Decidle a Rodrigo que la Verdad triunfa

O comprobad cómo obtiene sus augurios

Los sables de Sinhaŷa, en cada batalla

Impedirán que sus aves acierten su aviso.”

Poeta anónimo andalusí, durante el asedio a Valencia (1094)[1]

Sólo unas décadas después de su fallecimiento en Valencia (1002), la figura del Cid pasó de la Historia a la literatura hispánica tanto popular como culta.  Por ejemplo, ya hacia 1140, sólo 40 años después de la muerte del Campeador, se compone, según Ramón Menéndez Pidal, el famoso Poema de Mio Çid al que hay que añadir otras composiciones, ya dentro de la poesía culta, como el Poema de Almería (c.1148), el Carmen Campidoctoris o Poema latino del Cid, escrito según Alberto Montaner a finales del siglo XII[2], solo por citar unos ejemplos ilustrativos.

Pero, ¿cómo le vieron sus rivales andalusíes? 

Bastantes son las fuentes hispano-musulmanas que nos dan noticias y hasta complementan la información que conocemos sobre el Campeador dada por la documentación cristiana.

Ilustración 1. Estatua del Cid Campeador en Burgos. Fuente:Pinterest

Entre los autores árabes coetáneos que le mencionan destacan los ya mencionados Ibn Bassām de Santarem o Ibn ʿAlqama y otros más tardíos, como Ibn al-Abbār, Ibn al-ʿIdhārī, Ibn al-Jatīb de Loja, Ibn Kardabῡs y Al-Marrakushī.

En el estudio que la profesora Mª Jesús Viguera[3] realiza sobre las fuentes árabes que mencionan a nuestro protagonista, ella selecciona una veintena por su gran valor testimonial y documental.  Estos cronistas nos presentan a un Cid Campeador que es recordado por sus hechos contra los musulmanes y sus dominios más que sus orígenes o hazañas, en un parecer que resume en palabras el sentimiento y resentimiento de los andalusíes hacia el guerrero castellano.

A nuestro protagonista se le llama por su nombre de pila, Rodrigo (Rudhrīq o Ludhrīq) y como “el Campeador” (Kanbiyatῡr) y también se gana la admiración de los soldados taifas sevillanos y zaragozanos quien comienzan a darle el título honorífico de Sīdī (“mi señor”), equivalente en dialectal andalusí del árabe clásico “Sayyīdī”, que será traducido al castellano como “Mio Çid”, que dará título al gran clásico de la literatura medieval española[4].  

Otras denominaciones para Rodrigo Díaz que observamos en las crónicas árabes serán epítetos muy despectivos y negativos que se repiten entre los distintos autores tales como el de “perro enemigo” (Kalb al-‘Adw), el “opresor Rodrigo” (al-bā’qa Rudhrīq), el “maldito” (al-laʿīn) o el “tirano Rodrigo” (at-tāgiya Ludhrīq) a los que acompañan maldiciones como “castíguele Dios”, “destrúyale Dios” o “maldígale Dios”. 

Sólo el poeta y polígrafo Ibn Bassām de Santarém, que vivió en la misma época que El Cid, parece ser más moderado hacia la figura del Campeador al que califica en su obra Dajīra fī mahāsin Ahl al-Ŷazīra (Tesoro sobre las excelencias de Al-Andalus) de “infortunio para su época, por la práctica de la destreza, por la suma de su resolución y por el extremo de su intrepidez, uno de los prodigios de Dios[5].” o bien, como un “un hombre muy listo (ʿaqqāl) y daño incurable.[6]

También crítica en términos similares a los musulmanes colaboracionistas con El Cid como Al-Qādir, el rey de la taifa de Zaragoza o los soldados musulmanes que luchaban con las tropas del Campeador a los que llaman dawā’ir (malhechores, errantes…).

Ilustración 2.  Mapa de la Península Ibérica en tiempos del Cid, hacia 1094.  Fuente: Historynet.com[12].

1. BALANCE DE SU FIGURA Y GOBIERNO

Muchas han sido las interpretaciones alrededor de la figura del Cid, las épicas y románticas ya en el siglo XIX, pasando por su mistificación en la España franquista o desde hace unos años hasta la actualidad, gracias a medios como el cine, la TV o las recreaciones históricas[7], su conversión en figura icónica popular en el imaginario social.

