Entre la población de Cuacos de Yuste y el monasterio de San Jerónimo, donde Carlos I se retiró a morir tras su abdicación y durante los dos últimos años de su vida (1556-1558), hay un trocito de Alemania, propiedad del Estado alemán. Si no fuese porque faltan flores y porque los árboles son encinas y olivos, parecería el cementerio de algún pueblo de Baviera.

Allí reposan los restos de soldados alemanes muertos durante las dos grandes contiendas mundiales.

En 1919 se fundó en Alemania la Volksbund Deutsche Kriegsgraberfiürsorge, una fundación para localizar, trasladar y cuidar las tumbas de soldados alemanes caídos en acto de servicio en el extranjero.

La fundación gestiona más de 800 cementerios en 46 países, que acogen a un total de 2,7 millones de muertos en acto de servicio.

El cementerio de Cuacos de Yuste se inauguró en 1988. Allí están enterrados 180 soldados alemanes que murieron en alguna de las dos grandes guerras en territorio español. En concreto, son los restos de 26 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial que fueron enterrados originalmente en tumbas desperdigadas por toda nuestra geografía.

Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España o navíos hundidos cerca de las costas españolas. Algunos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas.

Todas las tumbas son idénticas y están organizadas con precisión milimétrica, con los muertos más antiguos al fondo, hacia el valle, junto a la tapia de piedra que los separa de los magníficos huertos que existen en el microclima de la comarca de la Vera, protegida del frío por el macizo de Gredos.

En cada tumba está grabado el nombre del militar, su graduación, la fecha de su nacimiento y la de su muerte.

Por la violencia extrema de la guerra, algunos de los soldados alemanes enterrados allí no pudieron ser reconocidos, por lo que en su tumba se grabó la inscripción: “Ein Unbekannter Deutscher Soldat” (Un soldado alemán desconocido).

Algunas tumbas mantienen el recuerdo y el afecto de los allegados del fallecido en forma de flores.

Algunos visitantes desorientados piensan que es un cementerio de nazis, pero sólo son militares alemanes fallecidos, al margen de su ideología. No hay, ni debe haber, ningún símbolo político en el cementerio, cuyo mantenimiento es sufragado por Alemania, un país muy cuidadoso en evitar cualquier exaltación nazi porque han aprendido de su pasado.

Queda en territorio español alguna tumba perdida de un militar alemán. No están en este pequeño y tranquilo cementerio los alemanes caídos combatiendo en España durante la Guerra Civil, ni los que se integraron en las Brigadas Internacionales ni los que combatieron en la Legión Cóndor, por ejemplo.

Es un lugar tranquilo dedicado a la reflexión y a la memoria que merece una visita respetuosa.

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