El arte fue en la Edad Moderna (1492 – 1789) e incluso a día de hoy uno de los mayores elementos de distinción social. Son pocos los que distinguen en nuestros días, en esta etapa en la que vivimos y que denominamos como “Tiempo Presente”, a los grandes compositores y artistas de la talla de Vivaldi, Mozart, Bach, Cellini o Rubens. Bien es cierto que en nuestra sociedad actual se nos ha entregado a todos la cultura, y es decisión de cada uno de nosotros aceptar ese preciado regalo o darle la espalda. Pero como diría el famoso filósofo griego entre el 50d.C. y el 135 d.C., Epicteto de Frigia:
“Sólo el hombre culto es libre”
¿En qué sentido nos distingue el arte socialmente?
Primero debemos resaltar los siguientes aspectos.
La sociedad se encontraba fragmentada en varios estatus sociales (con la posibilidad de ascenso), depende del estatus y el conocimiento, el acceso al arte era mayor o menor. Existían varios espacios para la muestra del arte. El de corte y el público. El de ambiente cortesano era más limitado, realizado para un público concreto: el rey y su camarilla, además de para los nobles. Este se encontraba abierto a eruditos, cultos y gente activa en la vida del monarca, siendo todos ellos conocedores de los significados políticos y culturales. Como indican los estudios de la Fundación Juan March (2016) y se ve reflejado en la película “Le Roi Dance”(2000).
“Concierto de Flauta de Federico II el Grande en Sanssouci”, Adolph Menzel (1850 – 1852)
Tras el ambiente cortesano encontrábamos las actuaciones para el público general. Este se componía de los grupos bajos o urbanos, clases medias, burgueses y todo tipo de estamentos que llegaban al ascenso por su poderío económico. En España se veían los teatros de comedia o los corrales de comedias, además de los espectáculos a la intemperie. En el estudio “Músicas del Antiguo Régimen” (2016) vemos clara la idea anterior.
La función pública del arte y la música se podría ver representada mediante gremios, artistas con licencias de calle y teatros de pago. Un claro ejemplo de estos gremios era el de los invidentes, en el siglo XVII, recibían una licencia especial que les permitía actuar en calles y esquinas para obtener limosnas.
En los elementos religiosos como procesiones y festividades, también encontrábamos la imagen del poder mediante la música, relacionando al rey con la Iglesia. Esta no se encontraba solamente ligada a los ámbitos religiosos. Se empezaba a ver en plazas, calles y todo tipo de escenarios. Fue en el siglo XVIII, cuando por primera vez, se mezclaba el canto con el compás musical en este tipo de actos no religiosos.
La ilustración afectaría de un modo u otro a la totalidad de la sociedad. Esta música necesitaba de la supervisión real, en muchos casos debía pasar por el yugo de la censura: era necesario mantener al pueblo unido ante el poder.
El ascenso de la burguesía condicionaría del mismo modo el teatro y el uso de su nueva música. El descenso de cultismos y alegorías de difícil entendimiento sería notable. En muchos casos esta supervisión pasaba por unos intendentes, leales siervos de la camarilla encargados de los aspectos culturales en el ámbito de las artes. Un claro ejemplo es el de Jean Batiste Lully en la corona de Luís XIV. Como nos dice David García:
Estaba en juego, nada más y nada menos, que la capacidad para convencer a la población de participar activamente en ese proyecto común de la Monarquía (García 2011, p. 285)
¿El monarca es también un artista?
Cristina de Suecia (1626 – 1689), Carlos V (1500 – 1558), Felipe II (1527 – 1598), Luís XIII (1601–1643), Luís XIV (1638–1715), Federico II de Prusia (1712–1786), etc. Todos estos monarcas fueron grandes admiradores y estudiosos del arte y la interpretación, como nos recuerda Pepe Rey (2016). Carlos V, el emperador, hizo uso de la música en varios de los momentos cruciales de su vida como monarca. Era consciente de la importancia de magnificar y resaltar al soberano como único y divino. Tuvo un conjunto de músicos, de estilo flamenco, que le acompañaron en momentos decisivos tales como su jura como rey de Castilla y Aragón (1518), el casamiento con su futura esposa Isabel de Portugal (1526) y por supuesto en los festejos posteriores.