También,  dado que nuestro tema es El Cid y Al-Ándalus, es interesante señalar que ha habido desde que se estudia el Cid, investigadores que han defendido lo que podríamos llamar posturas filoandalusíes de la actuación y vida del Campeador y que nacieron en su momento rodeadas de polémica:  Por ejemplo, el supuesto mozarabismo del Cid Campeador o más recientemente la asimilación por parte del Campeador de costumbres árabes como la de contar con panegiristas oficiales que compusiesen poemas y cantares de gesta para ensalzar su figura.  Este fue el caso de la profesora Dolores Oliver Pérez quién defendía hace unos años la teoría de que el Poema de Mío Çid pudo ser escrito por un polígrafo, cronista y poeta valenciano llamado Al-Waqqashī, quien fue cadí bajo el gobierno del Cid en Valencia y que habría escrito este Poema a modo de panegírico y propaganda hacia su nuevo señor.  Sin embargo, esta osada teoría ha sido fuertemente rebatida por Antonio Montaner[8].

Sin embargo, siguiendo a autores como el citado Montaner, Martínez Díaz, Peña Pérez o  David Porrinas si hay que considerar y definir históricamente la figura de El Cid hay que hacerlo situándolo en el agitado contexto geopolítico de la España del siglo XI como un personaje histórico “transfronterizo[9]. 

Como él mismo se intitulaba en la ya mencionada documentación de la Catedral de Valencia, podríamos definirle como una especie de ‘princeps’ o “emir cristiano” en una taifa mayoritaria musulmana pero también es un señor de la guerra, un mercenario a sueldo del mejor postor o acogiendo en su seno como se ha dicho a cristianos y musulmanes por igual. 

El Cid fue un hábil estratega político que supo adaptarse a la crisis política de los Reinos de Taifas y usar la intuición y la ocasión para ver una oportunidad de medrar y hacerse un nombre en medio de las rivalidades entre cristianos y musulmanes y entre los propios de cada religión.

De este deseo de medrar y acaparar poder nos da testimonio el citado Ibn Bassām de Santarém en su obra Al-Dajīra: (…) ese Cid que asoló de la manera más cruel una provincia de su patria; ese aventurero cuyos soldados pertenecía en gran parte a la hez de la sociedad musulmana y que combatió como verdadero mercenario ora por Cristo, ora por Mahoma, preocupado únicamente por el sueldo que habría de percibir y del botín que podía pillar.[10] 

Le vemos, pues, convertido a nivel diplomático y político, no sólo en un ‘princeps’ cristiano sino en especie de rey orientalizante que pretende dar continuidad y legitimar la autoridad de los emires taifas precedentes.  Trata de mostrarse más cercano y ganarse a sus vasallos musulmanes, les garantiza el respeto y el deseo de conservar el islam local con sus tradiciones y leyes coránicas.  Les asegura que:

Cada uno de vosotros vaya a sus heredades y vuelva a poseerlas como antes. Si hallare su huerta o su viña sin cultivar, puede ocuparla en el acto, y si la encontrare cultivada, abone al que la labró todo su trabajo y todos los gastos que hizo y recupérela, como manda vuestra ley.

Además, he ordenado a los que deben recaudar los impuestos en la ciudad que no tomen más que el diezmo, conforme a la ley coránica. También he dispuesto destinar dos días a la semana, lunes y jueves, para oír vuestros pleitos…, porque yo quiero resolver personalmente todos vuestros problemas y ser para vosotros un compañero más, como un amigo para su amigo o un pariente para su pariente; yo quiero ser vuestro alcalde y vuestro alguacil.”[11]

Como afirman algunos estudiosos como David Porrinas, el contacto previo con la estética y cultura hispanomusulmana e incluso con la lengua árabe en Sevilla y Zaragoza, le hizo ser más tolerante  y abierto  con la cultura mayoritaria islámica en la que se movía en Valencia cuidando  de respetar los derechos islámicos previos y en general, del bienestar de sus súbditos, pero eso no le eximió, llegado el caso, de tener que ejecutar a notables musulmanes locales díscolos por su pésima gestión administrativa o simpatías pro-almorávides si vio que sus comportamientos suponían una amenaza  para sus dominios y el interés social general.

Admirado y repudiado, respetado y maldecido, no podemos ignorar la gran impronta que dejó a ambos lados de la frontera ibérica  medieval, cristiana y musulmana, la figura de El Cid, dando lugar a un personaje histórico que pasó del mundo real al mito, creándose así la llamada leyenda cidiana que ha hecho resurgir y ha revitalizado a lo largo de los siglos y a través de muchas maneras  la figura del héroe de Vivar hasta nuestros días hasta proyectarse en el imaginario popular como el arquetipo del caballero medieval cortés, ecuánime y leal a sus valores y tradiciones.

