Ya estuvimos hablando en un artículo anterior de nuestro blog de cuál fue el origen de los Tercios, la unidad militar típicamente española de los siglos XVI y XVII. Ya aprendimos que surgieron como respuesta y contramedida frente a las temibles caballerías pesadas que dominaron los campos de batalla europeos durante buena parte del medievo. Esta necesidad de contención, se traduce en la conformación de un "núcleo duro" que será el cuerpo de piqueros. Sin embargo, no debemos pensar que el piquero era el único patrimonio de los Tercios.
De hecho, a lo largo de la Historia iría tomando forma a su alrededor una amalgama de unidades que responderían a las nuevas realidades bélicas del momento. Son el caso de arcabuceros, rodeleros, músicos y un largo etcétera. Por no hablar de otras profesiones que acompañaban a los ejércitos en sus campañas para cubrir sus necesidades como pueden ser médicos o sacerdotes. Pero centrémonos en cómo estaba formado el Tercio en batalla.
La primera tipología de infante que analizaremos es la más característica, cómo decíamos un poco más arriba, los piqueros. Constituían unidades de formación cerrada, con la punta de todas sus picas orientadas hacia la misma dirección. No debemos olvidar que las picas podían llegar a medir, según los tratados de la época, más de 5 metros. En vanguardia, en la primera línea de batalla, se colocaban los llamados coseletes, que, para entendernos, podríamos llamarlos piqueros pesados. Eran aquellos piqueros que, por capacidad económica, podían permitirse la armadura llamada coselete, de donde toma el nombre el tipo de soldado. Estos coseletes, que también se conocen los piqueros de vanguardia, formaban un cuerpo con mucho prestigio dentro de los Tercios y pertenecer a él suponía un auténtico honor para cualquier soldado. Esta primera línea estaba bien protegida por el resto del cuerpo de piqueros, colocados a su retaguardia. Estos eran los conocidos como picas secas: piqueros que no portaban más protecciones pasivas que un morrión o un capacete.
No obstante, en varios tratados militares podemos ver cómo se recomienda un cambio en el armamento de los coseletes. Y es que estos, portadores de pesadas armaduras, dificilmente podían manejar la larga – y pesada – pica. Es por ello, que se les recomendaba cambiar la pica por la alabarda, un arma de origen medieval que, siendo más corta que la pica, mezclaba la punta de la pica con una cuchilla al estilo hacha. La identificación de la alabarda con los respetados coseletes provocó que los reyes de España reclutaran alabarderos para sus guardias de honor, gustosas de nutrirse siempre con la élite de los ejércitos.
Sin embargo, muchos teóricos militares de la época defendían que, dentro de las formaciones de piqueros, se introdujeran los llamados rodeleros, llamados en otras fuentes como espaderos: soldados equipados con armadura, espada y rodela – escudo metálico redondo de tradición medieval – que, gracias a su versatilidad podían sortear las picas enemigas y entablar combate cuerpo a cuerpo con el enemigo. De esta forma, en caso de que dos formaciones de piqueros quedasen emparejadas durante una batalla, la incursión de los rodeleros en las formaciones enemigas podía inclinar la balanza del enfrentamiento de modo decisivo. Era el rodelero una evolución del hombre de armas medieval al que se le había bajado del caballo, y, con el tiempo, se le permitió prescindir de las protecciones de las piernas, en beneficio de una mayor movilidad en la batalla.
Mas allá de las formaciones de piqueros, se destacan las formaciones de soldados con armas de fuego. Desde el siglo XVI, los Tercios estaban acompañados por arcabuceros que se apostaban junto a las formaciones de piqueros, para batir al enemigo a distancia. El arcabuz era un arma fácil de manejar, aunque su tamaño lo hacia poco práctico para movimientos rápidos y era necesario el uso de horquillas para sujetarlo con seguridad. Además, pese al tamaño, era de corto alcance aunque, eso sí, letal, pues la bala podía atravesar con cierta facilidad las armaduras enemigas. Los arcabuceros españoles adquirieron pronto bastante prestigio debido a su valentía y puntería. Sin embargo, las armas de fuego, aunque se fueron haciendo cada vez más importantes en los Tercios, tuvieron una lenta evolución y, en muchos casos, su fiabilidad no llegó a ser la deseada. Es por esto, por lo que los arcabuceros portaban una espada ropera, por si la batalla se complicaba y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo se tornaba realidad. El arcabuz fue utilizado casi hasta el siglo XVIII, aunque desde el XVII coexiste con el mosquete.
Terminaremos esta breve entrada de blog, apuntando cómo se repartían las funciones en los ataques. Mientras las picas hacían lo propio contra caballería y otras unidades de piqueros, los espaderos atacarían entre líneas y los alabarderos se encargarían de los soldados enemigos mejor armados – defensivamente – mientras que las unidades con armas de fuego atosigaban a distancia las unidades enemigas. La proporción de cada tipo de soldado varió a lo largo del tiempo, muchas veces adaptándose o bien al enemigo o a las tropas disponibles. Sin embargo, parece evidente el imparabale aumento de la proporción de soldados con armas de fuego fue una realidad hasta el fin de la existencia de los Tercios, que vieron por ejemplo desaparecer paulatinamente la figura del rodeleros.
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