Aquel año de 1529, Carlos V había hecho las paces con el Papado y con el rey francés Francisco I y estaba en el cénit de su reinado.   Solimán vio en los Habsburgo una amenaza potencial para sus intereses políticos en Europa Central y decidió asegurar sus nuevos dominios húngaros.  Para ello, el Imperio Otomano comenzó a preparar y a rearmar a su ejército con vistas a organizar la que sería una de sus campañas militares más ambiciosas:  la conquista de Viena, dominio del Archiduque Fernando de Habsburgo, hermano del mismísimo, Carlos V.

ANTECEDENTES DE UN ASEDIO. LOS PREPARATIVOS MILITARES OTOMANOS

Meses antes de llegar a Viena, en mayo de 1529, Solimán había iniciado los preparativos de un gran ejército islámico en la Bulgaria otomana. Reunió por un lado una flota que subió el Danubio y un ejército terrestre de unos 150.000 hombres, 300 piezas de artillería y 20.000 camellos que encabezaría él mismo y cuyo mando delegó en su gran visir, Ibrahim Pachá.

El gran visir Ibrahim Pachá, comandante de las tropas sitiadoras de Viena.

Las fuerzas otomanas estaban formadas en un tercio por sifahis (caballería ligera, jinetes a caballo y caballería pesada) junto a voluntarios jenízaros (escopeteros, lanceros, arqueros, rodeleros) y de reinos feudatarios como Moldavia o Serbia. También se les unieron por el camino voluntarios de la fe o (escopeteros, lanceros, arqueros, rodeleros) y de reinos feudatarios como Moldavia o Serbia. También se les unieron por el camino voluntarios de la fe o ghazis, y como veremos, algunas unidades de la caballería húngara con su aliado colaboracionista Juan I Zápolya a la cabeza.

 EL AVANCE DEL EJÉRCITO DE SOLIMÁN

A la salida de Bulgaria, el paso del ejército de Solimán se vio dificultado por las inundaciones que asolaban las llanuras haciendo intransitable el camino y obligando a abandonar durante el vieje parte del armamento pesado y de los camellos que traían como animales de carga.

A mediados de agosto de 1529, Solimán había llegado a Osijek y poco después, a Mohács, lugar de la derrota de Luis II de Hungría en 1526. En sus cercanías fue recibido por la caballería de Juan I Zápolya, quien le rindió homenaje y con quien reconquistó distintas plazas perdidas ante los Habsburgo en 1526. El 8 de septiembre conquistaron Buda (hoy, la moderna Budapest).

Paralelamente a la ofensiva terrestre, en el Danubio, parte de las fuerzas turcas eran transportadas por vía fluvial. Estas tropas llegaron a Bratislava que resistió duramente la artillería de sitio de los Otomanos.

En las primeras semanas de septiembre, el grueso del ejército otomano estaba a las puertas de Austria. Pero el viaje hasta las tierras austríacas no resultó fácil: A la pérdida de camellos y armamento pesado (cañones, etc.…) a consecuencia de unas inundaciones, se le añadió el hambre y las enfermedades que afectaron en gran número a los hombres de Solimán.

Las noticias que sobre Solimán llegaban a Europa a través de ‘avisos’, refugiados y espías eran alarmantes: Los efectivos otomanos eran un formidable ejército para la época y una grave amenaza para la Cristiandad, más allá de la división religiosa que asolaba Europa.

Ante el imparable avance otomano, Fernando I de Habsburgo tuvo que retirarse a Bohemia y pidió infructuosamente ayuda a su hermano Carlos V. Sin embargo, Carlos V apenas pudo hacer nada pues en esas fechas estaba en guerra contra Francia y los protestantes.

Lansquenetes alemanes, hacia 1530.

HASTA VIENA LLEGAN TROPAS DE AUXILIO

Mientras tanto, en Viena, la llegada providencial de 1500 lansquenetes alemanes y 700 arcabuceros españoles enviados por la reina María de Austria, viuda de Luis II y hermana de Carlos V y Fernando I, sirvió para reforzar algo la moral de los defensores austríacos que habían quedado en Viena, entre 15000 y 17.000 hombres.