Otro importante ejemplo es el ya mencionado con Luís XIV. Este monarca, “El Rey Sol”, dio una vital importancia al teatro, al igual que su padre (Luís XIII) a la música. Luís actuó e interpretó, hizo todos los intentos posibles para que esto formara parte de su vida privada. Por las mañanas y tras el amanecer el monarca acudía a una misa, esta se encontraría acompañada de un número reducido de músicos. Además de esto, en su espacio cotidiano, el rey trasformaba todas sus acciones en un festejo, protocolo y procedimiento que realzara su figura: todo debía parecer una ceremonia. Estas acciones seguían un conjunto musical preparado especialmente para cada velada, se encontraban compuestas por el músico protegido del rey, un hecho común que se veía en todas las cortes europeas. Jean Baptiste Lully, mencionado anteriormente en este relato, era el encargado de cumplir esta misión. El monarca recibió tragedias, ballets, óperas y composiciones líricas de las manos de este gran compositor.
Gottfired Piefke (1817 – 1884), un gran conjunto de sus composiciones se encontraban inspiradas en el espíritu y figura historiográfica Federico II el Grande. ESCÚCHALO AQUÍ
Uno de los últimos ejemplos lo encontramos en el rey Federico II o el Grande de Prusia. Este monarca provenía de una educación militarizada y muy estricta, más que en otros países europeos. En su infancia recibió conocimientos de todas las ciencias, incluyendo el arte de la música. Aprendió a tocar la flauta, un elemento que no era muy bien visto por sus mayores. Pero son estos conocimientos los que produjeron que más adelante en su reinado pudiera usar las grandes marchas militares en su favor, y ordenar sus composiciones. Estas canciones y redobles produjeron un efecto de monarquía omnipotente. A través de su ejército y de sus bellas marchas y toques, logró transmitir la imagen que deseaba. Mostraba la idea de un Federico fuerte, culto, honrado y divino. Marchas como las de Federico II y sus ordenanzas militares inspirarían a la monarquía prusiana del siglo XIX con marchas como “La Gloria de Prusia” o “Yorckscher March” (1809).
“Yorckscher March”. Ludwig van Beethoven (177O) ESCÚCHALO AQUÍ
¡El rey en lo más alto!
El rey era la máxima figura, pero no siempre el responsable de todas las penalidades del pueblo. Este hecho es claro. Recordemos que muchas de las revueltas no eran contra esta figura, eran promovidas en contra de sus ministros y funcionarios.
Era vital que la figura del monarca siempre fuera representada con la idea del buen cristiano, el valor y la justicia.
Un ejemplo es la superioridad del rey ante los enemigos, siempre representado triunfal. En los siglos XVI y XVIII el enemigo común resultaría ser el Imperio Otomano. La ridiculización de los enemigos y la muestra del poderío del monarca eran objetivos necesarios para unificar al pueblo. Lo observamos en obras como “Las Navas de Tolosa” de Cristóbal de Mesa en 1594. Además de ello, este conjunto de composiciones tenían la tarea de mostrar la unión de la Iglesia y la corona, era totalmente inadmisible que se mostrara ante el público cualquier disidencia entre ambas instituciones.
Cuando el monarca era representado en estas actuaciones debía aparecer como heredero de un origen divino, además, podría aparecer en todo tipo de variantes, pero en pocos casos como un antagonista. Surgiría la figura del rey galán o batallador, preocupado por su pueblo o como un erudito.
DE INTERÉS
- Conjunto de marchas y composiciones militares para las celebraciones militares y monárquicas. Principalmente relacionadas con la vida militar y para determinados procedimientos:ESCÚCHALO AQUÍ
- “Te deum” para el Rey de Lully ESCÚCHALO AQUÍ
BIBLIOGRAFÍA
- Andioc, R. (1976). Teatro y Sociedad en el Madrid del siglo XVIII. España: Fundación JuanMarch.
- Cañas, J. (2011). El rey y la monarquía en las comedias de Francisco Bances Candamo. En Archivum, pp 79 –114.
- García, D. (2011). Propaganda y Cultura en la Monarquía Hispánica: La narrativa del Siglo de Oro. En Obradoiro de Historia Moderna, N20.Madrid: Universidad CarlosIII.
- Vives, J. (1982). Historia General Moderna I. Barcelona: VICENS –VIVES
- Vives, J. (1982). Historia General Moderna II. Barcelona: VICENS – VIVES
Jonathan Bar Shuali :j[email protected] Grado en Historia por la UCM, colaborador en la Cátedra Extraordinaria Complutense de Historia Militar y Presidente de “Fusiliers – Chasseurs Madrid estudios Napoleónicos”.
Felicidades, Jonathan. Gran artículo, interesantísimo y riguroso en todo momento. Me quito el sombrero, Bravo!
Felicidades, gran artículo. Interesantísimo y riguroso en todo momento. Me quito el sombrero, Bravo!
¡Maravilloso artículo! Muchas gracias.
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