La espada que se estandarizó como arma de filo entre las tropas romanas desde finales de la II Guerra Púnica (218-202 a.C.) fue el denominado gladius Hispaniensis. El diseño del gladius sufrió toda una serie de variaciones a lo largo de su vida operativa hasta culminar en el modelo “Pompeya”, que entró en servicio durante la segunda mitad del s. I d.C. Tres son los tipos esenciales de gladius que, desde la República media, se emplearon en el ejército romano: el primero de ellos, el “Hispaniensis”, el segundo, el modelo “Mainz” y, por último, el tipo “Pompeya”.

El gladius Hispaniensis de época republicana se caracterizaba por sus potentes filos, capaces de provocar terribles heridas (Livio 31.34.4), su larga punta, perfecta para los ataques de estoque, y una longitud mayor que la de sus homólogos posteriores. Este modelo de espada tiene su origen en la Península Ibérica (Polibio 3.114; Suda, Machaira) y parece que su estructura básica estaba inspirada en una versión tardía de la espada celta de tipo La Tène, modificada por los pueblos celtíberos tanto en la forma de la hoja como en la estructura de la vaina. Continúa existiendo un debate considerable acerca de las dimensiones y forma del gladius Hispaniensis de época republicana, debido a los escasos hallazgos arqueológicos y a la vaguedad de las fuentes en su descripción. No obstante, a partir de esas evidencias, parece que puede asignarse al gladius de los siglos II y I a.C. una longitud de hoja (lamina) de entre 600 y 650 mm, una anchura de la misma comprendida entre 45 y 60 mm, una amplia punta (mucro) y filos (acies) no paralelos. La longitud de la hoja y su estructura hacían que fuera un arma apta para su empleo tanto por la infantería como por la caballería.

Hacia finales del s. I a.C. apareció el modelo “Mainz”, cuyo diseño seguía guardando bastantes similitudes con los gladii de época precedente. Así, este tipo se caracterizaba por presentar una anchura mayor en la base de la hoja, la gran longitud de su punta y sus filos no paralelos, sino decrecientes hacia el extremo del arma. Las medidas de la hoja oscilan entre los 425 y 550 mm, lo que suponía una respetable diferencia respecto a su predecesor republicano; con todo, se han hallado ejemplares que llegan hasta los 590 mm; su anchura se situaba en torno a los 40 mm, aunque algunos de estos gladii podían llegar a alcanzar los 75mm en la base. La hoja solía presentar un característico ensanchamiento justo antes de que se iniciara la larga punta del arma. Dentro del modelo Mainz pueden identificarse varios subtipos, destacando entre ellos el denominado “Fulham” (s. I d.C.), que incorpora pequeñas variaciones respecto al estándar del período, pero no suficientes como para otorgarle una nueva tipología; se caracteriza éste por sus filos casi paralelos, pero conservando una amplia y afilada punta similar a la del resto de las subtipologías del modelo Mainz (clásica, Mühlbach, Sisak…).

El gladius se dividía en dos partes claramente diferenciadas, empuñadura y hoja, a las que había que unir la vaina, esencial para su transporte y conservación. La empuñadura se dividía en guarda, asidero y pomo. La guarda era de forma oval y podía estar realizada en madera, hueso o marfil. El asidero solía presentar forma hexagonal, aunque también se han hallado ejemplos de estructura cilíndrica, y estaba elaborado principalmente en hueso con acanaladuras para los dedos. El pomo, generalmente en madera, presentaba una forma ovoide y no constituía un simple elemento decorativo, sino que actuaba como contrapeso, equilibrando y mejorando las prestaciones del arma. Todo el conjunto se aseguraba con un tope sobre dicho pomo que, unido a la espiga metálica que se prolongaba desde la base de la hoja de la espada, mantenía firmemente unidas las distintas partes de la empuñadura. Por lo que respecta a la vaina, ésta contaba con una estructura de madera decorada con placas metálicas, generalmente en brillante orichalcum (aleación al 80% de cobre y 20% de zinc), y más o menos repujadas con relieves; también se han hallado ejemplares con una decoración plateada. Para la suspensión de la vaina al cinturón (cingulum militare) se utilizaban cuatro anillos metálicos ubicados en la parte superior, método ya empleado en los modelos republicanos de gladius.