Estos 700 arcabuceros eran oriundos de Medina del Campo (Castilla) y servían en Alemania como guardia personal de Fernando I.  Su jefe era el maestre de campo Luis de Ávalos. Al principio, por su condición de extranjeros y católicos, suscitaron ciertos rechazos entre la población local vienesa que simpatizaba con los protestantes.

Estos refuerzos germano-húngaros-españoles se unieron a los defensores vieneses y se organizaron bajo el mando de Nicolás Graf Salm, un veterano de la Batalla de Pavía de 70 años, que habría de enfrentarse a la campaña más decisiva de su carrera.

LA CIUDAD PREPARA SUS DEFENSAS

Enseguida, los defensores ayudados por la población comenzaron a erigir un sistema fortificado de bastiones, trincheras y posiciones para resistir el asedio, reforzando las partes más débiles de la muralla medieval de Viena, que estaba ya anticuada y no estaba adaptada para las tácticas militares renacentistas. Salm ordenó también tapiar y apuntalar las cuatro puertas principales de la ciudad.

Se crearon en pocas semanas baluartes con rampas para artillería (unas 72 piezas) y se organizaron los bastimentos. 

También se reforzaron las murallas medievales con una  línea de defensas (casi más bien una empalizada con piedras y madera), para la que se usaron los adoquines de la ciudad austríaca arrancados uno a uno y los restos de edificaciones derribadas.

Asimismo, Nicolás Graf Salm ordenó quemar las casas de los arrabales para despejar el campo y evitar que los turcos usaran estas edificaciones como posición aventajada de asedio y convirtió la Catedral de San Esteban de Viena en su cuartel general, usando sus campanarios góticos como torres-vigía.

Poco después, se ordenó la evacuación de los religiosos y civiles no combatientes, niños, mujeres y ancianos, los cuales fueron llevados lejos de la ciudad, quedando solo los defensores mayores de edad capaces de empuñar un arma. 

Viena y sus alrededores, durante el asedio turco de 1529. Un excepcional documento que reconstruye las posiciones turcas tal cómo se veían desde lo alto del campanario de la Iglesia de San Esteban. Xilografía de Nicolás Medelman, depositada hoy en día en el Museo de la Ciudad de Viena (Austria).

Con estas protecciones y refuerzos levantados, Viena se preparaba para el duro asedio  otomano que se avecinaba.

Los 700 arcabuceros españoles se organizaron también en un cuerpo defensivo que se encargó de proteger el flanco sur de la ciudad, comandados por Ávalos.

En total casi 20.000 hombres de varias nacionalidades europeas se disponían a defender Viena frente a Solimán.

COMIENZA EL ASEDIO A VIENA (SEPTIEMBRE- OCTUBRE 1529)

Mientras tanto, hacia el 21 de septiembre, habían llegado los primeros efectivos ante las murallas de Viena, zapadores, bastimentos y las unidades de a caballo, como los sipahi y en especial los akıncı. Los akıncı, eran jinetes ligeros que hacían de avanzadilla del ejército otomano, saqueando las poblaciones de los alrededores, incendiando las casas y cosechas y asesinando a sus habitantes. Estos jinetes eran conocidos por su crueldad con las poblaciones civiles enemigas y su arrojo y puntería como arqueros, espaderos y lanceros.

Un grupo de akıncı, jinetes otomanos ligeros, representados en el manuscrito Vindolanda de finales del siglo XVI. Su función principal en la batalla era como tropas de vanguardia en las líneas de frente con el objetivo de desmoralizar al enemigo y obstaculizar sus movimientos. Utilizaban tácticas de guerrilla y causaban confusión y shock en el enemigo. Los akıncıs solían llevar ropa colorida e interesante para impresionar y confundir sus adversarios. Solían llevar alas de águila en sus espaldas (tradición más tarde imitada por las tropas de caballería ligera polaca), cascos con cuernos de toro, abrigos de piel de leopardo. Debido a su aspecto inusual y su valor a veces casi suicida, se les apodaba en turco como los "deliler" (los locos), y los "serdengeçtiler" (dadores de cabeza, en el sentido de aquellos que ya han dado su cabeza al enemigo y no les preocupaba si vuelven vivos o muertos).

