxima de 2’5 cm, mientras el extremo del tubo de encaje a la madera alcanza los 3 cm. de sección. Su peso se sitúa en 1.060 gramos, si bien en su estado original alcanzaría los 1.100 gr.

La dificultad de una publicación como la presente estriba, en primer lugar, en una ausencia de tipología global dentro de las armas de asta empleadas por el ejército romano durante la época imperial, por lo que hay que recurrir a catálogos parciales y regionales en los que intentar una búsqueda de paralelos que, por mucho que se quiera, nunca podrá ser un criterio absoluto de estudio[3]. Otra dificultad añadida es que este módulo de punta de lanza no es exclusivo del mundo romano y puede rastrearse en la Península ya en contextos ibéricos, como muestra una punta de lanza de la necrópolis de Almedinilla[4].

Puntas de lanza romanas con un módulo alargado similar al de la presente pieza se encuentran en numerosos museos arquológicos europeos con vestigios de este período. Concretamente en el Museo Nacional de Escocia, donde se depositan numerosas piezas procedentes de los castella de los Muros de Hadriano y Antonino, tenemos un ejemplar muy similar, si bien desconocemos su datación[5]. Por lo que respecta a las representaciones iconográficas, la más cercana a la punta de lanza que ahora presentamos es la de Lepontius, soldado de infantería galo-romano del s. IV cuya estela se halla en el museo de Estrasburgo[6].

Este tipo de punta muy alargada y bastante pesada iría acompañado de un asta relativamente larga, superando seguramente la longitud total del arma los 3 metros. En este sentido, nos inclinamos por considerarla una punta de lanza de caballería pesada, una punta de contus, esto es, una lanza de la caballería de choque, pues este tipo de punta tan larga y pesada era completamente inadecuada en un arma arrojadiza[7]. El contus de época romana[8], al superar los 3 metros de longitud, debía ser manejada a dos manos, por lo que no permitía el empleo de escudo. Un claro precedente del contus de caballería romano lo tenemos en la sarissa de los jinetes macedonios[9], como puede observarse en la punta hallada en la tumba de Vergina, que alcanza los 50 cm de longitud y 1’23 kg de peso[10].

Como hemos mencionado, este tipo de lanza se manejaba con las dos manos, y se usaba de forma muy eficaz contra la infantería[11]. El nombre de esta arma incluso llegó a designar un tipo concreto de caballería pesada romana, los contarii, unidades especializadas en combatir con el contus[12].

Debido a los problemas de protección que planteaba (no permitía el uso de escudo), el contus era un arma empleada esencialmente por la caballería pesada, entre cuyas unidades destacaban los fuertemente acorazados catafractarios y clibanarios[13]. Ambos tipos de caballería estarían equipados de una forma similar y armados con el contus como arma de ataque principal; la diferencia entre ambas obedecería a razones de orden táctico. De este modo, según una teoría relativamente reciente, los cataphractarii serían lanceros que combatían en filas cerradas, en una formación que podría calificarse de columna. La táctica de los clibanarii era más parecida al principio de combate adoptado por la caballería de época medieval armada de largas picas. El clibanario cooperaba con el arquero montado y su táctica era más similar a la cuña medieval que a la columna[14]. Así, el mismo guerrero podía ser catafractario o clibanario según las necesidades. La posibilidad de modificar las tácticas y no la identidad de ambos tipos de caballería explicaría la expresión (catafractus) catafractarius clibanarius que aparece en las fuentes antiguas[15].

Sobre cómo pudo haber llegado una punta lanza de caballería pesada romana a la zona de Astigi durante la Antigüedad Tardía[16] no nos atrevemos a emitir hipótesis alguna sin contar con más datos, pues las posibilidades para los ss. IV-VI d.C. serían demasiado numerosas, al constituir éste un período de graves turbulencias en el Sur de la Península Ibérica.

Fotografías:

 

 

 

 

 

 

 

[1] Este trabajo se enmarca dentro del Grupo de Investigación “La Bética Romana: su Patrimonio Histórico” (Grupo nº HUM-0323 del II Plan Andaluz de Investigación); Departamento de Historia Antigua, Universidad de Sevilla (1997-2004). Investigador Principal: Dr. Genaro Chic García.

[2] Cf. Chic García, Datos para un estudio socioeconómico de la Bética. Marcas de alfar sobre ánforas olearias, Écija, 2001.

[3] Véase en tal sentido la siguiente afirmación de M. Feugère: “Numerosas generaciones de arqueólogos han intentado clasificar las lanzas romanas: su variedad y las especificidades regionales que aparecen según las colecciones tomadas en consideración han desafiado hasta la fecha toda tentativa de sistema. Numerosos obstáculos se oponen: en primer lugar, el carácter fragmentario de los objetos estudiados, generalmente reducidos a un armazón metálico. La longitud del asta, el peso total de la lanza completa parecen, sin embargo, haber constituido criterios esenciales de la tipología antigua. Al menos es lo que se puede extraer de las fuentes escritas, que utilizan frecuentemente términos diferentes; la significación de cada uno de ellos debía ser lo suficientemente clara para los contemporáneos como para hacer inútil cualquier otra precisión adicional” (Les armes des romains de la Rèpublique a l’Antiquité tardive, Paris 1993; 169-170).