Glaidus Mainz

El gladius de tipo “Pompeya” tomó esta denominación a partir de cuatro especímenes hallados en y alrededor del yacimiento de esta ciudad, fechados, por tanto, en 79 d.C. Este modelo apareció a mediados del s. I d.C. y parece haber evolucionado a partir del precedente tipo Mainz, como muestran los gladii de Porto Novo y Baena. Del modelo Pompeya se han identificado, al menos, tres variantes (Pompeya clásico, Putensen-Vimose y Hamfelde). En líneas generales, el gladius tipo Pompeya se caracteriza por sus menores dimensiones respecto al Mainz; la longitud de hoja se sitúa entre 375 y 565 mm y su anchura entre 42 y 55 mm (con algún ejemplar de hasta 70 mm), con filos rectos y una punta corta, bastante robusta y de forma triangular. La reducción del tamaño de la punta respecto a los tipos mucho más aguzados de modelos anteriores podría haberse debido a modificaciones en el estilo de combate individual y a que, a partir de la segunda mitad del s. I d.C., los legionarios solían enfrentarse a enemigos que, a excepción de las élites, no portaban protección corporal alguna (al menos en la frontera Norte y NO del Imperio). Por lo que respecta a la empuñadura, se mantiene la misma estructura que en el modelo Mainz, si bien con claras diferencias. En este sentido, la guarda pasa a ser casi semicircular en la base de la hoja, ofreciendo algo más de protección a la mano durante el combate cuerpo a cuerpo. El mango solía ser de hueso o asta, de forma hexagonal o cilíndrica, manteniendo las acanaladuras para los dedos y con una longitud de entre 75 y 94 mm; parece, además, que existía cierta personalización, para que la mano del soldado se ajustara bien y quedara firmemente fijada entre pomo y guarda, lo que, unido al agarre proporcionado por las acanaladuras, evitaba que la mano se deslizara arriba o abajo de la empuñadura durante el combate. Finalmente, la forma del pomo evoluciona hasta convertirse en una esfera más o menos perfecta, que se mantiene en uso hasta que, desde mediados del s. II d.C., comienzan a extenderse las espadas cortas con pomo en forma de anilla como consecuencia de influencias transdanubianas. No podemos confundir, sin embargo, esas nuevas espadas de pomo en forma de anillo con una nueva tipología de gladius, pues difieren claramente en su estructura y fabricación, si bien sus dimensiones y función habrían sido bastante similares. La extensión de esta nueva arma, con todo, fue de corta duración, como quiera que durante la segunda mitad del s. II d.C. acabó por imponerse definitivamente la más larga spatha como arma de filo de la infantería romana.

La vaina, finalmente, mantiene una configuración bastante similar a las del período previo, con una estructura en madera con decoración metálica y un recubrimiento de cuero, cuya finalidad era preservar la hoja de la humedad. En estos modelos, sin embargo, las placas metálicas de la vaina ya no suelen ocupar toda su longitud, como ocurría en no pocas de las conservadas para portar gladii de tipo Mainz. En un primer momento, el método de fijación de la vaina se mantiene con pocas variaciones, uniéndose ésta al cinturón del soldado mediante cuatro anillos que la sujetaban por la parte superior (dos a cada lado). Según hallazgos de Herculano y Delos, el gladius se fijaba al cingulum militare mediante tiras de cuero cruzadas entre sí unidas con dos pequeñas hebillas interiores, por lo que al exterior no se apreciaba la forma de sujeción de la espada. A lo largo del s. II d.C. la sujeción por anillos fue dejando paso a la sujeción mediante pasador, típica de las espadas de la centuria siguiente, y el gladius ya no se aseguraba al cinturón, sino a un estrecho tahalí (balteus) que colgaba desde el hombro izquierdo. Hay que tener en cuenta, también, que los legionarios suspendían el gladius del costado derecho, a diferencia de los centuriones y otros suboficiales, que lo llevaban a la izquierda.

Aunque el final de la vida operativa del gladius habría que situarlo en la segunda mitad del s. II d.C., a lo largo del s. III parece entrar en juego un nuevo tipo de espada, más corta que la spatha y que Vegecio (Epit. 2.15), ya a finales del s. IV, denomina semispatha. Este tipo parece que habría venido a cubrir el hueco dejado por el gladius para ciertas operaciones para las que habría sido preferible un modelo de arma de filo más reducida o bien se habría empleado, sencillamente, como arma secundaria. El registro arqueológico del s. III d.C. ha proporcionado, además, especímenes de espadas cortas que podrían identificarse con la mencionada semispatha, algunas de ellas obtenidas recortando una spatha estándar del período.