Días más tarde, hacia el 24 de septiembre, el resto del grueso del ejército otomano estaba ante las puertas de Viena. Pero el viaje hasta tierras austriacas no había sido fácil: Cuando llegaron a Viena, la mayoría de los soldados estaban enfermos y desmoralizados.

Ya instalado y organizado el campamento, los zapadores otomanos, comenzaron a cavar trincheras y minas y a construir bastiones rodeando la ciudad en los que posicionaron los  más de 300 cañones y la maquinaria de asedio. Viena quedaba así aislada del resto de la Cristiandad.

INICIALES NEGOCIACIONES FALLIDAS

Las dos partes litigantes iniciaron algunos encuentros, pero más bien fueron un intercambio protocolario y de tanteo que unas negociaciones diplomáticas. Solimán envió a Viena a tres prisioneros cristianos ricamente vestidos como emisarios con la propuesta de que se sometieran pacíficamente a la autoridad otomana, que se respetarían personas y bienes si sus habitantes se convertían al islam. En caso contrario, los otomanos reducirían la ciudad a cenizas y escombros y sus defensores serían masacrados.

Miniatura turca representando el asedio de Viena. Del Suleimannamé. (Fuente: Wikipedia)

Los sitiados de Viena respondieron al sultán enviando a otros tres prisioneros musulmanes al campamento otomano con un mensaje de respuesta: No se rendirían fácilmente. 

COMIENZAN LOS COMBATES ANTE LAS MURALLAS (SEPTIEMBRE – OCTUBRE 1529)

El 28 de septiembre de 1529, comenzaron los primeros combates propiamente dichos entre sitiadores y defensores. Las baterías de asedio de Solimán comenzaron a disparar contra las murallas de la ciudad que abrieron algunos boquetes sin mayor importancia. Rápidamente fueron respondidas por las defensas cristianas de Viena. Más efectivas fueron las unidades de arquería otomanas.

Un grupo de soldados turcos intentó atacar por la orilla vienesa del Danubio para coger posiciones y establecer ahí un puesto de asedio, pero fueron rechazados por los arcabuceros españoles.

También hubo numerosas escaramuzas entre grupos de soldados cristianos y zapadores e infantería otomanas que querían hacer explosionar las minas puestas bajo algunas partes de la muralla de Viena. En una de estas maniobras los sitiados casi consiguieron hacer prisionero al propio Ibrahim Pachá y en otra, hicieron estallar varias minas enemigas otomanas. Pero la mayor de esas operaciones defensivas de los sitiados de Viena ocurrió el 6 de octubre cuando enviaron a 8.000 hombres a luchar contra el ejército y los zapadores turcos que atacaban por varios flancos la ciudad. Los soldados cristianos consiguieron parar los ataques, pero a un gran coste de vidas entre los dos bandos.

Los ataques otomanos habían abierto algunos boquetes y reducido a montañas de piedras algunos lienzos de la muralla de Viena, pero sus defensores desde dentro reforzaban las caídas protecciones continuando la tenaz resistencia cristiana en los días siguientes.

Sin embargo, la climatología jugó a favor de los sitiados cristianos: Las lluvias intensas inundaron las trincheras otomanas y dejaron inutilizada la pólvora de las minas otomanas. Tampoco el terreno era practicable para la caballería otomana, uno de los cuerpos importantes en los que el ejército otomano basaba su fuerza. También, las enfermedades comenzaron a hacer mella en la moral y la salud de los soldados otomanos quienes –especialmente los jenízaros, la guardia de élite del Sultán- elevaron sus quejas a los comandantes.

El 10 de octubre, 40 soldados, entre ellos bastantes españoles, protagonizaron una escaramuza con los otomanos y consiguieron llevarse 5 camellos y mucha pólvora fina. No hay que imaginar que los 5 camellos acabaron como alimento de los hambrientos sitiados vieneses.

