DE LA CONQUISTA DE LA HISPANIA VISIGODA A LA DHIMMA

Con la llegada de los árabes a la Península Ibérica en el 711, se ponía fin a la Hispania visigoda como estado y se implantaba un nuevo marco socio-jurídico y religioso en el que el islam se convirtió en la religión oficial en convivencia con las creencias judía y cristiana ya arraigadas en la Península desde hacía siglos.

Junto a la religión islámica, se implantó, además, la sharʿīa, un espacio jurídico-religioso que redefinió las relaciones con estas religiones a través de las dhimma-s, o pactos especiales basados en el Corán y el hadīz, dada su condición de “pueblos del Libro” (ahl al-Kitāb).

Estos pactos de protección tomaban como base los ya realizados en vida de Mahoma en la Península Arábiga y los continuados por sus sucesores[1] con las comunidades judías y cristianas[2] en los territorios donde allí se expandía el islam.  En ellos, las nuevas autoridades musulmanas se comprometían a garantizarles protección, el derecho al culto, que pudieran regirse por sus leyes y daba una cierta autonomía a estas minorías a cambio de un impuesto anual de capitación en moneda llamado ŷazya[3].  Se establecían además otras cláusulas extra a ese acuerdo base como, por ejemplo, no construir iglesias nuevas, no tocar campanas, no hacer proselitismo, vestir con ciertas señales identificativas o dar preeminencia a los musulmanes en ciertas costumbres sociales. 

En el caso de la Península Ibérica, el más conocido de estos pactos fue el llamado Pacto de Tudmir o de Teodomiro, basado en el del Califa Omar (ver nota 1). 

Con estos pactos, el nuevo estado andalusí se garantizaba no sólo el sometimiento de estas comunidades cristianas sino su lealtad y un continuo flujo pecuniario que iba a las arcas estatales musulmanas.

 Ilustración 1. Acuerdos de capitulación o de sumisión en las distintas zonas de la Península Ibérica (Fuente: Wikipedia)

Estos pactos o dhimmas, en parte conservaron los sistemas sociales y jurídicos preislámicos ya existentes en la comunidades cristianas. Instituyeron la figura del qumis (en latín, comes - conde), como cabeza de la autoridad y responsable de recaudar los impuestos.

Asimismo, los pactos permitieron a los cristianos la posibilidad de crear tribunales propios con jueces de su fe (quḍāt al-nașārà o iudices) que dirimían pleitos y crímenes entre los mismos miembros de la comunidad mediante el Liber Iudiciorum, de origen visigótico[4].

DEL LATÍN AL ÁRABE: LA ARABIZACIÓN DE LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE AL-ANDALUS

En el siglo VIII, la población cristiana de origen romano-visigodo constituía una aplastante mayoría (unos 6 millones de individuos) frente a la musulmana de origen bereber o árabe que vino desde el exterior y que según estimaciones no llegarían a los 50.000 individuos.

Durante el primer siglo y medio de presencia islámica, vemos un proceso muy rápido de arabización (adopción de la lengua y costumbres árabes) y la progresiva influencia lingüística del árabe en la sintaxis y el vocabulario del romance andalusí[5] hablado a diario por estas comunidades cristianas. 

Aunque en este fenómeno de arabización pudo influir el prestigio cultural o social del elemento árabe y el proselitismo del islam, en realidad lo que forzó la adopción y el aprendizaje del árabe por parte de los cristianos, fue la necesidad de comunicarse directamente con los nuevos señores y moverse sin problemas en las relaciones sociales y jurídicas cotidianas con el resto de la sociedad andalusí.  

Vemos así el surgimiento de una sociedad andalusí multilingüe que usaba el árabe dialectal como lengua vehicular, el árabe culto como lengua literaria, administrativa, judicial y ritual y un romance andalusí muy arabizado usado por las comunidades hispánicas autóctonas y probablemente, por las siguientes generaciones de bereberes y árabes.

Ilustración 2. Este aguamanil andalusí de época Omeya es un interesante caso de bilingüismo árabe - latín.  Firmado por un tal ʿAbd al-Mālik al-Nasrani, está datado en 972 y fue realizado en Medina Azahara. Hoy está en el Museo del Louvre. (Fuente: Wikipedia)

Sin embargo, el latín culto fue perdiéndose gradualmente y su uso quedó cada vez más relegado a entornos religiosos y entre las clases altas, más cultas.  En las comunidades rurales donde predominaban los cristianos de clase baja, su empleo se extinguió prácticamente, usándose solamente el romance andalusí y el árabe dialectal andalusí.