[4] Cf. M. Sierra Montesinos, “Un lote de armas procedente de la necrópolis ibérica de Torremorana (Baena, Córdoba)”, Gladius 23 (2003), 71-110, esp. 90-3.

[5] Cf. A. Hyland, Training the Roman Cavalry, Londres 1993, 82; S. Macdowall, Late Roman Cavalryman, Londres, 1995, 10; véase también: D. Marchant, “Roman Weapons in Great Britain, a case Study: Spearheads, problems in Dating and Tipology”, JRMES 1 (1990), 1-6; E. Krekovic, “Military Equipment on the Territory of Slovakia”, en C. Van Driel-Murray (ed.), Proceedings of the Ninth International Roman Military Equipment Conference, Leiden, 1994 (=JRMES 5, 1994), 211-225, esp. 211 y 214; L. Petculescu, “Military Equipment graves in Roman Dacia”, en C. Van Driel-Murray (ed.), op. cit. (=JRMES 6, 1995), 105-145, esp. 109 y 133, puntas de lanza de este tipo de forma de hoja más o menos alargado se han hallado también, según este autor, en el fuerte del ala II Gallorum et Pannoniorum en Gherla; A. Rodríguez Colmenero y T. Vega Avelaira, “Equipamiento militar del campamento romano de Aquae Querquennae (Portoquintela, Ourense, España)”, JRMES 7 (1996), 21-36; L. Vanden Berghe, “Some Roman military equipment of the first three centuries AD in Belgian museums” JRMES 7 (1996), 59-93, un paralelo bastante aproximado a nuestra punta de lanza, si bien con una longitud de 22’2 cm, lo tenemos en la fig. 5.3, el enmangue es circular y no poligonal; R. Brulet et alii, Forts Romains de la route Bavay-Tongres, Bruselas, 1995, en la fig. 49 tenemos un nuevo paralelo, esta vez de 27’6 cm, datado a fines del s. III-comienzos del s. IV; Eliseo Gil et alii, “Late Roman military equipment from the city of Veleia (Álava, Spain”, JRMES 11 (2000), 25-35; M. Feugère, “Militaria de Gaule Méridionale,19. Le mobilier militaire romain dans le département de l’Hérault”, Gladius 22 (2002), 73-126, esp. 75-6 y 95.

[6] M. Feugère, op. cit. (1993), 242.

[7] No obstante, nada permite descartar su uso como lanza o pica de infantería, tal y como ocurría ya con la sarissa macedónica, empleada tanto por la falange como por la caballería.

[8] Este término procede del griego kontos; en algunos glosarios latinos se lo equipara al hasta (cf. Rabano Mauro, De rerum naturis 235a), si bien este término es empleado sobre todo en relación con la infantería y para un arma de módulo algo más corto. Las referencias en las fuentes de época imperial son numerosas (cf. Tac., Hist. I.44, I.79, III.27; Ann. VI.35, SHA, Comm. 13; Val. Flac. VI.162, etc.).

[9] Tampoco puede descartarse en su adopción por la caballería pesada romana la influencia sármata desde comienzos del Imperio.

[10] P. Connolly, “Experiments with the sarissa – the Macedonian pike and cavalry lance – a functional view”, JRMES 11 (2000), 103-112.

[11] K.R. Dixon y P. Southern, The Roman Cavalry, Londres, 1997; 50-1.

[12] Los Contarii fueron probablemente creados por orden de Trajano (98-117), con el cometido de hacer frente a la caballería de los pueblos sármatas, al otro lado del Danubio.

[13] Cf. J.C. Coulston, “Roman Parthian and Sassanid tactical developments”, in P. Freeman y D.L. Kennedy (eds.), The Defence of the Roman and Byzantine East, BAR International Series 297, Oxford, 1986; 59-75.

[14] Cf. M. Mielczarek, Cataphracti and Clibanarii. Studies on the heavy armoured Cavalry of the Ancient World, Lodz, 1993; 10-11, 44-50; Ph. Richardot, La fin de l’armée romaine (284-476), París 1998, 218-220; A. Hyland, Training the Roman Cavalry, Londres 1993, 84-7.

[15] M.P. Speidel, “Catafractariii clibanarii and the Rise of the later Roman mailed Cavalry”, Epigraphica Anatolica 4 (1984); 151-6.

[16] Tampoco puede descartarse la segunda mitad del s. II d.C. (momento en que el contus estaba ya plenamente integrado en la panoplia de la caballería romana), cuando se produjeron en el valle del Guadalquivir importantes incursiones de pueblos norteafricanos desde el otro lado del Estrecho.

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