No son nuevas las representaciones teatrales sobre hechos religiosos. Los autos de fe, se representaban desde la Edad Media en los pórticos de las catedrales y escenificaban dramas bíblicos o materias alegóricas que servían de catequesis e ilustración al pueblo llano. La pasión de Cristo no es una excepción a estos temas, alcanzando su auge en el Siglo de Oro español.

Su tradición y larga trayectoria es lo que haría especial a una obra que introdujera una visión nueva, que combinara el arte pictórico y escultórico con la dramatización de los personajes y que escogiera como telón de fondo la Semana Santa de Andalucía. Si, además, aprovechase al máximo todo el conocimiento histórico y arqueológico existente sobre unos sucesos que tienen un carácter eminentemente religioso, esa obra se convertiría en la vanguardia de la innovación dramática religiosa.

Y eso es lo que ha conseguido El Hijo del Hombre. Para La Casa del Recreador, una empresa centrada en la Historia, el encargo supuso todo un reto. Atrevernos a elaborar una indumentaria para los personajes de una Pasión de Cristo podría ir más allá de nuestros objetivos y misión. Sin embargo, cualquier duda fue despejada desde la dirección artística de la obra, confiriéndonos libertad total de actuación y aceptando nuestras visiones plasmadas en el proyecto que presentamos.

El resultado es una obra que no dejará a nadie indiferente. Una representación diferente, carismática y desafiante de los sucesos que tuvieron lugar en Jerusalén en el año de la muerte de Jesús de Nazareth, el 29 d.C. o 782 ab urbe condita.

Cada personaje ha sido elaborado de una manera singular, representativa y especial, de modo que El Hijo del Hombre no es solo una representación más de la Pasión. Es una semblanza del Tiempo y el Espacio en el que se desarrollan los hechos, es la memoria de Egipto, viva en las tradiciones y escritura de Israel, es la huella griega de Alejandro, imposible de ignorar desde los Balcanes hasta la India y es también el yugo de Roma, casi recién estrenado en Palestina, pero muy presente en sus modas y en sus élites. 

Jesús el Nazareno

El personaje central de la obra es naturalmente Jesús el Nazareno, el Nazareo o Jesús de Nazareth. Las vestiduras del galileo han sido representadas en el arte en incontables ocasiones. Nosotros hemos ataviado a Jesús con una túnica de lana pura, un tafetán salido de telar, con un tono ahuesado y moteado natural. Se completa con un cinturón de cuero con hebilla de latón, manto de tejido listado, al estilo palestino y con unas sencillas sandalias de cuero, réplicas de las encontradas en yacimientos arqueológicos de Jerusalén.

Su túnica de lana aparecerá teñida en sangre en los momentos álgidos de la obra, cuando su figura quede convertida en el Rey de Burlas, con una clámide romana en paño rojo que le vestirán, como parte del ritual de su sacrificio.

Jesús niño

La reseña que El Hijo del Hombre realiza a la infancia de Jesús introduce al mismo personaje como un niño, al que hemos ataviado con una túnica sencilla del mismo tejido que lo acompañará en su versión adulta, cinturón textil y unas carbatinas para los pies, simples fundas de cuero acordonadas, típico calzado que se desarrolló en la Antigüedad.

Magdalena

El personaje de María Magdalena, también llamada María de Magdala, Magdalena o Mara (maestra) es de los más controvertidos y escritos personajes del Evangelio. Portadora de personalidad propia, la figura misteriosa de Maria Magdalena se alzó como un gigante desde la temprana predicación de Jesús. Su importancia crucial y su relación especial con Jesús y su madre pueden leerse entre líneas en los cuatro Evangelios y en los textos apócrifos y heterodoxos posteriores. En el sureste de Francia, recibe una veneración especial, con multitud de iglesias, abadías, calles y plazas dedicadas a su nombre. 

Está vestida con ropajes de moda romana, stola y palla de lino, cosidas a mano, en tonos azules, con adornos en lana, cinturón de lana tejido a mano y unos calcei de tipo Welzheim de teñido marrón oscuro.

 

Verónica

He aquí uno de los personajes apócrifos, es decir, que no aparecen en los Evangelios canónicos, pero del que se tienen noticias por fuentes alternativas, bien los textos apócrifos, bien la doctrina de la Iglesia o la tradición oral o escrita. Hemos sentido libertad creativa con la Santa Mujer Verónica. La hemos visualizado como el símbolo de la ligazón entre oriente y occidente, en el centro de la esencia de la cultura greco-romana. Está vestida con un peplo dórico que se completa con una palla romana. Tiene un cinturón de lana tejido a mano y unos zapatos cerrados de cuero de tipo Welzheim.