Por lo que respecta a su empleo, este arma ha sido tradicionalmente asociada en exclusiva con los legionarios, pero parece que importantes contingentes de infantería auxiliar operaban también durante los ss. I y II d.C. equipados con gladius. La spatha se impuso entre la caballería debido a su mayor alcance, pero su difusión en la infantería auxiliar no parece haber sido tan generalizada.

Tipos de gladius

Modelos de gladius: 1.- Hispaniensis; 2.- Mainz; 3.- Pompeya

El gladius era un arma pensada para combatir preferentemente con la punta (punctim), si bien sus ataques de filo (caesim), sobre todo en los dos primeros modelos analizados, podían ser devastadores. Los fuertes filos paralelos del tipo Pompeya también lo hacían apto para su empleo como arma de filo cuando la situación lo exigía. Su mayor efectividad se conseguía en combinación con el pilum, pues, si el impacto de este último no eliminaba directamente al enemigo, solía permanecer clavado en el escudo, haciéndolo ingobernable y obligando a su portador a soltarlo. Una vez que el enemigo se acercaba sin escudo, su posición era de completa inferioridad respecto al legionario, que se encontraba bien protegido detrás de su propio scutum y utilizaba el gladius como arma de punta, dirigiendo sus estocadas al abdomen (Vegecio, Epit. 1.12), el lugar más sensible y desprotegido del adversario. Los legionarios estarían, además, bastante habituados a este sistema de combate gracias al riguroso entrenamiento al que eran sometidos. Además, ese tipo de ataques en punta con el gladius eran especialmente efectivos contra enemigos armados con espada larga, pues para atacar de filo estaban obligados a realizar un movimiento de arriba hacia abajo con la espada en el que su flanco diestro habría quedado bastante desprotegido.

El hecho de que los legionarios portaran el gladius en el costado derecho suponía que debían desenvainarlo con la mano de ese mismo lado. La técnica consistía en invertir la mano, agarrar la empuñadura y tirar hacia afuera para, una vez en posición, girarlo y disponerse al combate. Aunque en un primer momento pueda parecer una maniobra incómoda, el entrenamiento acabaría habituando al soldado. Por otra parte, al desenvainar desde el lado derecho, el arma no se vería estorbada por el escudo al salir de su vaina, ni el legionario desprotegido en ningún momento por tener que mover el scutum para facilitar la maniobra de desenvainado. Además, al no tener que trazar el brazo un arco de izquierda a derecha, también se necesitaría menos espacio para desenvainar. Finalmente, esta técnica permite un movimiento ofensivo de golpeo con el pomo hacia la cara del adversario en caso de que fuera necesario sacar el arma con el enemigo ya encima; esto puede que se produjera en más de una ocasión, pues se recurría a las espadas, a veces, con el enemigo a punto de chocar contra la línea romana, por lo que cualquier error o dificultad habrían sido todavía más peligrosos. Además de la mencionada maniobra ofensiva con el pomo, el soldado también podía propinar un rápido tajo descendente aprovechando el desenvainado, en caso de que el enemigo se encontrara en una posición favorable para este tipo de ataque.

La espada, además de su utilidad intrínseca como arma, poseía un importantísimo valor simbólico, pues los soldados la consideraban como el “genio” protector del juramento militar (Apuleyo, Metamorf. 9.41); su extravío en combate o en cualquier otra situación era un hecho bastante grave. En este sentido, la pérdida de la espada se equiparaba a la deserción (Dig. 49.16.3.13-4 y 49.16.14.1), de ahí la preocupación del legionario que aparece en la obra de Apuleyo, que se había dejado arrebatar su espada por un simple jardinero. Igualmente ilustrativo en este sentido es un pasaje de Frontino que relata la pérdida de la espada en combate por Marco Catón, hijo de Catón el Censor, que acabó lanzándose en medio de la formación enemiga para recuperarla y evitar caer en desgracia, siendo herido en el proceso, pero consiguiendo finalmente su objetivo (Strat. 4.5.17).

Para concluir, hemos de hacer referencia al gladius de entrenamiento, también conocido como rudis, realizado en madera y que el legionario empleaba asiduamente durante sus ejercicios diarios. La rudis solía ir lastrada hasta alcanzar el doble de su peso real, tal como nos informa Vegecio (Epit. 1.11), para que el legionario, al emplear la espada auténtica (de algo menos de un kilogramo), se desempeñara aún con mayor soltura debido al menor peso de la misma.

Bibliografía sucinta:

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