BIBLIOGRAFIA

Anónimo (Ed. 1991), CRONICA ANÓNIMA DE LOS REYES DE TAIFAS. Estudio, notas y traducción de  Felipe Maíllo Salgado  Akal. Madrid.

Anónimo (Ed. 2011). Poema de Mío Cid. Presentación, notas y edición de Alberto Montaner.  Academia Mexicana de la Lengua. Link: Cid-muestra.pdf (academia.org.mx) [Consultado el  13 de Agosto de 2022]

DE EPALZA, Mikel.  “El Cid y los musulmanes:  El sistema de parias-pagas, la colaboración de Abén Galbón, el título de Cid-León, la posadita fortificada de Alcocer en https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/117957/1/Epalza_1991_El-Cid-y-los-musulmanes.pdf [Consultado el 15 de agosto de 2022 ]

GALMÉS DE FUENTES, Álvaro. (2002).  La épica románica y la tradición árabe. Madrid: Ed. Gredos, pp. 142-149.

IBN AL-KARDABŪS (1993).  Historia de Al-Ándalus.  Estudio, notas y traducción de Felipe Maíllo Salgado. Akal. Madrid.

LACHICA GARRIDO, Margarita (1995), “Poetas árabes del País Valenciano”Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, n.º 9 (1992-1993), Universidad de Alicante, pp. 17-37. [Consultado el 11 de agosto de 202].

MARTIN, Georges (2010). “El primer testimonio cristiano sobre la toma de Valencia (1098)” en, e-SpaniaRodericus Campidoctor, n.º 10, diciembre de 2010 Enlace <http://e-spania.revues.org/20087, [Consultado el 15 de agosto de 202].

MARTÍNEZ DÍEZ, G. El Cid histórico (1999). Barcelona, 1999.

MENENDEZ PIDAL, Ramón (1969). La España del Cid. Madrid.

PEÑA PEREZ, F. Javier (2009).  El Cid Campeador: Historia, Leyenda y Mito. Editorial Dossoles. Burgos.

PORRINAS GONZALEZ, David (2019). El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra. Madrid: Desperta Ferro.

VIGUERA MOLINS, María Jesús (2000): “El Cid en las fuentes árabes”, en El Cid, Poema e Historia, César Hernández Alonso (coord.), Burgos.

[1] Traducción española de Mª Jesús Viguera. Cfr. En VIGUERA MOLINS, María Jesús (2000): “El Cid en las fuentes árabes”, en El Cid, Poema e Historia, César Hernández Alonso (coord.), Burgos.

[2] Y no como se creía hasta ahora entre finales del siglo XI y principios del XII.  Al retrasar su fecha un siglo después se sospecha que muchos de los hechos narrados son producto de interpolaciones posteriores con claros intereses de prestigio y políticos detrás.

[3]Cfr VIGUERA MOLINS, María Jesús (2000): “El Cid en las fuentes árabes”, en El Cid, Poema e Historia, César Hernández Alonso (coord.), Burgos.

[4] Cfr.  GALMÉS DE FUENTES, Álvaro. (2002).  La épica románica y la tradición árabe. Madrid: Ed. Gredos, pp. 142-149.

[5] SANCHEZ-ORO, Juan José (2017).  Citado en VVAA. “El Cid una historia muy real”  en  Historias de la Iberia Vieja Madrid..

[6] VIGUERA MOLINS, María Jesús (2000): “El Cid en las fuentes árabes”. Art. Cit..

[7] En formatos audiovisuales tenemos: En cine, la película de ‘El Cid’ (1961) de Anthony Mann, con Charlton Heston y Sofía Loren, y en televisión, la serie de dibujos animados ‘Ruy, el Peqieño Cid’ y  más recientemente, la  serie ‘El Cid’ producida por Amazon Prime.

[8] Cfr. MOLINA, Luis y MONTANER, Alberto: El “Cantar de Mío Cid y su supuesta autoría árabe”, en Al-Qantara, XXXI 1, enero-junio 2010, pp. 311-323.

[9] PEÑA PEREZ, F. Javier. “El Cid, un personaje transfronterizo” en Studia storica,  H.ª medieval., 23, 2005, Universidad de Salamanca;  pp. 207-217

[10] SANCHEZ-ORO, Juan José (2017).  Citado en VVAA. “El Cid una historia muy real” en Historias de la Iberia Vieja Madrid.

[11] Crónica General de España, de Alfonso X; edición de MENÉNDEZ PIDAL, R.. Citado por MARTÍNEZ DÍEZ, G. El Cid histórico. Barcelona, 1999, pp. 335-336 

[12] MAP_El_Cid.jpg (623×600) (historynet.com)

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