Ilustración 3. Asamblea de mozárabes. Beato Mozárabe de León (s.X).  Fuente: Pinterest

En cambio, entre las comunidades cristianas de las grandes urbes y zonas limítrofes como Sevilla, Córdoba, Toledo, Valencia o Granada, coexistían este romance con el uso del latín culto y litúrgico en un mayor grado. Sin embargo, con el tiempo, también en ellas el proceso de arabización fue avanzando de manera imparable y ya para el siglo IX era tal la implantación del árabe especialmente entre los más jóvenes que el arzobispo de Sevilla Juan Hispalense ordenó la traducción a esta lengua semítica del Nuevo Testamento y otras obras litúrgicas.

Frente a esta arabización también hubo reacciones contrarias y muy críticas procedentes sobre todo de estas élites religiosas y culturales urbanizadas.  Este fue el caso de Álvaro de Córdoba, coetáneo de Juan Hispalense, quien lamentaba en su epístola Indiculus Luminosus la pérdida del conocimiento del latín culto y de las costumbres y vestimentas de origen romano-visigodo entre los más jóvenes.

Su testimonio es una importantísima fuente para conocer la situación socio-cultural de la comunidad cristiana cordobesa en esta época:

¿No es verdad que los jóvenes cristianos, de brillante presencia, elocuentes, distinguidos en sus gestos y vestimenta, sobresalientes en la sabiduría de los gentiles, notables por su conocimiento de la lengua arábiga, se cuidan de los libros de los caldeos, los leen atentísimamente, los discuten ardorosamente y reuniéndolos con gran afán, los divulgan con lengua profusa y afianzada, ¡ignorando  en cambio la pulcritud de la lengua de la iglesia y despreciando  por muy viles las fuentes que manan del Paraíso.”[6]

Y prosigue Álvaro de Córdoba:

“En la gente de Cristo, apenas encontrarás uno entre mil que pueda escribir razonablemente una carta [en latín, nota nuestra] a su hermano, y en cambio, los hay innumerables que os sabrán declarar la pompa de las voces arábigas y que conocen los primores de la métrica árabe mejor que los infieles”.[7]

Y de paso, se entristece profundamente por la pérdida del latín como lengua vehicular:

“¡Ay dolor! ¡Los cristianos desconocen su propia ley y los latinos no entienden su propia lengua!” [8]

Álvaro de Córdoba con el tiempo sería uno de los inspiradores del movimiento socio-religioso conocido como el de los Mártires de Córdoba, que surgió como resistencia, por un lado, a esta pérdida del elemento romano-visigodo, y por otro, como reacción a la cada vez mayor presión fiscal, social y religiosa a la que estaban sometidas las comunidades cristianas y que en muchos casos acababa en una conversión al Islam  más por mejorar un estatus social y por las ventajas personales y fiscales que otorgaban las autoridades al nuevo musulmán que por convicción religiosa (que también, las hubo, pero infinitamente menos). 

Cada vez más discriminados en lo legal y fiscal, es en este contexto en el que hay que entender también el apoyo ofrecido por ciertos entornos cristiano-andalusíes a las distintas revueltas sociales contra la autoridad emiral y califal, aunque éstas fueran protagonizadas por otros colectivos como los beréberes o los muladíes.  Fue por ejemplo el caso de la revuelta de Toledo que asesinó a su gobernador, que se remató en la Jornada del Foso (797), la revuelta del Arrabal cordobés de Sequnda (818) o la de ‘Umar b. Hafsún, ya entre los siglos IX y X. 

Igualmente, los mozárabes apoyaron las incursiones en Al-Ándalus de los ejércitos cristianos del Norte, no sólo haciendo de espías o guías sobre el terreno o dándoles avituallamientos, sino que aprovechaban su llegada para irse con ellos. 

En otros casos, eran los propios mozárabes, entre los que se encontraban miembros de la élite aristocrática o eclesiástica, quienes por su cuenta y en grupos, emigraban a las tierras del Norte peninsular, atraídos por la posibilidad de practicar su religión en libertad y por los privilegios y ventajas fiscales que se ofrecían para ellos en los primeros fueros. 

