Cuando hablamos de la palabra en latín cingulum, ¿qué es lo primero que os viene a la cabeza? Si no tenemos noción alguna sobre el mundo romano, el sentido común, el menos común de todos los sentidos, nos puede acercar a la palabra cíngulo. Esta pieza de ropa, la cual tampoco tenemos porque conocer todos por supuesto, hace referencia a un cordón de tela con una borla en cada extremo que usan los sacerdotes y los obispos en sus oficios religiosos.
¿Y qué relación guarda con el tema del que vamos a hablar en este artículo? Pues muy sencillo, ya que el nombre de este elemento de liturgia eclesiástica deriva directamente del vocablo por el que os preguntaba al principio. Es decir, de la palabra latina que usaban los romanos para designar el cinturón que utilizaban para sujetar sus prendas de vestir. Y cuando hablamos de cinturón, obviamente el usado por los sacerdotes cumple también esa misma función, aunque según la Iglesia simboliza a su vez la castidad que los sacerdotes deben conservar, además de recordarles el látigo con que flagelaron a Jesucristo. Quizás esa parte más simbólica algunos la pueden haber olvidado en cierta manera.
En cualquier caso, ese cíngulo eclesiástico no nos interesa demasiado, al menos en este artículo. Por el contrario, el cingulum o cinturón romano, sí. Pero no os voy a hablar sobre el que portaban los ciudadanos de a pie, que también podría hacerlo, sino más bien sobre el llamado cingulum militare. E imagino que, al deciros esas dos palabras, comenzáis a comprender por dónde voy.
Sí, este elemento que a priori podría parecer una prenda más, sin una función especial, debo deciros que era mucho más que eso. Al igual que para los sacerdotes tiene un simbolismo, para los romanos, concretamente para los militares, el cingulum militare también lo tenía. Aunque si vamos más allá, creo que puedo mojarme un poco más y afirmar que no sólo lo tenía para los militares, sino que también para el resto de la población, ya que ellos pese a no poderlo llevar, conocían perfectamente su significado.
Y ahora me diréis que me he pasado tres pueblos… Nada más lejos de la realidad. Haciendo un ejercicio de imaginación, os invito a que hagáis un viaje a una ciudad romana cualquiera de, por ejemplo, el siglo II d. C. ¿Ya estáis en ella? Ahora imaginad que estáis comprando en un mercado, o paseando por las calles cercanas al foro, o haciendo cola para entrar al estadio o al anfiteatro para asistir a un espectáculo de carreras de carros o de luchas de gladiadores.
De repente veis pasar a un grupo de tres o cuatro hombres que van vestidos con sus túnicas. Es posible que todos la lleven del mismo color, aunque no hace falta concretar la tonalidad. Eso es lo de menos. Pero si os fijáis con más detalle, algo os llama la atención de ellos. No me refiero a su tema de conversación porqué estáis un poco lejos y no sois tan cotillas como para intentar captar lo que dicen. Me refiero a un elemento que forma parte de su indumentaria y que llevan atado a la cintura. Os miráis el vuestro, que seguramente difiera bastante del que ellos portan. Vuestro cinturón será una cuerda simple con toda seguridad o en el mejor de los casos un trozo de tela en forma de cordón.
Pero el suyo no es así. El suyo es más elegante. Llevan un cinturón romano hecho en cuero y seguramente adornado con una serie de pteryges o tiras de cuero que caen desde el propio cinturón hacía las rodillas y que están decorados con elementos metálicos o tal vez alguna pequeña joya. ¡Guau! Que diferente es ese cinturón romano al vuestro. ¿De dónde lo habrán sacado esos tipos? Y lo que es más llamativo, ¿por qué todos ellos lo llevan igual? Esas serían las preguntas que nos haríamos algunos de nosotros sino fuéramos ciudadanos romanos o sino perteneciéramos a esa época.
Pero los que sí que vivieron entonces tenían muy clara la respuesta a esas preguntas. Esos hombres son legionarios romanos, y ese cinturón tan llamativo que llevan es su cingulum militare, un elemento que sólo ellos pueden llevar y que les diferencia del resto de población civil. Obviamente no era el único elemento por el cual se les podía reconocer cuando no llevaban puesta toda su panoplia de combate, ya que, si hubiéramos fijado nuestra vista en su calzado, nos habríamos encontrado con otro elemento característico de los soldados romanos, las botas militares o caligae. Pero sobre ellas ya hablaremos otro día, ya que el tema que nos ocupa hoy es el del cingulum o cinturón romano.
Volvamos pues al elemento en cuestión, el cinturón romano de uso militar, sobre el cual aún nos queda mucho que decir. De hecho, al ser un elemento distintivo de la soldadesca, reconocible por todos los ciudadanos libres y esclavos del mundo romano, poseía también un valor para su portador. Así, sabemos que una de las medidas disciplinarias que usaba el ejército romano para castigar a un soldado que había cometido una falta, era despojarle de su cingulum y hacerle pasear, servir o hacer su guardia con la túnica suelta. Claramente eso suponía una humillación para el afectado, ya que a ojos de sus camaradas reflejaba que estaba cumpliendo una pena por no haber realizado sus deberes u obligaciones. Para el soldado, ir sin cinturón era vergonzoso. Otro caso en el cual se podía despojar a un militar del elemento en cuestión era el momento en el que causaba baja de la legión por un hecho deshonroso, como por ejemplo rendirse cuando no procedía.
Pero haciendo un poco de historia sobre el uso de este tipo de cinturón militar romano debemos tener claro que no siempre se usó este modelo compuesto por un cinto y un faldellín del cual colgaban las tiras de cuero anteriormente nombradas (pteryges) y que seguramente ya se ha dibujado en vuestra mente o que habéis consultado en la tienda haciendo click en las fotografías. Así también se tiene constancia de que, en época republicana y podríamos afirmar que hasta principios del siglo II d. C., es decir durante el gobierno de Trajano, era común que los soldados llevasen dos cinturones cruzados. Uno se usaba para sostener la espada, el llamado gladius, mientras que el otro hacía lo propio con el puñal o pugio. La razón de portar los dos responde simplemente a la distribución del peso de ambas armas. En cualquier caso, hay que dejar claro que no siempre los cinturones iban acompañados del faldellín, ya que existía la posibilidad de que este no se portase.
Fue a partir de ese momento, quizás desde tiempo de Adriano, o de su sucesor, Antonino Pío, cuando aparece un nuevo elemento que se unió al uso del cingulum militare. Aunque también es cierto que las fuentes más antiguas acuñaron otro término para hablar del cinturón militar romano. Me refiero al llamado balteus. Aunque la arqueología romana ha tendido a dar este nombre a otro tipo de elemento usado por los legionarios, como ya os he comentado antes, desde la primera mitad del siglo II d. C. en adelante. Así el balteus en lugar de ser otra denominación para el cinturón, vendría a ser un nuevo elemento, podríamos decir, que una innovación técnica que incorporaron las legiones para mejorar el reparto de peso que debía soportar el soldado. Se trataría por tanto de un correaje de cuero que sustentaba el gladius y que colgaba del hombro del soldado, dejando el arma a la altura de la cintura aproximadamente. Eso hacía que tan sólo fuera necesario el uso de un cingulum para sujetar el pugio, ya que la espada colgaba directamente del hombro del soldado. Es por tanto en este momento, cuando quizás debido a un cambio de táctica de combate generalizada o al uso de espadas de mayores dimensiones, se pasa a usar el balteus y se prescinde de uno de los dos cinturones que se portaban normalmente.
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