 

Pueblo Hebreo

Dos personajes se dedican a representar las mujeres de Jerusalén que fueron testigos de los sucesos de aquel día de la Pascua del año 29. Su indumentaria refleja la moda oriental de la época, que cubría por completo el cuerpo de la mujer, con manto extenso y túnica con cinturón textil, con tintes naturales y listados, que replican los motivos y patrones que podrían estar en boga en Palestina. Como calzado, las carbatinas o carbatinae, zapatos de cuero sencillo anudados con cordones del mismo material, de uso general en la Antigüedad.

 

Arcángel Gabriel

Dado que no existen fuentes científicas e históricas que acrediten la existencia y aspecto de seres angélicos, las representaciones artísticas de los ángeles han cambiado mucho a lo largo de la Historia. Nuestra visión del ángel que interviene en la acción de El Hijo del Hombre se ha alejado de la imagen estereotípica del arte universal y ha optado por la visión helenística, con un amplio y etéreo peplo de suave lino blanco con cinturón de remates dorados, que no deja ninguna duda del carácter espiritual del personaje y enfatiza su beatitud y naturaleza divina.

María

La madre de Jesús es someramente tratada en los textos canónicos, sin el protagonismo e importancia que toma a raíz del establecimiento de la Iglesia cristiana. Más allá de las alusiones al personaje en el relato de la concepción, su aparición en las fases de la Pasión no excede del carácter marginal. Sin embargo, los textos apócrifos y la tradición de la Iglesia aportan mucha información sobre la madre del Salvador.

El Hijo del Hombre ha escogido para la indumentaria de Maria de Sepphoris, más conocida como María de Nazareth, una indumentaria basada en visitones cristianas compartidas por confesiones no católicas, en las que la visión humana del personaje gana peso ante su faceta trascendente. Tejidos y colores naturales se superponen en capas de vestidos y adornos, que le dan una apariencia oriental y autóctona, libre de las influencias grecorromanas y foráneas que aceptamos en otros personajes. Su calzado es una versión latina del zapato cerrado, hallado en yacimientos del Imperio Romano.

Herodes

Solo el Evangelio de Lucas menciona la comparecencia de Jesús el Nazareno ante Herodes, rey de Galilea. Criado en Roma como rehén amistoso tomado por Augusto para garantizar la fidelidad de su padre Herodes el Grande, el controvertido rey no era bien visto en círculos hebreos ortodoxos y mucho menos en el Sanedrín del Templo. Permaneció como rey de Galilea por poco tiempo después de la desaparición de Jesús, pues fue condenado por sedición por parte de Calígula. En parte por gusto, en parte para no parecer demasiado extranjero en su propia tierra, Herodes viste a la moda griega, cultura predominante en todo el medio oriente desde las conquistas de Alejandro. Luce manto púrpura y diadema dorada, que completa con anillos y broches propios de su estatus. Las sandalias en cuero reproducen las piezas halladas en el yacimiento de Masada, Israel.

 

Caifás

El saduceo José ben Caifás era sumo sacerdote del Templo en el año 29. Según los Evangelios, él es el máximo instigador de la muerte de Jesús, quien convoca de urgencia al Sanedrín y quien lo entrega a Pilato para que sea torturado y muerto.

Los ropajes y ornamentos de un sumo sacerdote hebreo están descritos en algunos libros del Pentateuco. Las diferentes versiones y visiones que ha dado el arte coinciden en una vestimenta solemne, acorde a su cargo, en la que destaca la túnica decorada o la mitra con turbante y leyenda sagrada. En su pecho lleva el pectoral de gemas nombrado en el Antiguo Testamento: "Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim." (Levítico, 8:8). Es un objeto bien descrito, pero sobre cuyo uso aún hoy hay debate entre los exégetas.

 

María niña

La infancia de María en Sepphoris es aún más desconocida que la de su hijo Jesús. Hija de una familia de la élite Galilea, es probablemente a través de su sangre por lo que a su hijo se le consideraba de la Casa de David. Hija de Ana y Joaquín, tuvo la corta niñez de las jóvenes de su época, que se hizo más difícil por los violentos sucesos vividos en su región por la revuelta de Judas el Galileo, comenzada en el año 4 a.C., que fue aplastada con dureza por las legiones de Quintilio Varo (sí, el mismo que están pensando) procedentes de Damasco.

La joven María lleva una stola de lino sobre una subúcula interior blanca, además de carbatinae de cuero en sus pies.

 

Pilato

Poncio Pilato (escrito a veces Pilatos) era prefecto de Judea en el momento de la muerte de Jesús en el año 29 d.C. Aunque son diversas las fuentes históricas que lo mencionan (como las epigrafías que localizan a su familia en Itálica, junto a la actual Sevilla), ninguna nos informa de la indumentaria que podría llevar el día en el que Jesús fue sacrificado.