El día 11 tuvo lugar uno de los combates más intensos que supuso graves pérdidas para los defensores cristianos: Uno de los disparos de artillería otomano destrozó el techo de la Kamtner Turm vienesa matando a muchos soldados y entre ellos, a varios españoles. También varios soldados cayeron al foso y encima de una casa adosada a la muralla. En su vuelta a las defensas vienesas, todos pudieron escapar por un boquete abierto en la muralla por la artillería turca gracias a un soldado español que sacrificó su vida antes de caer bajo los disparos de los escopeteros turcos.

Sin embargo, pasaban los días y los Otomanos no conseguían grandes avances. El frío y las enfermedades hacían mella en la moral del ejército otomano, especialmente entre los jenízaros que estaban incómodos y cada vez más tensos con sus superiores. Ante estas perspectivas nada halagüeñas, Solimán decidió reunirse en consejo el 12 de octubre con los comandantes de su ejército. Se decidió un asalto final y recompensar con una paga extra a los agotados soldados y jenízaros otomanos para elevar la moral. Los zapadores volvieron a colocar pólvora seca y nuevas minas de asedio para abrir una brecha en la muralla vienesa y se reorganizó el ejército otomano para un nuevo asalto.

UN ASALTO FINAL OTOMANO A LA DESESPERADA

El día 13 de octubre los turcos hicieron un ataque masivo para acceder a las minas y hacer explosionar la muralla para abrir una brecha que fue repelido por las picas de los lansquenetes y, sobre todo, por los arcabuceros españoles comandados por Jaime García Guzmán. Este ataque es contado por una crónica turca, la de Ibrahim Peçevi, quien nos narra cómo el comandante español murió por una herida y cómo sus hombres contraatacaron rechazando valerosamente a los soldados otomanos.

Sin embargo, los turcos se rehicieron y aprovecharon que no llovía la noche del 14 de octubre para recomponer las minas de nuevo y las hicieron estallar. Esta vez sí tuvieron éxito y abrieron una brecha de 30 metros en la muralla, cerca de la entrada principal a la ciudad de Viena. Los comandantes turcos decidieron enviar a la zona de la brecha tres grandes unidades de jenízaros. Comenzaba el asalto final.

Escopeteros jenízaros del siglo XVI en una miniatura turca de este periodo. Jenízaros como éstos engrosaron las tropas que formaron parte del asalto final a Viena. (Fuente: Wikipedia)

Durante las horas siguientes, los otomanos hicieron intensos y continuos ataques contra la brecha que fueron rechazados una y otra vez por los defensores de Viena, especialmente los piqueros alemanes y los arcabuceros españoles.  Los otomanos se llevaron la peor parte en número de victimas que se contó por miles.

LA HUMILLANTE RETIRADA DE SOLIMÁN

Finalmente, al caer la tarde y ante la imposibilidad de poder continuar asediando la ciudad, los comandantes otomanos decidieron desistir y ordenar la retirada de las tropas otomanas. Aquella misma noche del 14 al 15 de octubre se oyeron gritos desgarradores procedentes del campamento otomano, eran los prisioneros cristianos que estaban siendo ejecutados por los soldados otomanos en represalia por el fallido asalto y porque ya no eran útiles como rehenes.

En su retirada el día 15 de octubre, abandonaron una gran parte del campamento y de sus pertrechos, animales y artillería. Dejaban también atrás entre 15.000-20.000 soldados muertos. Los sitiados cristianos, por su parte, habían perdido entre 1500 y 2000 hombres.

El viaje de vuelta a Estambul fue penoso y diezmó más a las fuerzas otomanas, que fueron perseguidas por un grupo de arcabuceros españoles comandados por Jórg (o Juan, según otras versiones) de Manrique, así como por tropas imperiales en distintas partes de su camino.

A su paso por Bratislava, las tropas de Solimán en retirada fueron de nuevo atacadas por tropas cristianas reduciendo el número de soldados supervivientes que llegaron a Estambul.

Una vez liberada Viena del Gran Turco, entraron desde Kems centenares de soldados imperiales de refuerzo para asegurar la defensa y evitar futuras sorpresas.