LOS MOZÁRABES BAJO EL CALIFATO OMEYA Y EN ÉPOCA TAIFA

Con la instauración en el 929 del Califato de Córdoba bajo ʿAbd al-Rahmān III (912-961), se intensificó aún más la discriminación legal y la ya asfixiante presión fiscal contra los cristianos andalusíes, que empezaron a convertirse en masa o a emigrar. Por ello, no es de extrañar que ya a finales del siglo X, hubiese casi un 70% de población hispana convertida al islam con un porcentaje que iría aumentando a lo largo del siglo siguiente y que culminaría hacia el año 1100 con un 85% de muladíes.

Ya a partir del siglo XI las noticias que disponemos sobre los cristianos en Al-Ándalus se vuelven más escasas –signo de su dispersión e inferioridad numérica—, mientras que su presencia aumenta en las fuentes documentales cristianas que nos mencionan la llegada de nuevos pobladores con nombres arabizados, sin duda, cristianos emigrados desde Al-Ándalus.  De hecho, la primera mención de la palabra ‘mozárabe’ aparece en 1024 en el documento de un monasterio castellano – leonés.

Por último, parece ser que la sociedad andalusí aún fue bilingüe en árabe y romance andalusí hasta por lo menos la primera mitad del siglo XII, tal como se puede ver en la literatura hispanomusulmana con los zéjeles, jarchas y moaxajas y por la presencia de algunos topónimos y préstamos de origen romance – andalusí, entonces en uso, en obras científicas y de viajes. La presencia cristiana en territorio andalusí continuaría hasta más o menos el primer cuarto del siglo XII constituyendo por esa época ya sólo un 15 % de la población autóctona frente a una mayoría aplastante de conversos muladíes[9].  

EL DECLIVE DE LA PRESENCIA CRISTIANA EN AL-ANDALUS

A nivel social y político, el fin de los Reinos de Taifas y la llegada de los almorávides complicó aún más la ya de por sí precaria existencia de estas comunidades, especialmente en zonas como Granada, Jaén, Córdoba o Almería. 

En 1125 los cristianos andalusíes de Granada pidieron ayuda al rey Alfonso I de Aragón ofreciéndole el poder alzar unos 10.000 hombres a su favor si venía a socorrerles[10]. El rey aragonés bajó desde Aragón con un fuerte ejército bordeando el Mediterráneo a través de Valencia y Murcia y llegó hasta lo que hoy es la provincia de Granada. Tras varias vicisitudes que incluyó la persecución por tropas almorávides y enfrentarse con ellas en batalla, Alfonso I volvió con unos 10.000 cristianos de origen granadino, alpujarreño y jiennense con los que repobló amplias zonas del Valle del Ebro y sus afluentes en Aragón.

Esta campaña de Alfonso I, trajo, sin embargo. consecuencias políticas y sociales posteriores para la exigua minoría cristiana que quedó en Al-Ándalus, que fue languideciendo hasta desaparecer en la segunda mitad del siglo XII como consecuencia no sólo de la persecución y la deportación a Marruecos ordenada por los almorávides sino por la emigración a los reinos del Norte y, sobre todo, por las conversiones, queridas y no, tras cuatro siglos de profunda islamización.

Ilustración 4. Mapa del Imperio Almorávide en su máxima expansión, hacia 1115. (Fuente: Wikipedia)

EL ORIGEN DE LA PALABRA “MOZÁRABE”

Como habrá podido observar el lector, hemos evitado hablar de ‘mozárabes’ a la hora de hablar de estos cristianos andalusíes.

Pero, ¿qué es “lo mozárabe”? Si atendemos a su significado etimológico literal, es un arabismo proviene del participio “musta’arab” (“el que se arabiza o habla árabe sin serlo”).

Ilustración 5  Francisco  Javier Simonet, orientalista, arabista y lexicógrafo del siglo XIX, precursor de los estudios sobre los cristianos de al-Ándalus y quien popularizó la denominación 'mozárabe' entre los historiadores y arabistas de las generaciones siguientes y que aún hoy usamos.

Sin embargo, en al-Ándalus no se usó esta palabra árabe para definir a la minoría cristiana, sino la de “musrik” (politeísta) o “nasrānī” (literalmente ‘nazareno’), tal como se autodefine el artesano cristiano ʿAbd al-Mālik, autor de un aguamanil hecho en Medina Azahara y conservado en el Museo del Louvre. 