Como miembro de la orden ecuestre y comandante en jefe de las legiones y unidades auxiliares de su provincia, nosotros hemos visto a Pilato en atuendo militar, austero y funcional, dedicado a las tareas diarias de despacho, gobierno y administración de su jurisdicción. Luce una túnica de lino y un caro subarmalis también en lino. Su exclusivo cinturón militar está adornado con placas que alternan la efigie de la loba capitolina y Tiberio sobre cornucopias, el Augusto que gobernaba el Imperio y al que gustaba de agradar. Mención especial merece la rica vaina de su gladius, decorada con placas que representan, de nuevo, a Tiberio en su majestad. Pilato es bien conocido por la devoción a su emperador, algo que va a necesitar si algún día solicita abandonar una provincia tan difícil de gobernar como Judea.

 

Claudia Prócula

La mujer de Pilato aparece, sin nombrar nominalmente, en el Evangelio de Mateo. Otras fuentes de la tradición cristina primitiva la llamaron Claudia Prócula, elevándola incluso a la santidad. No juega más que un papel secundario en los hechos de la Pasión, pero la Semana Santa de Andalucía le confiere un protagonismo particular y le tiene un cariño especial.

Como matrona de la aristocracia romana, se viste con stola y palla en lino fino, además de unos calcei de cuero para sus pies. Una diadema dorada, un collar y un ceñidor de estilo pompeyano le otorgan signos de estatus, algo muy romano. Los pendientes que luce replican los que fueron hallados en un yacimiento arqueológico de la propia Jerusalén.

 

Longino

El personaje del soldado romano que alancea el cadáver de Jesús crucificado se conforma de las escasas fuentes evangélicas en conjunción con los textos apócrifos y leyendas sobre el personaje, que lo elevan al rango de centurión. La tradición añade el milagro de la sanación de su ojo ciego al ser salpicado con la sangre del costado de Jesús. Según otras tradiciones, se le identifica también con el soldado que reconoce a voz en grito la filiación divina del reo justo en el momento en su muerte. Otras convierten a Longino en el mismo centurión que acude un día a Jesús para que su esclavo recupere la salud.

Sea cual fuere el papel total de Longino en la Pasión de Cristo, es la imagen del ejército romano en Judea. El Hijo del Hombre representa a San Longinos o Longino de Cesarea como un centurión de auxiliares, por lo tanto romano de ciudadanía, equipado con indumentaria militar completa, propia del principios del siglo I d.C. Se protege con una lorica hamata y un casco de tipo Coolus. Lleva al cinto un gladius de clase Pompeya y la lanza que sostiene es muy probable que pertenezca a algún soldado del contubernio al cargo del Gólgota aquella mañana, al que se la tomó para atravesar el costado del Rey de los judíos.

 

Pedro, Juan y Judas

Simón, el apóstol que finalmente se alzaría con el cetro de la nueva Iglesia, desbancando a Santiago. Juan, el apóstol joven, el discípulo amado, de cuya cercanía a los misterios de la Pasión e incluso de cuya existencia algunos autores desconfían. Y Judas, la figura que ha concentrado la representación del mal y la traición desde la Biblia hasta la Divina Comedia.

Los tres visten túnicas de lino en tintes naturales, ceñidas con cinturones de cuero con hebillas en latón o en hierro y pañuelos orientales con borlas. Tanto Judas como Juan llevan un sencillo calzado de cuero, mientras que Pedro utiliza, al igual que Jesús, unas sandalias replicadas sobre los hallazgos arqueológicos de Jerusalén.

 

 

 

Barrabás

El Hijo del Hombre es la imagen de una época, de una localización en el espacio y en el tiempo, que no surge sin más sino que es hija de tradiciones y orígenes históricos. Sumida en la bruma de la Historia, las raíces del pueblo hebreo se entrelazan con las civilizaciones mesopotámicas, pero también con las herencias egipcia o cananea. Una de las visiones sobre el pueblo hebreo, hoy superada científicamente, pero no por eso menos tradicional ni romántica, es la del pueblo Apiru (o Habiru), mencionado por fuentes Egipcias. En honor al debate historiográfico sobre los orígenes del pueblo de Israel hemos vestido a Barrabás, personaje controvertido en sí mismo, pues no son pocos los exégetas que dudan de su propia existencia, en paralelo a la de la costumbre de liberaciones de sediciosos. Viste una vistosa túnica abierta de lino, con hombro al descubierto, pañuelo sobre la cabeza, cinturón y calzado sencillo de cuero.

 

 

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