Las tropas otomanas supervivientes del Sitio de Viena, llegaron a Estambul a mediados de diciembre de 1529.

CONSECUENCIAS DEL ASEDIO DE VIENA

Sin embargo, para el altivo Califa Solimán esta campaña no fue una derrota en su carrera militar y la consideró una mera escaramuza de frontera que ayudó a reconquistar Hungría para Juan I Zápolya tal como escribe orgulloso en una carta enviada a Venecia por estas fechas:

He conquistado el reino de Hungría— y entregado su corona a Zapolya.”

Los cronistas oficiales otomanos, en especial Ibrahim Peçevi, vieron este revés militar como una campaña que no fue favorecida por Alá pero que era la antesala de una futura lucha o yihad por expandir el Islam hacia Centroeuropa en la que se enfrentaba cara a cara con el mismísimo Emperador Carlos V.

Meses más tarde, en 1530, moriría Nicolas Graf Salm, el líder defensor de Viena, a causa de su avanzada edad y como consecuencia de las heridas sufridas en combate durante el Sitio.

Finalmente, la frontera entre los Otomanos y el Sacro Imperio quedó establecida en Hungría. Juan I Zápolya reinó como feudatario de Solimán hasta 1541, fecha en la que murió, pasando su feudo húngaro a manos otomanas y Transilvania a ser un principado con gobierno propio y vasallo de la Sublime Puerta.

Esta cercanía mayor a Europa y la incesante amenaza otomana y berberisca en el Sur mediterráneo, abrió en el imaginario europeo el llamado miedo al turco que volvió hacerse palpable en 1532 en una campaña posterior (la de Güns) y, todavía más, un siglo y medio más tarde, en el llamado 2º Asedio de Viena de 1683.

ESPAÑA EN EL ASEDIO DE VIENA: LOS 700 ARCABUCEROS DE CASTILLA

Como ya hemos comentado brevemente a lo largo del artículo, uno de los grupos defensores que más participaron en la defensa fueron los 700 arcabuceros españoles procedentes de Medina del Campo y antiguos escoltas de Fernando I de Hasburgo, comandados por Luis de Ávalos.

Las crónicas de Viena coetáneas nos mencionan el nombre de estos jefes españoles y nos dan los de algunos más junto al de Luis de Ávalos como los de  Juan de Salinas o Melchor de Villarreal:

Hispani capitanei Ludouicus de Aualos Magister campi, Ioannes de Salinas, Melchior de Villaro et circiter septingentos Hispanos pedites

Escopeteros, posiblemente españoles, tal como se habrían visto durante el sitio de Viena. Detalle de la "Batalla de Alesia" de Melchor Feselen (1533). Las crónicas cuentan cómo disparaban poniendo fuego a la mecha atada con un palillo. Estos arcabuces carecían de llave y se apoyaban en el cuerpo del tirador careciendo de mira para puntería. Las balas de la época eran bolas de plomo fundida capaces de atravesar brigandinas y las cotas de malla otomanas. Los arcabuceros carecían de protecciones pesadas, llevando a lo sumo un coleto de cuero o una borgoñota o yelmo básico a modo de protección. (Fuente: Pinterest)

Las crónicas turcas de Ibrahim Peçevi y de Istvabfi, nos cuentan cómo era el sistema de lucha de estos soldados españoles y destacan su arrojo casi “kamikaze” y su valentía. En un caso, un grupo de turcos que estaban amontonando hatillos en una viña, fue atacado en una emboscada por un grupo de 100 soldados españoles. En realidad, los turcos no estaban descansando y comiendo uvas, como dice alguna crónica cristiana, sino que estaban colocando ramas de viña para simular las minas que estaban colocando en la base de las murallas. Los españoles se abalanzaron sobre ellos y los derrotaron.

Al final del Sitio de Viena, sólo quedaban 250 supervivientes del contingente original. Los otros 450 españoles habían muerto heroicamente en la defensa de Viena.