Como acepción se usó sólo en la España cristiana para designar a estos  grupos arabizados que se instalaron como repobladores en las tierras recién conquistadas al islam y distinguirlos de otros de origen hispano (hispani) o europeo.  No es hasta el año 1024 que tenemos la primera mención de un ‘mozárabe’ en un manuscrito. A partir de esa fecha,  los mozárabes como tal son mencionados de un modo más frecuente en fueros, contratos o leyes en los documentos castellanos y aragoneses.

En el siglo XIX, el término “mozárabe” fue popularizado por Simonet y desde entonces, es aceptado como denominación genérica por los historiadores para identificar a las comunidades cristianas de Al-Ándalus bajo gobierno islámico.

 

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

ALBARRÁN, J. (2013). La cruz en la media luna. Los cristianos de al-Ándalus: realidades y percepciones, Sociedad Española de Estudios Medievales, Madrid.

JIMENEZ PEDRAJAS, Rafael (2013). Historia de los mozárabes en Al-Ándalus. Editorial Almuzara. Madrid.

GARCIA SANJUÁN, A (2003). “Judíos y cristianos en la Sevilla almorávide: el testimonio de Ibn’ Abdun”, en Tolerancia y convivencia étnico-religiosa en la Península Ibérica durante la Edad Media: III Jornadas de Cultura Islámica, Alejandro García Sanjuán (ed.), Universidad de Huelva, Huelva, 2003, pp. 57-84.

LEMA PUEYO, José Ángel. (2008) Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134). Madrid, Ediciones Trea.

MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. (1986). Orígenes del Español. Estudio lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo XI. O.C.  de R. Menéndez Pidal. Volumen VIII, Madrid, Espasa-Calpe, 1986.

SIMONET, Francisco Javier, (1897-1903 y reep. 1983) Historia de los mozárabes de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1897-1903, 4 vols. (reimp. Madrid, Turner, 1983).

VVAA. (2018). Los Mozárabes. Historia, Cultura y religión de los cristianos de Al-Ándalus. (Conferencias dictadas en el I Congreso Internacional de Cultura Mozárabe, celebrado en Córdoba y organizado por el Foro Osio del Cabildo Catedral.)Madrid. Editorial Almuzara.

 

[1] Como por ejemplo el Califa Omar del 637 entre los musulmanes originarios de la Península Arábiga y Sofronio, patriarca de Jerusalén, Palestina y Mesopotamia.  En el se establecían no solo el reconocimiento de lo cristianos como minoría protegida sino una mayoría de obligaciones jurídicas, de impuestos y hasta de hábitos sociales a veces humillantes como levantarse y dar asiento a los musulmanes si estos llegan a un sitio, no montar a caballo en sillas de lujo, no portar armas o vestir con prendas identificatorias en público.

[2] En Oriente, además de los judíos y musulmanes, fueron dhimmíes los sabeos y los zoroastrianos.  En el Occidente islámico, sin embargo, sólo los judíos y cristianos.

[3] En algunos momentos de la historia andalusí, también se pagó el jarāŷ, impuesto sobre la tierra que a veces se asimiló con la ŷizya, ya mencionada en el Corán.

En cambio, los propietarios de tierras de fe musulmana, pagaban el usr, considerado como parte de la zakat, un diezmo religioso, que comportaba una tasa impositiva mucho más baja.

[4] Otra cosa era cuando el litigio se producía entre un musulmán y un cristiano, que, en este caso se resolvía ante el juez islámico o qadi, teniendo el testimonio del cristiano menos valor que el del musulmán afectado.

[5] Llamamos con esta denominación a la evolución del latín vulgar hablado en esta primera época altomedieval en las distintas zonas de lo que fue Al-Andalus. 

Aunque se le ha llamado ‘lengua mozárabe’ a la usada por estos cristianos en tierras del Islam, no hubo un ‘mozárabe’ único como tal sino distintos dialectos romances con sus variantes regionales.

[6] MENENDEZ PIDAL, Ramón. (1986) Orígenes del Español. Estudio lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo XI. O.C.  de R. Menéndez Pidal. Volumen VIII, Madrid, Espasa-Calpe, 1986. Pp. 417-418

[7] MENENDEZ PIDAL, Ramón. (1986) Orígenes del Español. Op. Cit.

[8] MENENDEZ PIDAL, Ramón. (1986) Orígenes del Español. Op. Cit.

[9] Parece que algunas comunidades cristianas existieron durante la primera mitad del siglo XII tal como lo muestran los hallazgos arqueológicos del yacimiento de La Cercadilla (Córdoba).

[10] Cfr LEMA PUEYO, José Ángel. (2008) Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134). Ediciones Trea.

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