En este artículo hablaremos de las espadas medievales. Pero nos centraremos en tres aspectos de estas míticas armas que han influido en el cine y las series modernas y, con cuyo conocimiento, podremos disfrutar de ellas con una libertad mayor, al saber distinguir entre mito y realidad. Los mitos de las espadas medievales que trataremos sucintamente en este post son el mito cinematográfico de la espiritualidad de las espadas medievales, el de su profusa ornamentación y el de su tamaño.

Todos hemos visto películas de ambientación histórica en las que las espadas medievales tenían un protagonismo especial. La espada se presenta como encarnación de valores y tradiciones ancestrales, arraigadas en la familia, la fe o la divinidad. Las espadas medievales son con frecuencia algo más que armas blancas para convertirse en instrumentos, herramientas o símbolos del poder.

Esta significación espiritual y trascendente de las espadas medievales ha sido atribuida tradicionalmente al efecto del cristianismo y especialmente al de las guerras santas desplegadas en las distintas cruzadas. Se habla con frecuencia de espada sagrada, la espada de Dios, la espada de la fe o de los defensores de la cruz. La misma forma de cruz que adoptan algunas tipologías de espadas medievales han apoyado esta visión romántica tan extendida. Sin embargo, lejos de ello, la espiritualidad de las espadas medievales hunde sus raíces, como tantas otras cosas, en la tradición romana. Ya eran los romanos los que consideraban a su gladius como algo más que un arma, siendo depositario de la honorabilidad y valores simbólicos para el propio soldado, hasta el punto de que perderla o deshonrarla suponía una vergüenza insoportable. Tal como escribe el Dr. Menéndez Argüín en el artículo El Gladius Hispaniensis de este mismo blog:

La espada, además de su utilidad intrínseca como arma, poseía un importantísimo valor simbólico, pues los soldados la consideraban como el “genio” protector del juramento militar (Apuleyo, Metamorf. 9.41); su extravío en combate o en cualquier otra situación era un hecho bastante grave. En este sentido, la pérdida de la espada se equiparaba a la deserción (Dig. 49.16.3.13-4 y 49.16.14.1), de ahí la preocupación del legionario que aparece en la obra de Apuleyo, que se había dejado arrebatar su espada por un simple jardinero. Igualmente ilustrativo en este sentido es un pasaje de Frontino que relata la pérdida de la espada en combate por Marco Catón, hijo de Catón el Censor, que acabó lanzándose en medio de la formación enemiga para recuperarla y evitar caer en desgracia, siendo herido en el proceso, pero consiguiendo finalmente su objetivo (Strat. 4.5.17).

Ni que decir tiene que igualmente podemos ver convertidas en obra de arte cualquier espada medieval. El aspecto artístico de las espadas medievales es una faceta muy real y con fundamento histórico. Los museos y colecciones de todo el mundo están llenas de los mejores ejemplares de espadas medievales decoradas, esmaltadas o con baños de oro, plata o estaño. Sin embargo, este tipo de adornos estaba reservado a las espadas medievales de la aristocracia o realeza. Las órdenes militares recogían expresamente en sus reglas el rechazo a cualquier tipo de ornamentación en sus espadas, aunque el cine o el mercado puedan ofrecer “espadas templarias” con esmaltes y panes de oro.

Y de nuevo, ojo con la atribución al medievo de este tipo de ornamentaciones en las armas, pues ya hay constancia de que los romanos lo hacían también, siempre que podían. Se han recuperado pugiones en plata y con incrustaciones preciosas. También hay constancia de que el mismo Julio César regaló plata a sus legionarios para que decoraran sus gladius y escudos. Aunque probablemente, el episodio no diera para adornar mas que a alguna unidad preferida, lo cierto es que la ornamentación y el enjoyado no comenzó con las típicas espadas medievales de estilo normando.

Otra de los aspectos a filtrar mentalmente cuando disfrutamos del cine histórico (o incluso con tintes fantásticos) es apreciar el tamaño de las espadas medievales que aparecen. La mayoría de ellas difícilmente podrían ser sostenidas con el solo brazo, mucho menos blandirlas y asestar tajo tras tajo en el curso de una batalla. En ocasiones, muchas de ellas son ya grandes para un hombre fuerte, pero aparecen manejadas por mujeres de complexión normal. Evidentemente, esto forma parte del espectáculo, ya que las espadas medievales reales tenían unas proporciones y pesos adaptadas a las necesidades. Cualquier practicante de esgrima antigua y reconstructor histórico moderno conoce que el peso es una variable esencial en sus espadas. Por lo tanto, las espadas medievales corrientes, conocidas hoy como de una mano, solían tener unas hojas de longitud y peso adecuados a su uso a pie y con un brazo. Longitudes de hoja mayores podían admitirse para su uso desde un caballo, circunstancia en las que se necesitaban espadas medievales algo más largas, pero para uso también con una sola mano. Por convención, modernamente se las ha venido en llamar espadas de arzón, aunque ésta, como otras denominaciones actuales (espadas bastardas, espadas normandas, etc.) no se utilizaron realmente en el medievo para referirse a las espadas. Posteriormente, se utilizaron espadas de hojas muy largas, de mano y media o de dos manos, que desarrollaron unas técnicas de esgrima especiales en los siglos XV y XVI.

Por último, llamar la atención sobre el hecho de que, en el cine, aparecen esas que hoy llamaríamos espadas medievales a dos manos, blandidas a pie con una sola, en un alarde de heroicidad y poder muscular digno de Marvel. Y no solo en el cine fantástico (estilo Tolkien o Juego de Tronos) sino también en producciones pretendidamente históricas, como por ejemplo, Braveheart, filme que también ha sido criticado por su falta de rigor en otros aspectos. En esta peli, el personaje de William Wallace maneja la conocida como Wallace Sword, una espada escocesa a dos manos de tipología Claymore. El pretendido original de la Espada de Wallace se expone actualmente en el Monumento a Wallace, una torre que he tenido oportunidad de visitar, situada en el impresionante monte Abbey Craig, con vistas sobre la villa de Stirling, lugar en el que debió de tener lugar la batalla de Stirling Bridge.

Sin embargo, los especialistas convienen casi unánimemente en que esta espada, en su estado actual, no perteneció a William Wallace. Apoyan esta opinión en diversas razones. Argumentan que la hoja no posee la acanaladura central propia de este tipo de hojas. Parece que la espada habría sido un tipo XIII en la clasificación Oakeshott y que podría clasificarse modernamente como espada de guerra a dos manos, lo que la sitúa en un contexto histórico más tardío. Opinan los que han tenido oportunidad de examinarla, que la espada actual se reconstruyó a partir de tres piezas de espadas anteriores, empotradas o soldadas entre sí, alguna de ellas de finales del siglo XIII (la época de Wallace). Se refieren a la parte inferior de la hoja, que tiene una sección transversal en forma de diamante aplanado.

Según escribe el profesor David Caldwell, (The Wallace Book, 2007):

"Aparte de la guarda que fue remodelada, esta espada no parece diferente de las espadas a dos manos que se usaban en las tierras bajas de Escocia a finales del XVI o principios del XVII" y, “la hoja tiene recazo oculto, que no es una característica medieval”.

Espadas medievales hay muchas, aunque el cine y el Wallace Monument no nos ayuden demasiado a distinguir realidad de ficción.

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