Además de Luis de Ávalos y sus dos oficiales, conocemos gracias a las fuentes alemanas y turcas los nombres completos de otros soldados y oficiales de rango inferior: los alféreces Jórg (Jorge o Juan) Manrique, Christof (Cristobal) de Aranda, Luis de Calatayud (Loys de Calathayut), Alonso de Heria (Eredia), Zapata (Zapada), Valderrama y Vallorens que sí sobrevivieron al Sitio de Viena.  También, han llegado modificados hasta hoy, los apellidos de otros españoles supervivientes como Khirosz (Quirós), Navares (¿Navarro?) y Cordanes. Asimismo, también  nos hablan de otros españoles que fallecieron en combate como el caso de Camargo (“aber Camargo ist umkhumben”, dicen las crónicas alemanas) y el ya aludido Jaime García Guzmán, muerto en la noche del 13 de octubre de 1529.

Detalle del grabado coetáneo del alemán Barthel Beham donde podemos ver a tropas cristianas (piqueros y arcabuceros) luchando contra las otomanas, muy posiblemente los españoles y los lansquenetes.  Podemos ver una bandera con la forma de la Cruz de San Andrés (coloreada en una versión posterior en azul y amarillo)

Por último, un soldado veterano, Juan Ciudad[1], que era de origen hispano-portugués, se cree que participó en esta campaña militar como soldado[2]. Años más tarde volvería a la ciudad de la Alhambra para fundar un hospital, dedicar su trabajo a los pobres y pasar a la Historia tras ser canonizado como San Juan de Dios.

EL ASEDIO DE VIENA COMO TEMA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EPOCA DE LOS AUSTRIAS

Las coplas populares recogieron enseguida la victoria de la Cristiandad sobre Solimán en forma de romances anónimos que sin duda circularon en pliegos de cordel:

En el templo estaba el Turco, / el Turco en el templo estaba;

Haciendo la zalá está,/  y a Mahoma suplicaba,

que le quiera dar victoria, /contra Carlos, rey de España;

que si esta vez le venciera / la cristiandad es ganada.

También Garcilaso de la Vega dedicó al Asedio de Viena una de sus famosas “Églogas”, pero posiblemente aluda al Cerco de Güns, ocurrido unos años más tarde.

Incluso un siglo después, Lope de Vega compondrá una comedia “El cerco de Viena por Carlos Quinto”, donde también aparecen Solimán y su visir Ibrahim Pachá y se da importancia al Emperador frente al protagonista real, Fernando I de Habsburgo.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:

CLOT, André. (1992) Suleiman the Magnificent: The Man, His Life, His Epoch. Saqi Books.

GOODWIN, Jason (2006). Los Señores del Horizonte: Una Historia del Imperio Otomano. Alianza Editorial.

GONZALBO NADAL, Antonio (2020). “Apocalipsis en Viena. Visiones bíblicas sobre el asedio otomano de la capital danubiana (1529)”. En Guerra y alteridad. Imágenes del enemigo en la cultura visual de la Edad Media a la actualidad, editado por Borja Franco Llopis. Monográfico temático, Eikón Imago 15 (2020): 105-131.

FERNANDEZ ALVAREZ, Manuel (2015).  Carlos V: El Hombre y el César. Espasa-Calpe.

KITSIKIS Dimitri (1989). El Imperio otomano, Fondo de Cultura Económica, México.

LAINEZ, Fernando (2010). La guerra del turco. España contra el imperio otomano. El choque de dos titanes, EDAF.

PARKER, Geoffrey (2020).  Carlos V. Una nueva vida del Emperador. Editorial Planeta.

SAEZ ABAD, Rubén (2013). El Sitio de Viena 1529. HBM Editores. 

SELLÉS FERRANDO, Xavier. “Carlos V y el primer cerco de Viena en la literatura hispánica del XVI”.

Link: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/1235/17116_C6.pdf?sequence=1 [Consultado el 28 de octubre]

TURNBULL, Stephen (2003), The Ottoman Empire: 1326-1699, Osprey Publishing.

[1] Se llamaba en realidad Joao Cidade, en portugués.

[2] En otras fuentes se dice que en la de 1532 que ya tratamos en otro artículo, el del asedio de Güns.

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